lunes, 21 de enero de 2008

Los nietos están en la vitrina...

Hoy cuando abrimos el mueble para sacudirlo y ordenarlo estaban los nietos metidos allí, detrás de las copas empolvadas, escondidos en la esquina del traste oliendo a cedro y a tabacos guardados, entre vajilla de plata y cajas para regalos.

Nos habíamos dedicado a buscarlos por todos lados pero no aparecían, haciendo sus juegos de esconderse de la gente para aparecer cuando menos uno lo esperaba, pero no pudieron quedarse callados sino que los descubrimos porque cuchicheaban bajito, hacían los cuentos de los sueños que tuvieron la noche anterior, de los perros que amaestraron, de los gatos que recogieron, de los zoológicos que visitaron, de los patos a los que dieron de comer y ese cuchicheo se escuchaba en casa.

Las travesuras de los nietos no son las mismas de los padres que les dieron la vida, es decir, de nuestros hijos. A nuestros muchachos nunca se les ocurrió esconderse en las vitrinas, en los closets de los cuartos, en la punta de la mata de guayabas, en los cucuruchos y tetas de plátanos plantados. No se les ocurrió nunca esconderse en las claraboyas de desagüe, dentro de los libros de lectura, debajo de la mesa de poner las piezas en el garaje. Nunca fueron tan atrevidos de esconderse entre el follaje del jardín, debajo de los rosales, en los pasillos del fondo ni en los tanques del agua... Ahora allí se esconden los nietos, ululan como carros de apagar fuego, como ambulancias y viajan rápido uno detrás de la otra persiguiendo a las perras cuando salen a correr o a los colibríes cuando van a anidar, allá están encaramados en los cordones del teléfono, en la rueda de los patines, se meten entre los rayos de las bicicletas y sacan la cabeza cuando ya no logramos verlos.

Hoy estaban allí, metidos en la vitrina de las copas dormitando, haciendo el cuento de anoche, acurrucados como si fueran hurones azules o floras de cabello encaracolado, azoteas multicolores que se esconden para salir al sol a que las admiren. Estaban los nietos haciendo señales con las manos, más bien con los dedos de que los fuéramos a encontrar, que los descubriéramos antes de convertirse en mariposas, en palomas mensajeras, antes de pasar por las inspecciones aduanales, por los trámites de chequeo para arribar a los aviones poderosos. Ellos querían que les dijéramos: "Los atrapamos!!!". Así de sencillo, ese era el premio a que aspiraban. Pero cuando fuimos a la vitrina ya se habían ido a otra parte, se habían escondido detrás de los cristales del baño, entre las matas de uñas de anta y flores de vicarias hasta que los divisamos por la forma de moverse de las hojas y el perfume de las flores. Estaban allí acurrucados en el jardín tarareando canciones.

Al menos nuestros muchachos estaban siempre bajo una figura humana concreta, como la mayor a la que identificábamos por su pelo enredado y suelto, que trepidaba como rabo de nube cuando salía del aula y se iba acercando pausadamente hasta que su perfume invadía toda la casa, al hermano no lo esperábamos igual, venía hecho un torbellino de carreras, sudaba buscando el guante y la pelota y se iba de nuevo a jugar al jardín, pero estaban ahí... Sin embargo los nietos están y los sentimos pero no los podemos tocar mucho. Solo un segundo, porque si los tocamos desaparecen y tienden a esconderse en los lugares más insospechados. Anoche mismo, para contarles algo, estaba una debajo de los cojines del sofá y la sentimos cuando molestaba a la perra salchicha queriendo ponerle un cascabel como a los gatos y el otro subido en una torre de metal francesa frente al mismo televisor...

Pero el lugar más curioso donde se esconden es por supuesto los plafones del techo que aumentan la luminosidad de los bombillos ahorradores. Cuando uno se acuesta a meditar sobre algo, a hacer los ejercicios taichí acostado están ahí sentados en el plafón del techo, riéndose de las posiciones de William, buscando conversación o haciendo uno bulla tipo tatatatatá y otra pronunciando una palabra parecida a matuyuyusi, que provoca una risa sorprendente, cómplice, rara y amistosa, una risa contagiosa que nos prueba que están al alcance de la mano pero no podemos tocarlos ni un segundo.

Los olemos pero no los sentimos, los observamos pero no los vemos, los escuchamos pero no los oímos, sabemos que nos miran pero no los tocamos, nos gustan pero no los probamos, están pero no están, sabemos que vienen pero regresan a la vitrina donde hay una cama singular para esconderse, una cama con una enorme hoja verde de cubierta como mástil de barco, una pieza cobertor de felpa clara para taparlos del frío y una alacena llena con helados de frutas para que mitiguen el hambre. Cuando miramos por la ventana apartando las flores del flamboyán enano que está sembrado en el jardín allá están meciéndose en la medialuna de la luna, la misma luna a la que le ladran los perros uno pidiendo que lo carguen y que lo acuesten con su último regalo para dormir y la otra con el mismo juguete de siempre que es el que le hace los cuentos que ella quiere oir, unos cuentos interminables bilingües, extraños, de patos y gansos, de ríos y zoológicos, de caballos salvajes que comen en las manos...

Pero sabemos que nos llaman para que los protejamos, sentimos que sus pasos nos están invitando a salir a los almacenes a beber refrescos, morder galleticas o vaciar hasta el fondo los pomos de compotas. Nos besan con el olor de sus pielecitas como si fueran animales de cariño, no nos piden dinero porque no saben lo que es eso, ni felicidad porque la tienen al ver a su mamita y a su papito y los abuelos no podemos dársela porque tienen mucha y se pueden indigestar de eso. Solo nos piden a veces que los dejemos meterse por las hendijas de las puertas de la vitrina y esconderse debajo de la cama diminuta que tenemos allí, lo mismo que hacíamos nosotros cuando queríamos desaparecer que nos metíamos debajo de la almohada de la cama, rellena de hojas de oca blanca que cuando se desinflaba crujía como nido de gallinas. El único y grande regalo que le podemos hacer y que ellos nos piden es dejarlos hacer lo quieran hacer pero pidiendo permiso...

Pero no solo se esconden en casa sino fuera de ella... Los otros días salimos a visitar familias y sentimos un vaivén en la parte posterior del carro pensando que eran los bujes de los amortiguadores pero no, eran los nietos que se habían metido clandestinamente en el maletero y ahora jugaban al cachumbabé dentro de ese aposento para denunciarse una vez más y hacer sentir su presencia. Cuando botamos la basura llevamos también a los nietos cada uno con alguna hojita descarriada para que aprendan el duro oficio de los recogedores de desechos. Nos los llevamos también cuando cazamos las películas del festival de cine y tenemos que sacarles entrada cuando la sesión lo merita y ponen una de esos largometrajes infantiles, allí boquiabiertos están sentados los nietos mirando la pantalla grande. Y cuando vamos a la bodega o a las tiendas recuperadoras de divisas a comprar lo que nos tenemos que comer los nietos agarran sus jabitas, colaboran en el trasiego y hasta dicen adiós a parqueadores y tenderos en un intento también por destacarse y aspirar algún día que los elijan nietos ejemplares o vanguardias.

A decir verdad el lugar más interesante donde los hemos encontrado fuera de la casa no es en el parque de diversiones como es natural, sino dando de comer a los gatos callejeros, queriendo salvar de los accidentes de tránsito a una que otra viejita que no puede cruzar sola la calle, rescatando perros desorientados o perdidos que no pueden regresar a casa, buscando animales para estudiarlos y ayudarlos a vivir, limpiando aceras, cultivando flores de estación o simplemente mirando obras de arte en los museos nacionales o internacionales... Allí se portan tranquilos, no se les oye risitas ni llantenes, no piden nada sino reciben porque los nietos saben que las mejores obras de arte las tienen en la sala de su casa y en el cuarto de escribir: una plumilla con una calle de Trinidad, un hombre serio con dos dedos en la frente y Madonna mirando sonriente y pícara a cada visitante que se asombra de que esté detrás de aquella puerta...

Los nietos crecen y no los podemos ver, por ahora. Cuántos abuelos como yo no los tienen cerca porque no pueden, no por que no quieren... Hay muchos abuelos como yo deseando abrazar a sus nietos todos los días, agarrarlos de las manitos y pasear por el jardín, hacerles un cuento de hadas antes de dormir, contar bichitos que caminan por el muro... Mientras llega ese beso y ese abrazo real nos contentamos con imaginarlos, imaginar cómo saltarían sus ojos de locura al ver una jicotea chapaletear en una piscina de plástico para ella sola, qué harían al tener en las manos una lagartija verdadera, una rana curiosa y rápida escondiéndose en un nido de plátanos, cuando sintieran caer una guayaba de una mata que se mueva al viento, montar un caballo y acariciar sus crines... mientras ese momento llega nosotros estamos cabalgando con ellos, buscándolos sabiendo donde se encuentran, ahora saltando sobre las losas del techo, bajando y subiendo las escaleras de una canal imaginaria, haciendo globos multicolores de jabón con una flauta de calabaza, volando papalotes o mirando cómo bailan las olas del mar encaramados sobre el muro del malecón... Los llevamos encima sobre los hombros, dentro de la cabeza con dos fechas como brújula para orientarnos dónde están cada uno de ellos: un 5 de Mayo y un 17 de Julio.

Cuando tocamos con un dedo el 5 aparece el varón y cuando lo hacemos con el 17 la hembrita, porque aparte de su interés por esconderse esos nietos lindos que tenemos se convierten a cada rato uno en la otra y viceversa queriéndonos engañar. Pero no pueden porque ya sabemos el supuesto truco de sacar conejos de un sombrero de copa: ellos nacen dentro. Así que los magos lo único que hacen es la operación con las manos, verdad?

8 comentarios:

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

Los nietos, los padres, los hijos, los hermanos, los amigos... son espacios vacíos que tenemos que llenar con el recuerdo.

Un fuerte abrazo,
Tony.

Aguaya dijo...

Tony, ya le paso el comment al viejo...

A veces me pone muy triste que no pueda tener a los nietos al lado, por eso les hablo mucho a los dos de los abuelos y familia de Cuba. El chiquitín no me entiende aun pero la grande (va para 3 en mayo) los recuerda bien y habla de ellos.

Yo quisiera que vieras como se ponen de chochos cuando la oyen decir un par de palabritas en el teléfono...

Anónimo dijo...

Aguaya:
me dejo sin habla el comentario de tu viejo. Yo he armado como un muro para no lastimar a la mia, que me ha de creer un tipo insensible y "con la coca cola del olvido tomada" pero te confieso que cada vez que le dice Abuela al telefono se me aflojan las rodillas. Cuanto dolor de gratis, cuanta maldad en el medio.
Abrazos a ti y a tu viejo desde Texas
Julio

Aguaya dijo...

Gracias por tu comentario, Julio. No sabes cuántas veces se me aflojan también a mí las piernas...
Enseguida se lo mando a mi viejo por email, que es como único, a través de terceros, se entera de lo que comentan en el blog que le hice.
Saludos desde Berlín!

Ivis dijo...

Aguaya, a mí me ha conmovido mucho el cuento de tu padre. Cuánta sensibilidad recogida en unas líneas. Es doloroso y tan tierno... Tu padre debe ser una persona muy especial. Ojalá que pronto, pronto, pueda estar junto a sus nietos, que esta separación no tiene perdón ni motivo.

Aguaya dijo...

Ivis, sí que es una persona especial... Si lo vieras gateando por el piso al lado de la nin~a y riéndole todas sus gracias... El día que regresó a Cuba era muy temprano, ella aun dormía, y no quiso verla así. Prefirió su rostro jugando la tarde anterior. Yo me puse triste... Me escribe emails a diario y más de la mitad de cada email es hablándome de ella y preguntándome qué nueva cosa hace. El nin~o solo tenía una semana de nacido cuando él regresó.
Estas separaciones le hacen mucho dan~o a las familias cubanas... Espero poder vivir el día en que muchas de ellas se reencuentren para no separarse más.
Saluditos desde Berlín!

Aguaya dijo...

Tony, Julio, al viejo le echaron una peseta y la cuerda le dió para un post :) "Ideas y palabras"

Ivis, evidentemente tu comentario nolo ha leído... se lo mando de nuevo (por email pues no tiene acceso a Internet. Él no ha visto el blog ni una sola vez...)

Anónimo dijo...

...please where can I buy a unicorn?