miércoles, 6 de mayo de 2009

El agua llega al fin

Después que se formaron las pirámides de polvo cuatricolor el mes entró con una gota de agua clara (ríspida cárnica cónica cómica) un aguacero que llenó la calle de enfrente, se trepó por las aceras buscando cómo salir de las esquinas y se perdió por los desvíos y avenidas inmensas rumbo al mar lejano para contaminarlo al menos en las orillas rellenas de jaibas y corales. Y su dulzor se convirtió en sal allá por el beril azúl profundo en el que anidan los peces y mamíferos poderosos descendientes de los mamuts y dinosaurios gigantes que desaparecieron en las olas de calor hace millones de años.

Fue una verdadera invasión gótica que se fue acumulando después de cuatro meses de sequía y fue fiel a la fecha en que inició su llegada: una supuesta primavera. En eso de la división antigua de las estaciones del año en los últimos cincuenta se había borrado la clasificación de primavera, verano, otoño e invierno y se había sustituído por la de período de lluvias y de seca. En medio de la profunda sequía en la que había surgido la pandemia de la gripe tipo A combatida sin tregua por todos, la gente decía que más nunca iba a llover de verdad. Pero los mismos hombrecitos de trajes de astracán y botas lustrosas impenetrables al polvo dijeron que después de los vientos de cuaresma y de las festividades de las pascuas cristianas vendría un poderoso y benéfico aguacero que no acabaría sino seis meses después y que traería tanta agua como la que haría falta para llenar las presas y represas, los embalses y tanques no sólo de todo el archipiélago sino también de los países vecinos todos incluídos. Y la gente comenzó a tener de nuevo fe ya que el remedio contra la epidemia de gripe había traído resultados positivos y no se había caído la luna sostenida en el firmamento por una descomunal fuerza de voluntad.

Primero fue una gota aislada única fuerte como un disparo que se alojó en cada lugar al mismo tiempo y fue absorbida por el polvo diseminado en el ambiente lo que puso en dudas el vaticinio de los predicadores. Una gota que nadie pronosticó que cayera y lo hizo con tal precisión a la misma hora en que mataron a Lola: las tres de la tarde. Hubo quien creyó que se trataba de un cañonazo para una festividad histórica que conmemoraban. Otros lo confundieron con una centella maravillosa sin nubes y a la luz del poderoso sol. Ciertos personajes adujeron el ruído a un choque gigantesco de trenes. Pero nadie se imaginó que fue una gota simple de la combinación más fértil que hubiera salido de cualquier laboratorio: una molécula de oxígeno y otra de hidrógeno.

El mismo líquido del que en más del setenta por ciento está compuesto el organismo del homo sapiens, ese que tomamos al levantarnos por la mañana reposado de la noche anterior bueno para activar el mecanismo del riñón y la apetencia sexual. El que se considera líquido vital. El que se acumula en los pozos de oasis, se embotella filtrado en recipientes transparentes, se inyecta para ligar con algún antibiótico, identificado en ocasiones con el sudor o las lágrimas. El mismo que se pide de favor y nadie osa negar. Dar de beber al sediento, al colibrí que revolotea tratando de libar el néctar de aquella flor, el agua para mitigar la sed, para asear el cuerpo, bendecir el alma, el agua del café y de la leche, en fin la que cae de la nube nimbo cargada de agua y se convierte en río y mar, en océano y glaciar glacial, un agua también turbia, enconadamente contaminada en la que se baña la gente, lava su ropa, defeca y entierra a sus muertos en ciertos lugares, un agua que nadie tiene y otros sí, aguapatí y aguapamí, acueducto, aguacate, aqua velva, esa que brota de manantial y da la vida o la quita.

La mejor agua es la insípida e inodora y aquello de que el agua cae es muy relativo porque también sube convertida en vapor o se queda quieta cuando se hace hielo y la que nos cautiva es la de azahar, la que nos perfuma es la de Colonia que es el lugar del mundo que sigue siendo tal y no reclama un nuevo estatus independiente. Parece también que hay tejados que tienen dos aguas por las que baja el torrente mientras que hay otros por el que corre una sola gota dimensionada. El más sabroso es el refresco hecho con agua de limón, el más frío es el rascarasca confeccionado con agua sin hervir y servido en cucuruchos de papel sin higienizar. También agua es dinero y si el niño se hizo agua es que se hizo pipi. O cuando el barquito de papel se va a la ancha mar deja una estela de aguas detrás. Y las hay medicinales y pesada cuando se combinan el deuterio y el oxígeno que tiene utilidad como moderador de neutrones y otras aguas que disuelven hasta el oro y el platino, fíjense ustedes.

Aquella que hace burbujas y que se sirve por el cantinero para disfrute del cliente, el agua de Seltz y también la que viene embotellada de la misma familia y que se muestra como digestiva (¿cuál agua no es digestiva?), agua salada y agua dulce como la famosa calle de nuestra ciudad la misma que confluye o se inicia en varias calles y que nadie sabe a qué municipio tributa cuando se inunda, el agua dura y el agua gorda, el agua muerta y la estancada, la tofana venenosa (habría que preguntarle a los mismísimos italianos), la oxigenada para blanquear o teñir, la de socorro que es un bautismo de corre-corre, las aguas minerales y las fantasmales, el agua del babalawo y la santera para el despojo, la potable y las albañales o residuales, las aguas termales y las territoriales que pertenecen siempre a algún país.

Pero las aguas de borrajas son las que desvanecen las esperanzas (esto debe quedar claro como el agua) pues la que pasa no mueve molino, aguas calientes mexicanas, aguamarina como tus ojos y aquella joya, ese líquido que hierve a la temperatura de cien grados Celsius cuando la presión que se ejerce no es superior a una atmósfera, la misma que se solidifica a cero grado Celsius (que es valga decir la mejor temperatura para cualquier país pues con esa medida no hay ni frío ni calor=cero grados, una anécdota que se le atribuye a cierto dirigente sindical que aseveró tal cosa en una reunión pública), dicen los gerentes de las shops que un centímetro de agua a cuatro grados Celsius pesa un gramo (eso para la venta de líquidos como el ron) pero a mí no me crean. Y de cualquier manera no hay agua pura (sin sales, gases, microbios, etcétera incluso in situ) a la que Guillén llamó en uno de sus poemas "pura mierda" (y en el que se refirió de paso a la pureza falsa "del virgo nonagenario") y en fin para terminar con Pequeño Larousse Ilustrado, el agua es lo que no nos puede faltar para llenar el cántaro en la fuente o la múcura que está en el suelo y mamá no puedo con ella.

Sin embargo la más sabrosa es la del melón rojo por dentro y verde por fuera como ciertos socialistas de los primeros años que no podían identificarse públicamente como defensores de esos ideales, el agua con azúcar que es divina como cierta cerveza dulce de Súsdal en las cercanías de Moscú, quien la toma vuelve algún día allí en cuerpo o en alma. La que si no vas a beber hay que dejar correr y la impúdica que le corre por el cuerpo a la bañista desnuda y lo hace sin pena y con gloria. La que compramos con dinero y la que damos gratis. Esa incolora vino el primero de mayo ("agua, que va a llover") a sepultar la polvareda de los meses de sequía con el aviso de que vendrían los ciclones. Comenzó con una gota convertida en cañonazo de las nueve en plena tarde y se fue transformando en chinchín ("tilín, el agua cayó") llovizna, niebla mañanera, chubasco, aguacero, torrente, diluvio, maremoto, tsunami, tifón, cataclismo, rompiendo diques y formando cataratas, saltos y cavernas para peces ciegos o trajo las inundaciones de ciudad que se producen por la incompetencia de las alcantarillas ineficientes combinada con la acumulación de desechos sólidos en las esquinas de las calles.

De la misma manera que la invasión del polvo le ganó a la influenza A y ésta a las noticias de la crisis económica global, como si hubiera estado planificada la cosa para ocultar con una pandemia la otra del desempleo y de la crisis inmobiliaria, ahora estos aguaceros han quitado del medio el polvo al ciento por ciento y ponen el índice al comienzo dentro de poco de la temporada de los ciclones. Dentro de poco nos habremos olvidado de todo lo anterior y nos concentraremos en la tarea más urgente de todas: ir a buscar algo para comer. El polvo, el agua, la gripe y otras dolencias que puedan venir se están combatiendo unas a otras pero la gente sigue deambulando por las calles como si nada, que se sepa no trabajan mucho que digamos, los Ditú están vacíos de cerveceros y adláteres que no tienen dinero en el bolsillo para consumir escandalosamente, las tiendas shops siguen sin vender mucho, se han perdido los CUC y los PC también, y nadie sabe dónde se han metido, los que no quieren trabajar tampoco pueden inventar no sólo por miedo a la pandemia, al polvo y a los aguaceros sino a la policía que los tiene atosigados y aunque siguen los calores sofocantes al menos en el patio llevamos tres días que no tenemos que regar las pocas plantas que tenemos sembradas.

En medio de este culebrón vino al fin el agua a limpiarlo todo, a refrescar el ambiente, a dejar en el aire el olor a tierra húmeda y a fruta madura, hizo brotar la hoja escondida bajo la cáscara de los árboles y sacó a flote la verde esperanza, la fe perdida y encontrada, el sentimiento de hacer la caridad de que hablaban los hombres y mujeres de negro que salían del polvo convertido en fango, musgo, cieno, barro, estiércol acumulado, con sus botines lustrosos y sus trajes impecables y relucientes en medio de una bulla descomunal que iba convirtiéndose en helio flotante mientras a golpes de tambor vociferaban "Preise gut, Alles gut" y la gente coreaba lo mismo sin entender ni jota pero alegres y mojados como si estuvieran en un carnaval bailando conga por la calle de Infanta, saltando debajo de los potentes aguaceros vacunados contra la peste postmodernista, una pandemia de harina para hornear suculenta que resbalaba por la piel y se escondía en los meandros hecha burbujas sonajeras advirtiendo lo que el músico famoso dijo un día a un curioso periodista: si la música faltara dos horas la humanidad desaparecería. Así como lo están leyendo...

3 comentarios:

Inésdecuevas dijo...

Aguaya, que refrescante fin del agua en esta tarde tan llena de interrogantes por lo que vendrá mañana si mi gente con el corazón en los pies de tanto andar y andar se desmaya de frustración.

Gracias por sus textos.

Un buen abrazo solidario

Inés de Cuevas

http://inesdecuevas.blogspot.com

Martha Colmenares dijo...

Me da mucho gusto hacerte entrega del Premio "11 de abril 2009", una fecha de especial significación para los venezolanos de la democracia.
Cordiales saludos
http://www.marthacolmenares.com/2009/05/10/entrega-del-premio-11-de-abril-2009/

Norberto Clemente dijo...

no tengo mucho tiempo, los posts son algo largos pero una cosa si te puedo decir, tu viejo sabe lo que dice y honestamente, con gusto de tener un poco de tiempo los leeria todos, saludalo de mi parte, de un cubano de prov Habana, artemisa.