domingo, 26 de octubre de 2008

A empujar el almendrón en el diario Km[Cero]

Tania Opazo dedicó una sección en Km[Cero], El Primer Diario para Universitarios de Chile (edición en papel, Año 2, edición N° 18, 15-28 de Octubre de 2008), a este blog que edito para mi papá, A empujar el almendron. El texto dice así:

[Blog Internacional]
Cuba libre, please
Aguaya Berlín es cubana, pero desde 1999 vive en Alemania. Porque los lazos nunca se cortan, creó el blog "A empujar el almendrón", donde técnicamente el que escribe es su padre, quien aún está en Cuba. Ahí relata en su particular estilo historias cotidianas, reflexiones de su vida y del transcurrir en la isla. Por las limitaciones comunicacionales, Aguaya le envía a su padre los comentarios de los visitantes por correo, para luego postear sus respuestas. Sin afán panfletario, no deja de recordar el aislamiento de Cuba. Un blog que rompe fronteras.

Esta es la portada del diario...


...y ésta es la tercera página, donde aparece la nota de Tania Opazo:


Mi profundo agradecimiento a la periodista y a argatica, autor de los blogs: tmd-uc, from the bottom of the top y la ruta del gato, por avisarme. ¡Muchas gracias!

¡El viejo mío se pondrá muy contento! ¡Yo ya lo estoy! Pero ustedes ya saben: se enterará de la noticia a partir del lunes, a través de conocidos que tienen correo electrónico en su trabajo, pues en la casa ni soñar con el acceso a Internet.

Como algunos ya me han sugerido, tengo en planes editar sus posts en forma de libro. Si alguien tuviera algún consejo o sugerencia, le estaría muy agradecida. Por ahora Lulu parece ser una opción pero soy toda oídos. Quisiera verle la cara a mi viejo cuando tenga el libro en las manos... Con que haga feliz a dos o tres lectores, ya la alegría será triple.


[Este post lo publiqué originalmente en Desarraigos Provocados, mi blog personal]

La respuesta del viejo: en el próximo post.

(Continuar leyendo...)

miércoles, 22 de octubre de 2008

Papeles...

Estábamos buscando un papel simple y juicioso, no un papel enjundioso, grandioso, estrepitoso, generoso, estudioso y oso sino un papel sencillo como aquel papel que dijera algo de aquella sentencia: "Yo soy aquel que por quererte da la vida...". Pero no aparecía, se había escondido en la montaña de papeles de un bufete de abogados o de un palacio de matrimonios, de un tribunal penal cualquiera o de un registro civil y no aparecía el dichoso papel por más que lo buscáramos, por más que desenredáramos los demás papeles como hojas de coco para hacer sombreros y dijéramos a San Dimas que lo buscara por nosotros, que nos ayudara a encontrarlo en medio del berenjenal de papeles de todos los archivos del mundo. Pero vamos por partes para que se comprenda mejor eso de buscar la aguja en un pajar, mejor decir: buscar el papel en un papelar...

Ante todo nos dirigimos a una notaría y a un bufete pero en ninguno de los dos lugares estaba el papel porque los notarios llevan el susodicho papelito a un tomo y a un folio y lo mandan a un registro civil y los abogados mandan el mismo papelito a un tribunal pero ni en la notaría ni en el bufete sabían por cuál lado empezar y la señora que custodiaba la entrada nos dijo: "¿En que año se produjo el hecho mismo, a ver, señores apurados?". Y no supimos decir con exactitud en qué fecha ocurrieron los hechos y alguien dijo: "Debe haber sido entre 1999 y 2003...", pero esas no son fechas de ubicar un suceso jurídico cualquiera, la ley no trabaja con suposiciones tan amplias sino con un tomo y un folio y un año y un mes y un día y una hora, pero eso del margen tan amplio de eso nada, en ese mar de días y meses se ahogan los papeles. Y otro de los presentes en la inmensa cola que se había formado delante y detrás de nosotros dijo: "Mejor busquen primero los nombres y vayan al lugar de los hechos"... y hasta allí nos fuimos, a los palacios de matrimonios y nos dijeron: "Deben decirnos los nombres de los que se casaron para poder buscar..." y dimos los nombres y nos dijeron: "Aquí están y deben venir a recoger los papeles mañana en la tarde comprando un sello de 5 pesos cubanos". Pero los papeles solicitados no tenían notas marginales porque las habían incinerado o no llegaron nunca y "el papel que ustedes están buscando siempre aparece en esas notas y aquí no están...", nos dijeron de nuevo. Y el tiempo corriendo y el papel con el tomo y el folio allí escondido riéndose de nosotros y entonces fuimos al bufete porque en la notaría no aparecían y la misma señora que por la mañana trabajaba en un lado y por la tarde en el otro nos dijo: "Ya les dije que fueran primero al tribunal para que buscaran en los libros de asiento...".

Y fuimos al tribunal de caoba y policía, un tribunal custodiado por un enorme policía negro vestido de azul que estaba cuidando que no se llevaran las enormes mesas de caoba que nos dijo sin preguntarnos: "No pueden pasar en sandalias ni en short porque en los tribunales eso está prohibido". Y le dijimos: "Venimos a buscar un papel que nos dijeron que estaba aquí". Y el policía nos dijo: "En sandalias y en short no, porque en los tribunales eso está prohibido". Y fuimos corriendo a la casa a quitarnos las sandalias y ponernos las botas de buscar papeles y unos pantalones anchos tipo Benny Moré y regresamos al tribunal y el mismo policía nos dijo: "Pero hoy no es el día de buscar papeles sino de meterlos en los libros de asiento". Y volvimos a la casa sin el papel a cambiarnos la vestimenta por un short de pescar papeles y unas sandalias de papel para meterlos en los libros de asiento y nos dijimos uno al otro: "Mañana nos vamos vestidos a lo Benny y llevamos en una mochila los shorts y las sandalias". Y al otro día estábamos desde las seis de la mañana en la cola inmensa marcando el uno de la cola y empezó a aglomerarse gente detrás de nosotros pero las dos muchachas hermosas que trabajaban en la oficina del tribunal ese día no vinieron a trabajar porque estaban recuperando los techos que se los había llevado el ciclón y como a las once de la mañana el policía nos dijo a todos: "Ya pueden sacar las sandalias y los shores de las mochilas y vestirse como quieran porque hoy las muchachas están recuperando los techos que se llevaron los ciclones y no vienen hasta el lunes que viene".

Pero cuando llegamos el lunes vestidos correctamente las muchachas hermosas nos dieron unos libracos inmensos que cuando los abríamos para buscar los datos las hojas se les desmantelaban y por otro lado las polillas habían comido el poco papel de las hojas que habían quedado y ofrecían datos como este: "Universidad de La Habana y José Eleuterio Pérez...". O también: "José E. Pérez y Universidad de La Habana". Y dijimos en alta voz: "La Universidad de La Habana se ha divorciado de este tipo como seis veces...". Y estuvimos buscando todos los años desde el final del siglo pasado hasta los inicios del presente siglo y los libracos no tenían sino datos inexactos como el que se transcribe: "Ana María Gonzá... y José Eleu..." porque el resto se lo habían comido las polillas del tribunal y cada vez que pasábamos una hoja para buscar la otra los papeles se incineraban ellos solos solo de tocarlos, se hacían polvo a la mitad como el cuento de Jesús Díaz, que en paz descanse, se volativizaban y una de las hermosas muchachas nos dijo: "Esos papeles estuvieron seis meses al sol después de la última inundación de los ciclones". Y nos dijo algo más jodido todavía: "Sigan buscando para ver si encuentran el papel pero sepan que no se lo daremos porque esos papeles solo se entregan a los que se divorcian"...

Estábamos tan cansados y agotados que no tuvimos tiempo ni deseos de ver cómo correteaban las lagartijas delante de las perras para esconderse como los papeles en las cuevas del patio, ni ver cómo la pareja de totíes se comían los insectos debajo de las matas de rosas, ni ver comer la jicotea dentro de su recipiente azul en el traspatio de la casa, ni cómo las palomas seguían cagando las losas limpias del portal, ni el vuelo del colibrí que todos los días venía a buscar briznas pequeñas con las que hacer su nido y decidimos ir a tomarnos unos buenos helados en la única heladería de la ciudad para hacer las colas interminables debajo del sol abrasador del trópico y nos dimos cuenta de que allí también estaba una persona conocida en sandalias y en short: ¡El policía del tribunal!... Y le dijimos al custodio de azul: "Pero Ud. nos dijo que no se podía entrar al tribunal en sandalias y en short y ahora hace la cola de los helados en esa misma indumentaria", a lo que el poli nos respondió dejando ver sus dientes blancos y dorados de oro malo en una amplia y tribunalística sonrisa: "De tanto prohibir las sandalias y el short vine a probar qué se siente con esos arreos puestos, ¡díganme ustedes!". Y el papel sin aparecer le dijimos y el sandalioso nos susurró bien bajito y comprensible: "Vayan a buscarlo a un registro civil que está en la misma esquina donde ustedes vivían y pregunten allí por mi hermana Yusi". Y allá nos fuimos y encontramos el tomo y el folio en menos de lo que canta un gallo y Yusi nos confesó susurrando lo mismo que su hermano Poli Sandalias Short: "Nosotros sabemos todo porque somos una red, la red de Robert Redford, pero este papel no está aquí sino en el tribunal de 10 de Octubre y no se puede sacar por extraños, así que lo mejor que ocurre es que le paguen por la izquierda a Tolomeo Posta de Vaca 60 cuc y sin problemas él se encarga de todo para que se lo puedan llevar dentro de un mes, dentro de un año papel nuevo limpia el c... bien"...

Y nos fuimos al tribunal y encontramos el tomo y el folio mientras un custodio nos dijo que fuéramos a ver al Tolo que él se encargaba de todo por allí y cuando nos empatamos con dicho sujeto era primo hermano de Poli Sandalias y nos dijo: "Yo le hago el trabajo por encargo por 50 cuc, me encargo asimismo de dar la propina a Poli, Yusi, las muchachitas hermosas de este tribunal y me quedo con 5 cuc para mis gastos que consisten en un pollo frito en Wakamba y un café expreso en la calle O en el Vedado y todo limpio en 48 horas laborables". Y nos miramos con cara de comemierdas comprendiendo una verdad simple: todas las gestiones papelerísticas se pudieran haber hecho por nosotros mismos si no fuéramos tan simplones como Juan Gallina Blanca, un tipo que estaba cazando una gallina de ese color en el registro civil de Miramar y estuvo allí un año detrás de aquel ave y no la pudo atrapar porque era de la parqueadora de ese lugar que le daba a la gallina maíz del bueno y le decía todos los días del mundo: aquí los papeles nadan solos cuando ven un cuc...

A la larga y en el fondo papeles son papeles y cartas son cartas y las palabras de las mujeres todas son falsas, nohaymásná, noestamosenná, ninániná, yonocreoenná, yemayáná, sensemayálaculebra, oloffiná, en finná, dime tú, llevamos 15 días buscando el papel y ná, gastamos toda la gasolina de los cupets, nos comimos dos pollos fritos en Wakamba y ná y lo peor de todo: miles de personas mirándonos y riéndose de nosotros porque éramos los únicos en short y sandalias que quisieron entrar a un tribunal y ni a mear pudieron pasar, un baño al final del edificio que se derrumbaba donde entró una muchacha de pelo largo de lo más bonita y dejó un regalo apestoso enorme en la taza sin agua, un encargo de santo que parecía un brazo gitano carmelita y que al salir al pasillo dijo aquellas sabias palabras que no olvidaremos nunca: "Ni 'palimpiarme' me resolvieron un pedazo de papel en este tribunal".

(Continuar leyendo...)

sábado, 4 de octubre de 2008

ET

José Emeterio Saturnino La Guardia se levantó ese día más temprano que de costumbre porque tenían que hacerle unos análisis en el policlínico según las orientaciones de su médico de familia. En ayunas fue con una jeringuilla desechable para la extracción de sangre que le habían regalado unos amigos mexicanos, una latica de Vic Vatronol con muestras de heces fecales y un pomito con muestras de orine que Emeterio recogió esa madrugada y que se notaba estaba amarillo, denso, como agua estancada. También cargó con un periódico del día anterior que no había podido leer con calma, sus espejuelos de ver de cerca, un termo con café del bueno dentro, un vasito plástico, una sombrilla, su sombrero de guano tejido por haitianos de Camagüey y por si fuera poco un nylon con un regalito para la muchacha del laboratorio que contenía un jabón de olor para el baño y otro para lavar.

La noche anterior había estado mirando la tele y su racimo de películas nocturnas que se anunciaban para la minoría de teleastas con el letrero de la comisión de censura: lenguaje de adultos, violencia y sexo. Era algo curioso y simpático al mismo tiempo, cuando Eme se ponía a verlas para buscar algún entretenimiento erótico al menos, las escenas eran tronchadas como pescados congelados de mar y pasaban a la próxima dejando que la ansiedad no proliferada en un país que tanto necesitaba del crecimiento de la población y sobre todo de la maternidad detenida por los períodos de escaseces o incertidumbres de suministros. Sátur estaba convencido de que el mercado en fronteras era endeble como las casas de los pueblitos del interior que ante el primer aguacero se desmoronaban como castillos de arena y que la palabra abastecimientos se había sustituído hacía rato por la de suministros. La gente no salía ya de compras a las tiendas sino "daba una vuelta a ver qué había" y en las bodegas de productos normados que se anotaban en la libreta se corría siempre la misma broma en boca de los asistentes o del propio bodeguero: Escambray o Camarioca ("Hay pero no te toca, te toca pero no hay"). Y los consumidores se reían diciendo en alta voz casi siempre la misma frase jocosa: "Nohaymásná".

Un pueblo mezclado como el café y el ajiaco hacía colas para cualquier cosa: ponerse o quitarse de la libreta en las oficodas (una denominación que nadie sabía qué significaba propiamente), hacer largas filas para comprar calderitas de cocina con un embarre de esmalte y fondo de teflón que no se podían poner en la candela de gas porque se derretían, llevar el viejo aire acondicionado ruso para cambiarlo por uno nuevo LG de procedencia china barato a pagar a plazos para enfriar todo un almacén habitacional dentro del cual dormían seis o hasta diez personas, para ir a ver las películas del año en los festivales de cine latinoamericanos con el gusto de salir de esos maratones con el cerebro relleno de películas llamadas "abiertas", críticas eróticas violentas y malhabladas exceptuando las argentinas que la gente no acababa de entender por lo rápido parlantes que eran y por el significado de algunas frases y expresiones incomprensibles o las extranjeras subtituladas cuyas escenas transcurrían expeditas a tono con el idioma original propio de sus países y que eran incapaces de ser leídas por los espectadores del patio en esas condiciones y por tener los letreritos pequeños como penes de chino viejo, colas inmensas para los turnos médicos, para los exámenes de ingreso a las facultades universitarias, para comprar el periódico o las revistas en los estanquillos de esquina, para consumir las pizzas de queso y puré de tomate hechas en hornos eléctricos especiales para quemarlas, pizzas tostadas gruesas y aceitosas introducidas en el paladar isleño por italianos conquistadores de negras, provenientes de regiones diferentes y desconocidas para ellos mismos, protagonistas de incomprensiones idiomáticas e históricas que estaban interesados en beber cerveza dispensada local barata, comer desaforadamente a cualquier hora y hacer el amor sin preservativos sabiendo no solo que las negras autóctonas estaban limpias y sanas sino que cuando menos ellos lo soportaran aquellas bellezas de ébano los bañaban y vestían por poco dinero y luego los exhibían como trofeos de guerra diciendo a todo el mundo: "Mira cómo lo dejé y eso que me decía que era un gladiador moderno".

La Guardia era un ciudadano simple y honesto, un graduado de la universidad de la calle, máster en hacer cualquier cosa que hiciera falta, un multioficio que lo mismo chapeaba la hierba del jardín, sembraba calabazas silvestres, ponía y quitaba antenas de televisión en los techos, que limpiaba el portal semanalmente, exprimía ropa lavada en el patio de la casa, cultivaba plátanos hermosos y flores de estación, pintaba cualquier pared, hacía mezclas de conversiones monetarias (de euro para convertible, de convertible para pesos cubanos y viceversa, de dólares para euros, de bolívares para convertibles, de pesos cubanos para euros y otras monedas) o buscaba productos agrícolas e industriales, cambiaba bujías, transportaba clientes en su machacado y anciano auto, hacía cuentos y enviaba mensajes, hacía colas y compraba panes, dejaba que le cortaran el cabello y se afeitaba frente a un espejo diariamente, leía, escribía, comía y respiraba como todos los demás, pero solo cuando leyó aquella noticia en el periódico del día anterior José comprendió que alguna verdad había en la información insólita que se le brindaba: "Un equipo de científicos ha obtenido un nuevo indicio de que algunos ingredientes clave para el desarrollo químico necesario que llevó al surgimiento del ADN en la Tierra pudieron llegar desde el espacio, informó el Imperial College de Londres...".

Por esa razón llevó consigo a la cola del laboratorio de exámenes del policlínico el artículo del periódico en cuestión con el propósito de devorarlo en un santiamén mientras los demás conversaban, fumaban, dormían o perdían su tiempo miserablemente... pero no pudo hacerlo porque la muchacha del laboratorio cuando lo vió y le vio las manos ocupadas con todo lo que traía dijo en voz alta aquel llamado al orden en medio de la gritería de viejos: "Por orden de llegada, a ver..." y él, "Pepe" ostentaba orgulloso el número uno de la cola. Ella lo llevó con cuidados hasta el asiento indicado, tomó la jeringuilla desechable del envoltorio que traía el visitante y comenzó la rutina diaria: poner la cuerda de goma en el brazo, localizar la vena, golpear levemente la piel para introducir la aguja y extraer el líquido precioso que Saturnino le brindaba... Puso luego el algodón con alcohol en el orificio hecho, él encogió el brazo y dejó las otras muestras al cuidado de la muchacha, le entregó los jabones y con un beso de despedida se fue por donde mismo había entrado cinco minutos antes. Todo bien, sin problemas, tomó su cafecito caliente y regresó a sus labores diarias... ante todo leer aquel raro artículo.

Siete días más tarde un equipo multidisciplinario SUM (médicos, paramédicos, enfermera y chofer) parqueó frente al jardín de Emeterio y dos científicos serios se acercaron al viejo que estaba podando unas matas de rosas blancas que crecían al lado de la cerca y le dijeron: "¿Ud. es José Emeterio Saturnino La Guardia, verdad?"... a lo que El Sat dijo: "Este que viste y calza... ¡sí señor!" Y le preguntaron: "¿Y Ud. se siente bien?"... Y Emete respondió como siempre: "Fíjense qué bien me siento que hoy he podado todas las flores del jardín con esta tijera que Ud. ve y ni gota de sudor ni de cansancio, ¡sabe!". Y todo el equipo le solicitó que los dejara pasar por favor para comunicarle la rara noticia: "El tipo de sangre que Ud. tiene según los análisis hechos es desconocida sobre la faz de esta tierra donde todos vivimos, mire qué cosa...".

Ellos dijeron que habían consultado con todos los laboratorios nacionales y con tres internacionales aprovechando las conexiones del antidoping instalado en 100 y Aldabó para el análisis de los deportistas de alto rendimiento y que ni ahí sabían de qué sangre se trataba y otros labs radicados en México, Brasil y España enviaron correos diciendo que en estos lugares se asombraron de los resultados obtenidos de ese tipo sanguíneo raro e inexistente. Que tanto la composición, textura y otros parámetros eran únicos y que estaban interesados en conocer quién era su portador y cómo se comportaba y estuvieron conversando de eso con Saturni casi una hora exacta y fue entonces que el viejo les preguntó a todo el equipo SUM que permanecía hablando sentado en el pantry de la casa: "Entonces ¿no soy una persona normal?"... Y le dijeron: "Tenemos que comunicarle que Ud. por su sangre es un hombre único diferente a todos los demás...". Y el LaGuard dijo: "Como un extraterrestre, ¿verdad?"... Y le dijeron: "¡Sí, más o menos eso!!. A lo que José Emeterio contestó con aquella voz de truenos que tenía: "Si yo lo único que he comido durante toda mi vida es arroz con frijoles negros, yuca con mojo y algún que otro picadillo con pasas cuando lo hay y me he comportado solamente como Dios manda: ¡con honestidad!".

Pues con todo y eso aquel equipo de especialistas insistió en que se trataba de un terrícola único y especial, un sui géneris extraño para estas latitudes con una sangre llena de vitaminas y minerales que evidenciaban algo relacionado con la galaxia y terminando la entrevista se retiraron sin darle la espalda al viejo y con eso se corrió la información de tal suerte que media hora más tarde la gente poco a poco se iba concentrando frente a la casa de Satu y no le quitó la vigilia de encima hasta que le repitieron por siete veces los mismos análisis de sangre no solo los laboratoristas más destacados del país sino una comisión internacional de ellos en hospitales de todo el mundo que viajaron especialmente para ver el caso y los análisis siempre daban lo mismo: una sangre rara diferente a todas las sangres del mundo y el viejo era como uno más y sin embargo lo más diferente de todos...

Una persona que jamás había ido al médico con anterioridad, que nunca se había hecho análisis de ningún tipo, que lucía bien para los años que aparentaba, que hablaba y se comportaba no como el ser raro y foráneo que decían sino como un viejo del montón, que estaba enamorado de cualquier trabajo que hacía, que no levitaba, ni volaba, que le gustaba el café bien fuerte y con azúcar, que no fumaba, ni ingería alcohol, que no robaba ni desviaba recursos, uno más en las colas de periódicos y revistas y sin embargo algo raro tenía y ya la gente lo cuidaba porque cuando salía de su casa y caminaba los policías le cuidaban el paso porque la gente casi que no lo dejaba caminar al punto que hasta vinieron creyentes de todas partes del país e incluso del exterior a ver a Emeterio Satur pidiendo que le curara los males de que padecían y Pepe M siempre decía lo mismo: "Yo no he hecho otra cosa que comer arroz con frijoles negros y comportarme con honestidad... ¡carajo!". Pero nada, José M era visitado por Presidentes, artistas, científicos, leprosos, mujeres y niños sobre todo niños que le pedían que volara o que echara candela por la boca como los dragones y él, que no permitió jamás que le sacaran ni una sola gota de sangre más de sus venas les decía: "No le hagan caso a esos sabios que ellos no saben nada de nada"...

Pero la gente seguía allí esperando a que el viejo dijera o hiciera algo diferente pero él repetía siempre lo mismo... Ya le habían hecho reportajes radiales y televisivos, películas y documentales, entrevistas para la prensa plana, lo habían invitado a que hablara en la ONU donde querían proponerle el premio mundial a la honestidad probada instituido en su honor pero él no quiso moverse de la casa donde vivía porque decía él no era merecedor de tal galardón, se levantaba temprano, tomaba café y se ponía a hacer cualquier cosa y la gente lo miraba y lo tocaba para ver si se contagiaba con algún poder extraño pero él les decía: "No me toquen tanto que me van a gastar la honestidad, ¡coño!"... y pasaron los años y allí seguía Guardia repitiendo la misma cantaleta año tras año, generación tras generación hasta que un día una periodista le preguntó en medio de un gentío alborotado el mismo día de su cumpleaños: "Don Emeterio ¿y cuántos años lleva Ud. con eso de la honestidad, a ver?". Y Emeterio La Guardia le dijo: "Llevo con eso en la sangre tantos años como los que tengo de vida pero nadie me cree mire Ud. porque dicen que yo soy ¡un ser de otro mundo!".

(Continuar leyendo...)