martes, 29 de abril de 2008

Hoy nos aumentaron...

No se trata del peso corporal que es el mismo de ayer, ni que nos hayan puesto debajo de la lupa para vernos más grandes, digamos. Tal vez alguien piense que aumentaron nuestros días de vivos, nuestras arrugas y preocupaciones, cualquier cosa podría ser concebida dentro del concepto de aumentar, pero de lo que se trata hoy es de que nos aumentaron la pensión, esa jubilación que recibimos mensualmente, religiosamente, jubiladamente que notamos cuando llegamos al banco mostramos la chequera o en el cajero automático metemos la tarjeta magnética y hacemos las operaciones digitales hasta ver el letrerito en la pantalla: "Puede Ud. retirar su dinero".

Una frase corta pero útil, una mínima frase que pudiera decir: "Abuelo, con cuidado puede Ud. llevar a su bolsillo ese dinerito que le pertenece"... u otra parecida. Una frase cariñosa aunque no compre nada, una frase que diga lo que todo el mundo conoce: "Hay cosas más importantes que el dinero, pero cuestan mucho"... Pero esa frase escueta y concisa es la que estamos esperando siempre a finales de mes. El cobro de pensiones y/o jubilaciones... que no es lo mismo pero es igual. Una cantidad de dinerito contante y sonante que te llega a las manos para volverse a ir cuando menos uno lo piensa... sigilosamente.

Aquí el cambio sigue igual, como la canción y la película de Julio Iglesias. En la calle el cuc (todavía nadie ha aclarado en una mesa redonda qué significa cuc) está a 23... pesos cubanos. En la Cadeca (las siglas de Casas de Cambio) está a 24 y allí mismo si uno quiere que le den 1 (un) cuc entonces tiene que dar 25 pc. Ahora las Cadeca tienen 3 tipos de ventanillas: La del post (muestras y entregas la tarjeta TransCar por ejemplo y el carné de identidad) que te entrega el dinero que tienes en la tarjeta de débito, la del cambio normal (entregas cuc y te dan el equivalente a pc como hemos dicho a 24) y la de la compra de pc (entregas 25 y te dan 1 cuc). Esas ventanillas se parecen a las de las guaguas interprovinciales Yutong: llegas y separas el pasaje, entregas el dinero y la muchacha calobar te entrega el ticket. Pero no se ven los ojos de la princesa que están detrás de los cristales. ¿Qué colores tendrán esos ojos, madre mía? ¿Serán acaso violetas como los de Liz Taylor? ¿O tal vez verdes botella como los de Rosita Fornés? ¿O negros franceses como los de Mignon?... Ojos sobre cubierta calobar...

En cuanto a la jubilación, igual... Yo, que por quererte doy la vida recibo unos pulsos en mi tarjeta magnética de cobrar jubilaciones la cantidad estricta de 230 pc mensuales... Si quiero convertirlos en cuc en la calle me darían 10 cuc y si voy a la Cadeca 9,2 cuc. Una pensión de honor, con la que puedo comprar vamos a ver las cantidades siguientes: pagar al mensajero del periódico su cuota mensual (como no tengo suscripción en la que un periódico vale 0,20 centavos pc debo pagarle 1 pc que sería lo mismo que un pan zurdo de esos que venden por la izquierda cuando pasa el panadero gritando: "El pan suave... el paaan") y que serían 30 pc... Letras y tinta mensual y me quedan 200 (recuerden que yo recibo 230 pc por mi jubilación)...

Tendría esos 200 para pagar teléfono (20 pc), electricidad (24 pc), el gas (6 pc), el agua (5 pc), alguna medicina (20 pc), los helados yagrumosos o de la Ward (25 pc), invitar a mi esposa a comer un bocadito de 10 pc dos veces al mes (40 pc) a tomarse una kola chatarra (24 pc) y sacar los cigarros de la bodega (20 pc), el café (7 pc) y los espaguettis (9 pc)... completando con esto mis 230 pc y dejar para el agrito los 230 de mi esposa que también devenga lo mismo y para el resto de cosas que llegan a la bodega que no son muchas pero sí las cobran... Con el aumento de hoy (40 pc a cada uno), tendríamos 80 pc mensuales más que servirían para pagar al banco el préstamo con el que pagamos el aire acondicionado que nos deben cambiar y que mensualmente nos costaría 80 pc... Un aumento redondo: entra por un bolsillo y sale para el mismo lugar (el banco) por el otro.

Esta operación de magia en nuestro archi piélago es común, de sentido común: lo que entra por un lado desaparece por otro. Y como las manos en ocasiones son más rápidas que la vista hoy con el aumento nos sentimos felices y contentos. Hemos con el aumento superado la varilla de los 10 cuc (un aumento de 40 pc a 25 es nada menos que 1,6 cuc), algo así como para comprar una latica de atún ecuatoriano o 4 rollos amarrados por cinta adhesiva de papel higiénico o un pepino de Tycola o dos litros de gasolina regular... o cuatro bocaditos de a 10 pc de cuota extra para nosotros dos, esos mismos que nos enamoramos sin tener ni un centavo en el bolsillo y que ahora se sienten contentos con el aumento que mirado de cerca con la lupa de bordar que tenemos en casa significan mucho, tanto como un ánfora llena de monedas de a centavo, como una ilusión, la misma que anida dentro de la burbuja de jabón que hoy hacemos cuando compramos con 1,6 cuc dos pastillas de olor para el baño de pensionados, orgullosos de bañarnos, de comer palitroques, de embarrar la gaceñiga de 10 pc con el almíbar de 5 pc que hacemos con el azúcar que nos vendieron en la bodega... Mira qué cosa!!!

Ahora nos tocan 270 pc con el aumentico, un aumentico que nos recuerda más que nunca la ayudita que recibimos con mucha FE, con buena FE, nosotros los FEos, los FElices, los FEbriles, los FEculosos (culosos que tienen FE), porque aquí cualquiera tiene FE, cualquiera tiene uno de 1,3 a 1,5 millones de cubanos que viven fuera, "Familia en el Extranjero", cubanos en el polo, FElpudos, FEnicios, FEnomenales, FEriados y FErmentados, FEroces, FEtichistas y FErvientemente FEstejados... Nosotros los FElinos, los FErósticos, los FEministas, los de esta FEligresía, porque si no tuviéramos esa FE aún con el aumentico tendríamos que irnos a deambular por cualquier sitio, buscar algo que hacer, vender alguna cosa menos el alma y lanzarnos en loca carrera con el billete de 10 pc hasta la panadería a comprar un ejemplar caliente, acabado de hornear de ese pan que sin dinero nos parece una maravilla y con el dichoso metal en el bolsillo algo así como un chicle balón insípido y fenicado... Cosa que mira!!!!

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domingo, 27 de abril de 2008

Blogueando a Cuba

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Blogueando a Cuba
Primer Encuentro de Bloggers Cubanos
EBC’2009

Del 13 al 15 de Agosto, 2009
Palma de Mallorca, España y Miami, USA

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jueves, 24 de abril de 2008

Abur oriental...

Este fallecimiento no salió publicado en ningún órgano de prensa, ni en la radio, la televisión, el cine o el correo digital de Mrs. Internet. En el obituario de la segunda página no se dice que la causa de la enfermedad fuera larga, ni grave, ni penosa. Nada tampoco se consigna sobre la sintomatología clínica: repentina, accidental, súbita...

Pero su muerte ya se venía presintiendo no por vejez sino por inutilidad, por ese excesivo peso que llevaba encima en medio de una ciudad contaminada a lo que él mismo había en cierta medida contribuido obsesivamente. Una obesidad ferrosa como el amasijo de su tara y de su tonelaje, esa mezcla de aceites y de grasas, petróleo y sudores humanos, cristalería y aluminio acerado, caucho y lubricantes que nos mostraba su esqueleto encorvado, su interés por cumplir y su aseo difícil, sencillo, modesto y humilde.

Cuántas cartas de amores inconclusas transportó en vida, cuanta carga de noviazgos efímeros, de adioses de andén, de recibimientos y despedidas, se albergaron dentro de sus cuatro paredes... cuántas reyertas y alteraciones del orden, cuánta violencia acumulada, cuánta palabrería procaz y blasfema recibió el aire comprimido de sus viajes, olores humanos y animales, groserías y chistes, vómitos y perfumes, llantos de recién nacidos, quejas de moribundos, justificaciones de ciclón, incumplimientos, reuniones, arrastre pesado, en fin, que lo hicieron en vida imprescindible a lo Brecht, sonoro a lo Guillén, ríspido a lo Zumbado... Allí "El Camello", señor de las moscas, de los anillos, caballo de Atila, monstruo de la laguna, perro de presa, bestia rinoceróntica, dinosaurio vivo, águila depredadora, amor italiano...

"El Camello" ha sido junto a la bicicleta, la pizza y la pelota, el más grande y genial entretenimiento humorístico del Siglo XX y parte del actual siglo XXI... Un libro abierto, una hemeroteca ambulante, una rodante y simpática estación de policías y ladrones, una posada ocasional, un bar de bohemios, una tribuna para actores de todo tipo, tal vez la cosa más ansiada, criticada, espeluznante, increíble y tosca que hayamos visto jamás...

Se está muriendo... y morirá sin que lo entierren ni lo cremen, hay incluso quienes han propuesto que se habilite uno como ejemplo y se le monte en Expo Cuba como restaurante para bolsillos modestos, sin el estridente motor, con cristales cerrados como nunca lo fue en vida y se le ponga la musiquita indirecta típica de este medio de transporte: la última canción de los Van Van.

Habrá quienes conserven sus fotos como recuerdo de lo que fue o un vídeo sencillo y corto como los del Cine Pobre de Jibara de su figura, pero la imagen mejor es la que no tendrán los que a partir de ahora nazcan en esta parte del planeta: un Camello es aquello que nadie sabe quién lo inventó... El nombre lo pusieron por cierta joroba entre sus dos partes articuladas y algún diseñador de orilla le pintó el animal de desierto en la parte trasera por lo que, si de identificación se trata, ahí está la clave. Sin embargo hay algunos que dicen que el patronímico se le debe a sus modales parsimoniosos y su gigante resistencia a las distancias sin necesidad de agua en el radiador. De todas formas, esa figura casi mítica va desapareciendo y no quepa dudas que dentro de un siglo probablemente, cuando descubramos debajo de la tierra alguna osamenta parecida, habrá investigadores que podrán rehacer la historia de este tipo de saurio...

Hoy solo nos queda desearle paz en su descanso definitivo, buena vida en el otro mundo y como decía Chan Lí Pó (el famoso detective chino) a los que perseguía sin desmayo y resultaban luego inocentes: Secun tang, wuanbang yao! Eso significa en cantonés más o menos lo siguiente: Vaya tranquilo que el que se muere con honor buen rastro deja...

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sábado, 19 de abril de 2008

Caricaturas y pies de páginas

Hay una que recuerdo muy bien de Alicia Alonso por David, todo boca, unas pestañas enormes, la sonrisa del Lago de los Cisnes, brazos y muslos como pollitos de carnicería, parece que la palabra misma proviene de una cara que se parece pero no lo es, como el plátano, otra de Guillén, del mismo autor, la famosa de Pucho, el perrito de Vergara, otra de aquí y una de allá pero las de ahora de Palante necesitan un comentario serio en broma como todas las caricaturas.

Un pie de página con comentarios para que aquellos que no tienen el semanario delante se imaginen lo que pudieran haber visto si hubieran hecho la cola en el estanquillo y hubieran logrado atrapar uno de esos ejemplares... No hay que aclarar que la caricatura es el rostro de la sociedad, así como la cara es el espejo del alma. Y los pies de páginas son esas palabritas que están debajo de las caricaturas y dicen lo que no dicen las caris.

Pies de páginas:

"Para pantalón y saco, reciclado es más barato"... Es el pulguero criollo, aquí mismo, ese reciclado que alguien nombró, parece que la ropa de decomiso o con determinadas heridas de calidad se pone a la venta en locales habilitados en pesos cubanos y lo que cuesta digamos 20 cuc se puede adquirir a 5 (5X24= 120 pesos cubanos). El reciclado es un lenguaje específico para ese tipo de tiendas...

"Guarda pan para Mayo y un jamón para el desmayo"... El mensaje está claro, en el mes de Mayo me desmayo, ahora el pan ("El pan suave, el paaaan"!!!!) que nos despierta, el pan nuestro de cada día lo van a poner en las paneras (otra palabra del lenguaje actual) cercanas a la productora (panadería anterior). De esta manera (así) el bodeguero no carga con la culpa de la calidad del pan. Estos paneros (vaya, la palabrita...) son jóvenes y tienen en buen estado las cuerdas vocales.

(Tengo que aclarar algo además de lo que ya he hecho: si alguien nos visita en este momento y yo le digo por ejemplo: "Pepe, estoy en la panera discutiendo lo del reciclado", seguro no me va a entender. Valga la aclaración...)

"Hombre precavido, usa condón"... Este pie tiene diversas interpretaciones o el tipo estudió en el pre y se hizo hombre, o el hombre estaba antes del cavido, o el condón es de usa y tiene más calidad, porque todo lo que es de usa es más digamos atractivo... De todas formas es un lenguaje poco culto eso de decir al protex, al preservativo (anterior al servativo o servativo que estudió en el pre) o al anticonceptivo (el pobre conceptivo tiene sus anti...) simplemente condón. Como aquello de: "Contigo, conmigo, condón"...

En mi época uno iba misteriosamente a la farmacia (ahora lo venden en las bodegas también, vaya, coge tu condón aquí!!!), esperábamos que viniera el dependiente masculino y le decíamos mirando a todos lados: "Psss, mi socio, tráeme 2 protex...", el tipo se iba, venía con aquello envuelto y mirando a todos lados nos decía algo así como: "Que Dios te acompañe" y nos íbamos con el bultico en el bolsillo, como si fuera una llave de auto... Hoy no, miren el pie de página, pudiera quedar así: "Ciudadano cuidadoso, siempre utiliza protex"... Y no vayan al estadium a ver un juego de pelota porque los globos blancos vuelan por las graderías. En un juego de pelota la gente se entretiene más dándole el impulso al preservativo inflado que a las jugadas en el terreno y los hay que le acercan el cigarro encendido para explotarlo... Qué vulgares somos... "Vulgares somos y en el estadio andamos".

"Siempre que llueva, ten cuidado con los baches"... Claro que sí!!! Esos agujeros negros del pavimento cuando los vean mucho cuidado, cuando se llenan de agua (las alcantarillas son aquí no apacibles...) ocultan ciertas sorpresas, clavos, puntillas, vidrios rotos, agujas de inyectar, cualquier mierda arrastrada (oh! perdón, por este lenguaje vulgar) que son enemigos ocultos para gomas de autos, de bicis, de motos, camiones, yutones, en fin, camaleones, impresiones, apestosos mojones (oh! de nuevo este vulgar lenguaje)... Eviten meterse en el bache, en el bounce (vieron como domino el espanglish?).

"Al pan pan, y al vino...¿vino?"... Ahora el pan no viene sino lo traen lo meten en la caja de madera con rueditas, lo trae el panero y carga con la calidad, el vino no existe: "Hay pero no te toca, te toca pero no hay", solo cuando un minúsculo (culo pequeño) apagón se lleva la luz entonces cuando la trae "vino la luz", una luz poderosa sin sabor, esa luz einsteniana que nos alumbra y nos ciega al mismo tiempo... El vino "La Luz" es el vino que más aprecia la gente y por cierto ¿qué se hizo de aquel vinito dulce para tomar con yema de huevo y aumentar esa proteína que lleva la sangre de color rojizo denominada hemoglobina? "Yo qué carajos sé..." (Oh!, mil perdones de nuevo... Satanás me está tentando, con su lenguaje soez, relleno de blasfemias = vituperios). ¿Pero este pie de página no llamaba a las cosas por su nombre?

"Arroz con leche se quiere casar, con una vaquita de la capital"... Qué rico el arroz con leche, señores!!!!! Miren, les doy la receta. Compren arroz en la shop, un "Valencia" desgranado, sin simpáticos gorgojos, lávenlo, pónganlo a cocinar, échenle leche (echar la leche es lo más fácil del mundo, conseguirla es lo difícil), azúcar blanco, el azúcar es masculino, nunca digan azúcar blanca, salvo que le pidan a Blanca el azúcar... revuelvan, dije que lo revuelvan y cuando se enfríe ya está... Un arroz con leche sin cáscara de limón porque el limón está perdido y al final antes de servirlo espolvoréenle canela en polvo y si consiguen un pedacito de canela en rama métanla dentro también, si no consiguen hablen con Liuba María Hevia para que les mande de su canción una ramita y a comer se ha dicho... Cómanse todo el arroz con leche y cuando se acabe no coman más. Les aseguro una siesta inolvidable soñando con una recogida de limones en Matanzas, bajo el sol primaveral de las 8 vías, rellenos los estómagos de postre... ¡Ah...!

"Si me pides el pescao te lo doy... a veinte pesos la libra"... Y eso es barato, porque la lira, la están tirando a 32, aquí entre nos (nos y otros) la lira está buena, tiene un sabor raro pero rico, nosotros los isleños que no sabemos nadar ni comemos pescado comemos lira, pero en la shop hay, vayan en su coche y recorran las shops, hay merluzas señores, pargos, caballerotes, hay calamares, langostas... y en Cojímar (no solo dentro del agua de mar) en la orilla del malecón (Cojímar tiene un maleconcito sí señor, cerca de la estatua en bronce de Ernest Hemingway que tenía 63 años cuando murió...) hay barracudas, dorados, rabirrubias, mojarras y cuanto pulpo quiera Ud. y no son caros...

Con decirles que también se pueden comer un cuarto de pollo en 20 pesos cubanos, un congrí en 5 pesos cubanos, unas papitas fritas en 1 peso cubano pero eso sí, no hay refrescos Tycola que tienen que comprar al lado de este restaurante, en el Silvain de Cojímar a la orilla del mar y unas señoritas de chocolate que allí también venden y cuando viene la cuenta a la mesa de comida son 76 pesos cubanos y de refrescos y señoritas 3 cuc, total 76 y 72= 148 pesos cubanos. Si Ud. es jubilado como yo y cobra 230 pesos cubanos ese cobro le sirve para almorzar en Cojímar (allí Ud. coge un buen mar) para tres personas con ese pepino de Tycola y tres señoritas comibles dulzonas de chocolate y le sobran 82 pesos cubanos que... ¿por dónde íbamos?

"Nunca dejes camino por vereda: mejor, coge un taxi"... Aunque nadie me crea ya se pueden coger taxis en los parqueos de hoteles (allí están esperando los OK (0,80 y 0,90 cuc el hilómetro, igual para la recogida, igual para cada hora de espera...), incluso limusinas (un limón que cuesta 1,20 cuc el km), taxis 555555 a 0,55 cuc el km, los panamericanos a 0,65 y estos almendrones a 10 pc el viaje o este Lada particular sin impuestos que te recoge al doblar del hotel y te cobra a 0,25, 0,30, 040, 0,50 cuc el km como los cocotaxis, en dependencia de la calidad del coche.

Un Ladita viejo a 0,25 cuc el km., pero un Moskovich (mierda en ruso) más nuevo a 0,30 y un Chevy pintadito con el motor reparado a 0,50, 0,60 el km. Un Cadillac, un Pontiac, un Chevrolet Impala para bodas, 100 cuc todo el día con la novia encima toda vestida de blanco, poniendo si es descapotable sus buenas y ¿vírgenes? nalgas en el respaldar del asiento trasero con el novio al lado por toda la ciudad hasta 80 km con todo el tiempo del mundo disponible el último día de felicidad de una pareja de solteros, antes, durante y después de la boda, con el claxon gritando a todo tren: "Aquí Pantera, el que me mira se altera, siempre tomando medidas vestido con esta maxi y aquel que no coge un taxi, no sabe lo que es la vida!!!".

"Camarón que se duerme... amanece enchilado"... Esos también viajan desde Batabanó, Cienfuegos, Trinidad, los traen de La Coloma, de la playa del Uvero, desde los cayos, camarones misteriosos envueltos en jabas impenetrables, pero si Ud. los quiere congelados vaya a 3ra. y 70 y tendrá sus camarones, como alemanes bajo el estridente sol, a buenos precios, despiertos sin dormir, enamorando a sus cuc, para viajar hermosos y apetitosos hasta el caldero, invitándolos a que Ud. también los acompañe a tomar uno de esos bañitos luego de haberlos comprado, cocinado y comido, porque no hay nada mejor que ir al caldero desnudo y sin dinero, enchiladito alimentado semestralmente con una de esas dosis exactas de camarones rojos tipo alemán bajo el sol...

"Para subir al cielo se necesita, una escalera grande y una ayudita"... Sin dudas las escaleras de ETECSA tienen esas características, son dobles, rodantes, mágicas para cambiar luminarias pero la ayudita que nos entra como rayito de sol (una ayudita con fé) es lo mejor que nos puede haber pasado.

Es una ayudita que viene envuelta en un rollito de cariño, que cruza los mares del mundo y viene a cada rato como crucero trasatlántico (o tras pacífico, o tras índico) una pequeña industria sin humo contaminante, esa ayudita salvadora para comprar aceiticos y pdp en las shop (hay que decir que pdp no significa "ponmedospitillos" sino picadillo de pavo, valga la aclaración), una ayudita que se quitan otros para ayudarnos y que nosotros cuando no nos queda más remedio que gastarla lo hacemos como si estuviéramos rezando en voz baja, porque antes, durante y después de los envíos siempre pensamos en ellos los donantes primero que en nosotros los donados, porque siempre decimos que con esa ayudita hay un par de muchachos que esa semana podrían haber ido al zoo a comer dulcecitos y sin embargo cuando nosotros los comemos con la ayudita pensamos en ellos pero nos los comemos y qué ricos son, nos tragamos los dulces con nuestros amigos Tycola y nos saben bien, no nos comemos los dulcecitos llorando ni mucho menos sino contentos, tan contentos como si estuviéramos durmiendo en una nube de esas que pasan por encima de nosotros y si nos entran ganas de hacer caca la hacemos y nos limpiamos con un pedazo de nube y hacemos pipi detrás de otro pedazo de nube, una nube blanca o negra, da igual, esa nube en la que dormimos como en hamaca gigante soñando despiertos por ver a los donantes y hacer un coro alrededor de algún río en el que damos comida a los patos... ¡Coño, qué angustia!!! ¡Y ustedes perdónenme la expresión y si no me la perdonan... bueno, eso es cosa de ustedes!

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martes, 15 de abril de 2008

Lost and found

Allí estaban los tipos detrás de los perritos buscando los paquetes perdidos, los recuerdos extraviados en la larga fila de las maletas que viajaban contorneándose encima de la estera sin motores.

Ujieres, transeúntes, amigos y familiares, turistas y funcionarios, aduaneros y mozos de restaurantes, oficiales de inmigración y empleados de tiendas, inspectores, veterinarios, curiosos y viajeros, entrantes y salientes estaban allí haciendo remolinos con las pupilas, viendo pasar alguna maleta parecida, aquella misma con el lazo rojo al cuello de la agarradera para decir: "Esa es la mía, ese lazo es mío que se lo puse yo en Madrid anoche mismo..." y agarrar la maleta en cuestión como trofeo de guerra para arrastrarla hasta el pesaje, abrir su panza y pasar debajo de la vista y los cuños de salida para dormir en el baúl del ómnibus y llegar a casa sonriente de victoria...

Una felicidad momentánea pero consistente, algo que se olvida fácil, un movimiento de brazos encima de la maleta, un ruido trasttrast de arrastrar aquello y la gente mirando diciéndose mentalmente "que suerte la del tipo, encontró lo que buscaba", pasar airoso mirando el hueco de salida del aeropuerto, la puerta de cristal que se abre porque sabe que uno va a salir y lo hace con una sonrisa amplia y Ud. sale al aire caliente de la calle a buscar al tipo que tiene el cartelito "Heavy, Dilbert, Inc.", seguir el cartel y la fila de gente porque se siente uno en la casa rodante aún sin haber llegado a su destino... "Está Ud. en Dilbert sin problemas" le dice la muchacha y Ud. dice que sí, que desea sentarse en la taza del baño para hacer pis sentado, un pis diplomático y educado, el pis de la tranquilidad de haber llegado al bus y tener a Dilbert cuidándolo mientras entran los que faltan...

Parece que la secuencia es positiva, energética, reconfortante... Ud. ha salido sin problemas, no se le ha quedado nada en casa, su pareja lo ha ayudado a hacer la maleta, tiene el maletín en la mano y todos los documentos, su pasaporte en regla, sus papeles de avión, la tarjeta para la aduana, el muchacho le puso el cartoncito y le pesó el equipaje sin tropiezos, lo llevaron al tubo para que la estera lo suba al avión y la muchacha de amplia sonrisa dental lo sienta en su número y le dice como si lo conociera: "Dilbert lo invita a un refrigerio...", con lo sencillo que fuera que le dijeran: "Amor, ¿te sirvo un trago de café o ron a la roca con bastante hielito...?". Ella chasquea los dedos y viene el café humeante, la mejor pastilla para dormir en un avión...

Todo bien como si Ud. hubiera pagado totalmente la casa, como si hubiera obtenido un crédito del banco para comprar un coche, como si en la boda nada hubiera interrumpido la ceremonia y el sermón de la abogada, como si el transporte no estuviera en huelga, como si todo el mundo lo felicitara por un buen trabajo, como si hubiera funcionado aquello de invitarla a comer y ella hubiera dicho un Sí dejando caer sus pestañas delante de sus redondos ojos verdes, como si hubiera ganado su equipo de fútbol, Ud. el hombre afortunado, el que llega ahora a su casa y la mujer le dice: "¿Algo se te quedó en el aeropuerto, mi vida?" y Ud. le dice: "Nada, solo el olor del desinfectante para lustrar los pisos".

Pero la cosa se complica cuando a Ud. se le extravía la maleta, ese maletón carmelita que tenía en la agarradera un lazo rojo, un lazo de changó amarrado como si fuera arique de palma, brutalmente apretado para que no se soltara y ahora le dicen que se lo mandaron con maleta y todo para Italia, con toda la documentación dentro, con sus calcetines, su pijama de dormir, sus chancletas de baño, sus regalos familiares, su gorro de esquiador, sus corbatas, sus sayas escocesas, aquella maraca, los sombreros Dios Santo, los sombreros, el libro para el profesor, la cosa se complica cuando le dicen que Ud. debe volver dos días hábiles después para dar tiempo a que el avión recule desde Italia a Berlín, de Berlín a Madrid, de Madrid a La Habana, como si no estuviéramos en el Siglo XIX en que pudieran mandarle la maleta por Internet hasta allí mismo, al Arrivals, a ese letrero donde Ud. está mirando los vuelos delayed, landed, vuelos dichosos que llegan con todas sus maletas dentro menos el suyo, un vuelo que siguió pacasadelcarajo, se metió en el aeropuerto de lezumbaelmango allá en Italia, en Córcega, en Palermo y los sicilianos hicieron fortuna con su maleta, con aquel lazo rojo que llevaba para ellos un mensaje que la maleta iba cargada de alguna mierda que los sicilianos estaban esperando... ¿Por qué a mí, señor inspector de aduanas, por qué?... Yo tengo dentro de esa maleta un avispero de cosas, un rollo del carajo y las demás llegaron por qué la mía se fue a bolina nada menos que a Italia... y el tipo me mira con calma, con la calma de los inspectores de aduana y me dice: "Tal vez haya ido a confesarse en el Vaticano digo yo"... Váyase Ud. a la mismísima mierda inspector, qué coño Vaticano si mi maleta no cree ni en su madre... Pero no, porque si le digo eso me mata, no me resuelve nada y le digo: "Coño asere, no me jodas tú que el Papa no tiene ná"...

Y el perro oliendo, como si yo tuviera drogas encima, yo que no tengo ni calzoncillos puestos qué carajos, el perro me mira, yo discutiendo con el inspector, levanta la pata trasera y me mea, el perro me mea, coño inspector su perro me meó, "Ese perro no es mío, Mister Found y si lo meó es su maletín" y yo diciendo para mí: ojalá te cague la columna vertebral de arriba abajo cabrón de mierda... mi maleta en Sicilia y tú con un perro meón buscando drogas en mi bolsillo... "Tiene que venir a la oficina a ver qué podemos hacer...mañana a primera hora Mr...Lost". Primero Found y ahora Lost yo que me llamo Rogelio y me dicen Cheo y quién me paga la estancia, con qué me afeito, qué le digo a mi gente. "Ud. mañana aquí, yo me llevo el perro a mear primero y Ud. a primera hora, porque viene un vuelo de Sici y lo vamos a localizar..." y yo me voy frustrado con mi maleta siciliana, mi pantalón meado, como si mi nieto me hubiera hecho pipi encima, huelo a pipiperro como el picadillo de pavo, pipidepavo y el tipo me dice que venga mañana...!!!. "Oiga, Mr. Lost... espere..."

No vengo ni carajos, me quedo en casa que recontracoño, que se queden con la maleta, que se la coman con papas con lazo y todo..."Amor, ¿qué le pasó a tu equipaje?, ¡¡¡solo trajiste el maletín de manos!!!". Deja que yo te cuente cariño del alma, me traspapelaron la maleta paSicilia, paAbisinia, palgún lugar de Italia y vengo con un maletincito y el pantalón meao, no si yo te digo... Mira, el asunto es que nosotros no somos ingleses que solo viajan con un portafolios, ni estadounidenses que viajan con un jabuquito a la espalda, ni suecos que ni desodorante traen, nosotros siempre viajamos con un retongonal de cosas encima, carriolas para muchachos, palitos de tendedera, shorts para la playa, sombreros y gorras, una olla arrocera, una bicicleta de montaña, jabones para bañarse, detergente en polvo, perfumes baratos, espejuelos negros, collares y anillos, sopas en sobres, chocolates y bombones en cantidades industriales, fotos, varios dvd para vender, pitusas, camisas, pulovitos, zapatos usados, ropa vieja regalada, disquettes, mangueras de lavadoras, libros, matriuskas, un ventilador de techo, un mouse, lápices y bolígrafos, un oso enorme, flores, una agenda, pozuelos de helados vacíos, bombillos incandescentes, pintura para carros, unas brochas para pintar, una brújula, un par de binoculares, medias y calzoncillos, aretes y cuanta mierda nos regalan por ahí, nosotros los gitanos que llegamos al aeropuerto con tres pantalones puestos, tres pulovitos y un calor del carajo, seis pares de medias puestas.

"Oiga señor para qué Ud. trae tres pantalones unos encima de los otros dígame Ud. por favor, mire no tiene que pagar impuestos solo se lo pregunto por curiosidad" me dice el inspector de aduanas, el del perro meón y yo le contesto: "Me dijeron que estaban cobrando por los pantalones que venían en las maletas pero si uno los traía puestos no se lo cobraban". Quién carajos me dijo esto, si los ingleses ni traen pantalones puestos, vienen con una sayita de colores como un tablero de ajedrez. Me quito los pantalones, me los enredo en el cuello, salgo con los tres pantalones al aire caliente de la tarde y el policía me grita: "¡El de los pantalones...!". Pienso que me va a llevar, que me va a meter en la perseguidora, le muestro el pasaporte. "Mire, se le cayó un pantalón amarillo pollito en el suelo". Que se quede con el pantalón, se lo regalo compay, yo soy de Holguín también... se ríe, lo envuelve y se lo mete debajo de la camisa, se queda allí anonadado con un pantalón amarillo reluciente como sol mañanero...

Parece que el cubano de hoy tiene un deseo irresistible de llevar cosas encima cuando viaja, complejo de almacenero, de custodio de almacenes, cuando viaja se lleva el garaje completo encima, nuestras maletas rebosan de salud, son maletas enormes, gruesas, abultadas, carga pesada, cuánta mierda dentro, nosotros los trashumantes, los perdidos y encontrados, los viajeros del Siglo XIX, llegamos y las maletas en otro país, porque no es que se equivoquen en mandarlas a Italia, a Suecia, a Australia, a Rusia de vuelta, es que las maletas mismas necesitan viajar, ellas se proponen irse de viaje, mirar otros pueblos, coger un airecito y no hacen resistencia por quedarse acompañando al pasajero, cuando le dan un chance agarran una estera diferente y se van, llegan hasta el Polo Norte, mira una maleta rara allí en el Polo con un ventilador dentro, para qué carajos el ventilador aquí en el polo con un frío de madre...

Pero el colesterol alto y el estrés negativo se complican cuando tocan a la puerta y una señorita de uniforme con gorra de taxista sonriente me dice: "Buenos días, estamos localizando a Rogelio Perdido y Encontrado para el asunto del pantalón...". Yo le regalé el pantalón al policía, le dije que se quedara con él, le digo. "Ud. es Rogelio, mire, no es el pantalón amarillo pollito sino el verde cotorra, el que estaba en el maletón". ¿Qué maletón?, le digo. "El suyo"... me dice, "el que se le quedó en la estera", repite, "tenemos un problema y es que el perro se confundió y...". La levanto en el aire, le quito la gorra, la beso, un grito, qué perro más lindo mi madre, se meó encima de la maleta, mi maletón, dónde estaba, en Sicilia, se la llevaron para Sicilia. "Mire Rogelio el inspector...". Ese tipo es mi socio, la maleta. Apareció la maleta, un perro me cagó la maleta. Yo... me vino el alma al cuerpo. Yo tengo una esperanza siempre de que aparezcan las cosas... Yo... Yo siempre he sido el viajero comemierda pero te quiero. Coño, mi vida, el maletón apareció como canción de rock... Yo doy fe, Rogelio Lost y Found... propietario de estrés negativo de tanta felicidad por haber encontrado un maletón perdido el mismo día del play off. Y The End...

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domingo, 13 de abril de 2008

¿De dónde sale este dinero?

(Complaciendo peticiones, según tema solicitado en un comentario)

Esta historia es tan antigua como el dinero mismo, hecho monedas o papel, sal o cueros, ganado o metal, la gente se fijaba en quien lo poseía o en el que no lo tenía, pero siempre salía a flote la misma pregunta: ¿De dónde sale este dinero?

No me voy a meter en la cueva donde lo tengo escondido, ni en esta región de mis parietales donde está su imagen fosforescente porque no tenemos mucho tiempo para ello. Sencillamente voy a tratar de responder las interrogantes de un amigo(a) que preguntaba acerca de los cumpleaños, los quince, los santos, los fines de año y algún que otro desengaño, momentos en los que la gente gasta, compra, vende, trafica con algo, mercadea, hace algún intercambio en que de alguna manera u otra interviene el dinero, cosificado en algo o como medio de circulación, ese mismo que nos pagan cuando cobramos la chequera de jubilado(a), el salario como trabajador(a), el pago por haber realizado algún servicio o por haber ganado en alguna apuesta, aquel billete o moneda que llega a nuestro bolsillo como resultado de haber dado alguna cosa a cambio, de haber entregado un valor de uso para mí por una cuota determinada de valor que tiene otro...

Yo puedo entregar una mano de plátanos (un valor de uso) a otra persona y recibir de ella 15 pesos cubanos (un valor) si la mano tiene 15 plátanos y cada plátano vale digamos 1 pc cada uno, porque si los precios o los plátanos son diferentes, pueden valer menos o más. Mejor no sigamos en eso o caemos en el lugar donde no quería caer por falta de tiempo... Vayamos a la pregunta: ¿de dónde sale ese dinero?

En mi modesta opinión en las condiciones actuales aquí y ahora, la procedencia de esa peculiar mercancía que llamamos dinero tiene 8 vías fundamentales originarias (en cierto sentido podemos decir sin lugar a dudas que el dinero actual tiene su origen en las ocho vías...). Debo aclarar que desde mi punto de vista el orden de los factores no altera el producto en esta explicación concreta, claro. Dejemos de dar vueltas y vayamos al relato concreto... de las vías.

Primera vía: La existencia de un dinero atesorado es un dato que encontramos en la caja familiar desde cuando nacemos, que alguien depositó allí y nunca sabemos ni quién lo hizo, ni cuándo, ni por qué... del cual nos damos cuenta cuando lo descubrimos o nos dicen que está, esperando a que lo saquen de su atesoramiento que viene a ser una caja-baúl parecida a la que usaban corsarios y piratas y que tal vez un día enterraron en una cueva extraña, con un mapa, una cruz señalando el lugar... Por regla general este dinero siempre existe en monedas de oro, un metal reluciente, dúctil, maleable, resplandeciente y atractivo, como los dientes de oro que hoy se usan cubriendo dientes de dentaduras o de prótesis... unos dientes para damas y caballeros, niños y ancianos que son un primor y que tienen la misma pregunta flotante: ¿de dónde sale el dinero para ponerse un colmillo de oro? Como que nadie sabe cómo apareció este tesoro en la caja familiar, el origen de esta vía permanece hasta ahora en el baúl de los recuerdos, como uno de sus tantos misterios.

Segunda vía: El envío remesado de alguna cantidad de dinero contante y sonante ya sea por intermedio de un visitante (amigo o familiar), a través de una agencia bancaria, una tarjeta de crédito o de débito que es lo mismo aunque no es igual, un cheque de viajero, una transferencia bancaria, un fax, una llamada telefónica o cualquier cosa que huela a eso, digamos como una carta a mano, una notica, un nosequé que es la vía más usada últimamente y es otro dato. Casi siempre el asunto comienza con un mensaje recibido: "Oyeeee, pallá va un amigo que te lleva 50 lechugas".

El tipo viene, vamos con nuestra jabita a buscar las lechugas, él las entrega, firmamos el papel con el número del carnet de identidad y nos metemos las lechugas en el bolsillo para comprar algo en alguna shop. Pero por mucho que le preguntemos a quien nos envía el mensaje nos entrega las lechugas o a las lechugas mismas ni el que nos las manda ni ellas mismas pueden responder a ciencia cierta: ¿de dónde salieron estas frescas, verdecitas, apetitosas y sin sal, lechuguitas de mi vida? Parece que el (la) que envía (el remitente, la remitente) no quiere contestar o no puede hacerlo y las lechugas mismas tampoco, así que la respuesta sigue escondida debajo de ese montón de hojitas encrespadas buenas para ensaladas. Y sin embargo, este es el único dinero que viene envuelto en una cremita de amor, como mayonesa, una cremita para envolver dinero, amorconfé (familia en el exterior), como el caféconchí que nos entregan con amor en la bodega de la esquina...

Tercera vía: El dinero encontrado por casualidad... Encontrarse dinero, en la calle, en la casa, dentro de alguna ropa colgada, en un bar, en la basura, dentro de un carro, en un hospedaje, en un techo, en el mar, debajo de la tierra, en una tienda, en fin, en cualquier lado, es una de las alegrías más grandes del mundo, algo así como encontrarse con una persona conocida y afectiva al doblar de la esquina, como si el ruido de la hierba nos estuviera advirtiendo que allí está uno que hace años no hemos visto...

Es una alegría parecida a la de la lluvia repentina, a la de la ventolera que nos vuela el sombrero, a la de una mujer que de pronto te bese y te diga que se ha confundido de persona, como la de la noticia de que no tienes nada en los análisis de caca que te hiciste, en fin, un dinerito sorpresivo, mágico, que apareció porque te lo mereces, el dinerito por haberte portado bien, allí esperando en la acera a que tú pases y veas el rollito con el billete de 20 pesos sonriente, afectuoso, pródigo, salvador... Pero por mucho que hagas el cuento o le preguntes al mismo billetico, nadie te va a decir de dónde salió porque decirlo sería reconocer como encontrada algo que la gente poco a poco va olvidando: la honestidad.

Y si somos honestos tendríamos que devolverlo tal vez a aquella viejita a la que se le perdió... "Hijo mío: ¿no has visto un billete azulito de veinte pesos que se me acaba de perder?", te dice la viejita y tú con el billete en la mano en plena calle, mirando a la viejita, aquellos ojos azules como el billete buscando en la tristeza de haberlo ya perdido y no hay remedio, tendrías que entregar ese billete a la viejita, digo, si tú eres un ser honesto... O arriesgarte a no poder dormir durante el resto de tu vida. Pero si nadie te lo dice, la misma pregunta te atormenta siempre: ¿de dónde carajos salió aquel rollito callejero que me encontré ayer?

Cuarta vía: El dinero invertido... Este es un caso de malabarismo. Compramos por diez y vendemos por 20 la misma cosa, digamos una llave de lavadero... Pasamos por una tienda de oferta en pesos cubanos y están vendiendo como oferta especial las llaves de lavadero (que antier costaban 80) por 10 pesos sencillos y concretos. Y Ud. lo piensa, no es que necesite el producto sino que le sorprende la oferta... ¿Y están en buen estado?, pregunta. Y le dicen que sí, que se trata de un plan piloto que funciona los jueves una sola vez al mes en que las cosas de aquella tienda salen ese día rebajadas de su precio oficial dirigidas a personas de bajos ingresos...

Y Ud. mira la llave y se toca el bolsillo y sabe que allí está su dinero, sus diez sencillos pesos y Ud. compra la llave y la lleva para su casa allí donde Ud. vive en Calle Valle entre Valladolid y Malleta y le dice a su mujer: "En la calle del callejón vendían esta llave en diez sencillos pesos"... Y su mujer le dice: "Pero aquí no tenemos necesidad de llaves sino de zapatillas". Y le dice el vecino, que estaba ahí esperando a oír algo interesante: "Te la compro en 40 pesos, si no te hace falta". Y Ud. se la vende y se gana 30 pesos... Y Ud. piensa: "Con estos 30 pesos voy a comprar 3 llaves más y venderlas por 40 cada una", pero cuando llega a la tienda de la oferta especial se acabaron las llaves y Ud. espera un mes... y ese día se acabaron las llaves y Ud. necesita una llave para sustituir una en el lavadero que se dañó completamente y la va a buscar por 10 y no la encuentra y tiene ahora que pagarle 40 al vecino que se la había comprado...

Lo que ha ganado por un lado lo ha perdido por otro... Y la pregunta sigue: ¿De dónde sale este dinero para comprar las llaves que venden en las tiendas?

Quinta vía: Es la vía de la alegría (La Gran Vía), en la que uno compra el boleto de la rifa, el billete semanal, apunta el número, tira los dados, apuesta en la ruleta, juega la carta, juega a las tapitas, juega a la bolita, a la charada (20 tibor, 37 gallina prieta), saca como pistola del cinto su dinero para jugar un número cualquiera y acierta... Es el dinero del triunfador, del rey de la jugada, puede hasta ser la quiniela (la primera carrera en un juego de pelota), la chapa de un auto, el perfume de una dama, cualquiera cosa a la que Ud. le juegue, un dinero que viene rápido a la mano como bumerang o no viene nunca si es el caso en que Ud. no acierta, no viene nunca aunque deja intacta la esperanza de que una tarde regresará... Pero ni el que jugó ni el que gana viene con la respuesta de: ¿de dónde salió ese dinero que prometen al que gane?

Sexta vía: La de la tristeza, esa tristeza tiesa confesa y espesa que arrastra la gente que no tiene dinero, al menos en nuestras sociedades actuales, esas que dicen tanto tienes tanto vales, las mismas que no te entregan una salchicha si no la pagas, puede que un día te la regalen pero sería una salchicha regalada excepcionalmente, el asunto es pasar por los pasillos y las vidrieras, ponerse ñato uno mirando para dentro recostado a los cristales, envidiar tener aquella montaña de merengue, aquel carrito para el nieto, aquel coche de paseo, aquel sombrero, aquellas zapatillas de ballet y no poder comprarlos y mirar cómo tienen juguetes los muchachos de al lado, ¿de dónde ha salido ese dinero para comprar señora mía?, y la mujer no te responde, se ríe a carcajadas mudas de tu tristeza, te mira como amagando que te va a dar una limosna pero se queda allí escogiendo el perfume que ella se va a comprar con el dinero que ella tiene en el bolsillo de su abrigo... no te responde de dónde salió... ni siquiera te oye, ni te mira, ni te huele, ni te toca, ni te saborea...

Séptima vía: La del trabajo... es un dinero laboral. Podemos estar o no de acuerdo que no es un dinero fácil, que a veces no tiene correspondencia exacta con lo que hacemos, con nuestra productividad o nuestra calidad de trabajo, que puede estar o no normado, que nos puede o no servir para adquirir tal o cual cosa, podemos discutir si nos pertenece o alguien se lo roba después que lo cobramos, podemos cuestionar lo que querramos, pero el dinero del salario o de la pensión es exáctamente lo que cobramos por algo que realizamos con las manos o los pies o ambas cosas, con el cerebro o con todo el cuerpo, solo o en grupo, antes, durante o después de haberlo concebido pero útil, concreto, consumidor de energías, que se nos aparece como un regalo de Dios y sin embargo pervive como uno del hombre. Y tantas cosas más, podremos saber qué es nuestro salario, de dónde viene ese dinerito, pero el otro, el dinerón ese que está en los bancos, el dinero mundial, aquel dinero que no tengo, ¿de dónde sale?, ¿ese será el dinero acumulado de todo el trabajo del mundo?... Eso nadie lo sabe... Al menos si alguien lo sabe no me lo ha dicho, nunca se ha publicado, probablemente sea una verdad tan redonda y exacta que nadie se la crea el día que se diga...

Octava vía: Es la vía que nadie desea, la única que te trae la respuesta y ya no te hace falta... Estás allí acostado con los ojos cerrados, la boca para no hablar, el cristal colocado encima de tu cara donde no puedes verte, envuelto en tu último adiós, quieto, en silencio, sabiendo que la gente está hablando de ti o de cualquiera pero hablando de algo, sin poder oler el aroma del café que acaban de colar para que otro tome, sin ver las flores que se agolpan alrededor de tu espacio, ni sentir el llanto de alguien, el ladrido de un perro, la voz de una llamada, las palabras de despedida, la orden de seguir, sin saber qué día es ni a qué hora llegará la carroza... ni cuánto va a costar el taxi para llevar a la familia o a los amigos que te acompañan, ni qué van a hacer con los últimos tres meses de tu jubilación, más tiempo en menos espacio, sin un latido dentro del cuerpo ni el correr de la sangre por las venas, con una ropa que no fue tuya en vida y tantas cosas que se han quedado por hacer, dormido sin un centavo de oro en el bolsillo y aquella pregunta sin respuesta: ¿de dónde saldrá todo este dinero para pagar estos servicios y celebrarle mañana los 15 a mi nieta, para ofrendar a los santos, para los cumpleaños de los vivos y las flores de los muertos, para este fin de año que ya no voy a ver?

Por estas ocho vías se llega a Nueva Paz, un poco más y estamos allá en el "Conejito", echamos gasolina con un poco de plata, seguimos a Jagüey doblando a la derecha, buscando siempre el mar en los acantilados, allá en la cueva aquella el ruido de las olas, el sol relampagueando ya vienen los mosquitos, allá los camaleones nadan los cocodrilos, vuelan los frailecillos me tomo una cerveza, comienzas a mirarme me suben en un muro, ya me ponen la trusa qué miedo el mar qué miedo, me duermo allá en las olas se acaba la mañana, me preparan el sueño hoy sí desayunamos, comienza la llovizna duérmete niño duérmete, nace aquel arcoiris ya me traen el tesoro, estaba allí escondido una múcura llena de monedas de oro...

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jueves, 10 de abril de 2008

Me estoy olvidando de algo y no se de qué...

Hoy fui temprano a la consulta del médico, una mañana lluviosa en extremo de una primavera adelantada, un semi-invierno atrasado y rumores callejeros de que no iba a llover tanto y que después el sol irremediablemente iba a salir de su escondite a calentarnos la tierra.

Y sin embargo sucedió todo lo contrario: cayó un torrrencial aguacero desde las 6 de la mañana, un aguacero de verdad de goterones enormes y verticales, sin viento ni remolinos, un manantial celeste que no paró hasta que las calles le pidieron que por favor cesara, que amainara unos minutos para poder desbloquear las alcantarillas, hacer que los desagües se destupieran y que la gente fuera adonde pensaba ir, a pasear, al trabajo, al médico, a la farmacia, a ver la novia, a correr, a lo que fuera pero sin lluvia, sin inundaciones, sin derrumbes, tranquilamente como siempre, como todos los días...

Me refugié con mi pequeña sombrilla y mis zapatos mojados, más bien entripados en el pasillo del hospital, un pasillo atestado de gente, sentada y de pie, que entraba y salía, un pasillo rectangular con custodios detrás de los cristales, los pisos pulidos, alumbrado, pintado y reparado, me puse a mirar los falsotechos, las salidas del aire acondicionado central, me puse a ver cómo entraba y salía la gente y si éramos iguales o diferentes, me puse a contar cuánta gente estaba allí esperando la consulta y los análisis de aquella sección del hospital, yo de pie contando ovejas vestidas que saltaban la cerca del corral unas tras otras, hasta que se me acercó la abuela que atendía el baño y me dijo: "Está contando las ovejas que saltan la cerca?". Y le pregunté que cómo lo sabía y me dijo que al contar yo estaba diciendo con los labios "una oveja, dos ovejas...", me dijo que estaba perdiendo el tiempo porque podía contarlas de una sola vez y rápido y le pregunté cómo y me dijo: "En el salón hay 137 sillas fijas en el suelo, cuente los asientos vacíos"...

Había 7 asientos vacíos por lo que allí sentados estaban 130 personas y le dije: "Hay 130 personas". Y la abuela me dijo que entonces los que estaban de pie los agrupara de a 10 y calculara cuántos podría haber y calculé más o menos 200 (20 grupos de a l0, le dije) entonces ella me dijo que había que sumar 200 y 130= 330 personas y restarle 20 por si nos habíamos equivocado en la agrupación de a 10 y que con esa cifra (310 personas) la cuenta era más fácil porque los que entraban (digamos 8 y los que salían digamos 6) nos daba un promedio de 2 personas que entraban por minuto, se quedaban dentro hasta que dos horas después comenzaban a salir y el local se iba desinflando, se iba quedando vacío...

Quise decirle algo pero se me olvidó, no la pude ver más, se me confundió entre el gentío que estaba, que entraba y que salía y empecé a procuparme si habría sido cierto que la señora se me acercó y me ayudó a calcular la cantidad de personas que me acompañaban en la cola del médico... Entonces opté por dejar las cuentas a un lado y enumerar las diferencias entre personas: salvo la estatura, la vestimenta, el peso, el color de la piel, del cabello, del sexo, de la edad, la gente era igual, hablaba igual que todos en el local, movía las manos y los brazos señalizando la palabra, la gente estaba inquieta, sentada o de pie, moviendo los brazos como si fueran aspas de un ventilador ruso Orbita y en la medida que se movían los cuerpos iba creciendo el tono de la voz convirtiendo el local en un enjambre ruidoso de personas, un enjambre de avispas alteradas, discutiendo los más variados temas, un parloteo ensordecedor de todos contra todos incluyendo enfermeras, ujieres, custodios, choferes, enfermos o saludables, pacientes o no, un cotorreo ruidoso en extremo hasta que la enfermera dijo algo con un grito ensordecedor: "¡Silencio para entregar los turnos!". Y se hizo un silencio de cementerios, un silencio total como
si nos hubieran metido en una cámara de tomografía axial computarizada, un silencio no solo preocupante sino aburrido, estresante, extraño, ecuménico...

La gente fue tomando su turno numerado y se perdió en cada habitación del salón o se sentó en las sillas, en las jardineras sin flores, en los muros, los quicios o se quedó de pie frente a la puerta de los especialistas y me puse a mirar los que se quedaron en mi grupo y me di cuenta que estaba al lado de Juan Torena, alto, fornido, melenudo, sonriente y sudado, en short y camiseta con la mano escondida a la espalda y el pecho mostrando dos medallas de oro y le dije: "¡Alberto!". Como si Juan me conociera y vino a mí y me dijo: "¡Torena, cará...!". "¡Esto se está acabando... gracias a tí...!", refiriéndose a la cola de gente frente a la puerta de los especialistas y me fue a abrazar pero se diluyó allí mismo en la cola de los que habían perdido la memoria...

Y vino de nuevo la viejita y me susurró al oído: "La mano que lleva a la espalda es la que tiene el corazón... él siempre viene con el corazón en la mano". Pero cuando quise preguntarle la vieja no estaba, ni Juanto tampoco y yo tenía dos monedas en las manos y decía bajito mirando las monedas: "Dos medallas olímpicas..." y ví como la muchacha que estaba al lado mío en la cola sonreía como si ella supiera el significado para mí de aquellas dos monedas de oro, yo un Don Juan en la cola de los insomnes.

Pasaron solo unos minutos que me parecieron 50 años... viendo entrar y salir gente del salón, de las consultas, oyendo conversaciones en alta voz, susurros, ayes y quejidos, patologías, sintomatologías, posologías y diagnósticos, medicamentos y mejunjes, remedios santos, consejos, todos iguales, dichos por enfermeras y doctores, por choferes y custodios, por mujeres y hombres, por viejos y viejas, deportistas e intelectuales, obreros y campesinos, estudiantes y militares, menos los niños que dicen solo lo que les enseñan los padres, estábamos allí quejándonos, compitiendo a ganar algo con la enfermedad más tenebrosa y difícil, la gravetomía, nosotros los hipocondríacos, los anémicos, los herniados, sordos e hipoacústicos, gastroenterologéricos, los renales, hepatográsicos, icterohemoglobinúricos, meprobramáticos, hipodérmicos, drogadícticos, hiperkinéticos, diabéticos, nosotros los enfermos que decimos que aquí la gente no trabaja y se pasa el día en los hospitales hablando de los demás y olvidándose de lo que le dicen los médicos...

"¡Juan Enfermo Torena!"... Llamaron por el altavoz y me di cuenta que era yo, el medallista, al que le tocaba entrar en la consulta, el de la dosis exacta, el tarjetónico, el recetámico, el stock ambulante de medicamentos, el pálido ejemplar, el Dr. Torena, Juanito como me dicen en casa... Ahora sentado en aquella misma silla de la consulta esperando la misma pregunta de siempre: "¿Qué se siente, Dr.?"... Mi silla... Pero lo ví todo blanco, como bata de médico, lo ví todo blanco azuloso como radiografía sobre la placa, una placa de cabeza completa que me miraba colgando de unos palitos de tender ropa que la aprisionaban a un cordel y que el otro médico tenía ahora en sus manos sin guantes, delante de los cristales de sus espejuelos de consulta, sus bifocales de especialista y me dijo: "A Ud. se le está escapando la memoria"...

Es cierto que se me olvidan cosas, que cuando me acuesto o me levanto cierto vahído me toca de cerca y hago el intento de recordar pero ni modo, el sueño o la pesadilla de la noche anterior se me olvida, se me olvidan los nombres por ejemplo de la protagonista de la película Casablanca, recuerdo a Sam, al negro que tocaba el piano, a Bogart con su saco blanco y su corbata diciéndole parado junto al instrumento: "Te dije que no la tocaras..." y Sam con un gesto de ojos y arrugas siguió tocando "Cuando pasan los años" y miró a la protagonista para desde allí comenzar la verdadera trama... Pero no logro recordar el nombre de ella... Eso me pasa Dr. una pérdida de memoria incomprensiblemente absurda, hasta que alguien que me encuentre y le cuente mi lapsus me diga sin esfuerzo ninguno: Ingrid Bergman... ¡Claro, Ingrid...! Y entonces viene la avalancha de recuerdos, que me duran semanas, yo sin poder dormir, recordándolo todo hasta el próximo vacío, hasta el siguiente agujero negro algo así como un soplido que me pone indefenso ante el peligro. Eso es muy grave médico, ¡muy muy grave!

"Si tiene insomnio, no se preocupe quédese despierto que luego va a dormir. Si se le olvidan cosas no importa, eso sucede siempre, míreme bien yo padezco también de esa especie de amnesia, si no tiene apetito quédese tranquilo que el apetito viene, apetito sin alimentos es como jicotea sin carapacho, si no recuerda a veces cuándo comió tal cosa, mejor, así su masa encefálica le va a durar más...", dijo y no me dio recetas, me pasó un número para que lo viera en la próxima consulta el mes entrante y me dijo al levantarse: "Si no llueve...".

Y salí a aquel pasillo, al salón para encontrarme con la mirada de la gente que estaban vestidos como yo, de mi misma estatura, con la misma cicatriz en la cara, gente flaca y encorvada como yo, con dos monedas en la mano aprisionándolas como medallas de ganador de campo y pista, ansiosas por saber qué me habían dicho y les dije: "Nada"... y comenzó el barullo de nuevo, un escándalo gigantesco en el que pude entender qué nos estaba pasando, habíamos hablado tanto que nos habíamos olvidado de hacer las cosas, nos habíamos enfermado de conversacioncitis y eso ni era preocupante ni grave, sencillamente era una patología con la que se podía seguir viviendo, pero altamente contagiosa, al mismo tiempo que necesaria, una especie de patología genética de la que no podríamos librarnos nunca...

Una perniciosa enfermedad que implicaba habernos olvidado de los apellidos de los amigos y de otras personas, de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, de todos los apellidos de la parentela completa, de sus direcciones, del color de sus ojos, un olvido implacable que nos había rellenado una sección del cerebro con los títulos de películas y de actores-artistas y nos había borrado el de las tumbas de los familiares en los cementerios, que nos había hecho especialistas en identificar viandas, carnes, vegetales y frutas en cualquier mercado y nos había hecho olvidar las fechas de nacimiento de la familia, una patología que nos había sembrado los números telefónicos de los vecinos y nos había hecho olvidar los de la gente que nos quería...

Nos habíamos olvidado de casi todo, de leer un buen libro, de ver una buena pintura, de asistir al teatro, a la iglesia, a un museo, recordábamos perfectamente cuantos dedos teníamos en el cuerpo y no sabíamos en qué calle nacimos, nos sorprendíamos que aquel bisabuelo se llamara Eustaquio, le apodaban Paco y hubiera muerto en un accidente al tratar de cruzar una línea de ferrocarril y no cumplir con la señal de pare... Recuerdos pocos y olvidos muchos, nosotros los olvidadizos, los atarantadamente huecos, los perdidos, con lo interesante que se convierten las azoteas elevadas y el mar allí mirándonos para que siempre lo recordemos.

Pero era más grave la enfermedad de lo que decía mi amigo el galeno... Era una enfermedad hereditaria, ya los nuevos parientes nacían contaminados, nada sabían ni siquiera de sus propios padres, ni por qué dormían, por qué estaban despiertos, por qué tenían que desayunar, porque tenían que conocer la diferencia entre correr y caminar. Desde pequeños se habían olvidado de tanto que ya después no sabían ni recordar, ni sabían quiénes habían sido, quiénes realmente eran y en qué se iban a convertir... Como en el salón aquel: todos iguales poco diferentes, una sola persona-robot masiva olvidadiza que no sabía ni el día en que estaba viviendo, ni la hora, ni el tiempo meteorológico, ni las rutas de guaguas, ni el número del turno, ni el año de nacimiento de su mujer, ni el nombre de la escuela donde aprendió a leer y a escribir... que nada sabía de arte, de religión, de filosofía, de historia de las ciencias, un cero a la izquierda, un "ao" vestido de pelotero, un "ná", unos pacientes-médicos que se habían olvidado de lo más elemental en una consulta: que cada cual es diferente al resto.

Cuando me marchaba sin mirar dejando atrás aquel gentío hablando a gritos y gesticulando, la vieja me haló por la camisa enseñándome un pedazo de papel higiénico y me dijo: "No le hagas mucho caso a lo que te dijo el Dr. que a todo el mundo le dice y le manda lo mismo: meprobramato". Y me dejó el pedazo de papel para que me secara la cara mojada por el aluvión de la mañana, pero eso también se me olvidó y ya con el papel en la mano no logré recordar dónde había olvidado mi sombrilla.

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martes, 8 de abril de 2008

Siete frutas

Un amigo me dijo un día, hace ya algún tiempo: "Si prohibieran las creencias yo escondería mis santos en un lugar donde nadie los viera". Le dije que imposible que siempre hay un ojo que te ve... pero él se llevó el índice a la sien y me respondió sonriendo: "Aquí dentro..." y se fue caminando sin mirar hacia atrás, cantando un rezo lucumí antiguo que nunca me he podido aprender pero que se podía traducir así: "Hay que encontrar el año y recoger las frutas para desear felicidad a los vivos y descanso a los muertos...".

Tal vez estemos en el año de uno de los santos, un Orisha genuino que debe tener un día y al que se le debe hacer una ofrenda. ¿Obbatalá Las Mercedes vestido de blanco ese santo mayor que preside la sabiduría? ¿O Changó Santa Bárbara de rojo con su espada para los rayos y las centellas? ¿Será quién, quién será? Hay que acudir al registro, buscar la carta del año, entrar en el misterio común que nos corre por los poros que nos saluda de noche y nos eriza la piel, una cubierta que tenemos como sensor para establecer la comunicación con los de afuera, no los que se han ido tan solo ni los que viven en el más allá, sino con nosotros mismos los ángeles que hemos vivido esperando que nos vengan a buscar para un viaje con regreso sin pasaporte ni boleto.

A cada Santo su comida especial, sus especias, sus colores, sus cánticos, sus rezos, sus días, sus noches, sus años, su lugar, un babalao que sabe es como un libro vivo, una santera que hace ceremonias para vivos y misas para muertos sabe también poner el vaso con agua para cada cual, pañuelos y abanicos, hierbas medicinales, pases de rocío manual, ojos abiertos, manos danzando en el aire para que vengan a hablar con los vivos los que en milenios siguen regresando de entre los muertos, son telas que se mueven como fantasmas, fotos antiguas, mujeres-hombres, hombres-mujeres que custodian los cementerios, las casas de recepción, los aeropuertos y los puertos, la mar y el río, la tierra y el aire, güijes escondidos, doncellas vírgenes limpias a las que hay que amar en silencio, señales, impulsos, llamadas y consejos... se tiene todo eso cifrado en la sangre genética, sentir el tambor como acaricia, el violín, la música de 2 por cuatro, la imagen y el culto, una oración interna para saber qué hacer y cómo conducirse, un saludo oportuno, un adiós sin dar la espalda, un carnaval de collares mágicos.

Flores, comida y dinero para alegría del santo, una campanita para moverla delante del altar, el pensamiento reconociéndose como intérprete, el azúcar hirviendo en la cacerola para hacer el almíbar y una mesa gigante para que vengan a comer todos los creyentes y no creyentes del mundo, una mesa ecuménica donde se den cita todas las religiones, sus sacerdotes, sus libros, sus costumbres, sus idiomas, sus músicas, sus rituales respetando al otro, tolerando, comprendiendo. Este año necesitamos según me han dicho siete frutas escogidas al azar, frutas silvestres, si son sembradas por nuestra propia mano mejor, si no alcanzarlas, buscarlas, recogerlas, traerlas a la bandeja y a la mesa para darlas no para consumirlas.

La guayaba: sexo de vírgenes, redonda roja o amarilla, esa que tiene la corteza suave dentro de la cual habitan las semillas iguales como piedras de río, guayabas que han dejado la flor blanca esparcida en el suelo de la mata, que se han escondido debajo del follaje, dentro de sus mismas hojas mirándonos cómo hacemos la recogida, si le ponemos amor o lo hacemos con el drenaje del egoísmo, muchas guayabas para el jugo y la mermelada, para con el azúcar aprisionarla en barras, moldearla luego y brindar con la lasca de queso blanco y húmedo, pero ahora unas guayabas silvestres, frutas, crudas, cargadas de vitamina C, verdes, maduras o pintonas...

Una fruta bomba, abierta de par en par como brazos de mujeres adultas que han perdido al marido, llenas de redondas semillas babosas y pulpa cremosa que nos invita detrás de los colores rojos y amarillos del centro al convite, hasta la cáscara verde que las cubre, fruta que nada como barracuda salvaje en gestación encima de las tarimas del agro o en la propia mata exponiendo el fruto múltiple como tetas de mujeres obesas para ser arrancadas con tacto, transportadas hasta las cocinas, maduradas al natural, heridas para verlas por dentro sin abrirlas por fuera... frutabomba madura.

Chirimoyas cortadas de la mata y que conserven su tallo vivo, que se maduren en el viandero cubiertas con el fino holán tejido o sin él, para que la masa blanca marfil se abra y muestre las semillas de almendras y la mezcla arenosa y dulce que nos convoca a la mordida...

Platanitos de fruta, maduros, en manos apretadas impares limpias de puntas negras, que no tengan heridas de cuchillo, que se maduren al mismo tiempo sin desgajarse, la mano se guarda luego de ser bañada y secada sin que le dé el sol de forma tal que el plátano permanezca con su tallo firme y cortado para mostrar como trofeo único, poder contar los ejemplares y calcular cuánto ha dado la mata.

Un mamey poderoso de cáscara lijosa, de masa roja fina de hebras de hilo, con semilla negra de almendra gigante, puntiagudo y sin tallo, en sazón de primavera, castrado de la mata en su punto de almíbar y no calado para que toda la energía se guarde hasta el momento de la apertura y se ofrezca apetitoso mejor sin abrir.

Marañones y mamoncillos, esas frutas apetecidas en El Caney de Oriente, rarezas en extinción que muchos nunca han visto listas para mostrar en toda su esquisitez y energía, el marañón para que apriete la boca al morder con su semilla visible, dura y áspera, lisa como cáscara de semilla de mamey, como casa caracol de macao de playa y el mamoncillo en su manojo amarrado como catauro de hojas de yaguas de palma, con tallos y hojas diversas, escondido dentro de su débil corteza verde, con su semilla única como ojo de tiburón y su masa carnosa de la que pende el néctar congelado como semen de equino.

Con las 7 frutas que consigamos haremos una fuente diversa como ensalada de estación, las colocaremos indistintamente según el orden en que las hayamos llevado a casa y con ellas reunidas iremos hasta el mar para iniciar la ceremonia, una marcha sencilla y sin música, unos pasos firmes en la arena y luego con las frutas al pecho las depositaremos dentro del agua del norte enarbolando el pensamiento más íntimo y la promesa mejor. Todo parece indicar que este 2008 es el año de Yemayá Olokkun, orisha de las aguas, le pediremos salud y suerte para toda la familia incluyéndonos, ayuda para la sobrevivencia, fortaleza ante la muerte y mucha vida con honor para entregarla a otros si es necesario, llevar sin pena el esqueleto cubierto de carne que tenemos y asistir a otro que lo necesite...

Esto y más nos va a hacer falta hacer ante la destructiva avalancha del egoísmo y la incertidumbre ambiental, el aire tormentoso y turbulento de la invasión de la materia y el mutis del espíritu, de la incomprensible presencia de las tentaciones que nos rodean, de las pandemias que nos acechan, de las angustias que padecemos por desatinos de incapaces, el mal deberá ser detenido y la bondad (un valor que se ha perdido irremediablemente de la mente y el comportamiento de algunos) rescatada en medio de una verdadera inyección de optimismo y abnegación sin interés egoísta, para sembrar deber y honor mientras hacemos cosas y canciones bien rodeados de un manantial de amor que brote antes, durante y después de la ofrenda... Y hacerlo todo sin prisa dentro del tiempo que tiene el orisha para que sea venerado recibiendo en pago solamente una merced: la savia de la vida...

Yo pensaba que en esta fase de ancianos no se iba a dar nada nuevo, pero no, ahora estamos deletreando las canciones de los Beatles, escarbando en el sentido de las guerras y de las paces, leyendo sobre estímulos materiales y morales, de valores y de ética, de discriminación racial y de orientación sexual, las bodegas se han puesto a vender preservativos, ya las recetas de farmacia sirven en cualquier lado, es común ver un "caballo de santo" caminar por la calle con una sombrilla blanca cubriéndole del sol y lo que era un secreto de consultas de santería se ha transformado en una sesión pública... lo único que hace falta es que nos pongamos de acuerdo para llevar todo ese frutal a la playa no vaya a ser que las toneladas de coctel que hagamos tupan después las alcantarillas... Todo el mundo sabe que los cubanos o no llegamos o nos pasamos, así de sencillo.

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Algunas respuestas...

(...que me envió mi papá hoy, con una nota introductoria que yo bien pudiera traducir así: "después de ser famoso, mami me trae el café a la cama. Yo no sé exáctamente lo que es un blog pero allá va eso...)


Mami leyó las opiniones y siguió haciendo el dulce de coco pero con una sonrisita. Desde que la gente opina parece que mi respeto crece aquí en la casa, no sé pero ahora tengo la impresión de que me tratan de otra manera, digo yo... Los comentarios al blog no sé cómo los voy a responder, eso lo voy a pensar... Aquí van algunos:

"Osva: eso de vacilón y me cuadró ya está anticuado, ahora se dice "desparramao". Es una crítica constructiva a nivel de socito. Yo ahora no soy el profe sino el maestro, el maestro peado. Gracias."

"Eufrates: Excelente ya no se escribe con x sino con A, porque X Alfonso se va a poner bravo. De todas formas te felixito, graciax..."

"Jinetero y qué?!: Pobre diablo! Estás atrás colega. El odio es cariño, no me cabe duda... así que no tires tu celular al río Spre como yo sino comienza por darle unas vacaciones los fines de semana o cuando quieras por el día... Hacer el amor con un celular conectado es lo más picúo del mundo.. Relax, mano! Me llamaste?...

"Perkaíto: Eso de que lo siento muy adentro, bueno, claro, por supuesto, este... ya, es una metáfora. Gracias por esa meta... sí, pero no... Así que gracias por tus letras y te digo como dicen que dijo Luis I Rey de España (el padre abdicó pero él murió de viruelas y el padre volvió al poder): "Si me pides el pescao te lo doy, con viruelas sin viruelas te lo doy, te lo doy, te lo doy, te lo doy...". Já!!!

"Lena: Tu alacena ya está llena, buena, rebuena y rebuena, pero a mí no me da pena, lechones en Nochebuena, Lena, bonita y serena, franca, sencilla y amena, yo sigo en mi cantalena, en mi divina colmena, gracias Lena, gracias, gracias, si te crece la melena, gaceñiga y yerba buena!!!!"

"Tony: Cada vez que te leo se me pone la carne de res inalcalzable...!"

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domingo, 6 de abril de 2008

Gracias y petición

(Mensaje de mi papá)

A los lectores del blog... gracias de nuevo... son muy comunicativos. Y yo de lo más contento. Ahora mismo estoy impulsado escribiendo cosas. Y si me mandan temas de los que les gustaría escribiera, ¡pues mejor!

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Carta de amor ahorrativo

Yo te lo hubiera dicho cuando hablamos ayer pero no fue posible... el amor por teléfono cuesta, es una cuenta tuya que me encarece el cariño, porque en la misma medida en que crece el haber, el saldo decrece si el deber es el mismo. Probablemente si yo estuviera en otra latitud tu llamada te pudiera costar casi nada pero estamos en la Ciudad Prohibida de las dinastías chinas, subiendo las inmensas escaleras filmadas de "El último Emperador", cerca de las murallas restauradas, viendo pasar los palanquines modernos, los policías de tránsito, las señoritas vestidas a lo occidental mientras debajo de esas ropas está la seda cara, la ausencia de su ropa interior y los mismos ojos de figura de almendra que tanto nos invitan.

Estamos rodeados por atardeceres chinos, Zanja se ha convertido en una gran avenida, aquel barrio ya puede ofertar en la confluencia con Cuchillo más de mil dragones de garganta apagada, multicolores, danzantes, custodiados por toneladas de arroces fritos, sopas de legumbres, aromas chinos para guaguas chinas, chinos de la cuarta generación encaramados en bicicletas "Forever" viejas como tejas de techo. ¿Cómo decirte que te amo en chino?... Tal vez "Chinchín" como se dice "aguacero" en cantonés. O "Mincin" como se dice en pekinés "desorganización". O llamarte de mañana: "Toca gao" como se dice papel sanitario. Hoy te amo más que ayer y menos que mañana, es un amor endemoniadamente chino, en chancletas de andar, silencioso y taimado, encima del estambre con que te tejo mis versos, mis notas de periodista frustrado, las mismas que te pudiera decir si la llamada costara menos pero que hoy te escribo y te envío con la Sra. Internet para que lleguen a tus manos en el mismo minuto en que te pongas a mirar por la ventana cómo caen las gotas de lluvia sobre las flores del jardín, este envío de amor ahorrativo, barato, apetecible, un amor pequeño ("tilín"=ahorro)...

"Te quielo y me quedo colto" te digo en chino, puesto delante de mi ventilador "Chuánchuán", de mi aire acondicionado "Chuínchuín", bebiendo helados "Muymuy" tipicamente chinos, tras mi biombo chino que muestra señoritas lascivas acomodadas "Jinijini" que me invitan al amor pagado, un amor que nada vale realmente, que se queda pendiente como arete en la oreja de un luchador de "Sumo" chino, un saltarín del circo chino, de la ópera china que toca violín acariciando un serrucho... "Tuítuí" hace el serrucho y te entrega una flor con reverencias osadas, una canción confeccionada cuando suena el metal contra el suelo mientras una mujer pare una criatura que puede mañana llamarse "Tuang", "Tcheng", "Tong".

¿Cuánto se ha escrito a través de los siglos acerca del amor?, te pregunto. Y me contestas: nada... Tal vez el primer sentimiento que perdió la humanidad y el que cuesta más rescatar. El amor es un misterio que nadie puede definir. De él nada se sabe, científicos y poetas han tratado de acercársele pero el amor se esconde, se acaba y reaparece, se pierde y vuelve, volátil, victorioso, maltratado, tratado mal, la gente hoy intenta decir algo un día al año, regalar una cosa cuando el amor es un ser descosificado, es si acaso la intención de seguir respirando, parece que lo llevamos encima como la misma gravedad que nos rodea y nunca lo sentimos, nadie lo vende ni lo puede comprar y como todo el mundo sabe hay cosas más importantes que el dinero, pero cuestan mucho... Tengo la prueba de la cuenta telefónica... Una conversación contigo de 10 minutos cuesta tanto como hablar desde Beijing a Hongkong sin colgar 72 horas... O llamar desde Shangai a Groenlandia y hablar sin colgar durante 48 horas heladas, congeladas.

Yo, que me estoy convirtiendo en un chino original, amarilloso como si tuviera una hepatitis noble y superficial, rodeado como estoy de cosas chinas, de chinos y chinas, de trenzas y oblicuidades, de sopas y palitos de comer, si estuviera pescando en el Mar de la China Meridional y marcara en mi celular 111 tu número telefónico y estuviera hablando 7 días seguidos contigo, gastaría menos que si tuviera que pagar un Shopsuei en un restaurante del China Town de New York o en el "La flor de Loto" del barrio chino de aquí, pero ayer no, ayer tu llamada nos costó tanto como una olla arrocera china ofertada en las tiendas de recuperación de divisas y solo hablamos menos de 10 minutos, una conversación furtiva, monosilábica, ¿estás bien?, Sí, ¿y ustedes qué? ¡Ná! y ¡Ya!... Se fueron los chavitos, los euros, los usd, se marcharon como si se hubiesen montado en un inmenso globo chino, en el rabo de un papalote de papel chino, o perdidos en la fachada de terracota funeraria de un vaso estilo Wei, como si hubieran desaparecido en un segundo después de haber rezado en la pagoda de Longchan...

Amor mío te amo ("Te amo a felicital el año que viene como una muetra de nuetro amol etelno Elda mía, mi elda, te lo dice tu músico que te quiere amol mío te amo a querel pero pol calta"), porque si te lo digo telefónicamente tendríamos que ser manchúes ricos, comerciantes de la dinastía Tang o reyes Ming forrados en oro para pagar esas llamadas. Cada vez que suena el timbre "Ling Ling" se me erizan los pelos de las orejas sabiendo lo que va a costar. Te lo digo seriamente: si me sacara mañana el premio gordo en la Loto de Berlín te iba a dar besos las 24 horas del día ya hecho millonario, nunca más por teléfono... Agarraría el aparatico y lo lanzaría lejos como si estuviera lanzando el martillo y la hoz, para que se lo comieran los patos hambrientos del río Spre, lo cagaran los camaleones del jardín, lo desguazaran los cocodrilos de la ciénaga o lo deshilacharan los perros chinos buscadores de basura de Aloyo Nalanjo.

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sábado, 5 de abril de 2008

Un día de paseo, una señora...

Parece que hoy nos levantamos con el deseo de romper con nuestros sombreros las farolas de la Calle 100 que estaban poniendo nuevas, lo nuevo (decía Hegel) es aquello que es y no es, es el sustrato del concípere gestado... cosas del viejo Hegel, aquel mismo que tenía un establo en medio de Berlín hoy rodeado de pinos que sirven para orinar cuando no está cerca el baño público y el líquido en el riñón no nos perdona la necesidad de la micción...

Están montando las farolas de la calle 100 y también las de la calle 51, esas que llegan hasta el túnel de Línea, un túnel breve (el bretúnel) que conecta el barrio de los ricos de Miramar con el de los ricos del Vedado, el túVedado un túnel que va en sentido contrario desde el Vedado a Miramar por debajo del agua (más bien de la ría) del Almendares, ese brazo de río pequeño si lo comparamos con el Orinoco o el Amazonas, un Almendrón (digo, un Almendares) que ya no tiene tanta malangueta, rellenado de mosquitos nobles y poco agresivos, un Almen que no tiene botes de alquiler y que posee los jardines colgantes más suculentos de toda la ciudad (pasto de los animales que comen de ellos como chivos y cabras, jamelgos y caballos), un Almendares igual al equipo de pelota que tenía color azul y un alacrán pintado para lidiar a muerte contra el Cienfuegos (elefantes verdes), Habana (leones rojos) y Marianao (tigres carmelitas), un río que es el orgullo de las parejas de casados que todavía van a fotografiarse por allí, oyendo el ronronear de las aguas albañales que corren espumosas plácidamente, esas mismas que fertilizan las plantaciones de plátanos de las orillas, que crean humedales y sirven de prueba contaminante para multas de empresas incumplidoras...

Hoy nos levantamos con la mirada sociológica de la estepa, esa mirada que descubre cosas que existen ahí pero no son notadas por el mirador ingenuo, común y corriente, digamos las mariposas que están volando y pegan contra el cristal del carro cuando pasamos por el puente de hierro encima del Almendares, botes de motor que se van a la desembocadura para ahuyentar a los peces y protegerlos de la carnada quiróptera de los pescadores de orilla que ahora lanzan la cuerda con el anzuelo, encima de los arrecifes de La Puntilla con la esperanza de traer prendido al calamar los dientes de un pargo de arribazón, esos que pescan un catarro, a los que se les mete el salitre sin pólvora por la nariz y se creen que están en la punta del beril, allá a lo lejos en el oscuro azul del estrecho del norte, del amplio mar que nos rodea...

Las calles de Miramar y las casas están más limpias y pintadas que las de San Miguel del Padrón, observación que se constata a vista simple sin la necesidad de enjundioso análisis o búsqueda científica del meollo (la esencia del asunto), asimismo en esa región los negocios prosperan a diferencia de los agros de muchedumbre de la Habana Vieja, corre por el aire un olor a perfume de shopping, la gente compra sus dvd que se ofertan libremente hoy en los mostradores, calcula el precio de los televisores planos, observa las bicicletas eléctricas, los discos duros de última generación, aquellos celulares para hacer crecer la celulitis, esa oferta de pinturas de interior para casas de alquiler, allá los taxis de ocasión solícitos y dispuestos en la esquina de 42 con 5ta. Avenida, acá los murmullos del cubaneo sorbiendo los refrescos y refrigerios de cafeterías diversas, mientras una estridente música se le mete por los oídos a cuanto cliente visita aquel complejo de tiendas y unos negros parqueadores y parqueados debajo de un ciprés ofertan colchones de muelles originales y modernos sacados inteligentemente de los almacenes y puestos al servicio de los incautos en ciudadelas y pasillos ocultos como platos de ensaladas mixtas en hoteles de lujo. Los aseres misteriosos de Miramar...

Los cárnicos de 3ra. y 70 no tienen pellejos exteriores, me dice una dama vestida elegantemente con un mono deportivo de última generación. Esos pellejos los llevan dentro, como recuerdos de amor a la usanza del Siglo XIX, los pollos de ballet se muestran apetitosos y caros como toda carne de alto nivel, los guisantes hechos de chícharos jóvenes intocables al uso común se aburren en los estantes demostrando su preferencia por la mano extranjera para que les acaricie el envase en las cajas registradoras, mientras los detergentes de calidad bostezan junto a flores de plástico, herrajes de baños, losas para pisos y cementeras importadas, a la par que la oferta de mariscos congelados permanece intocable probablemente esperando el fin de año para ser consumida por visitantes extraños que no saben siquiera dónde el jején puso el huevo.

En esta región visitada no sucede como en La Lisa que la gente va comiendo cosas mientras camina y tira las envolturas en medio de la calle sin puntería ninguna hacia los tanques de basura que en ocasiones ubican en esquinas estratégicas... aquí se utiliza la servilleta para secar con sutileza los labios contagiados por el puré de las cuñas de pizzas y se enrolla el papel para depositarlo en los tambuches pintados de gris que se recogen al atardecer, en el romántico ocaso maleconero y se ubican suavemente en los pestilentes camiones de basura que no dejan rastro de desechos, como ocurre en los barrios populosos de 10 de Octubre, en los que la gritería del personal de comunales sorprende a cuanta calmada persona descansa o duerme después de una agotadora jornada de trabajo y los sólidos desechos desbordan los recipientes para atractivo de moscas y maratones de perros equilibristas...

Incluso hasta el transporte se mueve en esa zona especial sin la estridencia de los tubos de escape, no lanza el monóxido de carbono contaminante mientras fluye a velocidades de competencias y la gente habla en voz baja, no molesta al otro, es displicente y educada, se nota la ausencia de vendedores de maní ambulantes, pordioseros y alteradores del orden por broncas callejeras, arrebatadores de cadenas y carteras para guardar dinero, al mismo tiempo que el personal de tiendas conserva su imagen uniformada, los parqueadores llevan con orgullo su camiseta roja de Havana Club, los policías y agentes de civil se notan calmados y desestresados mientras los oriundos de esta región diplomática captan enseguida la presencia de forasteros no solo por su andar desenfadado y campesino sino también por sus miradas de asombro ante tanta limpieza, su insistencia en pagar con monedas de menudo y no dar propinas a quien le cobra algún servicio brindado. En otras palabras: viajar a esta zona es como salir de la letrina a cagar en un baño con sauna y cristales calobares.

El entorno invita mientras aguante el bolsillo... el que lo tenga dispuesto va a gastar en la oferta de mostradores, pero el que no, decide quedarse sin invitación a hacerlo en su barrio caluroso de amor, atractivamente promiscuo que lo invita a hablar la jerga llana y vociferante que rompe la quietud cuando a toda voz alguien grita: "Cuca, acaba de tirarme la llave coño!". Como aquella estampa de la antigua sociedad en la que dos damas de alcurnia coquetean con el idioma debajo del cocotero mientras uno de esos frutos cae violentamente sobre la cabeza de una de ellas y en medio del silencio ambiental y las buenas maneras, la accidentada exclama con júbilo y dolor: "Esta cabrona mata me ha metío un cocazo que me ha dejado tiesa carajo".

Oh Miramar!... Mirando al mar, de avenidas sin perros, zona de embajadores, de policías para asuntos extranjeros, gasolina super, exdealers de casinos, hoteleros modernos, parqueadores modestos, mujeres empleadas, políglotas ocultos, insufladores, muleteros, petimetres, redruejadores, color de urchilla, jaeceros, vocabulario de especialistas.. Hoy nos levantamos con el intento de romper farolas con el sombrero y no pagar las culpas, de dirigirle la palabra a alguien diciendo como locutor de radio: "Ud. primero señora, hace un calor que rasga el cutis", pero, mientras, mordemos con ansia este barquillo con helado de fresa que nos venden en una esquina del barrio y pasa un voceador de panes a domicilio que se ha encontrado un pito de gendarmes y nos despierta con la mismísima cantata de todos los días: "El pannnn suave, el pannnn", nos entra la gana en el cuerpo de quedarnos en la zona especial, sentimos el vaho de la hierba bajo la sombra del ateje, nos tocamos la piel para convencernos de que no vamos a decirle al director quién ha roto la farola, sino que abriremos el cucurucho, daremos palmadas para asustar palomas y nos refugiaremos en la cueva de siempre, para con una mano rascar la cabeza de la perra de guardia y con la otra soñar que estamos posando como gladiadores en el zoológico de 26...

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martes, 1 de abril de 2008

Celulares móviles

A nosotros nos pasa siempre lo mismo: nos enteramos de las cosas cuando ya son viejas. En Europa y en el resto del mundo cualquiera anda de aquípallá con un aparatico telefónico en el bolsillo, hasta los niños, se suben al metro con el telefonito y se ponen a hablar o a ver cortos musicales e incluso películas... Yo me quedé boquiabierto cuando en un restaurante desde una mesa a otra se estaban comunicando dos personas y no eran alemanes, simplemente cubanos que se llamaban por esa vía. Y en el stadium no hay cosa más parecida a encender un cigarro que tirar una foto con una camarita de flash... Ahora en la era del celular, uno saca la pistolita y enseguida decenas de personas hacen lo mismo. O están hablando entre ellos o lo hacen por un movimiento reflejo de sus cerebros telefónicos: si el otro lo hace ¿por qué yo no?

Nadie ha podido argumentar científicamente el origen del nombre del medio pero lo que sí es visible es un gesto mímico que se hace con el índice y el pulgar como si uno estuviera hablando para decirle al otro: llámame que yo te llamo o viceversa. O como decía un viejo amigo mío: "Ya mamé". Lo de celular es muy cariñoso y no tiene gran impacto modístico porque los seres están compuestos de células, incluso las organizaciones sociales (una célula de base), las neuronas son células nerviosas, nosotros (esos animales que votan en las elecciones como decía Aristóteles "el hombre es un animal político"), somos vertebrados-mamíferos cuyo organismo está compuesto por células. Hasta las prisiones son "habitaciones celulares" nadie sabe por qué...

Esas celdas o cavidades que se han convertido en el elemento fundamental de los vegetales y los animales, esos seres pequeñísimos protoplasmáticos, membranosos y nucléicos nos han dado la denominación de celulados, celulosos y por ende el celular es lo que está formado por células como el tejido celular (valga la redundancia) y como se sabe la celulitis es la irritación de ese tejido subcutáneo que se convierte en un simulador de la obesidad y la celulosa, el celuloide y todo lo que comience 6 ter05ne con cel (cubacel, transcel, celimar, celoso, cella y otras por el estilo) nos dan la idea de que forman una familia de celulitas no solo interesante sino importante. Tener un celular entre nosotros no solo es un síntoma de poder sino también de nivel lo que da lugar a expresiones como esta: "El tipo tiene un nivel del carajo, porque hasta tiene celular y todo"...

Los pedigüeños de limosnas en cualquier iglesia de Italia tienen celular para llamar y recibir. Imagínense que uno le va a dar una moneda a un lastimoso y éste le diga en un perfecto italiano: "Compadre espérese un momentico que me está entrando una llamada... enseguida lo atiendo". Aquí los boteros botean con celular y hay artistas con celular, policías celulosos, segurosos con celular, ambientosos con celular pero hasta ahora eran el privilegio de algunos. A partir de mañana ya no, el día 14 de Abril le van a meter mano (a los que tengan dinero por supuesto) a los contratos de celulares. Unos contratos sin extranjeros, contratos soberanos, para probar que los cubanos no somos ciudadanos de segunda categoría, que somos tan importantes como cualquier extranjero, incluso hasta mejores porque olemos mejor, reimos mejor, hacemos mejor el amor, no tenemos temor, ni calor, ni motor, ni rotor, solo tenemos amor que es lo mejor sin rencor.

Pero aquí, entre nosotros, los celulares son de varios tipos: celulares de funcionarios (celufuncis), celulares de cuadros (cuadricelis), celulares de extranjeros y técnicos extranjeros que trabajan en firmas (celuex), celulares de inventosos (personas que se han buscado un socio en alguna oficina y le presta el celular o le saca la línea y lo asienta en el documento como si fuera extranjero, los llamados celutosos), celulares de jineteras (son muchachitas acompañantes que tienen carro sin méritos ni otorgado por nadie), niñas gogó bellashermosasrelampagueantes que muestran sus dos celulares que poseen encima de sus ombligos, cándidas muchachitas que se han dedicado al sano y santo oficio de meretrices, prostitutas, putas o geishas del patio, cortesanas mimosas dulzonas y acarameladas para extranjeros obesos, forrados en pesos, gordos pesados de comer quesos y que usan ya sus celulares (y el celular mayor que tienen debajo de sus ombligos) con la naturalidad de las películas de sexo, violencia, lenguaje de adultos sabatinas y cuando uno menos lo espera sacan la pistolita en medio de cualquier multitud (somos multitud claro que sí!!!) y le dicen a alguien: "Jaló miquimbriqui, yo quiero mi guaniquiqui, papirriqui!!!", son los celusexis o los bollicelis o también llamados jinesexcelis...

Todo el mundo sabe que para sacar un celular con el extranjero al lado hay que llevar el aparatico y 111 cuc, porque si no, no hay negocio. Es una cifra enigmática: comienza con 1, sigue con uno y termina con 1. Una cifra que en el exterior es pura mierda pero aquí es un dinero. Y el aparato cuesta (si no te lo han regalado, claro) y más si es de última generación (celulares volátiles, que tienen internet, correo electrónico, rastreador de llamadas, películas insertadas, musiquitas auxiliares y hasta una memoria tal que le permite la ubicación de cualquier calle en el mundo, de cualquier teléfono instalado en guía telefónica oficial en cualquier parte de la tierra, del mar, del aire y del espacio interestelar, a todo color, del tamaño de una mínima caja de fósforos "Chispa" (el desarrollo de un país se mide por la calidad de los fósforos), celulares olorosos a perfume y ya... Uno se mete con ese celular que nada pesa, que flota, un celular que parece una artista de la tele o del "muvie" y uno se instala en la categoría nivelosa que le permite sacar la pistolita, poner a Brad Pitt en pantalla y decir: "Patuculito riqui, te estoy llamando con cobertura desde el Cristo de La Habana... qué onda, asere!!!". Un celular para seguir comiendo mierda con otro, para decirle cosas importantes como en qué quedó la novela brasileña de anoche, quién ganó en la pelota o si llegaron los huevos a la carnicería o los trajeron que es lo mismo pero no es igual...

Un celular inestable, variable, que puede moverse, móvil como él solo, un móvil movilizado, que está en movimiento, que se mueve ("Y sin embargo se mueve" como decía Galileo, el pobre al que hicieron abjurar (Eppur si muove!!), El Gali, que era matemático, físico y astrónomo, que se puso a observar la caída de los cuerpos, aquello del principio de la inercia, el mismo que inventó la balanza hidrostática, el termómetro y construyó el primer telescopio astronómico en Venecia (la misma Venecia que se ponía triste si me faltabas tú...).

Un Galileo Galilei sin celular y ahora que ya tenemos la posibilidad de adquirir el móvil, el celular, el telefonito enano auditivo móvil, el Handy, ese celularcito 111 que va a acabar con nosotros, ya no tendremos que esperar a que alguien que esté hablando nos dé el último en la cola y la llamadita sino que podremos, ya siendo medianoche, viendo la tele en suspenso un sábado cualquiera, un suspenso de sexo, violencia y lenguaje de adultos que usan celulares, sacar sin que nadie nos mire el gran conejo blanco del bolsillo y decir bajito para que nadie nos oiga: "Coño, al fin te tengo cabrón, te jodiste, tú el invento yo el poder, tú que no puedes hablar ni pensar, ni reir, ni cagar y yo aquí apretando el teclado como si fuera un huevo de dinosaurio macho, medio siglo esperando y ya, gané carajo, gané!!!". Y con la misma hacer como Pepito mi tío que cuando pescó la trucha más grande del río, le dió un beso y le dijo antes de soltarla: "Sigue nadando que ya no te necesito".

Habría que tener en cuenta cuánta gente va a hacer el contrato y cuánto el nivel de estrés, para dentro de un año llevar los numeritos y comparar. Me la juego a que habrá mucha gente que va a decir: "Qué clase de comemierda soy, coño, ahora no me dejan tranquilo y me molestan hasta durmiendo". Y yo como no tengo un quilo voy a seguir con la mano en el oído porque esa es la que no paga mensualidades y hasta puede hablar con Dios, sí señor...

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En este cuarto de hotel...

Ya no me pueden decir que no, que no hay habitaciones vacías, que están reservadas para una delegación que vino anoche del polo sur, una delegación de pingüinos que vienen a tomar un curso rápido de cómo caminar sin mover los brazos, de cómo saludar aplaudiendo, de cómo atender mejor al cliente en su mesa, pingüinos uniformados todos iguales como chinos de Cantón. No me podrán decir que no porque desde mañana yo voy a ser igual que cualquiera de esas aves, llevaré mi celular móvil dentro de mi bolsillo, mi tarjeta de crédito o de débito que es lo mismo, mis chancletas de estación, mi short desenfadado, mi barba de tres días, mis ojeras de amor, mi diente de oro, mis gafas para el sol, mi olor a perfume y a sudores, me dirigiré a la carpeta del hotel y me dirán señor, como a cualquier pingüino, me pedirán mi carné de identidad y me anotarán en la misma habitación de mi noche de bodas, aquella misma con mirada al mar en el piso 17...

Hay que tener en cuenta el cúmulo de sentimientos que me van a salir a flote, sentimientos de medio siglo, medio siglo esperando a que me dejen entrar, una cola de medio siglo enfadado, enjuto, con la arruga en medio de la frente, medio siglo preguntando por qué, por qué a mí no y a un español sí, a un ruso, a un japonés, a un alemán, incluso a un pingüino sí y a mí no, yo que trabajo allí, que soy de aquí, como los de Islas Caimán a los que atienden primero que a cualquier extranjero.

Probablemente saque la reservación de un día, la pague completa aunque me quede sin comer un mes, me ponga el traje de baño o la trusa que es lo mismo, pida ir al solarium, yo que vivo en uno gratis, que me rasuren o me afeiten que es lo mismo, me tome en la piscina una cerveza fría que me trae el pingüino de turno, fume yo que no fumo ni bebo alcohol, una cerveza sin alcohol, me ponga a beber tranquilamente oyendo la música indirecta con la misma canción de hace 50 años, mire por la hendija del techo pasar las nubes blancas arrastradas por el viento, mire a la gente cómo se mete poco a poco en el agua de la piscina, mire el ombligo de las mujeres que como yo han hecho lo mismo y me aburra de pronto como si el aburrimiento compactado que tengo encima se me saliera de pronto y ya no quisiera ni saber que el mismo hotel existe, que es aquel lugar extraño donde la gente piensa lo bello que es ver la tele en casa tomando té con galleticas de chocolate...

El asunto más complejo es que la gente se está preguntando por qué no podíamos reservar en el hotel, nosotros los que tenemos la plata para eso, ahora que llevamos 50 años ahorrando ya la tenemos y podemos decir que ese hotel es nuestro al menos por un día, el día de la felicidad como las bodas, como el día en que nacemos, como el segundo en que todavía respiramos, el día de la libertad de poder decirle al pingüino de turno: "Ahora que puedo, no quiero, ahora que estoy en la carpeta preguntando los precios, no quiero, no quiero entrar, me quedo fuera". Es así eso de la democracia: uno quiere votar y vota, quiere alquilar y alquila y si no quiere no vota ni alquila, se la pasa todo el día comiendo mierda paseando por el malecón y es feliz, si quiere trabaja y si no quiere se queda a dormir en el portal de la casa porque le da su irreverente gana de hacerlo, pero el asunto ese de la soberanía consiste en que yo soy alguien, Alguien Fernández Pérez, un mestizo que se ríe pa'dentro, que mueve las orejas cuando come y traga, que hace caca como cualquier suizo, que tiene voz y voto, 20 dedos en el cuerpo, un matador de moscas y mosquitos, un vago habitual o un obrero ejemplar que siente sed, que piensa, que se masturba, que corre para que no se le vaya el transporte, un lector de periódicos, un limosnero, un artista de la plástica, un actor, un comediante, un soldado, un comemierda que ahora está parado frente a la carpetera y la mira con los ojos de la buenaventura y le dice: "Yo quisiera la 1717 porque allí pasé mi noche de bodas hace 50 años". Una frase no solo llena de necesidad sino de libertad, un ruego y una orden, suave como sus ojos, como el perfume que le sale del aliento y que me roza la cara y me deja pensando que soy al menos un pingüino total, al menos por un segundo.

Me iré con la reservación en el bolsillo, el cartelito de que no me interrumpan, la llave en mano, tomaré el ascensor sin que nadie me diga la misma frase de bienvenida: "Qué desea, señor, a quién viene Ud. a ver?", porque yo soy el cliente, el más importante que ha llegado, este pingüino genuino y beduino, este señor que ahora pisa la alfombra del ascensor y dice: "El 17 por favor"... Yo soy aquel que por quererte dá la vida, el mismo que viste y calza, yo el Iván Terrible, este modesto enamorado de la vida que ahora respira dentro del ascensor y se ríe con la victoria de haber esperado medio siglo para entrar como ahora, con el gane en la mano, con el cartelito de que no me interrumpan, sin equipaje, con mi short desenfadado, mi barba de tres días, mi olor a perfume o a sudores, mi libertad conquistada, mis ganas de cagar en una taza automática que sale de la pared, mi baño de vapor y mi masaje, mi tohalla olorosa a detergente y esa música con la misma canción de hace medio siglo, mi ventana mirando al mar y las nubes blancas arrastradas por el viento, por favor a la 1717 tráigame bocaditos de jamón con queso y sin pepinos, cervezas sin alcohol y un termo de café que vamos a brindar y la cuenta en el plato, un cartoncito con la cuenta... Y si me llaman que no estoy, que me he perdido, que ya soy otro, que tengo algo, que estoy entero, que me derrito, que yo soy yo, que los pingüinos, vengo del sur, con mis canciones, yo que no fumo, me rasco un dedo, yo que no bailo, la diez y siete, aquí vivimos...

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