miércoles, 26 de diciembre de 2007

Nochebuena

Estamos rodeados de fechas, las fechas son flechas que nos ensartan, flechas disparadas para que las agarremos al vuelo (la flecha de Zenón en aquel cuento de Aquiles y la Tortuga, la flecha que nunca dá en el blanco), como flechas de sioux contra carapálidas. Las fechas nos envuelven, nos persiguen, nos acechan, fechas flechadas, fechas como éstas que aparecen al terminar el año. Estamos cerca de las fechas del 24 y del 25 de Diciembre, arbolitos encendidos, un olor familiar vinculado con el lechón asado, en otros lados con el pavo (el guanajo, el guanajo relleno, por cierto hace poco se murió el cantante...), con las salchichas de comer, unas fechas comelonas, opíparas, sazonadas, olorosas, muestrario de los combates tradicionales entre moros y cristianos, ensalada de lechugas con rabanito y tomates maduros, yuca con mojo especial de ajos y naranja agria, congrí para el que quiera, plátanos maduros fritos o tostones verdes fritos a capricho, postres de calabazas, quesos blancos y amarillos, dulces de mermeladas, membrillos y nueces, avellanas y peras, una pera por favor, una pera, manzanitas verdes, globos rojos, aquella sal encima de la mesa, galleticas al horno, chocolates de todo tipo y mucho turrón suave o duro, para romper mandíbulas o empegostar cielos de la boca...

Una Noche bien buena pensando en Jesús nuestro Señor que vino a la tierra para redimirnos, bien buena con María Magdalena, una cena, una gran cena con musulmanes lejos porque ellos no comen cerdo, con judíos bien lejos lejos ya que ellos no comen grasas, con budistas lejísimo porque ellos huelen incienso y mirra, japoneses bien lejos también con unos palitos para pinchar habichuelas, todos los que pueden acercarse a la mesa de la Nochebuena y quieran tronchar un pedazo de carne que lo hagan, en el sublime cubaneo sin tristeza, recordándole a todo el mundo que la mesa está puesta para todos unos al lado de los otros, con música de la vieja, la noche negra fría para la sidra y la cerveza, el agua clara y luego el café, humo de asados, insectos bajo el candil de la primera habitación, flores en el jardín de rosas amarillas y rojas, de blancas y rosadas flores para el colirio de los ojos, nido de lechuzas y de colibríes que no se atacan, gallinas dormidas, lagartijas haciendo el amor, una noche para no salir de casa, esperando las campanadas de la misa del gallo, los misioneros que vienen de la procesión, aquel ateo reverenciando a un santo, este creyente sin bautizar, limones sobre el mantel, chicharritas de plátanos, boniato hervido, malanga isleña con cebollas encima, berenjenas, caimitos, jugos y legumbres, vinos rojos y blancos, ronquidos de borrachos, besos robados, miradas y tenedores, tamales en hojas de plátano, azúcares y miel, platos de alacena museable, tabaco, ron, mujeres, allí está sobre la mesa la posta que invita a comer con las manos como los árabes antiguos y tú mirando, como si fuera la última cena del Señor, como si fuera un siglo en un segundo...

Nadie se acuerda por qué se escogió el 24 de Diciembre, nadie sabe por qué nos reunimos una vez solamente al año con toda la familia, sin tradiciones, sin avellanas, sin alicantes, la cena tardía ya no tiene muchos seguidores aquí... La gente va y viene distinta a las misas luteranas que dan sueño y que despiertan a más de uno con el cántico de los versos cantados por mujeres señoritas, la voz ronca de un órgano que al terminar nos invita a trinchar un poderoso pavo asado relleno con embutidos al carbón vegetal rojo de fuego... Somos distintos y ya no tenemos tradiciones porque se han perdido, nos hemos exprimido de trabajo como naranjas sin jugo y ya no sabemos ni pellizcar a la joven que tenemos al lado sentada. Hemos perdido el hábito del brindis, de la espuma de la sidra en la copa, de comer con tenedores, del uso de la servilleta y el palillo de dientes. No tenemos ni la mínima idea de mascar una aceituna con hueso, una pasa de pudines, no sabemos qué es una uva morada, ni verde, estamos desentrenados en catar vinos, no tenemos el paladar preparado para saber a qué sabe el tamal en cazuela, el atole, el majarete, el arroz con leche... No sabemos amarrar tamales en sus hojas, se nos ha olvidado cómo hacer un flan de huevos y leche condensada... Somos torpes en hacer almíbar o no sabemos qué es, ni melcocha de azúcar turbinada...

Hoy compramos panetelas porque no sabemos hornear, ni sabemos hacer palitroques, ni pan de gloria, ni hemos oído nunca el ruido de un siquitraque, nada de música de guitarras, nada de coros, ni poemas recitados, ni bailes en un solo ladrillo, ni danzones, ni sones, ni ruidos de matracas, ni serpentinas de carnavales, el remolino de la memoria se ha llevado la brisa con el cantar de los canarios enjaulados y hace rato que no vemos volar un tomeguín de la tierra o un macho del pinar, no hemos sido capaces de enseñarle una jerga a una cotorra, de dar de comer a una jicotea, de oler una flor de guayabas, de saborear unos buñuelos, acostarnos bien tarde tomando café con leche caliente...

Nochebuena, reunión de familia, graznido de ocas, ladrido de perros hambrientos, música de circos, calores de fogón, jarras de agua fría y jabones de olor, algo falta siempre aquí, alguien, algo y alguien se ha ido o no ha venido o no está, algo que no sabemos que se nos ha escabullido o permanece oculto nadie sabe dónde, probablemente ya la gente se ha ido olvidando del por qué de ciertas cosas, como darle tres vueltas a una ceiba de monte, anotar en libreta el orden para bailar, abrir botellas de cerveza fría con la uña de un dedo o una cuchara, se va perdiendo la noche, con el ronquido de los que están durmiendo todavía y con las horas la Nochebuena, se va, se va cantando aquella tonada que nadie sabe ya...

Por estas razones la Nochebuena, la solitaria, la única del año ha concentrado en ella todas las 364 noches restantes y si la privilegiada es buena las demás por supuesto pueden no serlo tanto. Otra cosa además es que siempre asociamos la noche con mayúsculas a las felicidades del estómago, el cachumbambé se inclina claro hacia las carnes, los arroces, los dulces y las ensaladas. Y del almita qué?... Y los amores, dónde quedaron? En cuál caldero vamos a poner los sentimientos? Porque señoras y señores, el corazón no siente... vamos a ver. Ni las manos, ni las orejas, ni cualquier otra parte del cuerpo (alguien ha dicho que todo el cuerpo es una zona erógena...) siente nada, ni percibe absolutamente nada, ni se representa nada, nadita de nada. Imaginen la rodilla elucubrando ideas y sentimientos. Eso solo está guardadito en nuestro mortal cerebro... Un cerebrón relleno de materia gris que nada en la salsa de tomate de él mismo, que se nutre de los impulsos que le llegan por los sentidos, por las células de todo el organismo, pero es él, el poderoso cerebrito el que "fantasea", se "imagina", "refleja", y todo eso es ideal, no tiene nada de materia, miren qué cosa...

Teniendo en cuenta queridos compañeritos y compañeritas, hermosos muchachitos y hermosas muchachitas, que la Gran Noche Solitaria Anual ha absorbido los sentimientos de todas las demás yo me atrevo a proponer que de ahora en adelante celebremos como Buenas todas las demás noches a partir de ahora mismo, por los siglos de los siglos amén, incluso aquellas noches del descanso estomacal como nuestros domingos caseros... Todas las voces, todas, todas las noches todas, Noches Buenas, Buenas Noches, Buenoches, Nochebues, oscuras y renegras, estrelladas o calvas, tormentosas o apacibles, frías o calurosas, con nieve o sin ella, con cerdo o sin él, noches al fin en que nuestro amigo el solecito se ha ido a pasear por la otra parte del mundo y nuestro queso pendiente y flotante, ladridos de perros lunáticos, no nos alumbra sino que reflejando la luz del astro rey está o no presente y nos advierte que las luminarias de la calle y de la casa pueden hacernos compañía... Las bombillas de las salas son unas lunas con luz propia. No les quepan dudas!

Agarremos cuanta cosa encontremos en la alacena de la casa o salgamos a buscarlas, tengamos en el bolsillo algo para comprarlas o no tengamos nada, hagamos acopio de azúcares y limones para con agua darle vueltas a una cucharita en un vaso, saquemos el pan de nuestro eximio Dr. Haller, embadurnémoslo de algo que no apeste y se pueda comer o simplemente no traguemos nada pero sintámonos que por lo menos en esta noche y en todas las que vienen detrás pugna por salir de nuestra caja del cuerpo esas ganas que siempre tenemos de tocar una guitarra, de darle un beso a alguien, de mirar fotos viejas, de leer cartas amarillas, de pensar en los muertos y en los vivos, de mirar para el techo de la casa y decir cuando nadie nos oiga: "Qué bella es esta vida que estoy llevando, qué caray"!!! Pero si hay algo que comer, mejor. Si tenemos a alguien con quien brindar, mejor. A quien pellizcar, mejor. Con quien discutir, mejor. A quien amar, mucho mejor. Nochesbuenas, runrún de palomas y de calderos, platos de estreno y manteles planchados y limpios... Amores, sueños y guirnaldas de azúcar.

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lunes, 24 de diciembre de 2007

Esas fechas...

Alguien ha dicho que las matemáticas sirven para algo siempre... Será o no verdad, pero lo cierto es que si queremos detener el flujo del tiempo, el espacio y el mismo movimiento (cambio) lo mejor para ello es cuantificarlo. Aunque los números son infinitos, son finitos si decimos por ejemplo que nos hemos comido un (1) mango eso quiere decir que hemos detenido la acción de comer (una acción) una cosa (un mango, una fruta) en un instante, en un lugar, alguna vez.

Estoy elucubrando estas ideas por la sencilla razón de que estamos llegando al final (un final) de un año (2007) que pudiera haber sido el año de la nana (iraní) o del mono (chino), de otro animal u oración (según el Talmud) u otro diferente para los mayas, incas, aztecas, en fin, musulmanes o budistas, creyentes en Ra o católicos, diferentes años, meses, días. La misma famosa Revolución de Octubre en la Rusia de los Zares celebra su comienzo nada menos que el 7 de Noviembre por arte del cambio del calendario... Miren qué cosa!

Tampoco está claro por qué hemos detenido el año en 365 días, un año normal mientras que el bisiesto tiene 366 y cada cuatro años (según me han dicho) el mes de Febrero debe tener 29 días. El pobre mesito, febrerito es el que menos días tiene siempre (28) y aún en años bisiestos tiene uno más como hemos dicho (29). Debíamos encabezar un movimiento globalizante para ponernos de acuerdo y ponerle a Enero 30 días, Febrero 31, Marzo 30, Abril 31, Mayo 30 y Junio 31, Julio 30 y Agosto 30, Septiembre 1 y Octubre 30, Noviembre 31 y Diciembre 30 para que la cuenta nos dé un total general de los mismos 365 días en años normales y así tener cambiaditos todos los días que corresponden a cada mes del año y que ningún mes estuviera discriminado ni resentido, sobre todo Febrero que es como si fuera el último de los hijos de un año. Y el próximo año comenzar la cuenta poniéndole a Enero sus actuales 31 días y cambiando los números de días a los meses sucesivos... Eliminar los bisiestos, porque imaginen un crío que haya nacido un 29 de Febrero actual, cumpliría años cada cuatro y sería jovencito jovencito cuando cumpliera 80 años entre 4 igual a 20... Un viejito desdentado y cagalitrocito con 20 años legalmente establecidos... Juá!

No estoy escribiendo toda esta catilinaria matemática por gusto, no señor. Estoy diciendo esto (con perdón claro de mi hija, Doctora en algo de eso) porque dentro de poco me estarán celebrando mis 65 años de vida y existen personas aferradas a ciertas tradiciones y festejos que hasta me quieren hacer una piñata, una redonda y colgante piñata gigantes rellena de caramelos y bombones, confetis y serpentinas, pitos y matracas, con hilitos colgantes para halar, antifaces para poner, cucuruchos para usar de sombreros y un coro de presentes dispuestos a cortar una torta (cake, queisito, panetela), tomar refrescos y untarse algún dedo de merengue para chupar, cafecito caliente para sorber y hasta bailecitos para bailar y aquella canción que se sabe todo el mundo para desear una felicidades piñatosas y acarameladas para una fecha que es un nanosegundo nada más, una duración temporal de un día en un raro año que, si hacemos los cambios que los propios meses nos están pidiendo hace miles de años, pudiera terminarse dentro de poco no el 31 de Diciembre sino el 30 y comenzar el próximo no el mismísimo día 1ro de Enero sino un (1) día más tarde o dos (2) que no es más que uno (1) más uno (1)...

Yo lo que estoy planteando queridos compañeritos y compañeritas es algo más sencillo que la raíz cuadrada de menos uno... es poder tener la libertad de hacer cambios globales para las festividades y el cálculo de los días (la vuelta que dicen que dá la tierra alrededor de sí misma) o del año (alrededor del sol), cálculos que según dicen se han hecho sin tener en cuenta lo que opinan los mismos meses que son al final los que deciden cuántos días debieran tener y eso es sencillamente dictatorial y no democrático... haber puesto la cantidad de días en un mes sin pedirle opinión al mismo mes. Vaya, no, si yo te digo!. Debíamos invertir hasta los nombres o ponerles a los meses nombres diferentes cada año, nombres de frutas, viandas, vegetales, animales, personas, cosas, accidentes geográficos, digamos el mes del burro, de la jicotea, del boniato, de Manolo... estoy ejemplificando.

Con estos cambios cada aniversario habría que cambiarlo, como hemos cambiado los nombres de las calles por ejemplo Belascoaín que antes se llamaba Padre Varela, Carlos III que ahora se llama Salvador Allende y la montañita de números de las calles del Vedado, de Miramar digamos, de Marianao, La Lisa... Debíamos ponerle en vez de números a las calles de La Lisa números de pájaros (Calle Sinsonte Número tal... Calle Colibrí número mas cual... Calle de la Tojosa número tal para cual...) y a las calles de Miramar, nombres de animalitos como pudieran ser: Calle Tortuga número másmenoscual, Calle Perra Salchicha número cuál... Calle Tiburón número recuál... Se verían más apetitosas las calles del Vedado si le pusiéramos nombres de vegetales: Calle de la Acelga tal, de la Berenjena también tal... Calle del Mamey retambién... Yo vivo digamos en un barrio rodeado de calles de Santos, patriotas y políticos famosos... Calle Estrada Palma (todo el mundo conoce que fue el primer Presidente desde 1902...) entre Cortina (un polìtico) y Luis Estévez (un patriota)... en el barrio de Santos Suárez, cerca de la calle Santa Catalina. Por qué no pensar que pudiera vivir en: Calle de la Acelga No. 324 entre Guayaba y Caimito? Una dirección de lo más rica.

Pero a lo que iba: eso de haber nacido un día tal, del mes tal, del año tal es bastante complicado. Yo hubiera querido nacer hoy mismo, en el mismo instante en que esto escribo, viendo a mi nieta abrazar a su madre recostada a una butaca mientras se enciende el arbolito de navidades, que tiene en su base unas cajitas para regalos, teniendo de fondo aquel famoso cuadro de Carlos Enríquez "El Rapto de las Mulatas", abrigadas por el invierno, apurruñándose una contra la otra, mirando a la cámara, qué envidia Dios Santo, quisiera estar allí, abrazado a mi hija y a mi nieta, sonriendo a mi yerno que sostiene la cámara indiscreta y haciendo cabriolas para no pisar a su hijo que está en el suelo esperando que le metan un pomo de leche entre su boca sin dientes de boliche nacido, rojo de ojos azules, casi calvo y sin un átomo de conciencia social todavía, mirando y jadeando para cuando vé el pomo acercarse comenzar a patalear como si estuviera haciendo ejercicios de aprender a montar en bicicleta... Qué envidia, Señor, me derrite la envidia y perdonen nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores...

Para qué esperar a ese 1ro de Enero del 2008 a que vengan con la piñata rellena, comiencen a colgarla del ventilador de la sala, desplieguen el hilo colgante para que podamos halar con todas las fuerzas, se abra la compuerta que le sirve de piso al feliz globo de cartón, exploten un preservativo que nos servirá de globo de verdad y aparezca alguien con un enorme cuchillo filoso para que este humilde homenajeado corte la torta (qué poco me gusta esta palabrita Jesucristo bendito...), el cake, el queisito y mientras encienden 65 velitas bonitas y parejitas o pongan un 65 encima con una sola y poderosa vela traída del Rincón o de los santeros de Cuatro Caminos, me canten la única canción que todo el mundo se sabe de memoria, me aplaudan y comiencen a besarme, a besuquearme, a embarrarme de merengue mi bigote chorreado y me dé cuenta inmediatamente que Paula no me va a abrazar ese día, que "Boliche" mi nieto Diego tampoco, que mi hija está a esa hora diferente haciendo otra cosa diferente en otro lugar diferente y lejano y que su esposo, ese inefable personaje que ya no friega nada y que sigue pintando Rockfellers de dos dedos de frente no me puede mojar con su cabellera mojada porque aunque lo intente está demasiado lejos para mojarme con una solita gota de su cabello, no señores de la sala, es mejor que esperen a que esté la mayoría de la gente reunida, que al menos pueda tenerlos cerquita y entonces cualquier día de cualquier año me sorprendan con la explosión de un globo rojo gigante y cuando más entretenido esté me caigan a besos o a chorrazos de agua y entonces yo me voy a sentir el más absolutamente feliz de todos los mortales...

Pero esta tortura de estar 364 días de un año normal esperando el próximo cumpleaños nos desequilibra la columna vertebral, nos aumenta el colesterol malo, el conocidísimo estrés, nos ablanda el líquido sinovial, nos apretuja el píloro y nos desordena como dice Carilda Oliver... Yo propongo queridos compañeritos y compañeritas cambiarlo todo radicalmente, revolucionarlo todo, incluso todas las demás festividades y comenzar desde ahora mismo a comer desaforadamente el queisito no vaya a ser que ese ladrón que la ley deja impune al que se refería Napoleón Bonaparte (el tiempo) nos pase la cuenta y no nos dé ni un chancecito, nos haga que el cloche resbale antes de la fecha tal, que se nos enrede la pita antes de poner la carnada, que nos vayamos a empinar papalotes a casa del carajo en el más allá y eso sí que no, no podemos permitir que un horario cualquiera nos imponga la regla, ahora mismo vayamos compañeros a sacar la velita, prenderla en la cocina y sentados los que estemos aquí cortemos una cuña de hermoso tamaño coronada con el merengue blanco por encima y sin que nadie diga a la 1, a las 2 y a las 3, cantemos las felicidades y metamos mano, nos embarremos y luego a dormir se ha dicho... Y másná...

Dejen ese hermoso cuento del día de la piñata para los enanitos de verdad, con lo de Papá Noel, Santa Claus, el Rey Mago o San Juan de los Palostres que ese cuento hace falta, sí señor, pero a los viejos déjenlos tranquilos con sus intentos de cambiar los calendarios, no vaya a ser que los cambien de verdad y entonces se va a formar un alboroto más grande que el nacimiento de un dinosaurio...Juá!!!

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sábado, 22 de diciembre de 2007

Puentes sobre El Caribe

La tarde está de lo más rica, con el sol amarillo calentando pero un airecito frío menos que el de ayer, un aire invernal que nadie puede atrapar con las manos, que se mete en los orificios del cuerpo y sale por otros levantando a la gente de sus asientos para ver cómo llega al malecón el ruidito de las olas y la espuma de los frentes suaves fríos que vienen del norte allá por donde se nos pierde la vista y por donde van a construir un pedraplén primero y un sistema de puentes de acero después para que la gente vaya y venga cuando quiera, visite West Palm Beach o Cayo Hueso, se bañe en algún lugar menos donde haya tiburones o cocodrilos y nos haga el cuento de la buena pipa cuando regrese al lugar desde donde partió... Un sistema de puentes de acero como los de California que van a construir en el siglo XXII para unir el norte con el sur y ver cómo nace una serpiente de un huevo de águila.

Sí señor, así mismo, puentes sobre El Caribe, un mar relleno de barquitos de papel, de delfines salvadores de náufragos, origen de fantasías como la utopía de Moro, un Caribe caribeño como la Universidad, indígena del sur allá por el Orinoco (lugar donde orina Noco que es de allá), un Caribe con lanza y chatarrita en las manos que pasea y nos vende palomitas de maíz en uno de los puentes de acero que nos unen y así no tendremos que sacar visa para ir o regresar porque en el XXII ya se habrán extinguido esas oficinas y solo te dejarán entrar a los lugares si tienes los ojos debajo de las cejas y encima de la nariz, unos ojos caribeños de verdad como huellas dactilares que te miran y te desnudan, ojos de mujer caribeña que te dicen que la dejen pasar por el puente y los hombres le hacen reverencia sin cerrar los ojos y ella dice que sí y ya, a comer hamburguesas con papas tostadas, sin humo de cigarrillos de papel y oliendo perfume de flores cada vez que sale un pargo del agua de mar y nos invita a nadar en uno de los balnearios que se van a inaugurar al efecto mientras cantamos nuestro chamamé, vamos con una canoa a descubrir las pequeñas islas y cayos y ensartar nuestros anzuelos para pescar sueños que son los peces más lindos del grande y poderoso océano... Sí señor, así como les digo.

Y es bueno que digamos que los isleños estamos diseñados para no saber nadar mientras que los que no tienen mar en lo que más piensan es en tirarse dentro de una piscina y por eso es que rompen los records mundiales y nosotros no, nosotros tenemos muy grandes las fosas nasales y cuando nos metemos en el agua nos tupimos de salitre y ni flotamos. Pero con aquellos puentecitos iremos poco a poco perdiéndole el miedo al mar del norte revuelto y brutal, pasearemos encueros como Dios nos dijo que nuestras madres nos parieran y estaremos felices como las codornices, las institutrices, los aprendices y las perdices, las tardes grises, las narices y las aplicadas y amables lombrices. Eso es!

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viernes, 21 de diciembre de 2007

Jibacoa

El sueño dorado, la quimera del oro, la conquista de la tundra rusa, la gran marcha, el descubrimiento del fuego y de la penicilina, nada de eso es comparable a la realización del viaje a Jibacoa...

A mí los viajes a Jibacoa me trasladan a una pequeña iglesita a la que (gracias a Dios) le robaron la vírgen que estaba custodiando la zona en una urnita del exterior de esa casa, a una cueva que hay detrás, al mar comiéndose los arrecifes de la costa, de una arena tan fina como la de Lanzanillo o cualquiera de los cayos del norte de este archipiélago cubano, a los pasadizos del Peñón del Fraile, a los acantilados de Santa Cruz del Norte, al viejo espigón en el que anidan las gaviotas, a una ensenada del tamaño de un caracol en la que habitan las morenas (del Caribe claro), las guasas de mar, los pargos y rabirrubias, sobre los cuales nadan los tiburones amistosos, saltan los payasos y los agujones... Jibacoa es un "paradisso" de Lezama Lima, una azotea de Portocarrero, una junglita de Lam, un plato de Amelia, un caballo de Enríquez, un gallo de Mariano, allí dejó de vivir físicamente Armando Bianchi el amor de Rosita Fornés, desde allí se han ido gente en cigarretas, balsas de goma, chalanas, botecitos y pensamientos que son los barcos más grandes del mundo y donde caben todos los seres vivos del planeta como una enorme Arca de Noé...

De Jibacoa vinimos hoy, con el olor a sal de mares en la piel, la bondad de tocarnos de un sol amarillo canario, embrujados por la mirada de sus mujeres hermosas que se esconden como empleadas en las tiendas para recuperación de divisas, custodiados por tortugas y careyes, por caracolas y macaos, por gorriones de invierno y medusas de veraneo, entre los cocoteros y viñas de mar, bajo la sombra de las uvas caleta, acostumbrados ya a que unas olas pecaminosas nos abracen los pies desnudos, Jibacoa la bella, el paraíso perdido de la provincia guajira de La Habana, al norte horizontal que nos atrae, con Sila haciendo un arroz con pollo a la chorrera, plátanos verdes a puñetazos, dulces caseros que nos persiguen siempre después y un café serrano que nos quema la garganta y se pone a bailarnos el reguettón del día...

Amores dejados allí en la costa, hembras desnudas que no tienen ni la menor idea del pudor, que se pasean hermosas por la orilla meneando sus posaderas sin tapujos y que nos miran a los ojos buscando el por qué de un asombro que llevamos desde que nacimos... Extranjeros somos allí donde la gente no nos conoce y nos abraza, donde nadie nos ha visto y nos pregunta cómo estamos, donde la gente nos besa sin pedírselo, bocas con olor a sexo que nos prestan los binoculares para que veamos el nido de un colibrí, Jibacoa la bella, la que tiene una sola entrada y una sola salida, aquella misma después del desvío para no entrar a Canasí, entre montañas tan pequeñas como aves de corral, la que no sabe cuánto la queremos de la misma manera que se nos entrega vírgen todavía en las laderas de los farallones para que alguien algún día descubra algún tesoro escondido por algún pirata extraviado... Y todavía dicen que no tenemos bellezas naturales... Joder!... como me dice aquella española que está buscando un negro que se ha escondido del sol de la mañana!!!

Pero lo mejor de todo es que tenemos allí dos o tres almas que nos han invitado a repetir la aventura, nos dan desayuno, almuerzo y comida, una habitación sin mosquitos, un perro que nos cuida, un sorbo de café cada cierto tiempo y muchos chismes que son el mejor entretenimiento del cubaneo donde quiera que estemos... Así, quién se niega? "Cuánto vale esta cosa" es un lenguaje desechado en Jibacoa. "Cuánto te debo por este servicio" también. Allí parece que no existe el dinero ni para hablar por un teléfono celular. Parece que flotamos, el perro viene y no pide galleticas de chocolate porque ya comió, los gorriones no nos molestan como en la ciudad y hay un silencio vivo, ese que trae el eco de un grito de mujer corriendo porque se ha encontrado una moneda rara en alguna cueva submarina... Por ahora estamos como nadando en un segundo de felicidad.

Va una coa haciendo un surco en el recodo, corre un aire raro allí sin poluciones hasta que algún sinsonte descarriado caga encima de la cabeza de alguien, hasta que un negro bondadoso nos dice bajito: "Esto es como para no irse nunca de este país". Pero nos vamos, qué le vamos a hacer, nos fuimos antes y nos iremos luego. Dice un pintor que lo único que quiere es que no lo entierren en Jibacoa... Vaya tipo ese, sino que lo soplen desde algún promontorio, que lo pongan a volar y lo saquen de su urnita cuando a alguien de la familia le dé por hacer semejante cosa... Mira tú!

A los "muchos" [mi papá se refiere aquí a los que han dejado comentarios a lo que él escribe en este blog] que los quiero más que ayer y menos que mañana y les doy las gracias por lo que me han dicho, que sigan en eso de leer que es lo que más nos gusta que hagan los demás y que escriban también y si nada de eso se les ocurre hacer que al menos hagan un gesto con alguna parte del cuerpo, una mímica, como los de aquí de Jibacoa que no dicen !demonios! cuando chocan con alguna piedra en el suelo sino !coño!, que no pronuncian !guao! sino !al carajo!, que no exclaman !caracoles! ni !recórcholis!, ni !santo cielo!, ni !rediez!, ni !eureka!, ni !diablos!... Que cuando se aplastan un dedo por clavar una puntilla con un martillo de acero dicen a todo pulmón: "Me cago en la mierda, coño, qué clase de comemierda soy"!!! Porque si no lo hacen no son cubanos, porque si no se ríen después del golpe no nacieron aquí, serán turistas italianos o franceses, australianos o pekineses que andan buscando piedrecitas en la playa pero cubanos no, los cubanos cuando vemos unas nalgas saltar como las que andaban hoy por aquí se nos quieren salir los ojos de las órbitas...

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miércoles, 19 de diciembre de 2007

La maravilla de un caracol...

(Esto lo escribió mi papá el 14 de mayo del 2007)

Hoy bien temprano nos fuimos de paseo a un lugar al que nosotros los niños siempre soñamos con ir: al zoológico. Berlineses y cubanos, chinos y canadienses, zulúes y franceses, australianos y groenlandeses, niños de todo el mundo siempre han querido ver los animales que no tienen en el país donde nacieron y por lo general se hacen la misma pregunta: ¿no sería mejor estar nosotros detrás de aquellas rejas para que ellos nos pudieran ir a visitar?

Pero cuando se va caminando del brazo de dos princesas hermosas como las que me acompañaron, difícilmente uno se pone a cuestionarse tales preguntas. Como pequeño “student” que soy me basta que me tomen de la mano, me lleven sin saberlo a la sorpresa de identificar cada una de las especies y me quede tranquilo para ver cómo fue que las trajeron hasta este lugar encantador, qué conversación están llevando a cabo en su lenguaje propio y cuál de ellos fue el que nos impresionó más. Para llegar a tales conclusiones los niños siempre corremos detrás de la filosofía...

Hay quienes piensan que la filosofía es “una imagen hipostasiada de la realidad”, otros sin embargo la conciben como “el más incierto de los caminos inciertos”, algunos como “una tierra de nadie entre la ciencia y las creencias”, los más estudiosos como “el escalón supremo después del arte y de la propia religión”, o como “una simple concepción del mundo, una guía para la acción” y muchas otras definiciones que a veces coinciden pero a veces no...

Pero los niños como yo pensamos que la filosofía es más bien como un baño de elefantes juguetones, el vuelo de una lechuza al despertar el día, un sol desnudo sin países ni idiomas, una montaña que camina por un desierto caliente, el graznido de un alcatraz, un manojo de globos de colores que están aprisionados por un vendedor ambulante, una oveja gigante de cuernos inmensos, una lluvia de florecitas blancas y maduras que se caen cuando bate el viento, unos ojos que te miran como si quisieran besarte, una mano cariñosa que no te deja caer, un café capuchino caliente, amargo, fuerte y escaso, un mono macaco haciendo ejercicios, un faisán de colores, un pavo real que le cae detrás a la novia para hacer el amor, un número de cábalas, un impala africano juguetón, una llama parlante, un jabalí enanito, un ganso nadador, un pato de Florida, un flamenco cubano, una paloma blanca, un oso acabado de nacer, un pelícano ambulante, un perro que habla, un gato montés, un bisonte americano que trajeron de Alaska, un rinoceronte sin cuernos, un camello que toca una guitarra, un gorrión hambriento, una llama del Perú, el parloteo de unos cisnes, un pez volador, una jirafa mansa y verde que me mira desde un ticket de entrada, un cebú blanco de la India que escucha cantar a su pareja...

Filosofía eres tú que me acompañas a navegar por el ancho mar, que me explicas por qué va la gente a misa en los días de semana santa, que me enseña qué es un muro prohibido antes y ahora mostrado para turistas, que me hace mirar tres hombres de cristal en un río turbulento, que me dibuja en un papel la maravilla de un caracol inmenso abierto y habitado, que me haces sentar para reponerme del cansancio... filosofía son tus manos que me dibujan el inicio y el fin de un camino, que me hablan de la primavera, que me abrigan los sentimientos, que me sugieren comprar una brújula...una filosofía práctica como música de arpas, sin sermones de iglesia, que escoge el tema y hace lecturas opcionales, una filosofía que cultiva la conversación, que se inspira en la propia comunicación para tejer historias, hacer proyectos de amores...

Que no se nos escape esta edad que tenemos... que no nos olvidemos de lo bueno y divino que es ser niño, lo mismo que un manojo de flores, una hoja de un árbol de gingko, un crucigrama, una orquídea, un triángulo de amores, una madre, una hija, un amigo, una tarde, un abrazo y un beso, que no pase por gusto este día, que recordemos por cuál entrada penetramos en el Tierpark, qué abuelo estaba marcando con sus ojos sorprendidos la diferencia entre la tarde y la mañana, de qué color era la tierra aprisionada debajo de los árboles, cómo olía a jazmines tu pelo, qué nos trataba de decir la brisa al pasar, cómo volaban las mariposas delante de los pájaros, qué conversaban los perros que iban de paseo... para que entonces podamos recitar aquello que dice así: “La vida es una novela que por la noche perdura y dura más encendida una vela que lo que la misma vida dura”.

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lunes, 17 de diciembre de 2007

Las cubanas

(Esto lo escribió mi papá el 29 de mayo)

Nuestro querido amigo Andrés nos envió ese mensaje que según dicen recita Luis Carbonell titulado "Los cubanos", pero leyéndolo de nuevo pudiera interpretarse como que está dirigido a reflejar sólo aquellos rasgos de los que nacimos en esa tierra hermosa pertenecientes al género masculino. No dice, digo yo, nada de las cubanas y es por eso que me atrevo a escribir algo sobre estas hechuras de Dios ya que si las obviamos pudiera alguien reclamar que el autor es un olvidadizo consciente.

Un rasgo que en los últimos tiempos se ha venido abriendo paso entre nosotros los varones masculinos es nuestro deseo de hacerlo todo a la perfección que nos ha conducido a veces por el camino inverso. Como dicen que dijo un dominicano célebre, paladín de nuestras Guerras de Independencia: "Los cubanos o no llegamos o nos pasamos". Parece que el artículo adolece de este último mal... y el que esto escribe pudiera padecer el de quererlo hacer todo siempre bien. Hechas estas aclaraciones adelanto algunas líneas sobre ellas, con el deseo de perfeccionar en un futuro este artículo en cuestión...

La cubana es del carajo, no le demos más vueltas... Hoy sin vestidos ni adornos lleva el perfume encima de lo que huele su piel, expuesta al sol radiante de nuestro trópico que sabe a azúcares mezcladas, a salitre de costas, a caminatas y a labor.

"La cubana es la reina del Edén...es graciosa y baila bien..." y como tal gladiadora o amazona lucha su vida desde el día en que toma conciencia que es algo más que una cosa. Sabe que vale en su reinado, en su forma de ser y de andar, en la manera de moverse sola o en grupo, en las alturas o debajo del mar, se frota la epidermis con hierbas o perfumes, lava su cabellera con jabones o mieles y sale a pescar pecados, derrotar enemigos, arrodillar infieles y conquistar amores.

La cubana es más inteligente por supuesto que el cubano, porque se queda en casa para que el otro vuelva cargado de regalos.

Es la que tiene el timón de la administración familiar, la que pare a los hijos, la que manda y ordena. En la casa el hombre es el que dice la última palabra: "Lo que tu digas, mi amor". Ella es la que obliga a que veamos la novela en vez de la pelota. Y cuando vamos al estadio la que nos exige explicarle la jugada.

Es la que concentra todo el interés en su cumpleaños, el Año Nuevo, el día internacional, la que milita en una organización (no existen organizaciones de hombres, pero sí de mujeres), a la que se le dedican más las flores el día del amor, el de las madres. La mujer es la santa, la divina, la pura, la que hay que respetar...

Actualmente la mayor proporción de fuerza técnica y profesional está en manos de mujeres, son minoría sin embargo en cargos públicos, en dirigencia política, hay más amas de casa (¿no es la familia la célula fundamental de la sociedad?), las paridoras, las cuidadoras de niños y de niñas, las maestras... El Alma Máter... Hay un Alma Páter?

La cubana es astuta, inteligente, audaz, más libre de pecados, cumple más con las reglas del buen hablar, es más disciplinada en el trabajo, más útil, más artista, más bella. Cuando nos pasa por la acera nos deja el perfume de su cuerpo volando por los aires. Aprecia más la música, se ríe más, disfruta mucho, llora a mares sus penas y cuando escribe, qué gracia Dios mío, qué virtudes, qué bendición...

"De mujer, pues puede ser que mueras de su mordida, pero no empañes tu vida hablando mal de mujer" escribió aquel para quien la propia vida no tendría sentido sin que la obra no llevara el toque de la presencia de la mujer...

Se ha ganado el lugar por derecho propio en todos los oficios, ya no la pueden excluir de cualquier lugar. De objeto de placer se ha convertido en placer... es un placer mirarla, ver cómo se adelanta al hombre y lo supera, porque sin ella saldríamos a las calles despeinados, como choferes de taxi sin un plan previo... La mujer nos indica, nos traza, nos eleva. Y la cubana es franca, abierta, sincera, dúctil y maleable como el oro... Cubanas en primer plano. Con esos pantalones apretados, salen a cazarnos, a piropearnos, a engatusarnos, a rendirnos de baba, a desordenarnos, desorbitarnos, a derrotarnos en el único combate en que no podemos blandir siempre nuestra espada.

La cubana es más ardiente que cualquiera otra, es más caliente, más fiera, más salvaje, más erótica, más sensual, más atractiva sobre todo cuando se perfuma detrás de las orejas, cuando nos deja ver lo que hay debajo del ombligo. Ella lo sabe hacer sin aprenderlo nunca. Nace con ese don. Nos estruja la mente y nos hace palpitar el corazón hasta estallar, porque la cubana es más que una Diosa, es el alma de todo el universo, negra, mulata, blanca, mestiza, coloreada o sin afeites, sandunguera, bailadora, enérgica, gozadora, violinista... pelotera.

La cubana debía dirigirlo todo en el país, imponernos la dieta, mandarnos en el ejército, condenarnos, defendernos, obligarnos a que nos quitemos ese complejo que llevamos encima: creernos que como machos somos superiores. Superiores son ellas. Debíamos levantarnos una mañana con toda la sociedad al revés y que ellas en medio de la calle nos azotaran y nos dijeran: los condenamos a hacernos el amor todos los días, por los siglos de los siglos...

!Y que venga la sentencia!... Mujer te amo, yo no soy nadie, uno más de la fila, pero sin tí prefiero el diluvio, un terremoto gigantesco, que se aparezca un macho cabrío y nos desaparezca eternamente. Sin ti la vida es nada... una nada vacía, un cero absoluto, una probeta sin espíritus dentro, un hueco ladrándole a un cangrejo, un laberinto, una tonelada de lodo, una eterna comelata de vegetales podridos, un no sé qué...

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miércoles, 12 de diciembre de 2007

El cumpleaños

(Esto lo escribió mi papá el 7 de Mayo. Vino a Berlín por 3 meses y pudo estar presente en el segundo cumpleaños de su nieta, a la que no conocía sino por fotos)

Estábamos esperando que en estos días alguien cumpliera años en la familia para saber qué de nuevo habría en tal caso. Los cumple días y cumple meses anteriores habían volado como papalotes porque aunque siempre hemos pensado que en todas las horas, minutos y segundos del tiempo del mundo estamos cumpliendo algo, hay siempre una voz interior que nos dice que cuando llega el momento en que nacemos parece que algo ocurre de una manera especial.

Y puede que la gente tenga razón y seamos nosotros los que nos empeñemos en que ocurra lo contrario. Antes, durante y después de ese minuto divino y terrenal somos diferentes. Así ocurrió precisamente ayer cuando vinieron a visitarnos siete bebitas amigas de mi nieta, un mejicano y una mexicana, una china, una austríaca, cinco alemanas y cuatro alemanes que junto a tres cubanos formamos un equipo difícil de derrotar, logramos armar una montaña de alborotos increíble, trotamos y saltamos, cantamos y hablamos, comimos y bebimos, hicimos de enfermeros y médicos, de entrenadores y deportistas, armadores de fiestas y payasos de cuentos, escritores y pintores, papitos lindos y mamitas hermosas, regaladores de cosas y receptores de dulces, todos con unas ganas de agradar a los demás, con deseos de compartir, de gritar por las ventanas para que todo el barrio oiga que nos sentíamos felices, que habíamos derrochado un tiempo eterno en el único pecado permitido, contribuir modestamente a que la homenajeada recibiera el más brillante y caro regalo en sus dos años de existencia: un besito de cumpleaños.

Una fiesta de niños sin pastel (torta, cake o como le digan) se convierte en una ensalada para mayores de edad y por eso mismo lo más importante después del que cumple el minuto de vivir es ese cuadrado que se pone intocable encima de la mesa de la sala rodeado de sus escoltas preferidos: las botellas de refrescos y los cubiertos para servir. Lo menos que hace un cumplidor de años es fijarse en la figura geométrica que está esperando a que la corten. Casi siempre esas personas piensan en engullir cualquier cosa y de manera rápida para que otros no tengan la misma oportunidad. Téngase en cuenta que a los dos años no se tiene ni gota de conciencia de la composición del auditorio, no se han asimilado todavía las elementales reglas de conducta en eventos como esos y lo único que preocupa a esos cerebros es una sola cosa: identificar quiénes son las caras nuevas que vienen a visitar. Todo esto se sabe por las confesiones de los adultos que cuando están presentes viven de nuevo aquella experiencia que tuvieron o no y se imaginan entonces lo que le pasa por la cabeza a quien le cantan la canción alrededor de las velitas encendidas.

Pero no había dificultad alguna...todos eran de una manera u otra conocidos, sobre todo los de la misma edad y cuando se dieron cuenta que ellas eran el centro de atención de los mayores hicieron de las suyas, los dejaron reunidos para que siguieran conversando y se fueron a esconder en el cuarto de los juguetes, a darse golpes divertidos como si estuvieran de paseo, conversar con los animales inanimados, deslizarse por la canal en el centro de la habitación y chillar como criaturas de zoológico para que los demás les hicieran caso, se sintieran orgullosos de esos lenguajes y se animaran a celebrarles el onomástico algún día del año próximo cuando se cumpliera el día de haber nacido.

Sin embargo lo más importante en una fiesta de este tipo no son las cosas, sino las personas. Había un señor de edad avanzada que se reía por cualquier motivo no solo al ver las caras de los demás sino al compararse en el espejo lo mucho que cuentan sus arrugas. Una señora elegante y cuidadosa, muy educada que se embarraba las manos con los dedos comiendo torta y disfrutaba con eso tal vez las advertencias que tuvo que sufrir de por vida que le negaban tal derecho. Una asiática que prefirió sentarse en el suelo y hacer ceremonias con los dulces y las bebidas al estilo de sus ancestros y cantar una canción en su lengua natal que nadie supo qué significaba. Un padre que hablaba solo y en voz baja mientras tomaba una bebida rara y que todos creían que estaba recitando un sermón religioso y en realidad se encontraba ensimismado en aprender palabras chinas para comprenderlas bien. Una mamita que cuidaba al mismo tiempo tres personas diferentes: dos niñas y un marido. Y un marido que cuidaba tres personas distintas: una mamita y dos pequeñas. Una damita que llevaba abrazada a una nenita tanto sobre el pecho que no la dejaba siquiera respirar tranquila. Una nenita que abrazaba tanto a su mamá que no la dejaba caminar siquiera. Una barrigona que se movía como gacela buscando qué hacer para que los demás tuvieran qué hacer. Un papito lindo que bailaba en medio de la cocina preparando los comestibles. Y muchos más a los que les pasaban por la mente como película de muñes todos los cumpleaños de sus familias y todos los cumpleañeros que habían formado un coro gigante que saltaba y cantaba un canto bailable que nadie sabía quién había traído escondido de regalo.

Pero lo que los presentes no pudieron imaginar era que el tiempo ese día pasaría tan rápido como un torbellino que arrastrara con todos los globos de colores, invitaría a volar sobre una alfombra mágica a todos los muñecos, levantaría en el aire una montaña de libros, anaqueles, adornos y flores y se escondería por la noche en el sueño más lindo de todos los sueños del mundo para despertar ese domingo con la sorpresa de que nadie recordara cuántos años irían a transcurrir de aquel cumple de dos, cuánto hubo que hacer para que todos vinieran y la pasaran bien, qué se habló y qué sucedió en aquella ocasión, qué dijo la gente antes de acostarse a dormir y cuáles fueron los nombres de todos los presentes, en que país nacieron, cuántos años tenían al cantar la canción de las felicidades y hacia dónde se fueron pensando regresar para el cumple de tres o enviar una postal desde algún lugar del mundo recordando este día. Menos mal que tenemos las fotos y los vídeos, porque si no dirían que estamos inventando los cuentos para pasar el rato.

Así que la fiesta quedó tan buena como la quisieron todos...hubo sorpresas y regalos, invitados e invitadas, jolgorio a manos llenas, carreras en auto y caminatas a pie, luces y música y mucha risa saltando entre los cuartos y las paredes. Un cumple por todo lo alto debajo de la azotea de un tercer piso, con traductores e intérpretes, en un país en plena primavera, un sol afuera cumpliendo años también, flores en los jardines y un tren pasando cada dos minutos exactos como sabiendo que estábamos dentro del edificio disfrutando de aquello. Mi nieta estaba como pez en el agua, haciendo el café de los cuentos a sus muñecas y pidiendo que viniera el próximo cumpleaños para hacer ese día lo mismo que le hicieron a ella: cantar las felicidades en tres idiomas diferentes.

Con lo que ocurrió ayer en un pequeño minuto tenemos para seguir hablando hasta que sin saberlo vengan los próximos de todos los años del mundo y otros nos canten las felicidades sin que estemos presentes y nos hagan bailar aunque no lo queramos porque esta es la fiesta más importante de todas nos inviten o no, que se la merecen los que nos trajeron de regalo al mundo de los vivos y nos dejaron solos o acompañados para los recordemos toda la vida. Así que a entonar aquello que dice: “Felicidades mi niña en tu día, que lo pases con sana alegría, muchos años de paz y armonía, felicidad, felicidad, felicidad... Y a comer el cake”.

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lunes, 10 de diciembre de 2007

A propósito del Festival de Cine



En este festival la gente, acostumbrada a hacer cola, siente un placer especial en hacerla para ver muestras de nuevo cine latinoamericano ya que esas peliculitas no tienen presentador, ni crítico a lo Galiano, ni Magda Resick, ni Rolando Pérez Betancourt y tienen una pizca de sexo que por tv se la quitan y cuando más entusiasmado tu estás esperando verle las nalgas a alguien en la pantalla te cortan el pedazo y te ponen la otra escena en que el tipo le mete un balazo al marido por la espalda...

Dime tú!. Pero en el cine no, cuando se ven las colas inmensas a cualquier hora del día o de la noche no es por arte ni cultura sino es que el filme tiene algo de sexo, no es cubano, no tiene crítico de cine y lo más importante: la gritería de la gente te hace estar en el estadium viendo un juego de pelota entre Industriales y Santiago de Cuba... Así que nada de arte... mucha cola, sudor, bulla cubana y un gracejo que nadie lo va a enterrar como me dijo una mulata ayer: "Mi herma, a mí me gusta el cine porque me parece que los tipos de la pantalla me van a caer arriba en cualquier momento".

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Los buzos

Un "buzo" hurgando en la basura


Esos incansables trabajadores tipos auras tiñosas, se encargan de clasificar lo que aparentemente no sirve y luego cuando a alguien le hace falta un tornillo para el cráneo lo encuentra allí mismo en sus casas, como son los cierres, cremalleras, piezas para autos usados, gomas, gatos, ruedas y sobre todo olores, unos olores inconfundibles a pupitres de aula, a caños de cloacas, a salitre de puerto, a patas de res hervidas, a incienso, mirra, cebo de carnero, hules viejos, vapores de fondas y sobre todo un amor escondido debajo de la mugre, ojos de cantadores y gitanos, Caballeros de París multiplicados en este ajiaco en el que nos hemos criado y en el que nadie sabe cuánto por ciento tiene de blanco o de negro, de mulato o de aborígen, de asiático o de indio americano o de buzo, nosotros mismos que llegamos a los planes tarecos que ahora son intercambio de regalos, ellos que han perdido el nombre de pila y ahora se han convertido en trashumantes, caminadores, camellos de caravanas, que han perdido el lenguaje y no logran comunicarse sino por gestos, por señales de humo, por miradas furtivas y por gritos... qué clase de tipos somos esos buzos imprescindibles a lo Bertold Brecht, mierda humana ambulante buena para una novela que diga algún día: "Coge tu buzo aquí, vamo"!!, sin s al final, así como suena: "Bamo"... "Somo loj buzo de Santoj Suárej, bamo"!!!!. Puafff!!!.

Menos mal que tenemos un clima agradable, porque estos problemas en el desierto, en el Magreb africano deben ser del carajo... o en Alaska, un socialismo alaskiano cazando osos debe ser de madre y muy señor mío, un grupo de buzos en los cráteres de los volcanes de Ecuador deben ser algo así como diferentes, pero aquí en esta isla utópica los buzos son como el pan de la bodega: viene a diario, la gente lo compra pero nadie se lo puede comer con satisfacción...

(Nota: El lugar de la foto no lo van a creer pero es en el placer que hay a la derecha de Ave. Boyeros, yendo para la Plaza desde Tulipán, después de pasar la parada de guaguas de Tulipán y Boyeros.)

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jueves, 6 de diciembre de 2007

Pero se mueven!


El de mi papá se poncha hasta con guizazos... y hay que empujarlo la mayoría de las veces... pero todavía camina, MENOS MAL!

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martes, 4 de diciembre de 2007

Dos capitalinos

También hay que ser justos tenemos aquí ante nosotros a Mariano Rodríguez y René Portocarrero, dos habaneros que nacieron y murieron en la capital de todos los cubanos y que si fueron alguna vez al interior del país lo hicieron o pensando no quedarse o regresar pensando en los demás... sobre todo Mariano en Lam y René en Amelia...y en otros más.

En Mariano lo mismo dá mirar un gallo que un acertijo, de alguna manera las aves están dentro de sus figuras enigmas mientras que en René no hay paisajes válidos sin catedrales, casas, azoteas, calles y figuras como floras y cabezas de mujer. Mariano impacta con su estilo a René porque los dos están puestos de manera tal que se están mirando sin tocarse, mientras los villaclareños se encuentran en la cueva de al lado, bajo la luz directa de las bombillas de alumbrar para que todos miremos y luego sepamos que tanto unos como otros son de la misma urdimbre: cubanos multicolores que están asociados espontáneamente por algo increíble como aquel "misterio que nos acompaña"...

Es una lástima que no sepamos apreciar cuánto de valía hay en esas obras que pueden competir donde quiera que se las lleve, pensando siempre en que las hay mejores pero no más auténticas... Lo cubano en uno y otro se mueve ritmicamente, se pasea y regodea como si estuviera bailando un son o un danzón que es lo mismo pero no igual. Un Portocarrero es un puerto de carruajes mientras un Mariano un virtuoso que no se deja atrapar como el agua de río en la palma de las manos.

Si yo tuviera el privilegio de escoger con cuál me quedaría para mis buenos recuerdos me sería imposible, porque si me subo a las azoteas de René Portocarrero sin un gallo portentoso en la mano como los haitianos no sería nadie. Y si me escondiera en los laberintos insospechados de los trazos de Mariano sin el color de aquellas catedrales porto carretianas tampoco. De la mano cuando quiero un arte verdadero llevo a Mariano de la misma manera que un Lam siendo sin embargo uno un guajiro mulato y el otro un citadino con cara de campesino buenagente. Una pelea de gallos a la sombra de una palma sería un tema propicio para un Hurón Azul o una naturaleza muerta a lo Peláez y todos, danzando a coro atrapados de la mano, en este ajiaco bello de colores y dibujos, claman por un ballet que los interprete, una música sublime que los refleje y una crónica que los recuerde y de eso bueno tenemos también.

Al Museo de Arte Cubano que está al alcance de cualquiera de nosotros hoy en día no van oleadas de coterráneos a ver aquellas obras, sino curiosos extranjeros que ni saben quiénes fueron los autores ni les gusta el arte, la cultura o la estética... Entran allí paqueteados, sin saber siquiera dónde está ubicado Güiro del Moñingal o Rincón o la sabana de Las Villas antigua. Vienen en grupos mirando sin ver, pasan raudos por encima de los ojos pintados, de las manos deformes, de los trazos, de las paletadas sobre cartulina sin saber cuánto dolor se queda allí concentrado, cuánto trabajo pretérito existe en este archipiélago que es objeto no ya de museo sino zoológico para estudiarnos a ver cómo nos comportamos... El péndulo o mejor decir "la espada" sigue encima de nosotros, probablemente porque vienen de París, Londres, New York, Berlín y no se han percatado de que los mejores ostiones son de la Isabela de Sagua o Caibarién, que las mejores muestras de aguacates se dan sencillamente encima del abono animal de Calabazar de Sagua o Encrucijada... En eso Mariano y René se dan también la mano: la soberanía no es un concepto en general, la risa ideológica y artística es una parada que dice: nosotros también somos alguien, los de esta parte del mundo también existimos.

Así que villareños y habaneros están fumando los mismos habanos, comiendo el mismo plátano verde a puñetazos, la misma sazón de grasas y olores, que nos convida a acompañarlos en esta geografía larga, estrecha, tipo cocodrilo que esconde sus cayos y plataformas insulares de manera curiosa: nadie se ha propuesto llenar paredes con medusas o sirenas y de esas muestras tenemos muchas... El mar parece que no nos atrae demasiado, apenas sabemos nadar, tenemos miedo al frío de 18 grados celsius en invierno de noche y en tales circunstancias pintamos raptos, gallos, sexos femeninos, ojos de luciérnagas, cabezas de gentes y mucho color de exteriores para mirarlos nosotros mismos.

Esas locuras no son propias de villareños sino de habaneros y más después de cubanos en general, en ese primer plano que nos impacta, porque a la larga nadamos en un mar caribeño y solitario, somos puente para seguir, miramos hacia arriba (abajo?) y estamos aquí sin la conciencia de cuándo vamos a desaparecer. Algún día los que nos visiten vendrán más a buscar estas formas del arte protegidas dentro de las colecciones de nuestros museos que aquellas vanalidades que corren por las calles, siempre una obra de un pintor cubano valdrá más que una botella añejada de ron o una caja de puros y caros habanos torcidos. Pero la vida es así: nadie puede fumarse una obra de arte ni alimentar de grasa al alma...

Así que estamos en presencia de dos habaneros hermosos, de esos que nos echan con el rayo del cariño cuando nos miran de cerca. Habaneros de pura cepa como un tal Picasso Izquierdo Melenudo, Doctora Trenza Enredá que con Máster Ochenta Motorcito y Bella Despierta Somatón y la anciana Licenciada Arrugas Cariñosas forman nuestra gran tropa de capitalinos, esa que no será famosa por haber hecho otra cosa que formar una familia que no tuvieron la dicha de escoger cuando nacieron, que tienen dos parientes que ni siquiera nacieron en este trozo de tierra y que si los ven por ahí van a decir que son metecos (extranjeros), turistas intrusos o algo por el estilo y que nos ponen en vilo cuando los agarra un catarro cualquiera... Así es la vida también... pidiendo que manden las fotos, los videítos, un olorcito a pata de caminar dentro de un sobre cerrado o una latica con un bichito para ver cómo camina... Juá!

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sábado, 1 de diciembre de 2007

Estos tres villareños!!!

Estaban despiertos allí, durmiendo la espera de las noches solitarias para al otro día recibir a los visitantes con el único deber de todo arte, tener un público delante capaz de admirar y recibir al mismo tiempo lo más valioso que tiene el ser humano: el deseo infinito de saber y hacer siempre algo más. Claro que me refiero a esos tres villareños que son Wilfredo Lam (Sagua la Grande), Amelia Peláez (Yaguajay) y Carlos Enríquez (Zulueta)...

El salón del segundo piso del Museo de Arte cubano tiene una estancia justa para Lam con sus acertijos geométricos tipo Picasso, sus incógnitas cubistas y rectas, su deseo de expresar con los grises y ocres aquella mezcla de chino con negra que le dio la tez sin arrugas y le permitió pasar como un isleño en una sociedad desarrollada que lo admiró no solo por su color sino por su destreza... Lam es algo inesperado, majestuoso, enigmático y agradable porque en el fondo no hace otra cosa que sacar fuera de su alma el trabalenguas de un laberinto que nadie sabe por dónde comienza y cómo va a acabar. Salió de su pueblo natal y murió lejos en una ciudad sin su sol caliente, sus aguaceros y su mar, enredado en exhibir el último respiro desde su silla de ruedas, en una jungla de papel, muriendo vivo con la sonrisa de un Morgan Freeman mulato, su cabellera de cabellos caracolados, sus uñas largas y sus labios abiertos, un poeta para una exhibición de adultos, ese mismo que sigue viviendo en New York, París, Madrid, sin fronteras, campestre y fértil como caimito maduro como advirtiendo que somos algo y que el mundo del arte no puede vivir sin los cubanos.

En Amelia los colores son más indescifrables, pero todo el que la admira sabe que se trata de una mujer buena, una nodriza que no se deja engañar por la luz y se esconde de la mirada de los soles para ver desde la penumbra lo único que le interesa: el corazón y la mente del otro. Ella nos está llamando desde el fondo de nuestra casa, en la otra calle detrás de los jagüeyes inmensos, en el taller de artesanía para enseñar a los niños y en la casa blanca que sube la cuesta de la calle donde vivimos... La sorpresa es que era tan villareña como el anterior pero blanca de tez, regordeta y sonriente, apacible y dicharachosa, nadando siempre en el asombro de dejarse admirar, para que todos supiéramos después que tenía algo en la mano y en el rostro que nos iba a legar algún día en alguna sala museable, toda la vida encerrada en las cuatro paredes de sus cuadros hermosos, sus artesanías toscas y finas, su aspiración a ponerlas en jarras y platos para que alguien las viera tal como son...

El otro coterrráneo nos invitaba en este paseo con su corte de obras en las que destacaban Las Bañistas de la Laguna, un Paisaje Criollo, Eva en el Baño, Combate, el Retrato de María Luisa Gómez Mena, sus Campesinos Felices, aquella Goyesca, los Desnudos, Bilitis, el Crimen en el aire con guardias civiles, Un día y a una hora, Primavera Meteorológica y aquel portentoso óleo sobre tela de 162,5 X 114,5 cms. en el que no se sabe quién se lleva a quién a horcajadas sobre los caballos briosos, si son los hombres de banderola cruzada y fusil con bayoneta, sombrero calado y fusta o son las mujeres desnudas y sedientas que les sirven de inspiración para el rapto... Allí, encima del camino infinito del campo cubano, en medio del semillero de palmas reales, colores difusos, aliento de seres y cascos encabritados, forcejeando entre el deseo y el deber, el impulso y la negativa, la violación y el placer, el intento y la realidad, estaba aquella obra invitándonos a meternos dentro del marco que le sirve de soporte, a correr la suerte de los perseguidos o los rastreadores, a enderezarnos sobre la hidalguía de no dejarse arrastrar por otros o ceder ante tamaña alegría diciendo sin dudas que El Rapto de las Mulatas es una hendija por donde Carlos Enríquez se nos mete en la esclerótica del ojo y desde allí cabalga, viola, suelta las crines de los animales en celo y nos declama: algún día me veréis en reproducciones varias veces al día durante meses seguidos y no se darán cuenta de que este original vale bien la visita también alguna vez...

Wilfredo Lam, el mulato tercer mundista que nació en un pueblo de campo lleno de polvo y sol se fue a morir a París lejos bien lejos y le despidieron en una lengua que no era la de su país de origen, Amelia Peláez vino a morir a La Habana desde la misma provincia llevándose sus colores a una tumba incolora, sin ruidos y sin público mientras Carlos Enríquez hizo lo mismo que ella y se perdió entre botellas de ron allá por una casa de madera en la que habita el Hurón Azúl para decirnos que se acabó la noche y comienza a aparecer el día, con el ronquido del relinchar de los caballos, los besos de mujeres que se aman mientras nadan en los ríos y los campesinos reunidos en un guateque de palmas y cañas... No hay dudas: me quedo con los villareños, sentado mirando que son del mismo lugar que el que esto escribe y que no pueden ocultar el único mérito que siempre nos acompaña: tenemos tantas cosas que decir que las decimos todas al mismo tiempo y a veces nadie nos entiende.

Esta obra es tal vez una de las que más he visto en toda mi vida, a diario durante tantos días, gracias a la ingeniosidad de Picasso Segundo Izquierdo, un hábil artesano que la tiene colgada en su refugio europeo y que cuando la mira no piensa en otra cosa que inspirarse en ella para llevar a los hijos a dar comida a los patos que nadan en el río Spree.

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