miércoles, 27 de febrero de 2008

Comer y dormir...

Nos hemos convertido en bineurónicos, unos binarios vivos con dos principales neuronas: la de comer y la de dormir. Cuando dormimos soñamos que comemos y cuando no comemos no podemos dormir. Comer para dormir y no al revés, para mantener la obsesión latente, presente, omnipresente, consecuente, constantemente, como entes que somos. Es una ansiedad por rellenarnos las tripas con algo, sólido o líquido, algo en tubos o compactados como el jabón de lavar, ingerir alimentos como los cosmonautas, como los cerdos, los pollos de crianza... y luego podrir como los grandes reptiles, somos como boas, majáes santamaría con el estómago lleno, ahítos, el hombre es un animal que come decía Aristóteles, dejar de comer por haber comido no hay nada perdido era la frase predilecta de Heliogábalo...

Yo no como carne, atestiguan los vegetarianos puros, esos que se ufanan de no deglutir cadáveres, solo hierbas, vegetales del cantero, un yerbazal inmenso como la amazonia, langostas humanas de esas que se comen un baobad entero con raíces, tierra, flores, mientras nosotros los carnívoros los heterocárnicos digerimos todo tipo de carnes, masas, pellejos, huesos, grasas, los metemos obligados en la máquina de moler y tragamos, embutimos el organismo, nos enorgullecemos de acabar con las montañas vivas (todo lo que vuele que no sea un avión, lo que flote que no sea un barco y lo que camine que no sea un tanque)...

Es hora ya de que meditemos qué realmente somos los terrícolas (debían llamarnos acuícolas porque es mayor la superficie de las aguas que de la tierra, eso sin contar los glaciares, esa poderosa máquina de hacer helados de todos los sabores) de qué estamos hechos de una sustancia cósmica con más del 72% de agua, por qué comemos, por qué dormimos, qué es lo que realmente hacemos (despiertos dormidos?), soñadores, dormilones, despiertones, nosotros realmente no hacemos nada, solo transformamos la materia prima inicial en un output como decía Althusser unos días antes de volverse totalmente loco y entrarle a hachazos a las puertas y ventanas de su casa...

Nos levantamos de noche con el insomnio estomacal y andamos directo hasta la nevera, como los osos polares que van a buscar su cuota de pescado en la alacena de un iglú natural, si logramos dormir se nos despiertan los ojos no por la claridad del ambiente sino por el hambre ocular, la esclerótica pide agua y sal, ver el amarillo del huevo hervido no es otra cosa que el síndrome del hambre del ojo, ver tostarse una rebanada de pan... nuestros sentidos olfativos nos exigen oler una fritada, una leche hervida que se desborda del jarro, nuestras huellas dactilares sienten solamente cuando acarician un trozo de chocolate, degustamos el dulce, la mermelada, solo oímos la semilla dentro del aguacate, una semilla de mamey resbalosa, azucarada, lista para oler y comparar con el olor de las almendras... son almendronas pero más grandes.

Las tiendas no satisfacen la demanda, pedimos más, queremos más, necesitamos toneladas de quesos, de mariscos, de animales muertos, de campos sembrados, nosotros los depredadores, los devoradores de todo, nos estamos comiendo nosotros mismos en un ejercicio de canibalismo fervoroso, como si trituráramos la cáscara de millones de panes para empanizar la chuleta más grande del mundo, solicitamos hamburguesas, en los desayunos frugales y opíparos, en las meriendas, el café de media mañana, las donas de policías, los almuerzos gigantescos, el té de las tardes, las comidas generosas, las cenas inventadas, las madrugadas apetitosas... De todos los órganos internos del cuerpo humano el intestino es el más largo y voluminoso y sin embargo la neurona del cerebro es casi invisible, tenemos veinte mil millones más o menos que gastamos y nos duran para toda la vida, las gastamos y no las recuperamos... una célula que come algo para producir nada, una nada ayúnica, estéril, una imagen ideal sin estómago, que no es la cosa misma sino su reflejo, esa es la neurona que se excita por las dendritas y los axones, una microcélula que nadie sabe a qué rayos sabe ni cuándo se llegó a formar... probablemente a partir de los ácidos.

El bostezo no es síntoma de salud sino de necesidad alimenticia... La sangre no es otra cosa que la modalidad de los cuerpos albuminoideos... el genoma, las combinaciones químicas, los lunares, los glúteos, las uñas, las imprescindibles pestañas no son más que gotas de alimento... el ser humano es una bola de carne con ojos... fulano es un pan... está gordo como un cerdo... ella suda como un luchador de competencia... si ella no come comemos por y paella... la dieta no es limitación sino pura bobería de impotentes sexuales... un beso es un gramo de proteína... el amor entra por la cocina... te invito a comer... ostras!!!... un pan con timba y guayaba no... No hay mejor sacerdote que una pierna de cerdo... Barriga llena corazón contento... La anorexia es la obesidad al revés..

Lo mejor para muchos es seguir comiendo, desaforadamente, sin pena ni tasa, sin límites, ad libitum (a voluntad, a elección), con el orgullo de llevar dentro una carga pesada, una medalla de alimentación, una PH viva (PH es la proteína histórica), enérgica, que se muestre como valladar contra los vientos de cuaresma, ciclones y terremotos, obstáculo contra enfermedades de todo tipo, vacuna contra el hambre... Comer bien y no mirar a quién... como el manjar predilecto de Víctor Hugo (comer una naranja con cáscara, a dentelladas, de sobremesa) o el de Enrique VIII liquidar una pierna de cerdo asada con las manos como si fuera la misma naranja pelada por la famosa maquinita. Y luego dormir, ambos dormían desesperadamente, soñaban despiertos uno con escribir novelas de todo tipo y el otro con degollar mujeres, delgadas, finas, no obesas.

No existe relación probada entre la rellenez del intestino y las pesadillas. Falso completamente, las más truculentas pesadillas se sueñan en el horario del matutino cuando la digestión ya hace horas que pasó. Son pesadillas de andén de trenes, breves, pasmosamente olvidadizas, que uno mismo elabora casi al despertar y duran poco porque no están asociadas al comer sin tasa. La gula es un pecado agradablemente sazonable, una desviación de especias hacia el corredor de la mente, no hay como soñar pesadillas después de una cena deliciosa llena de fantasmas olorosos a clavos de cocina, cilantros, ajos y cebollas, frijoles dormidos con hojas de laurel y comino molido.

El cubano come de todo, hasta piedras comemos, sin algún plato en específico, un congrí por ejemplo, unas masas asadas de carne de cerdo, una yuca con mojo de ajo y ajo, unos tostones de plátanos verdes, una ensalada mixta de ocasión y luego de postre unos casquitos de guayabas con queso crema, café sin mezcla, agua bien fría y una cerveza en vaso sudado bien tarde en la noche, para soñar pesadillas de cocina, películas de sábado de gloria, de nochebuena semanal, de picnic casero, meter todo lo que encontremos dentro de los calderos y destapar a cada rato, oler y probar, deglutir, tragar, respirar profundo y luego echarse a dormir inmediatamente, boca arriba en el primer sofá que encontremos, sin que nos molesten las moscas, nos piquen los mosquitos o nos despierten los ruidos extraños de los pregoneros que nos venden cualquier cosa menos su alma, soñar así pesadillas de horror y despertarnos sobresaltados sabiendo que la misma soñadera era falsa y tuvo el mérito de despertarnos para que fuéramos directo hasta el refrigerador a consumir nuestras tres bolas de helado de chocolate con crema encima, para volver a dormir a pierna suelta, soñando entonces con volver a abrir los ojos y no hacer otra cosa que volver a comer...

Comer con adobo o al natural, al vapor, batir, blanquear, tomar un caldo blanco, cincelar las hortalizas, cocer o no, confitar, decantar, dorar, escabechar, o preparar una farsa, o mejor fondear, hidratar cociendo a la inglesa, a la francesa, a la juliana o mejor como en Macedonia o si uno prefiere macerar, marinar, perfumar, saltear en el wock chino, pero con mucha sazón y bastante sal y por supuesto sofreír, trinchar, reducir, refrescar y rehogar, mojar, revolver, cortar, picar, pelar, raspar, hacer y deshacer, voltear, en fin preparar para comer, ese verbo en el que no podemos dejar de pasar ni olvidar, para poder presumir, para ir a cenar... y no morir, sino vivir. Por todo eso y por mucho más necesitamos una nueva edición del manual de Nitza Villapol o adquirir el de Gladys Egües (algo parecido que se vendió en la actual Feria del Libro) con recetas fáciles de hacer...

En la reserva diaria debemos tener acelgas, berenjenas, calabaza, habichuela, col, maíz tierno, cebolla, quimbombó, remolacha, pimientos, guisantes, frijoles, boniatos, papa, malanga, plátano, otras viandas, arroz (sin arroz nadie se atreve a comer), zanahoria, perejil, algo de pollo Alicia Alonso, carnes, mariscos, coco, frutabomba, guayaba, mango, melón de agua, piña, aceite, mantequilla, yogur, si se puede un guanajo (en el país existen todavía muchos guanajos), codornices si las hay, una jicotea, colas de langosta, camarones, ostiones, pescados, sin pescar, carne de res, lomo de cerdo (en el país hay muchos cochinos todavía), una jaba con algo, azúcar, sal y un manual o recetario...

Vamos a experimentar: Mayonesa de vegetales y aguacate: 1 aguacate maduro, 2 cucharadas de ajo majado, 4 cucharadas de aceite, 2 cucharaditas de zumo de limón, sal al gusto. Aplasta la masa de un aguacate maduro y únele el ajo majado y la sal a gusto. Luego, poco a poco le añades las cucharadas de aceite y revuelve hasta que espese. Por último le adicionas el jugo de limón. O también una salsa de perejil y ajo: 1 taza de perejil trinchado, 2 cucharadas de ajo majado, 1/2 cucharadita de orégano, 1/2 media taza de vinagre, 1 taza de aceite y sal al gusto, 1 hoja de laurel o una pizca en polvo. Mezcla la taza de perejil con los ajos, la hojas de laurel triturada y el resto de los ingredientes, rectifica el punto de sal y revuelve. Finalmente añade el aceite...

Sin embargo siempre es lo mejor comprar la bechamel ya hecha en el grocery, las salsas de queso o de albahaca, las vinagretas cremosas, con queso, con limón y comino, con hierbas aromáticas y yogur, una salsa Maitre d'hotel, una tártara... cualquiera, aunque nunca es mejor que la que hacemos en casa, para sentir el placer de ver cómo se hace una salsa, meter paletón de madera y probar, vengan aquí a este circo de cocina a probar mi aliño criollo, mi festín de calabaza, mi almíbar.

El hambre no es una carencia física sino más bien mental, no es una queja del estómago sino del espíritu, es una voz de las masas oprimidas intestinales del cerebro y un vendaval que anuncia nuestro principal pecado: esa tozudez que heredamos del animal que nos antecedió y que más nos guste con el ánimo de emprenderla con todo lo vivo alrededor para engullirlo, aderezarlo, sazonarlo, asarlo, comerlo crudo, masticarlo, saborearlo, desaparecerlo de su existencia real objetiva y convertirlo en idea de satisfacción por aquello que recomendaba Raúl Gutiérrez Serrano: "Necesidad satisfecha no motiva"...

Comer una y otra vez la misma cosa para saber qué sabores tiene y soñar lo mismo aunque lo repudiemos o no nos acordemos de lo que soñamos... Un sueño culinario exactamente igual al que tuvieron los primeros hombres y mujeres del mundo cuando vieron aquella pizza margarita ponerse roja dentro de un horno eléctrico. Y después de comer, que vengan los terremotos... que nos cremen, que nos lancen desde el acantilado hechos polvito ensobrado como los polvos que una vez mandaron de una vieja que murió en Miami y aquí la gente creía que era una sopa ensobrada y se la comieron todita en la película "Los Sobrevivientes" de Tomás Gutiérrez Alea. Ah!... el placer!!!, como decía nuestro querido amigo Tata Güines, que en paz descanse: "Hala más que una turbina de Mig 15".

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domingo, 24 de febrero de 2008

Vendemos donaciones...

Ya se nos está acabando la semana... y me da por pensar que estamos convirtiéndonos en unos comerciantes de excelencia porque hoy vendimos un pitusa viejo en 3 CUC y una bisutería para adorno de mujeres en 4 CUC... Nos quedan algunas cositas que Lázaro se llevó (dice que las vendió todas) y otras que van a salir la semana que viene, pero las botas de Soto nadie las quiere, cosa rara porque aquí somos todavía un país agrícola y sin embargo la gente no le mete el brazo a las botas de moda puntiagudas como esas y además negras... Lo mejor que tienen estas ventas es que los artículos que ofertamos nos los han regalado, son donaciones que nos han hecho (nosotros vivimos de donaciones) y que no nos sirven, como ese pitusa del año de la corneta que no me entra por mi barriga de viejo y que tenemos que vender porque nadie lo quiere gratis ya que vinculan el obsequio a un regalo de alguien que le dio la patada a la lata y se fue a comprar y vender al mundo de los felices muertos. La gente no quiere usar ropa que supone de personas fallecidas digamos ponerse un traje nuevo de paquete de uno que murió ayer, qué va, con ese traje nadie se quiere casar.

Vendemos nuestros valores de uso regalados, nuestras entrañables donaciones porque si no lo hacemos nos tendríamos que dedicar a almacenarlas, llenar los closets de donaciones etiquetadas por años y especialidad, tipo y carácter y no sería útil hacer eso porque el tiempo (ese ladrón que siempre la ley deja impune, como decía Bonaparte) no nos alcanzaría para tal ni los nichos tampoco... En ocasiones decidimos echarlo todo a la basura (lo que pensamos no sirve) y guardar en un escondite del cerebro la imagen de la cosa, pero esta es una operación muy delicada: se nos puede olvidar el origen y el nombre de la persona que nos hizo la donación y eso nadie se lo perdona. El cerebro humano es una computadora tremenda pero a veces se le bloquea el disco duro o se le dañan las conexiones...

Por eso cuando nos entra algún dinerito de la venta de una donación amorosa los ojos se nos llenan de agua destilada con sal, sentimos que los billetes o el menudo que gotea en nuestra caja contadora custodiada por el Lord Canciller Tomasito Moro ha brotado como manantial de agua termal no de la oferta y la demanda en el mercado presuroso en el que se enfrentan los propietarios privados (unos ofertando su valor de uso y otros adquiriéndolo por su valor), sino de un mercado inexistente en cualquier otro lugar del mundo, el mercado en que uno entrega amor recibido de otro y recibe dinero contante y sonante adquirido bien o mal según el caso... pero dinero, mercancía, dinero...

Nos habían dado unas riñoneras para regalarlas a personas que las necesitaran como nosotros pero en esta casa se repele ese tipo de entrañable pacotilla no por provenir de algún lugar lóbrego o ilegal sino porque con los recursos con que contamos no poseemos cosas que meter dentro de sus compartimentos estancos, como lo hacen los boteros, los tarimeros de agromercado, los vendedores de aromatizantes caseros, los merolicos de bajo y alto mundo, los mercachifles, venduteros, pregoneros, parqueadores, taxistas, arregladores de cualquier cosa, panaderos ambulantes o cualquier oficio sensato, útil, provechoso pulcro o no... las llevaríamos orgullosos colgadas de la cintura pero sin utilizarlas para nada, ostentando que las tenemos pero sin usarlas.

No nos imaginamos a mi mujer con su riñonera en la calle sacando monedas para pagar un picadillo de pavo para que coman las perras por raciones pequeñas o cambiar un CUC por un sobre de detergente y sacar el metálico de la riñonera para una transacción sencilla, modesta, mínima, que incluso no llevamos en la cuenta de los gastos mensuales... O a mi nuera con su flamante riñonera vociferando en una plaza cualquiera: "Coge tu pizza aquí, vamo"!!! (sin ese al final) y tener guardadas varias de ese tipo no tendría sentido tampoco y sería carnada apetitosa para las cucarachas y ratones, murciélagos hambrientos y lagartijas anémicas que harían probablemente nido dentro y nos sorprenderían cualquier primavera con un enjambre de descendientes glotones que saldrían al exterior a pedir su cuota de alimento, merienda, desayuno y almuerzo con el derecho propio de una primogenitura como los huevos de comején.

Ni tendría sentido tampoco acumular ropa vieja para engordar los estómagos de insectos de todo tipo o ser utilizada para la limpieza de las piezas del carro, el pulido de pisos o alguna exposición itinerante de ropa usada del siglo pasado por personas necesitadas y de bajos ingresos... Tampoco la quiere nadie regalada porque la asocian a limpiezas de santería, hurto indebido, infecciones, malencias o enfermedades desconocidas y las van a aceptar por pena pero las llevarían inmediatamente al crematorio o directamente a los tanques de basura para ser objeto de interés de los buscadores de tesoros, buzos de basureros, menesterosos y limosneros que las romperían aún más, las deshilacharían y se mostrarían con ellas puestas, sucias a más no poder en los pasillos de iglesias o en calles destinadas al almacenaje de escombros (los actuales llamados desechos sólidos no reciclables) y atentarían contra el medio ambiente, incrementarían la polución y crearían el caos en el hornato público, en el hábitat, el status quo y otras menudencias parecidas...

También nos han donado una profusión de collares, aretones de viejas, blusas fuera de moda, zapatones que no se usan, botas puntiagudas de domadores de leones de circo, toreros, montadores de motos todoterreno, amazonas de pueblos de campo, jinetes de rodeo anticuados, bicicleteros, campesinos cultivadores de maní, soldados rusos de batallones participantes en las dos guerras mundiales que nadie quiere porque a nadie se le ocurriría salir a la calle un domingo por la tarde con una de esas muestras y que le dijeran a todo grito: "Patéate el culo con esa bota rusa muchachón!!!". Así que decidimos vender ese tipo de donaciones, junto con los relojes que tienen marcas famosas y todo el mundo sabe que son fantasías y reproducciones baratas, algunos con solamente dos números (el 6 y el 12) pintados en la esfera que tienden a confundir los horarios, no dicen nada de minutos ni segundos y aunque se sabe que esas marcas falsas las usan artistas de renombre como B. Pitt la gente no se las pone porque los jóvenes de aquí no saben ni usar relojes para ver la hora y nunca los han tenido y ahora con solo dos números podrían decir que tal hora es a las seis de la mañana o de la tarde o a las doce del día o medianoche...

De ahí que hemos acopiado condones, gorras, líquido para eliminar termitas, lapiceros sin repuesto, fosforeras viejas, tenis sin marca, disquettes de computadoras cacharrosas, banderas, pegamento, perfumes baratos, jaboncitos de hotel, pañuelitos de viejas, tarjetas postales atrasadas, globos de cumpleaños (si uno le regala un globo de esos inflado la gente no lo quiere porque dice que fueron inflados por algún enfermo pulmonar) que deben ser vendidos sin inflar y cubiertos de talco para que no levanten sospechas, corbatas, camisas bacteriosas y usadas, bastones, sombreros, ropa en fin reciclada, mierda envuelta o no, que nos donan los que vienen a visitar nuestro zoo vivo creyendo que nosotros las vamos a usar y lo que hacen es retratarnos con esos bultos en la mano, como a los osos del zoo de animales a los cuales lanzan panes y gaceñigas sin pasas pensando que los plantígrados comen de ese tipo de cosas y lo que hacen esos animalitos enjaulados es dejarlas en el suelo para que se las coman los empleados que vienen por la noche a limpiar sus aposentos... o los limosneros recogedores de charrancha que tienen ese oficio como empleo fijo. Y nosotros agradecidos... pensando siempre en que sigan mandando.

Sin ánimos de lucro, hemos puesto una venduta en cualquier esquina previendo que no íbamos a tener éxito y sin embargo en breve tiempo se han formado allí colas inmensas para raspar, arañar, escarbar en el pulguero improvisado las cosas que la gente necesita y que no se muestran en ningún plan tareco habitual (nuestros planes tarecos son en realidad intercambios de regalos, uno lleva lo que no le sirve y se lleva lo que le sirve a uno) y hemos podido comprobar que la caja contadora suena, que nos trae el pan metálico de cada día sin excusas ni pretextos, un dinerito amistoso, fruto del cambio y trueque bondadoso, sin dolo, ingenuo, cándido, sin lucro, de una donación que se nos entrega con amor y un dinero que se recibe con más amor todavía... Y lo más importante de todo: una transacción risueña, ágil, sin publicidad ni aguaje, casi mímica, como la oferta que hacen los obreros de telefonía cuando intercambian el pan con jamonada y el refresco de cola que destina la empresa para su merienda por el peso convertible generoso y limpio, un trueque de donación gratuita por dinero legal que los deja con el estómago vacío y el bolsillo relleno, ese mismo que le sirve para comprar mañana en la shop el aceite para freír el
pescado jurel de la carnicería que necesita.

!Coge tu donación aquí, vamo!!!! (sin la letra "ese"...). !Se aceptan trueques!!! Un pitusa por un litro de aceite de girasol y 5 paquetes de galleticas de fresa con chocolate!!! Vayá, llévate tu aretón!!! Calandraca patucabeza vamo!!! Con el juego y la jarana ya metimos en la caja de Moro la caballerosa y educada cifra de 20 CUC que ha salido del cachumbambé del dinero por la donación y no hemos perdido la moral. No la hemos perdido por aquello que el propio Marx decía: "La moral no puede ser nunca superior a la estructura económica que la condiciona". Y no hacemos nada con enorgullecernos de tener un almacén de riñoneras usadas y de botas de policías europeos guardadas y al mismo tiempo esa debilidad extraña en el estómago que nos aparece a media noche y nos inyecta el sonambulismo... Al menos hambre en las tripas no tendremos la semana que viene.

Y cuando hacemos el trueque nos hemos puesto a pensar desde luego que la donación que no ponemos en venta es aquella que no se puede vender, digamos un abrazo o un beso que nos mandan los amigos o nos los dan cuando llegan por aquí... Imagínense ustedes vender un abrazo o un pellizco de niño, cambiar un besito de nieto por digamos 1 CUC. Hemos tratado pero esa donación se nos escapa, se nos volatiliza. En realidad no es una donación sino la entrega de un cariño y cuando eso ocurre ya nadie piensa ponerlo en el mostrador del trueque. Coge tu cariño aquí, vamo!!!! Llévate tu beso envuelto, ya!!!!

Un refresco de latica y un pan con mortadella se puede ofertar en una esquina poniendo énfasis en la mirada y escondiendo el producto detrás de una nalga, como hacen los de la telefónica, pero cuando se trata de un cariño en qué lugar lo vamos a esconder? Y si lo vendemos con qué cariño nos quedamos? Aquí se está vendiendo hasta la sangre, hasta la caca (uno que la vendió para que le hicieran un análisis y poder ayudar al otro a trabajar en el turismo) de personas desparasitadas. Pero hasta a los más vendedores no se les ha ocurrido nunca vender cariño. Ambientador sí, pero cariño no. Señores, sería el colmo!!! Los pocos y preciosos valores que habíamos heredado no se nos pueden escapar así de pronto. Para venderlos tendríamos que envasarlos y eso cuesta mucho.

Aunque pensándolo bien si todos nos dedicáramos a vender cariño sería tan millonaria la oferta que el propio cariño no tendría valor y tendríamos que regalarlo y si lo vendiéramos así, regalado, pudiera alguien decir que lo poseíamos y si todos tuviéramos cariño poseído nadie nos lo compraría, ni necesitáramos comprarlo, así sí, nos darían cariño por cariño en uno u otro caso de compra venta y todos felices, como los negritos ñatos de narices o las infelices codornices que son institutrices pero no meretrices... Debiéramos impulsarnos un día, llenar los pulmones de aire (como los chicharrones de viento) y ponernos a gritar todos a una en calles y avenidas, azoteas y cloacas: Coge tu cariño aquí, vamo!!! Al mismo tiempo, a cualquier hora, para ver qué nos dan a cambio, qué nos regalan y qué aceptamos, porque si vendemos un buen cariño gordo, suculento y portentoso, masivo, estaríamos en condiciones de exigir uno igual...

Yo quisiera para ese entonces regalarle a la primera muchacha linda como mi nieta que pasara por mi jardín un cariño sabroso y grande del bueno y que ella me devolviera lo mismo u otro cariño parecido... Ay mi madre!!! Dejaría esta tarima de hoy, este trueque de donaciones por dinero a un lado y me pondría a bailar el bar sobre las olas, nadando en el manubrio azúr... o a tocar la varsovia húngara del brindis en la sala en el mar de los patinadores de lágrima cristi, esa música plástica buena, de lo mejor que se ha hecho en el mundo... de la Uneac. Comprando y vendiendo cariño sin dinero como merolicos de esquina, desnudos pero encariñados mejor que mejor, sin jabas para meterlo ni caja para contarlo sencillamente entongado como caña para central, diario, fértil, humilde, inteligente, un cariño cariñoso que se nos quede debajo de la piel y salga fuera cuando menos uno lo piense...

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martes, 19 de febrero de 2008

Lutgarda y los gritos

La vejez es un estado del cuerpo y del alma (existe un alma que no esté en un cuerpo?), pero más de la segunda que del primero, según piensan algunos. En la medida que nos vamos poniendo viejos por fuera, también nos ocurre algo parecido por dentro, dicen otros. Sin embargo hay personas que nos hablan así por ahí: "Creerse joven es mejor que envejecer". O también: "Lo más importante es sentirse joven por dentro". O como cantaban hace unos años: "Joven puede ser quien lo quiera ser". De una forma o de otra, como quiera que Ud. lo mire (todo es según el color del cristal con que se mire?), el asunto de la juventud (ímpetu, arrojo, energía) y de la vejez (experiencia, calma, sabiduría común) viene preo y ocupándonos desde hace mucho tiempo.

De qué estamos hechos?... Se envejece día a día o de una sola vez? Es cierto que desde el nacimiento estamos envejeciendo, muriendo? Es este polvo cósmico vivo del que estamos hechos material o pura nada? Es sabido que a más años más arrugas, más tropezones, más rabietas, más malas pulgas, más calvicie, más canas, más dolencias, más achaques. Cuando uno es joven puede darse el lujo de subir de dos en dos los escalones hasta un décimo piso y por tanto todo lo contrario... En mis años mozos yo... Pero al grano, que aunque hemos dicho algo al menos sobre la vejez y la juventud (ese divino tesoro?), no hemos entrado en el tema de hoy...

Cuando niño en mi pueblo (aquel mismo de la gente de largos brazos, piernas cortas y nariz ñata) había una maestra a la que llamábamos "Lutgarda la Maestra". Yo quisiera encontrarme con alguien que recordara los apellidos de tan ilustre señora, siempre atenta, educada, orientadora, una pedagoga espontánea, seria y afable, en fin, "La Maestra"... la misma que llegó a cumplir 80 años y a quien todos respetábamos. Pero nadie se acuerda de sus apellidos. Estaba allí por las tardes sentada en su portal, viendo pasar la vida joven por delante, saludando y sonriendo como si estuviera calificando algún examen. Ella no dijo en su vida ni una sola palabra equivocada (ni una mala palabra), fue siempre comedida, señalaba el defecto en voz baja educando con su propio ejemplo, observaba la conducta y al mismo tiempo indicaba qué debíamos hacer. La gente decía que tenía un halo que la rodeaba: el del respeto. Cuando entraba en la casa el halo le seguía los pasos, cubriendo su contorno con cierta protección habilidosa.

Pero al tema... el asunto es que hace unos días vino a buscarme una ancianita de nombre igual y parecida a la otra, cosa curiosa porque enseguida que me dijo el nombre vino a mi mente la figura de mi maestra y comencé a creer que aquella teoría de la transmigración de las almas (y de los cuerpos?) debía tener cierta validez. Esta anciana era idéntica a la otra, cálida, serena, encorvada y silenciosa, se llamaba igual y era de cara la misma, venía nada menos que para solicitarme la acompañara a unas gestiones que tenía que hacer con su esposo (un anciano de barba hirsuta y de andar pacífico igual a ella) en la Habana Vieja. Hablamos, nos pusimos de acuerdo, precisamos la dirección, la hora, en fin... qué honor para mí transportar a la Sra. Lutgarda II la copia holográfica o al carbón de "La Maestra".
Ayer fui hasta esa casa en la cima de la Loma del Chaple, en la calle San Carlos, mira qué elevado viven, vericuetos, adoquines, diferentes aceras, como un cerro de Caracas, aquellas soledades, edificios inmensos, casas como castillos, puntales altos, silencio había, la tarde estaba como calmada, columnas gruesas, las azoteas, los escalones, subiendo lomas, vienen los pájaros, no hay pregoneros, el sol no quema, en fin aquel escondite por donde pudiera entrar la siembra de cualquier frijol mágico buscando la tradicional gansa de los huevos de oro... Y allí, entre las nubes en su castillo chapleano estaba Lutgarda II con su esposo Ceferino I esperando la recogida.

Montamos, nos fuimos, bajamos, subimos, en fin cambiamos de panorama municipal, de las portentosas y elevadas edificaciones sólidas todavía a las llanuras de la Habana Vieja, allá por la Lonja del Comercio, en plena Plaza de San Francisco, donde se huele la espuma del mar y salen volando las palomas multicolores asustadas por la explosión premeditada de una palmada que hace el caballericero de turno con dos maderos de cedro... Se bajaron del carro, se perdieron caminando entre la muchedumbre de turistas, en medio del laberinto de las calles adoquinadas, saludando a custodios, floreros, policías y transeúntes, ávidos del paseo y de la solución de la gestión que me habían solicitado... Los esperé el tiempo convenido pero no aparecían. Fui a buscarlos pero no estaban, se habían evaporado como espuma de jabón por el tragante del baño. Y en la espera me preguntaba: qué es la vejez?

Pregunté a los que estaban si los habían visto pero no habían visto a nadie por allí. Me hundí en las callejuelas, pasadizos, escaleras, comercios, museos, pero nada... nadie se había dado cuenta de que esos seres estuvieron alguna vez paseando de brazos siquiera cerca. "Son unos viejitos de lo más simpáticos", dije, pero un parqueador me respondió: "La inmensa mayoría de nosotros nos parecemos a ellos, pero esos que Ud. dice no están por aquí". Otra persona me alertó: "No se preocupe que la gente cuando se pone vieja se olvida que salieron de algún lugar y se meten en otro". Una doctora que pasaba sentenció: "En mi consultorio atiendo a muchos que ni siquiera saben qué día es hoy y vienen a verme como perdidos".

Era una prueba de que en la vejez existe cierta cuota de olvido, porque tampoco yo sabía, ya desde hacía unos años que iba olvidando cosas, sintiendo la arruga de la vejez comiéndome la cara no podía recordar eso mismo, probablemente sí el número del día, pero no el día de la semana... Por ejemplo: hoy es 15 pero no sé si viernes o jueves... Incluso se me pierden en el baúl de los recuerdos las calles, los nombres, recuerdo las caras pero se me olvidan los nombres... Le dije a la Doctora: "Y ese olvido es grave"? Pero la muchacha vestida de blanco se había marchado y no estaba o tal vez increíblemente me la había imaginado. La gente ya no estaba, se habían marchado todos y yo allí ahora dentro del tren presidencial parado sobre los rieles con la señora que explicaba: "El coche tiene dos similares, uno en México y otro en Estados Unidos pero aquí no están sus viejos". Tuve intenciones de preguntarle por Lutgarda II y Ceferino I pero cuando dijo eso el tren había también desaparecido y yo estaba apoyándome en la estatua del Caballero de París... viendo al tren alejarse, yo levantando mi mano de la mano del Caballero diciendo adiós al tren que se alejaba por la calle Amargura, mientras lo saludaban por Obrapía, Lamparilla, Acosta, Teniente Rey, saludaban el tren y me dio por sacar la cabeza y decir a los saludos: "Hola, aquí estoy en este tren tratando de encontrar a unos viejos...". Pero no pude porque estaba clavado como estaca agarrándome del dedo brilloso del Caballero...

Me empeñé en responder la pregunta de la vejez y entré a Corredores de Aduanas, a una Cadeca, la Plaza de Armas, El Templete, Bar Dos Hermanos, las lanchitas de Regla y Casablanca, la Alameda de mi nieta Paula, la Iglesia de ella misma, Sol, Muralla, San Ignacio, Cuba, Aguiar, Oficios, Mercaderes, Habana, la Catedral, el boulevard de Obispo... me subí hasta en el murciélago de Bacardí pero no daba con la respuesta. Madre santa y los viejitos no aparecían! "Por qué están vacías estas calles dígame Ud. por favor señor"? Y la explicación de un ujier en la Casa de la Moneda: "Están perdidos dos ancianitos que dicen estuvieron por aquí con cien doblones de oro". Y acto seguido el hombre se desvaneció en el aire que entraba desde la bahía y lo ví corriendo Obispo arriba hasta perderse en Monserrate debajo de los portalones del antiguo Centro Asturiano...

Una mujer me preguntó si yo tenía lumbre, pero le dije no por instinto, un no cenizo, apagado, como carbón mojado, mientras le repetía la palabra porque me había olvidado de su significado, me confundí con que pudiera ser un combustible encendido, una pieza de las armas de fuego, una parte de la herradura, un brillo o esplendor, umbral, eslabón, pedernal, yesca, chispa, una superficie acuática, pero lumbre no tengo le dije ni podía tener algo que no sabía qué era... Y la propia mujer desapareció como un cuerpo luminoso, por la abertura de un techo, por el orificio de entrada o salida del vapor, por el hueco central del cepillo o la garlopa como si fuera una persona muy notable, una lumbrera, o un palco en la plaza de toros... y me dijo al saludarme que la vejez era y no era, que era lumbre de vivos y brillo de muertos.

Estuve vagando con todos mis años encima por avenidas y azoteas, barcos y cines, bares y montañas, nubes y escondites, buscando a los viejos, con la ansiedad de que aparecieran, que me gritaran algo, que me salvaran de la agonía, que me trajeran al menos la tranquilidad de verlos para llevarlos de regreso a casa pero no pudo ser, se habían perdido, se me habían perdido unos viejos en la Plaza de San Francisco, en medio de un enjambre de palomas y gorriones y no los había podido encontrar hasta que un viejo igual a mí revendedor de periódicos me dijo: "Oiga joven Usted tiene cara de haber perdido a unos viejos, verdad"? Y le dije que sí, que los estaba buscando porque los había perdido y me dijo enseguida: "Todos nosotros también, los encontrados buscamos los perdidos". Y se fue buscando lo perdido, como el callado que es el que habla, el parado que es el que está sentado, el joven viejo, el viejo joven, el Castillo de Atarés mirando con sus dos torres cómo un muchacho lanza una piedra china encima del agua de la bahía y cuenta la cantidad de saltos... el castillo preguntándonos a todos si sabemos qué es la vejez.

Me fui a buscar la profusión de profesiones pero los viejos no estaban con los artesanos, los pintores, los encofradores, los limpiabotas, los artistas, ni con los escritores, allá donde están los tocadores gallegos de gaita (de gaita gallega), los vendedores ambulantes, los dulceros, los maniseros, los músicos y cantores, aquellos que lustran los pasamanos de las escaleras, los editores, los lectores, los libreros (debían estar entre los libreros, pero no estaban) y me dijeron: "Búsquelos entre las flores"... Pero entre las flores no estaban ni estaban en los jardines colgantes de los balcones, ni en los canteros interiores ni exteriores, ni en las aceras con las vendedoras de flores, ni en las florerías llenas de flores, ni en el antiguo cementerio, no estaban, se habían escapado a algún lugar pero allí tampoco estaban...

Y me indicaron: "Búsquelos entre los soñadores", pero no estaban ni despiertos ni soñando, ni en los trasnochadores ni entre los acomodadores dormidos de cine, ni entre los doctores, ni siquiera entre los olores, su olor no estaba allí tampoco... "El viejo de larga barba, que repite siempre la última palabra que Ud. dice..." le dije a alguien y me dijo: "Como nosotros, que decimos algo y nos quedamos repitiendo la última palabra, somos los viejos ecos, ecos, ecos...". Y siguió repitiendo la última palabra. Y me dijeron tantas variantes que me puse a mirar desde el mismísimo muro del malecón viendo entrar y salir chalupas de pescadores, barcazas de prácticos de puerto, lanchas de transporte, barcos de gran calado, buques de marineros, cámaras de camiones, maderos de santos, todos flotando encima del agua de la bahía pero no estaban los viejos, probablemente se habían ido ya después del ocaso a dar limosna a los menesterosos comida a los perros, leche a los gatos. Se habían ido porque allí no estaban y me vociferaron unos pescadores: "Aquí todos se han ido, esos viejos y los otros, porque ya no están".

Entonces apareció la muchachita de ojos de esperanza, verdes como la hierba del jardín donde hemos sembrado las rosas y me dijo: "Usted que busca a los viejitos, viejo también es y no los encuentra porque no sabe lo que es la vejez" y ella tenía un cartel que le colgaba del pecho, de los pechos hermosos de vírgen y mujer, que decía que cambiaba globos por botellas, globos para volar como Matías Pérez y botellas para que los ciegos pudieran ver desde el fondo de las botellas de todos los colores el color de la vejez y quise hablar con la muchacha pero desapareció metida en una botella por donde mismo había venido que era por la mar encrespada rellena de medusas, ballenas y globos inflados como pompas de jabón y fue que ví dentro de aquel museo tres pintores que se disputaban la primogenitura de las definiciones y uno de ellos dijo señalando con el índice: "Vaya a preguntar al negro de la esquina caminando por Prado qué es la vejez".

Y allá fui, hasta Prado y Trocadero y me dijo el negro viejo pintor de brocha gorda: "El único lugar donde usted no ha buscado a los viejos es dentro de Ud. mismo... siga buscando que allí puede que estén". Y los busqué por todo un tiempo eterno e infinito dentro de mí mismo, por los siglos de los siglos y no los encontré, los sentí cerca tal vez algún día pero no los pude tocar, no eran ellos, eran otros, los originales se me esfumaron como en la plaza, se perdieron entre la muchedumbre de turistas, se me fueron, los años detrás de los viejos y ellos se me desaparecieron, pasaron, volaron, los perdí, no los pude encontrar, lo último que supe de ellos fue que gritaron como nunca gritara Lutgarda la Maestra, dijeron lo mismo que ella pero a gritos, unos gritos como sonido de trombones, como pólvora quemada, como quejas de delfines, gritos dentro de mí: "Yo fui lo que tú eres, tú serás lo que yo soy".

Y se fueron diciendo aquello como un sonriente coro griego, aquellos viejos tiempos se fueron, irreversiblemente ya pasaron y lo único que me quedaba de ellos era la constancia de su existencia, el recuerdo, un recuerdo fértil, duro como roca que quiere irse pero es incapaz de hacerlo, que se quiere marchar pero se queda, que deja una estela en otros, una especie de mareo de puente de madera sobre río bravo, una página escrita, un epitafio, una foto, una lágrima, un intento... una solicitud de viaje sin regreso, un yo no sé. Y se llevaron con ellos la vejez que es un concepto según dicen que no existe realmente y por lo tanto no se puede encontrar...

Y me dí cuenta que los que habían hablado eran los callados, los frescos jóvenes eternos, los enérgicos poetas desentonados, los sonrientes juguetones, que se sentaban alrededor de ellos mismos aclarando conceptos, custodiando a los viejos perdidos y a la vejez misma, diciéndonos a gritos que aquellos viejos no han existido nunca porque la vejez es nada más que un momento de la eterna juventud y que los viejos mismos son más viejos que ayer pero menos que mañana y me dijeron que no los buscara más ni dentro de mí ni fuera tampoco, que me quedara en la plaza para leer el poema que estaba grabado en la pared del convento de San Francisco de Asís, "el varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial, el mínimo y dulce Francisco de Asís... y me pusiera a oir el revolotear de las palomas, el relinchar de los caballos de paseo, el olor de los maderos flotantes de la bahía para que me acordara que todo esa búsqueda no había sido inútil y se había iniciado solamente una vez, solo un segundo antes de que tuviéramos en la cabeza la primera canción de cuna y el primer destello de luz de los que habían nacido. Y que con aquello encontrado no nos sentíamos ni viejos ni teníamos por cama la vejez, sino un colchón de alpiste para canarios danzando en el silencio de los quelonios, un alma de mujer cantando a mediodía, un rayo de oro, un cálido vapor que se deja tocar por los labios y permanece, un deseo de seguir siendo, de amar más que ayer, de desear sumergirse en el océano y flotar allí boca arriba mirando las nubes infinitas para que vengan a salvarte los hipocampos y las ballenas...

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sábado, 16 de febrero de 2008

¿El amor se come...?

Hoy compramos un cake hecho en casa de una vecina para cuatro personas, una torta rosada adornada con un letrero de merengue encima que decía: "Muchas felicidades" como si estuviera dedicado a niños que cumplieran años. Esa frase no iba dirigida a nadie en particular sino a todo el mundo, unas letras en un mar de dulce de huevo, polvo de hornear y grajeas que la dueña del negocio dibuja para que los que coman el producto se embadurnen no solo el estómago sino también los sentimientos. En otras palabras, para que se coman un pedacito de amor.

El asunto no es fácil, ni yo mismo lo entiendo bien: comer amor en trozos alrededor de una mesa mientras pensamos qué día es hoy. Hace algún tiempo dijeron que se trataba del "Día de San Valentín", algo que se nombró así sin la consulta previa con el Santo probablemente. Como estaba asociada la fecha a una creencia es casi seguro que mucha gente haya hecho la fuerza para que no siguiera así y se le cambió el nombre por "Día de los Enamorados" pero no tuvo muchos votos porque con ese nombre las enamoradas estaban en desventaja y eso así mutilado no se vale. Hoy nos levantamos con la noticia en el ambiente de que el día en cuestión había sido nombrado por algunos como "Día del Amor" y nada mejor en ese día que hacer un regalo.

La lluvia ambiental parece que se había embullado con la polémica porque los muchachos cuando pasaban para la escuela debajo de las sombrillas estaban presurosos no por mojarse sino por llegar temprano. Y no hay nada que despierte más energía que el sentimiento de que hablamos. Un cuerpo lleno de amor se mueve como si volara en la superficie lunar, como pez en el agua, como marea que regresa, como colibrí en celo. Y era así que se estaba formando un torrente de besos y de flores muy curioso como el que no se había producido en el resto del año, un torbellino que entró a las casas y no quería salir de ellas pensando en que si se quedaba errante por las calles la gente ni se iba a dar cuenta de que estaba allí.

Hoy hicimos el ritual: pusimos un mantel, unos platos, cuatro cucharitas y el cake en el medio, un pastel tipo castillo, de un solo piso, hermoso y crujiente no solo para despertar el apetito de los seres vivos sino para recordarnos una pregunta que a muchos se nos olvida: ¿Por qué comernos el dulce una sola vez al año?. Vamos a ver... Si hoy es el Día yo puedo pensar que el resto de las fechas no lo son. Si el año tiene como el actual 365 días, los otros 364 que restan no son días del amor sino de otros sentimientos... El día de la esperanza por ejemplo, el de los besos, el del trabajo (hay un Día del Trabajo, sí señor), el de la mujer (hay también uno), el de los padres y de las madres... Pero hablando de sentimientos parecidos al amor (¿cuál es el sentimiento más parecido?) ¿por qué no tienen también su día? Nos han dejado aquí en un solo día a Mr. San Valentín, al de los enamorados y ahora enjaulado al del amor, una concentración de cariño de una sola vez para acabar con toda la oferta de cosas que nos demuestren que nosotros los humanos no nos olvidamos de eso: flores, tarjetas, llamadas, vestidos, zapatos, perfumes, regalos... para gastar todo el dinero del mundo de un solo manotazo en el contexto de las 24 horas de un intocable día en nada menos que el mes más corto del año.

Y nosotros con el cake-castillo, con el feudo de crema en los brazos debajo de la lluvia, protegiéndolo del goteo incesante, del aire desordenador, invitando a los perros callejeros hambrientos a que hicieran la cola de las limosnas para aspirar a probar un dedo embarrado de merengue rosa. Nosotros esperando para la concentración del amor encima de la mesa, para comer el trozo de amorcito escondido dentro del pastel y llevarnos la cuña de torta más allá de la laringe al viaje intestinal oscuro, cavernícola, lento, fiero, seco, un viaje que termina casi siempre en un baño cualquiera.

Al menos los muchachos que iban con sus regalos hoy no se iban a entrar a golpes como sucede en casi todos los demás días del año, sino que con los nuevos cambios del nombre del día famoso iban a probar qué sucedería, pero cuando lo supieran bien dejarían los regalos a un lado y volverían al ring de boxeo dentro de las aulas y fuera de ellas. Los golpes y los empujones son en un muchacho de primaria una necesidad lúdica. Las carreras también, porque un muchacho que no corre al menos lo piensa que es el tipo de carrera mental que todos hemos querido hacer algún día. La flor del viernes, el acto diario en el matutino, los buenos días a la maestra y a todos debíamos extenderlos al día del amor. Pero seguimos reduciendo los sentimientos ya no a las 24 horas de la vuelta de la tierra sobre sí misma de un mes cualquiera, sino al instante en que le decimos a alguien que lo queremos más que ayer y menos que mañana. Casi se ha convertido este instante en algo así como la felicidad que es un nanosegundo que le cae a uno detrás para posarse encima de la cabeza y quedarse temblando allí como aro de santo o como tembleque de cake que es más o menos lo mismo.

Hoy en el estadio de pelota, cuando se enfrenten los eternos rivales (Industriales y Santiago de Cuba) se va a aprovechar la ocasión para festejar el día, deportes con cultura, pelotazos de amor, jonrones de alegría, besos de ponche, miraditas de bases por bola. Pero el resto del año los orientales le van a decir a los habaneros amarillos y estos a los otros palestinos. Quien quiera sonrojarse que vaya al estadio a oír malas palabras cualquier día del año menos el 14 de Febrero. Y no me digan que los ampayas se salen de esos encontronazos, los pobres ampayas reciben más improperios que cualquier condenado por robo. La gente grita en el estadio como si los que jugaran sobre el terreno fueran gladiadores y uno de ellos tuviera irremediablemente que morir.

El malecón es la barra más larga del mundo, la gente compra su botella de ron y va allí a tragar alcohol como si fuera agua, sin ver la puesta del sol, bajo la lluvia o el salitre, con los calores del verano o los fríos del norte en la época del invierno, un cubaneo alcohólico rico, amoroso, lascivo, enervante todo por un día, concentrado en un momento del año en el que ya borrachos perdidos la gente ni se dá cuenta de que hora es ni a quien tiene delante y lo mismo el tipo le besa la bemba a un negro cualquiera que la muchacha abraza al primer perro callejero. Una festividad parecida a la de los romanos en tiempos de la decadencia que no nos conviene mucho porque cuando terminan la botella pasan la calle sin ver las luces del semáforo y son atropellados por los carros.

Sinceramente no creo mucho en el día mentado... Me gustaría el cake con amor a cualquier hora, de noche o de día con una sola condición: que no faltaras tú... y los demás. Un cake para otros, para ver cómo saltan los colores del merengue en la cara de las personas. Un besito mañanero contento de estar vivos. Una frase cualquiera diaria como aquel título de película: "Yo seré cualquier cosa pero te quiero". O no decir palabra alguna y escribir un graffiti, meterlo en un sobre y dejarlo que cruja debajo de la almohada para que se sienta cuando se acueste a leer la novela antes de dormir. Esa carrera del hijo o de la hija, del nieto o de la nieta hacia tí cuando se ha dado cuenta que tú estás y que descubriste su presencia no puede ser enclaustrada en un día, sino en todos los días, en el eterno decursar del tiempo infinito de vida de las generaciones. Y mientras eso ocurre, que me sirvan en el plato mi trocito de dulce, un caracol de clara batida, para que vean cuánto dura un merengue en la puerta de un colegio.

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lunes, 11 de febrero de 2008

Réquiem por Caty

(Este réquiem lo escribió mi papá pocos días después que muriera nuestra perrita Caty. Mi gua-guaita murió el 8 de Mayo del 2006. Él no ha querido leerlo más, dice que aun está triste. Mi mamá sabe del texto pero ni siquiera se ha atrevido a leerlo. Aquí lo hago público pues a mí me gusta mucho. Quizá a ustedes también...)

Caty se nos fue de viaje sin un pasaje de regreso físico el lunes por la noche. La llevé a la terminal para que abordara la alfombra y estuvo esperando a que avisaran que la venían a buscar en el carruaje las últimas dos horas de la angustia. La puse envuelta en una tela azul estampada en blanco para que reposara encima del tapete y allí estuvo mirándome con sus ojos de almendra y su cabeza de quilla de barco invertida cada vez que se le ocurría como si estuviera controlando mi presencia y me exigiera que no la dejara ir sin que alguien la despidiera en el andén.

Hemos dicho muchas veces que los animales que han vivido con nosotros en casa son en realidad personas y que las personas que vivimos con ellos somos en el fondo unos animales racionales que hablamos y escribimos pero marcados por el dichoso pecado original: nos confundieron de piel. Esas personas tienen un alma fina como láser verde que se les escapa cuando ya deciden abordar el transporte que se los lleva para el otro mundo y se proponen antes dejarla ver a los que las han querido de verdad. Esta alma es como una llave que alumbra avisando que ya no nos acompañarán de nuevo en el ladrido de por la mañana pero que están dando vueltas durante las 24 horas del día, revoloteando de un lado para otro como si fueran palomas en celo en una tarde de primavera.

Así se ponía Caty a caerles detrás cuando las parejas de torcazas hacían malabares con sus alas unas encima de las otras subidas en la cerca de alambre que rodea el jardín. O cuando pasaban sus amigos de raza por la acera llena de hojas de laurel caídas por las ventoleras diarias a conversar un rato. O cuando saludaba a los que preguntaban por ella por ser la más pequeña de las tres y tener la punta del rabo tan pelado como bola de billar de salón.

Era una persona sin apellido alguno con un solo nombre que le bastaba para reconocernos cuando le decíamos a voz en cuello: !Caty, sube! !Entra! y !Ven! Sin proponérselo ella estaba demostrando lo innecesario de los patronímicos, aunque en realidad, en el mundo de esas especies lo común debiera ser atender la voz por el nombre de los progenitores: !Caty Lucas Canela, ven!

Se comportaba sin embargo renuente a que le recordaran los ancestros porque cuando lo hacíamos era tal la alegría que acumulaba que se atolondraba completamente y no atinaba a cumplir ninguna orden. Más bien se desprendía a correr por encima de las hierbas, alrededor de las matas de rosas, salvando los obstáculos de los muros, en los pasillos interiores y hasta en los cuartos, para terminar la carrera en el pozuelo de agua hervida que nadie podía tocar. Y luego se dormía con la cabeza entre las patas al lado del refrigerador que era su coto de vida diurna, mientras que el que estaba debajo del teléfono de pared lo destinaba para el de dormir por las noches.

Pero lo que más le gustaba era que la cargaran en las piernas, la mecieran en el sillón y le cantaran bajito alguna canción para perros hasta que se dormía para soñar con el viaje final en la alfombra de ir y que le tuvieran sus lugares de reposo para volver en la de regresar. Y que después la colocaran debajo de la lámpara del cuarto principal para hacer un triángulo de madrugada entre sus tres lugares escogidos tapada la cabeza con un trapo estampado que nadie le podía quitar.

Sin embargo, el lugar en que menos tiempo estuvo no fue ninguno de estos tres sino el del reposo esperando su último viaje, debajo de unos mangos florecidos y llenos de frutos, que crecían bajo la sombra de una inmensa ceiba en el patio de espera. Yo pensé que no se iba a parar de allí pero no, me sorprendió cuando en varias ocasiones se puso en posición de alerta, husmeó con su nariz para los olores a ras de suelo y me pidió con un gesto de las orejas que le pasara un algodón húmedo por los ojos para quitarse el polvo que la estaba molestando.

Estuvimos hablando mucho esas dos horas... hasta que me dijo que llamara al conductor del coche para que la sentara en el asiento más cómodo que había. Así lo hice y así se fue, saludándome con sus extremidades y con su rabo hasta que la alfombra tomó altura y desde allí liberó su rayo verde como un flash de cámara fotográfica que solo yo pude ver bien, porque el auditorio que estaba aquella noche en la consulta de los veterinarios no se percató nunca ni de nuestra conversación ni de ese relámpago divino que me hizo de despedida.

Estuvo hasta el final resistiendo el embate de las colonias de bacterias que la atacaron despiadadamente, con su carga de antibióticos y de sueros como armas de combate pero su escudo principal era el deseo de vivir que la mantuvo así hasta el final y que sacó de su propio almacén en el escondite de un corazoncito duro como diamante que no pudo ser destruído por nada ni por nadie.

Le estuve pasando la mano por la piel carmelita y tomando el pulso de latidos hasta que me pidió que la ayudara a incorporarse para pasear un rato. Y Angelito, que es tan duro como acero tuvo que pedir ayuda para que la subieran a la alfombra porque no tuvo valor de hacerlo él mismo. Y eso que la trató exquisitamente durante los últimos 4 meses y ya cuando lo veía ella lo saludaba con el único recurso que nos deja abatidos de cariño: un ladrido de afecto.

No nos dijimos adiós porque ella me prometió que volvería pronto, tan pronto como enseguida y que cuando no la viera por las mañanas salir detrás de mí para recoger las hojas de los alrededores no pensara que estaba ausente de la tarea sino que estaba haciendo algo debajo de los plátanos del fondo. Y era totalmente cierto... hoy mismo me pasó. Salí con la escoba, el recogedor y el cubo de la basura y cuando viré la cabeza me pareció verla al doblar de la esquina de la casa rumbo al patio, cerca de la montaña de tierra donde se esconden las hormigas. Y cuando regresé a decírselo a su madre postiza no pudimos ni siquiera hablar de eso porque estábamos anegados en llanto.

Nos hemos quedado con sus recuerdos envueltos dentro de un nudo en la garganta y ya no seremos los mismos de ahora en adelante. Estamos olfateando que va a pasar mucho tiempo para que nos repongamos de la pérdida. Pero nos ha hecho mucho bien saber una simple cosa: cuanto más queremos a otro más crecemos por dentro. La gente no para de preguntar por ella y gracias a Dios tenemos otras dos en casa para mostrar al menos que aquí corre la vida. Y fuera de aquí sus 4 hermanitas (que se le parecen como gotas de agua y que nacieron el mismo día en que mi hija cumplió años) algún día nos harán la visita o las veremos en cualquier lugar y nos parecerá que Caty ha vuelto para ladrarnos exigiendo su cuota de helado. Irremediablemente no tendremos otra opción por el momento que mirar y volver a mirar sus fotos en la cómoda del cuarto.

Si en algo esta oración puede mitigar la tristeza que sentimos y servirle a ella de algún consuelo entonces tiene validez. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde y siempre se queda con la impotencia de no haber podido hacer algo mejor para prolongarle la vida. Tendremos en cambio que seguir llevando a cuestas la nuestra, con el ímpetu de siempre o más alto, luchando por dotar a esa fauna increíble que nos rodea de más cariño del que hoy le prodigamos que en la calle es bien poco.

Intentar que las autoridades tomen conciencia de la necesidad de garantizar los medicamentos que necesitan y la alimentación que requieren, perfeccionar su atención médica y trabajar porque tengan locales apropiados para que sean atendidos humanamente mientras nos damos a la labor de entender mejor al prójimo que cuando tuvo pérdidas similares no valorábamos lo duro que habían sido, no puede ser una utopía. Este hago constar se nota cuando alguien pasa y hace el comentario: "Uno sufre lo mismo que si hubiera enterrado al último de sus muertos".

Al menos para las condolencias y el descanso le hemos sembrado en la cerca una serie de cinco buganvillas rojas que cuando crezcan y florezcan le servirán de corona viva. Amén.

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sábado, 9 de febrero de 2008

Odisea médica

Hoy nos levantamos como si tuviéramos que ir a trabajar allá por 1969. Fuimos al Hospital a la cura de "quemados"... Hicimos el No. 1, después de llegar al lugar en medio de un laberinto que ni Bolívar hubiera resuelto. Dimos con un custodio que estaba más dormido que una momia egipcia, con una señora de limpieza que era todo nervios, con un ayudante de piso que parecía medio atolondrado, un destupidor de baños bastante raro él con su colita de caballo y su caminaíto, una enfermera que de tanto manoteo le viró encima el café a la doctora, una ayudante, un cuidador de baños y cientos de personas que fueron llegando no solo a quemados sino al otorrino, al dermatólogo, al urólogo, al cardiovascular, al médico general, a todas las especialidades habidas y por haber menos ginecología, psiquiatría y odontología... Pero los especialistas aquí dan turnos para esos tres.

Llegamos a las 6 y 30 a.m. y estuvimos hasta las 9 y 30 a.m. hasta que una doctora amable y mulata de paso nos atendió, curó a tu mamá, le dijo que viniera el lunes próximo y nos dió el respiro más lindo de todo el mes: de ésta no nos vamos a morir todavía... Já!!! El asunto fue que se extravió el turno y tu mamá no pudo dormir pensando que nos iban a decir que sin papeles no nos podían atender, un papelito doblado que yo metí dentro de uno de los bolsillos de la camisa y que luego puse encima de la cómoda del cuarto pero nadie sabe cómo desapareció como por arte de magia y estuvimos buscando hasta que el sueño nos rindió, debajo de todas las camas, en los tanques de basura, encima de los escaparates, en los libreros, en todas las habitaciones, en carteras, monederos, lugares escondidos y perdidos, pusimos velas y dimos chuchazos a San Dimas pero nada, el dichoso papel no apareció nunca o se fue volando atemorizado de volver al lugar de origen donde lo habían firmado los médicos de guardia y obstinadamente no quiso aparecer dejándonos a la deriva como bote en alta mar...

Pero no hacía falta el papelito... la secretaria anotaba a la gente por orden de llegada, nadie salvo nosotros estaba preocupado por aquel pedacito de papel firmado, unos entraban y otros salían por las ventanas sin cristales y las puertas sin cerrojos, por dentro de los baños a los que habían quitado los azulejos, por los boquetes del techo y los entrepaños de los pisos, en medio de elevadores, locales de limpieza, escaleras aledañas, pasillos interiores, calles, escondrijos, tugurios y lupanares hospitalarios y nosotros allí con el número 1 en las cabezas esperando que trajeran los antisépticos, las curas y los medicamentos y vinieran los doctores, el personal paramédico, los visitantes, amigos, curiosos y transeúntes de todos los municipios de la ciudad porque allí mismo en los bancos de espera nos enteramos que el único lugar donde raspaban las heridas de la piel quemada, echaban los líquidos salvadores, inyectaban desinfectando aquellos traumas epidérmicos era precisamente en aquella consulta de quemados y ya no nos podíamos ir a ningún lugar porque corríamos el riesgo de quedar paralizados por bacterias, virus, infecciones y enemigos biológicos y el peligro de quedarnos tiesos como faraones muertos, como hindúes cremados sobre piras de maderas olorosas y por cada minuto que pasaba nos íbamos aferrando a las sillas donde estábamos sentados hasta que aquel grito desgarrador de la enfermera llamando por nuestros nombres nos trajo a la vida y nos pareció que algo bueno nos iba a pasar detrás de las puertas sin cristales y sin luces de la doctora de guardia...

No te puedes imaginar la importancia que tiene un pellizco, un apretón de dedos encima de la piel para recordarnos que estábamos vivos, ya tu mamá curada, ahora sentada en el pantry sintiendo cómo llegaba el aire presuroso del jardín a traernos el olor de flores reunidas del lado de acá de aquella cerca de alambres... A ella le destaparon la quemadura, le cambiaron las vendas, le dijeron que fuera de nuevo el lunes próximo y que hiciera reposo absoluto, algo tan increíble que no sabemos cómo siguen indicando eso los médicos de todas las latitudes todavía... Un reposo que implicaría ni respirar siquiera, que no se le movieran ni las sístoles ni las diástoles del corazón, que detuviera el torrente sanguíneo y el ritmo de la presión arterial a cero completo y por supuesto que ni siquiera tuviera ojos para verle el pelo rojo a la perra Canela ni el negro a Tily la perra, ni oídos para sentir cómo choca el periódico contra el piso en horas de la tarde, ni sensibilidad en los dedos para escoger el arroz que nos vamos a comer todas las tardes, un reposo de sepulcros, de paradas de autos, de estacas de vampiros, un reposo inexistente sobre todo en esta casa donde el teléfono suena cada 5 minutos exactos, las perras ladran a cualquiera que pasa y los vendedores no te dejan tranquilo las 24 horas del día...

Nos sentamos allí, a pintar cocacolas en el aire, a hilvanar cuentos de nietos escondidos, a chismear de todo lo humano y lo divino, a leer sin páginas, a soñar palante despiertos, nosotros los homo sapiens tipo hormiga, los hormiguíticus habanerus, esos mismos que no se habían imaginado los cientos de miles de enfermos que recorren los hospitales, médicos de familia, cuerpos de urgencia, policlínicos, consultas, médicos particulares, curanderos, espiritistas y santeros, enfermeros graduados y no oficiales, medicamentosos, recomendadores, sugerenciosos y asesóricos, cientos de miles de personas enfermas y sanas que para cualquier cosa que te pase te dicen que lo mejor que puedes hacer es tragarte un paracetamol en un poderoso vaso de agua al tiempo y que encima de eso mejor acompañarlo con meprobramato, clorodiasipóxido y cualquier otro medicamento de la medicina verde u homeopática para al final consultarte personal o telefónicamente, desearte salud y suerte y dejar sentado que cuando lo necesites tienes a tu disposición su almacén personal de medicinas eficientes...

Y tu mamá ahora está en casa haciendo el reposito con la pierna levantada por unos minutos, leyendo cuanta revista le cae en las manos y eso es lo mejor de toda la semana porque parece que con la ampolla del pie, se le olvidaron los dolores de la cervical, el colesterol se le ha regulado, la presión arterial también y hasta se le ha abierto el apetito cosa que no le ocurría desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, cuando tenía 5 años de edad... No, si yo te digo!!

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martes, 5 de febrero de 2008

Ideas y palabras...

Los comentarios al blog de parte de Julio y Tony hay que agradecerlos. Somos en este espacio algo así como internacionales porque lo mismo escriben desde París que ahora desde Texas. Cada vez que veo una nota o alguna noticia de Texas me parece que estoy jugando pelota y al pitcher le dan un "texas" detrás de la segunda base. Así que el "texano" lo imagino con un uniforme de béisbol, el bate en la mano y dando un "texas" también para ir entrando en forma... Gracias de nuevo y aquí me tienen inventando ideas y palabras.

En estos días les prometo las fotos numeradas con comentarios debajo y no sé como podremos pasar eso en el blog, fotos de barrio. Igual que la palabra blog, me parece estar construyendo un muro con bloques, mejor una iglesia, un Empire State o algo así... Esa palabra me huele a pescado en tarima, cuando lo tiran encima suena blog. Pero también tiene algo relacionado con los vampiros?. Sangre de vampiros. Esos animalitos son parientes de los murciélagos y de los archipiélagos. Aquí en el patio tengo una pareja de vampiritos jóvenes que me tienen las paredes del portal embarradas en blog. Yo prefiero a las vampiresas, esas tristes tigresas que comen trigo en un trigal y siempre se ponen tiesas que te esperan en la mesa y cuando te besan te sacan toda la sangre en un santiamén... Como a los hermanos Pinzones que eran buenos marineros y vinieron con Colón que era un viejo bucanero y se fueron a Calcuta a buscar un par de puercos y las indias chirindingas les chuparon bien la sangre y la princesa Soraya se rascaba la pamela. Esso (standard oil), no puede Shell porque Texaco el níquel, el cuento de las vampiresas a mí me gusta muchísimo pero lo que no entiendo bien es lo del tipo de sangre, parece que tienen sangre universal que le viene bien a cualquiera de ellas y cuando las sueño no me fijo mucho en los colmillitos sino en los ojos, qué ojazos madre mía, yo daría menos mi almita cualquier cosa (respetando ciertas partes del cuerpo como los dedos de los pies y el ombligo, claro) por jugar al poker con una vampiresa y ganar todas las partidas para pedir deseos por ejemplo que se comiera una de las pizzas que fabrican en Lacret y ver cómo la vampiresa se muere de risa...

Pizzas de Lacret (la calle por supuesto) que voy a retratar para el blog de las vampiresas o que se tomen un huevo sin hervir de la carnicería "Los Huevos de Heredia" que no es ninguna falta de respeto al poeta sino que en la carnicería de la calle Heredia es donde venden los huevos de gallina por la libre. Y también imagino a las vampiresas nadando en Santa María del Mar y detrás un enjambre de negros queriendo que ella los muerda y se los lleve para el Golfo, para Texas, para New York a comer perros calientes y almendras asadas al lado de cualquier tanque de basura vacío y caliente que nos sirva para calentarnos en épocas de frío como salen en las películas...

Vampiresas son y en la noche vuelan... Nada, que la notica de Julio y Toni me ha inspirado bien y hasta quisiera que a plena luz del sol vinieran las vampiresas a bailar hiphop y me comieran a dentelladas y yo bailando allí hasta que ellas se rindieran de hambre y yo Tarzán les metería uno de mis cuentos envenenados de espaguettis de Lacret que son unos hilitos que sirven para hacer tiraflechas y matar gorriones. Vampiros en La Habana!. Yo soy un vampiro enamorado de las vampiresas de cabaret, las jinoresas que se van con los turispiros y fuáfuáfuá...

Ya veo también que la huelga en Berlín está relacionada con los ejercicios personales, hay huelga y la gente tiene que caminar y yo me estoy entrenando también estomacalmente. Los domingos no comemos por la noche, solo café con leche, palitroques, alguna lasquita de algo como eso que le dicen queso y que siempre tenemos presente para decir queso pero en inglés cuando nos tiran fotos... Las fotos las voy a tirar sin nadie delante porque si foteo a alguna muchacha me pongo tan nervioso que no atino a pinchar el obsturador. Son cosas de viejo verde, de shamanes, de caimanes, es la titimanía que tenemos, la curiosidad que nos despierta toda cámara digital como las palabras que hemos olvidado que allá afuera no se usan ya, como calcañal, ya nadie dice calcañal en Texas digamos, en Berlín, dime tú "me duele un calcañal", esternón (a fulano le duele el esternón) como si estuviéramos llamando a Esther y ella nos dijera que non, no, nada de eso o ciertas cosas que no vemos como la máquina de pelar naranjas, no se me ocurre que allí en Berlín o en Texas esté un tipo en una esquina pelando naranjas con una maquinita manual, "coge tu naranja aquí, vamo" (sin ese al final, claro), el palitroque, el siquitraque, el papalote, la palabra guayabito, Pepe tiene cuatro guayabitos en la azotea jugando dominó, bache, tenemos baches en Luyanó... Las fotos son buenas pero lo mejor es el lenguaje. Hay un tipo que se fue y está en Uruguay y habla como uruguayo y dice "mirá asere cho vivo en Montevideo pero creéme socito cho pienso en vos"... Un asere en Monte... No, si yo te digo... Así que la huelga...

Palabras como canistel, los jóvenes no saben lo que es el canistel, algo así como un huevo duro sin cáscara y sin clara, solo la bolita amarilla (yema) pero no tan áspera como la del huevo sino pastosa y el canistel por fuera es amarillo pero no tanto como la bolita del huevo, nace como fruta en la mata alta en la que anidan las cotorras, no es pariente del caimito (nadie ha visto un caimito blanco) pero a mí me gusta el caimito morado como sexo de negra o la fruta de granada (son unas bolitas rojas en una fruta redonda) o el níspero, hace 55 años que no me como un níspero, o el melón de castilla... Hay palabras que no conocemos como langostino, camarones con mayonesa y sí sabemos que la palabra (mímica, oral, escrita, imaginada) es la envoltura material del pensamiento, el "forro" como me decía una alumno árabe que no tenía palabras para decir envoltura, un forro del pensamiento es la palabra, digamos que pensamos en algo redondo y hacemos una circunsferencia con los dos pulgares y los dos índices de los dedos de la mano (mímica), decimos "redonda como una bolita de yema de huevo duro" o escribimos "redonda" como los globos de jabón, las pompas de jabón que salen volando cuando soplamos un pito de calabaza...

Aquí a los viejos nos están vacunando dicen que contra el catarro pero yo estaba bien y ahora con la vacunita se me salió todo el catarro pafuera... Como fue Odalys la bonita la que me metió el pinchazo y no lo sentí y no creo que ella me haya inoculado la gripe por equivocación entonces estoy contento y no tengo palabras para decir lo feliz que soy y vacunado quedé. De todas formas me estoy sintiendo raro, me ha dado por tocar guitarra de nuevo, caerle detrás al gato que pasa por el portal y se orina allí. Ladrar cuando pasa alguna perra por la calle rumbo a Lacret y viceversa y hasta es posible (aquí cualquier mundo es posible) que nos hayan confundido y nos hayan suministrado una vacuna contra la vejez porque yo me siento nuevecito, estornudando pero con ánimo, un estornudo saltarín, equilibrista... Odalys es una superenfermera: te inyecta, te abraza, te besa, te mira con unos ojos y al final, amorosa y cándidamente solo quiere terminar temprano para comprar chambelonas, dice. Pero a lo que íbamos, la vacuna es para los que cumplimos 60 en adelante una vacuna de la tercera edad, los vacunos somos diferentes... Se nos olvidan las palabras...

Si Ud. tiene ideas y no tiene palabras siga con sus ideas que son las pompas de jabón sin jabón de su alma y encuentre las palabras que Ud. quiera para que pueda hablar con alguien o con Ud. mismo, frente al espejo como los artistas de la tele o la radio que memorizan los bocadillos, una frase, una parrafada: "Buenas noches con ustedes la emisión estelar del noticiero de...la televisión cubana ya...les presento los titulares". Usted se aprende eso y ya, tiene palabras para expresar sus ideas y cuando conecta el NTV de lo único que se encarga es de verle la calva y el bigote al locutor y esperar a que se equivoque algún día y así se mete el año y el tipo no se equivoca... O si prefiere se aprende un verso para una muchacha: "Quizás pases con otro que te diga al oído esas cosas que nadie como yo te dirá y ahogando para siempre mi amor inadvertido te amaré más que nunca y jamás lo sabrás". Oiganme bien, ese versito de Buesa es noqueante, un verso Stevenson noqueante para una muchachita joven que ni sabe quien fue José Angel Buesa. Eso funciona, cuando voy al garaje y la muchacha me está echando la gasolina en el tanque le suelto el versito y se ríe, ella se ríe, se le ponen las puntas de las orejas rojas como granadas y me enseña los dientes de clara de huevo hervida a 5 minutos y le pestañean las pestañas, las abre y las cierra y me dice: "Hológrafo".

Se puede escribir también ológrafo (pero sin h o con h se pronuncia igual) y ella me dice "ológrafo" y me suena raro, porque esa palabra es de por sí rara, palabras como las que bailan en el verso de Buesa que no es de mi puño y letra como mi testamento. Y le contesto:"Neuróptero" Y ella me dice que sí, que ella tiene una cría en el piano de su casa. Amor de ideas, palabras que se lleva el viento... Prueben a ver, las ideas primero, las palabras después como "exactor", "eviterno", "abs", "decápodos", "sforzando", "vaina" (deje esa vaina compay como dicen los del Apure), "leísta"... En fin, digan chancleta, barrilete, quimbumbia, mazarreal, pancontimba, tumbao, paunllegue, chispaetrén, alcolifán, jevita o hagan una frase con palabras: "Ese no es peo que rompa calzoncillo", "patuculo caballo!, "soooooó"... La idea primero, la palabra después, saquen afuera el dedo del medio y mantengan los demás cerrados y díganle a alguien que les está jodiendo: "Mí"...

Parece que la vacuna contra la gripe me ha sacado del tuétano de los huesos la palabras que ya había olvidado... Gracias Tony y Julio, uno de ellos el texano desde Texas y yo aquí en el barrio de los santos, los políticos y los patriotas abrazándolos con mis ideas y también invitándolos conmigo a que le pasen la mano por la cabeza de vez en cuando a ese pequeño ilustrado, enano de Blanca Nieves, el sempiterno Larousse... Qué muchachito para aprenderse palabras...!!!!

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lunes, 4 de febrero de 2008

Y dale con los árabes... de Arabia

(Esto lo escribió mi papá el 31 de mayo del 2007)

En los jardines expuestos en el Museo se pueden observar médicos judíos y musulmanes que estudian y utilizan los aceites, la tintorería, los perfumes, las flores, las piedras y los masajes para curar, desinfectar, anestesiar y narcotizar a los pacientes. Para hacer más preciso el lenguaje utilizan palabras exactas y estas se trasladan al hablar hispánico... Hay muchas, pero he tomado algunas solamente para inventar un discurso hipocrático supuestamente hecho por un virtuoso de aquellos tiempos... judío digamos.

En el álgebra, el algoritmo es importante, como la cifra y el cero. Tendréis que ponerlo en un almanaque, para estudiar el cosmos con el astrolabio. Si queréis poder usar una azafea (lámina), trazar un azimut o mirar al cenit no mucho rato. Pero no vayáis al alambique, que es un recipiente de otro quilate. Mejor tomar un quintal o un celemín. No peséis en arrobas el vino sino en alquez y con una fanega, trasladen el alquitrán y el alcohol a la dársena. Es mejor atarazana el arsenal para llevarlo a la arfinda o a los alfaques. En esta alcira o albufera mejor decir, hay una alfarfa rara y curiosa y en nuestra casa no hay aljibe sino alcubillas, pero el albañal siempre lleva a la alcantarilla. Quisiéramos tener una alfauara mejor que un atañor y que un baden. Los alfareros, albañiles deben poner los azulejos, alicateados en el almocabar, o en la garrafa. Jarras tenemos para hervir el agua, mientras jugamos ajedrez y damos jaque con el alfil...

Allí me detuve como orientado hacia La Meca, en el culto al calendario lunar... cirugía, farmacia, matemática, astronomía y agronomía en un mundo culto, nada inferior. Pero a veces nos hacemos una idea equivocada de los árabes y de otras nacionalidades... negros, asiáticos, indios de todo el mundo porque nos han enseñado así y así pensamos... Y continué después sin poder salir de aquellos jardines porque una vez que te enamoran te quedas dentro, los 17 años seguidos, como sentado en alfombra de Aladino.

Vestidos, zapatos, costumbres, música, ciencia, arte diverso y amores... nadie aspira a casar hoy con un palestino, con un negro musulmán de Sudán... Y la belleza (menos mal que la Miss de este año es japonesa) es casi siempre occidental. Qué dirán aquellas negras hermosas de Senegal, de Benin, de Mozambique sobre la belleza oriental?... Japoneses de Japón, chinos de China, alemanes de Alemania según Mr. ADN todos somos igualiticos, sí Señor, pero estos árabes de Arabia, que estuvieron nada menos que 9 siglos (y todavía andan por aquí) dejaron una impronta no solo en el lenguaje sino en el modo de ser de los vecinos de acá. Acetre, jaráiz, arríate... Alabado sea el Santísimo Sacramento! Qué rayos querrán decir?

Y mientras tanto allá en Berlín los turcos nos parecen inferiores... pero no tanto como los árabes...!!! Me pasan paseando pecaminosamente, las mujeres manchegas, las sevillanas sabias señoronas, los árabes de arabia y yo viajando, mientras mi nieta se toma su chocolate hasta la última gota del pomo, de su jarrita árabe... Qué alegría mi amor, qué alegría, ese lenguaje todavía!

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viernes, 1 de febrero de 2008

Se vende todo menos...

Por supuesto que los vendemos, este par de cachorros "Chauchau" los vendemos, con sus collares y su comida para perros redonditas como cagarrutas de chivos salvajes, vendemos también su chapilla de indentificación (uno se llama Ron y la otra Tor), RonTor una pareja de chaus para Ud. que tiene ganas de tener ese perro lanudo, peludo, felpudo, sonriente pero mordisqueante, un perro de digestiones lentas pero aplastantes, de plasta cagada, perfume de perros, uñas para cortar, icterohemoglobinuriavacilar, acamicina con él, hay que desollinarle las orejas, revisarle su culito cada cierto tiempo y ponerle ahí mismo un termómetro para medir temperatura, un chau para acariciar, sacar a pasear y a orinar, mi chau come picadillo de reses, toma agua mineral y su caquita se recoge con guantes de todo por uno...

Vendemos la computer para correos chic, los cuadros de exposición que están en las paredes, la bombilla para alumbrar, las cerámicas de la alacena, el diccionario, los espejuelos, el jarrón, las flores de plástico y las que no lo son, los libros, las libretas, las agendas, los folletos de alcohólicos anónimos con su oración de la serenidad: Concédeme oh poder superior serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia. También los versos: pasarás por mi vida sin saber que pasaste, pasarás en silencio por mi amor y al pasar, fingiré una sonrisa con el dulce contraste del dolor de quererte y jamás lo sabrás... este ventilador, la crema para la piel, los disquettes y la flash todo en uno, el aceite, aquel osito, un aparato de radio, un collar, una bandera, los candelabros y aquel tapíz, una máquina de coser singer, el carro-coche lada, el closet con todas las cosas viejas dentro, las chancletas y el short, las camisetas y los jeans, vendo la pintura de uñas, el talco para los hongos, el perfume para después de rasurarme, el desodorante, vendo el baño, la casa, vendo la azotea para construir, vendo mis pelos para pelucas, mi dentadura postiza, vendo maní, pan, mantequilla, jugo de guayabas de la mata, cigarros y fósforos (el desarrollo de un país se mide por la calidad de los fósforos), la cocina de gas, el refrigerador, vendo las flores del jardín, el aire acondicionado, las ventanas indiscretas, los cuentos de hadas, vendo la venta, la hipoteca, la cuenta bancaria, vendo la cajita de la alcancía de Tomás Moro, vendo un cowboy, un caballo pony, vendo un elefante, una jirafa, vendo a Pinocho, una flauta para música, un collar de perlas genuino, una onza de oro Troy, vendo un usd de 1871, una escalera, un edificio, vendo un sinsonte con su jaula, vendo alpiste y una maquinita para pelar naranjas...

Vendo una mujer y una novia, un viejo y un bisabuelo, una carta de amor vendo un cohete, un asteroide, vendo una inyección contra la gripe, un amor perdido, una alfombra para volar, un tren eléctrico, una cajita de música, vendo una pastilla de aspirina, un tambor, un revólver para jugar, vendo una fusta para domar leones, vendo un león, una serpiente, un huevo de águila, una catarata, una cartera usada, un baúl, el capitolio, el malecón, la luna y las estrellas, yo lo vendo todo menos mi alma... Este alma naque que llevo encima me ha costado un buen trabajo vamos a ver, pensarlo primeramente, sembrarlo sin fertilizantes nitrogenados, ponerle tierra o aporcarlo, cortarlo, verlo crecer y cosecharlo. Mi almita de navegante no la puedo vender porque si la vendo me quedo errante, itinerante, extravagante, tunante, ambivalente, unívoco, equívoco, equinoccio, me quedo solidiscupio, me quedo más tiempo en menos espacio, sin mi almita me quedo sin terneros, sin hierba que pisar, sin pisapapeles, sin sexo de mujer, sin huellas dactilares, sin licencia de conducción, sin mi almita me quedo pelao, esquilmao, espurruñao, lisiao, feo, arrugao, aplastao y ñato...

Un escritor ñato y sin dientes es lo más triste del mundo, son escritores ñatosos los que han perdido su alma o la han vendido al mejor postor, son como Fausto, el cine Fausto de Prado y Trocadero: reparado pero húmedo, pintado pero descascarado, oscuro con luces, pespunteado, equivocado, convocado, aplaudido pero solitario, empolvado, sin asientos ni velas en los pasillos como era antes, un cine de barrio al que nadie va por la tarde porque las funciones siempre son por la noche pero un cine para teatro con o sin pantalla y con o sin música, ese cine atractivo que nos asombra, los escritores que venden su alma al diablo son nonatos, eunucos, elipsográficos, escalópicos, exabrúpticos, hirudínicos, ácidos, prúsicos, cólicos... Y no quiero seguir arrastrando mi almita para poder salvar gatos, recuerdos eróticos, cartas para enamorar a una señorita, miradas para enfermeras solitarias, tesis de grado para aspirantes a licenciados, conversaciones para coristas, cursos para aprender a manejar ascensores, lecciones para cruzar calles no semaforizadas, conciertos para pianos desafinados y orquestas incompletas, clases magistrales para animales de laboratorio, mi alma naque no se vende porque no tiene precio ni valor, es un alma común que llevo en la cabeza debajo de mi cuero cabelludo... un alma para dar amor a los sordos, a los inválidos, a los preteridos y a las bellas mujeres topmodelsfamosas, venga Ud. a mi casa y verá una colección de vestidos del Siglo XV originales... olerá hojas de guayabas verdes y se quedará pasmado ante la rana más pequeña del mundo, la tenemos aquí escondida debajo de las piedras del patio, donde crecen las orquídeas y duermen los camaleones.

En mi bóveda craneana está mi alma, está durmiendo en mi septum lucidum encima de mi maxilar superior, se esconde en el orificio de la trompa de Eustaquio o en la arteria carótida o hace malabares en el pabellón de la oreja, el asunto es que mi alma está presente dentro de mi cabeza en ese sórdido, acuoso, moldeado y baboso cerebro que llevo dentro, un seso agrietado de circunvoluciones, una masa de surcos donde crece mi inteligencia y mi idiotez que me compensan la única decisión válida en momentos de peligro de mi conducta: sí o no... Y si yo vendo eso alguien se quedaría con ella y yo me quedaría jure et facto como si io non so lettere que es algo así como que de hecho me quedaría analfabruto, total y completamente analfaseboruco y no se puede... no se puede vender algo que a uno no le pertenece que es como regalar lo que uno no tiene... porque desde el momento mismo en que esa almita ya dejó de ser mía para ser de otros por el efecto de la acumulación del cariño y otras bondades creadas por ella misma ya se nos escapa como agua de río que no podemos atrapar con las manos y se va volando al infinito buscando qué comprar pero nada que vender y así vendemos todo menos las almas que están aleteando como si fueran flamencos gordos impedidos de volar o elefantes diminutos de largas piernas y fuselaje de plomo incapaces de alzar el vuelo, peces multicolores pintados con lechada de marmolina criolla gratuita que ni pueden nadar vendidos... y ese tonelaje de ideas volátiles que no se pueden atrapar no se pueden vender porque ni tienen peso, ni forma, ni orificios y el ori es clave para vender alguna cosa, digamos un tamal sin ori no es nada, es como calamar vacuo, aliento al vacío, un beso sin boca, una jicotea con alas y esas piezas museables no se pueden vender por cuanto y por tanto en uso de las facultades que me están conferidas acorde con el resultado de las recientes celebradas elecciones mi alma es íntegra, señorita, púber invendible...

I oi qe kumplo loz 65 haños i um mez digo hezto i maz: Aures habent et non audient... Fin, The End, Koniec... Chirrín Chirrán. Mi alma, no. Qué vá! Yo no vendo mi alma ni a jodías... tásloco, mi alma es la única arma que yo tengo y si la vendo me quedo como goma de bicicleta romana sin sal.

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