viernes, 30 de enero de 2009

La calesa de casa

Parece que somos una especie a la que le han inyectado en la sangre un germen raro capaz de hacer maravillas con las manos o de pensarlas que no es lo mismo pero es igual. Desde que nacemos nos proponemos metas, objetivos, propósitos, lo único que nos mata es la inacción, la abulia nos es repugnante y por mucho que digamos "qué bueno es no hacer nada y después descansar" lo tomamos a broma porque "nada fatiga tanto como el reposo", un reposo torpe que entumece y nos hace homúnculos incapaces de oler las rosas del jardín o dejarlo todo para mañana como sucede a veces. Pero un día nos levantamos con el ánimo y el don de revivir las cosas y se hacen, se cumplen los horarios, se saca el desecho inservible y se restaura...

Allí precisamente estaba empotrada en los muros de la casa la calesa de dos caballos, conducida por su maestre calesero con bombín cubriendo su cabeza negra y que llevaba la carga vírgen para mostrar a los presentes: tres señoritas que salían a pasear por las tardes de sol sin sombrillas, para ver los árboles crecer y los ramilletes de buganvilias colgando desde los muros de mallas, la tozuda guayaba que no se dejaba doblegar por el viento del sur, el césped verde que iba lentamente cubriendo aquel paraje donde crecían los flamboyanes enanos multicolores, las flores blancas de papayas paridas, las anaranjadas de los plátanos frutales que se mecían bajo la sombra de las uñas de antas poderosas, el oloroso orégano y las pequeñas flores que anidaban a la par de las malangas ornamentales, los lirios de estación y las diminutas clavellinas silvestres aferradas a las arecas carmelitas rebeldes que ocultaban las caracolas de patio, lagartijas inteligentes y veloces, zunzunes caprichosos y algún que otro murciélago voraz, rápido y hermoso que libaba en los rosales.

Y sin embargo nadie se había puesto a mirar la tal calesa porque estaba protegida por los árboles de enredaderas trepadoras, oculta tras la sombra del poderoso cocotero además y olvidada, preterida, somorgujada y que semejaba una jarcia muerta que es aquella que está fija y mantiene la arboladura. No era una volanta o quitrín sino una calesa de dos asientos y las señoritas estaban sentadas mirando el entorno sin sonreír parece, mientras a lo lejos como en una nube de utopía los caballeros las saludaban y se oía una música celeste anunciando la marcha de los potros domados, que sin arneses desafiaban el aire que les venía del norte, despeinaba sus crines y entorpecía su paso.

Más de treinta años estuvo allí la calesa y su tripulación luchando contra la invasión de las luciérnagas, el vuelo de los pájaros de presa, la defecación de las palomas, el ladrido de los perros callejeros, el hedor del muladar de la esquina, la lenta erosión de los criaderos de hormigas, la labor anónima de las babosas de tierra, la picada de las abejas locas, viendo cómo se edificaba la nueva casa de los vecinos de enfrente y el paso de las etapas de la construcción y vida del hombre nuevo en la zona, el cambio de las libretas de abastecimiento, la autorización de la divisa convertible, los precios en los mercados topados, el abre y cierre de los puestos de agricultura, el robo de las bodegas y carnicerías, la sacrificación ilegal de ganado mayor y menor, el comercio clandestino subterráneo, la democión de directores y su ubicación horizontal o tangencial en otros puestos similares, la otorgación de viviendas teniendo en cuenta méritos y necesidades, el bacheo ineficaz de las calles, la fumigación contra mosquitos y otros vectores, las reuniones innecesarias, la vagancia, el miedo a los ladrones, los policías corruptos, las secretarias ineficientes y cientos de cosas más que ponían en el primer plano aquellas dos fases conocidas para la edificación del conglomerado social: las dificultades del desarrollo y el desarrollo de las dificultades.

Estaba oculta la calesa allí debajo de la sombra de los mangos viendo nacer y morir generaciones las primeras de combatientes y las más nuevas de simbatientes, altiva sin amorrarse, envuelta en su tela bombasí, saludable como caprifoliáceas de primavera, descimbrada por el calesero, colgada en su escarpia y rodeada de marmolina blanca para ocultarla más a la vista de todos, frágil pero fuerte como guañil americano, hermosa en su negro color, ignorada pero amada por alguien como jade, kamichí o culto de latría, como macsura que ha sido ahora encontrada y expuesta al público luego de tenaz trabajo de pulimento y pintura, una muestra de que para algo serviría y no sólo para mostrar su figura lineal y ágil sino también para alertar al que pasara, al transeúnte, al vendedor, al periodista, al familiar, al de correos con la carta o el telegrama urgente, aquel número de calle visible ahora como testamento público notarial, ortotrópica y a la vez poseedora de una especie de parhelia en su rejilla, deslumbrante al fin, sacada de las penumbras como nacida en la villa de Santoña, indicando allí en su cifra tricentenaria la modesta teofonía que motivaba decir: "A partir de hoy estaré a su disposición ad gloriam...".

Esto es lo que hemos hecho: rescatar y restaurar el adorno de la entrada principal de la mansión y el número de la calle que le sirve de soporte y ya se ve y se muestra sin las robustas palmeras de la entrada, feliz y hermoso, como uncia, vado, wapití liberado, sinfonía tocada por un maestro en su xilófono, como yapa de regalo dada por una Diosa a un zíngaro. Una labor sencilla y humilde con el único instrumento que acepta una obra de arte de orfebrería de este tipo: el afán. Una brocha, un cuchillo de raspar y un centímetro de pintura es lo mejor. Hay que decir que a cada raspadura salía de la nada una figura mítica, sí.

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jueves, 22 de enero de 2009

El carro

En ciertas partes del planeta tener uno es como un símbolo de poder (el carro, la casa, el dinero), pero en otros lugares se dice que no es un lujo sino una necesidad. Es también conocido que en ocasiones se piensa más en el modelo que en el color, pero comprar un coche siempre entra por los ojos, a nadie se le ocurriría comprar uno de color mostaza desteñida. De todas formas, cualquiera que sea la denominación que le demos un carro, es según Ford "un sistema en el cual la parte más importante no se ha fabricado todavía" o Iacocca que decía que "el elemento insustituible en un coche es siempre el dueño". De la misma manera que conocemos a la persona por los zapatos que trae puestos, la podemos adivinar también por el carro que usa, así que la gente que va dentro depende del andamiaje que han fabricado.

Lo mejor en todo caso es sentir la fuerza irresistible del volante, la magia de la pizarra, la suavidad del rodamiento, la ingeniosidad de la música que le instalemos, el tictac del reloj que posee o la capacidad interior que permite. Cuando el feliz propietario hace el contrato de adquisición (a crédito o al contado) no piensa mucho en el deterioro futuro pasados los diez primeros años, ni mucho menos en el garaje donde lo va a poner de noche a dormir, más bien lo que le interesa es probar ese caballo, aprender a domarlo y mostrarse sonriente cuando lo vean dar la primera vuelta a la manzana.

Trabajar durante muchas jornadas, mirar cómo corren por las calles los carros de otros (o los otros en sus carros), conformarse con el metro o el autobús cuando no se tiene el timón en las manos o sencillamente suspirar por las noches de vigilia mientras se dibuja en la mente la imagen brillosa del automóvil deseado, es algo que ni los científicos han analizado todavía. Pero lo más importante es lo siguiente: nadie piensa en ahorrar para la tarjeta del combustible cuando tiene uno.

El carro hay que estudiarlo a conciencia, analizarlo de tal manera que aparezca siempre como dominado por el dueño, domado y obligado a responder por el propietario y no a la inversa como sucede a veces a ciertas personas que son encabritadamente usados por el auto. Pudiéramos decir que son auto-flagelados y en no pocas ocasiones existen personas que tratan al coche como iguales... si le falla el carburador o el inyector le dicen al mecánico que lo atiende: "A veces él me hace como que quiere arrancar pero se niega, como que le duele alguna pieza o algo le falta". Y no pocas veces los mecánicos piensan que están en presencia de un animalito o de otra persona necesitada de un chequeo médico, un electrocardiograma o probablemente pasarlo por el somatón para saber lo que tiene. De la misma manera que la medicina veterinaria es la más difícil de las ciencias médicas porque el paciente no habla sino su dueño, la mecánica automotriz se comporta de manera similar: los carros sufren la patología que los dueños son incapaces de descubrir.

Para un chofer no hay placer más grande que sentir cómo el auto se desplaza abriéndose paso por entre la madeja de otros similares, rompiendo el aire que trata de detenerlo de frente y demostrando la potencia de su motor. Y sin embargo en ese instante nadie piensa en las leyes de la mecánica clásica descubiertas por Newton ni en las de la cuántica descubiertas por Planck. Nadie se pone a pensar en el movimiento rectilíneo uniforme o en la función del odómetro... el placer de la movida no tiene comparación.

Cuando uno va en un carro nuevo las chicas le piden un aventón en cualquier esquina pero cuando uno se traslada a pie, ni lo miran. Y claro que la mejor marca es "Nueva" como esos cochecitos deportivos que han sacado como muestrario para dos personas que han decidido volar bajito un fin de semana a desafiar la fuerza poderosa de las olas cuando rompen sobre el arrecife de la costa. Un auto probablemente rojo, sin capota, pulido y ronroneante, el mejor para una pareja de enamorados. Pero cuando se tienen dos hijos lo primero que sale a relucir es aquello relacionado con los asientos para menores. Ellos no se ponen a mirar mucho si hay o no que ponerse el cinturón de seguridad, pero de lo que sí estamos seguros es de que disfrutan esas vueltas como si fueran los nuevos cosmonautas. Hasta que un día crecen y le discuten el asiento al chofer...

Por donde quiera que se le mire, adquirido después de un trabajo fatigoso durante años o conquistado también a puro esfuerzo meritorio, tener un auto propio es una especie de ubicación laboral diferente en el status social asumido. Las ventas de coches aparecieron siempre precedidas de un terremoto comercializador en el que el comprador ("Usted...") afirmativamente ("Sí...") hacía gala ("puede...") de capacidad adquisitiva ("tener...") una marca preferida ("un Buick..."). De tal suerte, hoy, con la adquisición de ese transporte sistémico, nos igualamos no solo a cualquier dinastía de reyes o sultanes sino de taxistas, funcionarios gubernamentales, probadores de taller, corredores profesionales, gente de mundo, policías e incluso ladrones de bancos al por mayor. Al tener la posibilidad real de conducir y frenar en el primer semáforo uno puede pensar que es cualquier cosa, hasta ese músico, poeta y loco de quien cualquiera habla un poco.

No obstante el mejor chofer siempre es una dama y si es elegante, mejor. Nada como ver bajar de un auto nuevo a una de esas mujeres ejecutivas de pelo suelto encaracolado hablando por su celular mientras lleva el maletín con la agenda del día. Ese es el único momento en que no nos fijamos en el auto que ha parqueado. No pocas declaraciones de matrimonio o piropos serios se han hecho a ese tipo de dueña y no a ese tipo de carro. Y en todos los casos el señalamiento no se hace al artefacto sino a la señorita. Si el coche pasa en estos casos a un segundo plano la mujer se ve reivindicada en su lugar de honor. Por desgracia estos casos no abundan mayoritariamente. Son más las expresiones de asombro ante el cruce de un auto de lujo que ante el bamboleo de una mujer inteligente y hermosa.

Cuando nos dijeron la noticia del auto comprado en esa casa de virtud que es la de la familia, la antigua angustia de la carencia desapareció de repente y en su lugar apareció una nueva: la del síndrome de tenerlo. Si el almendrón que estamos empujando cuando se rompe o lo están reparando nos deja con fiebre y dolor de cabeza, ¿qué sucedería si el carro marca Nueva desapareciera de la vista por la tozuda labor de los ladrones?... No sabríamos qué nos faltaría además del coche. ¿Y qué dirán los muchachos ahora que se compró?... Cuando se acostumbren a montarse en él no van a querer bajarse de los asientos. Pero que no se les ocurra subir al perro en el delantero sin que hayan otorgado la propiedad. Eso sí que no... al perro se le quiere pero siempre es más importante el asiento que cualquier ser vivo. Eso lo dijo el Rey Luis XV cuando le trajeron por primera vez un juego de sala para poner en uno de sus castillos: "Es una maravilla el tapiz de los asientos y una lástima sentar el trasero en uno de ellos". Le tomaron la frase tan al dedillo que los juegos de ese estilo solo se ven ahora en los museos... ¡Dime tú!

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domingo, 18 de enero de 2009

Tres gracias almendradas

(Aquí va el agradecimiento de mi viejo por las felicitaciones que recibió por el día de su cumpleaños. Fíjense que a veces ni sabe, por los seudónimos, quién es hombre o mujer, jijijiji)

Tengo que hacer un mensajito para los amigos del blog que me mandaron felicidades y se lo pasas. Ahí les va:

Felicito a Diliviru y le recomiendo que le ponga el dedo al del para cualquier virus que lo amenace... Para Rosa que la quiero tanto como a las que tengo en el jardín y cuando nos veamos algún día yo la voy a saludar con un cafecito en la mano... A Teresa Dovalpage que me guarde una página de las que tiene en el apellido para escribirle algo especial, digamos cómo hacer un buen arroz en la olla o un gran tamal en la calderita... A Neysa G que la estimo más que ayer y menos que mañana y que fue tan sonado sus felicidades que se oyeron clarito aquí mismo en la esquina de la casa... Para Lola que yo también lola-mento, no poderte abrazar y cantar aquello que dice así: "Todos los niños del mundo vamos una rueda a hacer"... Para Salva el de Colonia que me guarde una de esas colonitas de afeitar que son las que me salvan la vida, que me mande canciones en italiano la próxima vez y así poder dominar mejor ese idioma y si vamos juntos a Roma que le mande saludos al Papa de parte mía... A Gaviotazalas que estuve pensando en esa ave cuando fui a un hotel Gaviota y me senté en su sala de estar y allí estuve pensando qué decir y qué escribir y se me ocurrió hacer algo sobre los almendrones... A Eufrates del Valle que también le agradezco desde este promontorio mirando siempre el vallecito como si estuviera en la loma del Purio y allá a lo lejos se ve una franja azul marino que debe ser la de la ensenada de Granadillo donde la patana se llena de sacos de azúcar y se va por el ancho mar a conocer amigos de aquí y de allá... Para Miguel Caballero un saludo sin sombrero pues lo tengo en la mano, súbase Ud. señora y Ud. también Caballero en esta volanta que ustedes empujan y yo escribiendo mientras me llevan de sueño en sueño despierto, despierto... A Ciborg30 le digo que cicatrices tengo muchas pues me afeito la cara todos los días pero se me está acabando la espuma de la buena aunque tengo el sol bueno y el mar de espumas que no es lo mismo pero es igual... Al camarada E-migrad que me desea paz interior le digo que también necesitamos eso en el exterior, un cuerpo que tenga solo lo de adentro no tiene sus relaciones exteriores en buen estado porque como dijo Maquiavelo "lo de adentro sin lo de afuera es como divide y vencerás"... Para Lulita que sus palabritas me sacaron una lagrimita pero agarré un pañuelito y me limpié esa cosita, oh Lulita la hija más chirriquitica de Lula que es mi socio y me mandó un regalito pequeñito como Brasil que tiene 190 millones de habitantes y ocho millones de kms. cuadrados como algunos funcionarios... Y para Betty aquello de siempre: por más lejos que estemos yo la veo cerca como los plátanos de la mata del jardín. Ese tipo de amores no se olvidan, joder... Y para todos aquellos que escribieron mil gracias como Elízabeth de Gracias, como Tres Gracias de Coppelia la única heladería que tiene nombre de ballet y que no hace dieta sino colas y nosotros en casa comiendo ensaladas mixtas ahora que se ha actualizado la canasta de los vegetales de ciclo corto después de los ciclones... Y a los que no escribieron pero lo pensaron les digo desde esta lomita en que me han puesto a pitchear: Cuesta arriba seguimos empujando el almendrón así que lean esa crónica que está requetebuena porque la hice yo mismo y hoy temprano me dije ante el espejo: "Mimismo, hay que escribirle a los que te dejaron mensajitos de felicidad etcétera, incluso, in situ, up supra, ok, vamos empujen cógelo ahora y saca el pie para que arranque de nuevo"...

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lunes, 12 de enero de 2009

Empujando el almendrón...

Me he demorado en redactar unas líneas sobre mi queridísimo almendrón por una razón obvia: no arrancaba. Teniendo en cuenta que todo coche (auto, carro, móvil, diligencia, piragua, hierro, caballo, bicho, etcétera incluso ipso facto...) es un sistema, he llegado a la conclusión sencilla de que toda parte o accesorio del que está formado es no solo útil sino imprescindible.

Digamos por ejemplo el chiclé de baja, si está tupido con una minúscula hebra de hilo ya no arranca cuando lo necesitamos. Otro ejemplo es el de la válvula del aire de uno de los neumáticos: si se sale por el "gusanito" se desinfla la cámara y ya el aparato no camina... no hablemos de la batería que se supone compuesta por un dispositivo más-menos digamos y que si no tiene el nivel de ácido requerido ya el animal se encangreja.

Así sucede con el nivel del agua en el radiador, el alternador, un relay para el claxon, las luces de los faros delanteros, el sistema de embrague o frenaje, aquello que los rusos llamaron el ralentí y que no pudimos saber con exactitud de qué se trataba, o el aceite o un filtro, un minúsculo filtro que lleva en la entrada de gasolina al carburador y que impide la tupición de la bandeja, o más específicamente la llamada peonía del nivel de entrada de dicha bandeja hecha aguja percutora o aguila del goteo del combustible a la recámara de combustión... Sin embargo los detalles nos pueden ocultar el verdadero quid pro quo del asunto que estamos tratando. Hay más que una montaña de piezas para explicar filosóficamente qué es un almendrón.

El susodicho nombre le ha sido puesto no precisamente por ser este carruaje ese árbol rosáceo de flores blancas o rosadas cuyo fruto es la almendra que a su vez proviene del almendro que es originario de Asia y que se introdujo en Europa más o menos en el siglo XVI. ¡De eso nada! Este de que hablamos lo trajeron en ferry nada menos que desde USA y se quedó aquí cuando aquellos dueños se fueron y los que se quedaron lo conservaron como tesoro futurista.

Un almendrón es algo incomprensible para los visitantes foráneos que se quedan asombrados viendo cómo todavía los viejos carros se utilizan en las bodas y las fiestas de quince. Los hay originales con todas sus piezas rebuscadas y reparadas de cientos de almendrones en desuso similares o mandadas a traer de rastros de autos viejos que todavía sirven de piezas de repuesto, pero nada como mi queridísimo almendrón que es el único unicornio que no se me ha perdido y que mantiene el reto de una buena salud humana: con el empuje y empuje el organismo, esqueleto y osamenta que poseemos se mantiene en entrenamiento diario.

Lo más que uno admira de un almendrón que ha durado más de medio siglo y sigue caminando es su insistencia en no dejarse vencer por las dificultades, las crisis, los baches del pavimento o el pesimismo de los demás. Pueden subir o bajar los precios del combustible, de las piezas, de los aceites y lubricantes, del forro de los asientos, de la pintura o del acetileno pero lo que nunca ha bajado de categoría es el propio concepto de almendrón. Podemos decir que un almendrón que camine todavía es la muestra más palpable de que sí se puede y que un coche mejor es posible si le reparamos sus partes y accesorios disponibles.

Nadie más eufóricamente contento que un dueño de almendrón original chapisteado y pintado con los colores de fábrica que lleve cauchos (gomas, ruedas) pintadas de blanco y mantenga sus niquelados brillosos y relucientes. A carro limpio dentadura de oro... Pero lo que más se admira del almendrón no es su exterior cuidado y lustrado sino su pizarra interna. Si tiene todos los focos pequeños funcionando, si marcan sus relojes entonces podemos cantar la victoria total porque el dueño feliz lo que más muestra es ese corazón interno que ha permanecido como pieza museable por más de sesenta años... Vanagloriarse de tener un Ford del 40 es algo único que eleva la pertenencia, el sentido de la vida o el prurito interno del ser humano.

Un almendrón es también el museo ambulante de este zoológico que nuestros amigos vienen a visitar cuando se les ocurre venir a vernos. Es imposible no preguntar por el carro más numeroso y promiscuo que vive caminando por las calles de nuestra ciudad. En cualquier lugar del mundo esos autos yacen enterrados en cementerios de óxido o convertidos en chatarra derretida que se usa en el laminado de ciertas piezas. No causa asombro saber que las llaves de tal o cual cerradura han sido hechas a partir del acero logrado con la hervidura de piezas de almendrones fallecidos. Pero aquí ostentamos un récord muy difícil de igualar: ningún almendrón ha sido enviado a los hornos de fundición. Por el contrario, han luchado por permanecer y añejarse en el placer más vulgar que se conoce: servir para que la gente se les monte encima. Cuando se quiere ir a la playa con toda la familia y los vecinos incluso, in situ, ambos dos, entonces se requiere la prestación de ese servicio exclusivo que ofrece el almendrón. Algunas agencias de autos viejos tienen un lema visible: rentar una fantasía. ¡Dime tú!

No hay cuadra que no posea un almendrón, claro vamos a ver. Cuando alguien pregunta por Heliodoro, digamos, la gente responde con una pregunta no tanto ingenua como suspicaz: "¿Cuál Helio, el del almendrón?". Y acto seguido indica en qué numero de casa vive el tal o más cual. El almen es por eso un punto de referencia como la meta que es también a decir de Mario Kuchilán un punto de partida. De tal suerte el cacharro se ha convertido en un paradigma, una brújula, un status quo, un paralelepípedo, algo rebúlico, ósico, brámino y puruloxícoceo, del cual no nos podemos cohibir ni desconocer.

El almendrón es una prueba irrefutable de que lo viejo no pasa, de que la farándula carrícola tiene necesariamente que posar con ese auto viejo restaurado, rescatado, reformado o cacharreado pero vivo. El Caballero de París ambulante y móvil no ha podido ser borrado de la lista de útiles y enviado a la de inservibles. Téngase en cuenta que es el objeto más visto, más comentado, más nombrado, más usado y más criticado de todos los que existen en nuestros alrededores. Piénsese que sin su presencia la propia ciudad no tendría sentido pues, junto a esos vetustos edificios, ese malecón concomitante y consuetudinario, ese Morro y esa Cabaña, ese Cristo Redentor en la loma de Casablanca, esas lanchitas que navegan ida y vuelta, esas iglesias y esos collares entre otras muchas cosas que nos caracterizan música aparte, el almendrón se ha convertido, quiéranlo o no, en una pieza de ajedrez insustituible en este ajiaco que Dios nos permitió hacer para destacarnos de los demás pueblos del mundo.

Podremos someterlo a la crítica roedora de los ratones, condenarlo de por vida al deshonor de haber encabezado la tarea de herir el ornato público o someterlo a la trituradora labor del chapista o del mecánico, pero de lo que no cabe duda es de que él ha sido capaz, con su intransigencia y negativa a dejarse enterrar, uno de nuestros símbolos de resistencia más inequívoca y lo queremos aunque tengamos que empujar, ese deseo de seguir adelante cuesta abajo o cuesta arriba que es como mejor se desarrollan las pantorrillas, los antebrazos y el cerebro puliendo la gotica de sudor que es el mejor premio al esfuerzo cotidiano, lo queremos ya como un ser viviente de la familia, tanto como a los perros, las plantas sembradas en el jardín, el blog del mismo nombre que nunca he visto o las mismas personas que nos rodean, porque sabemos que cuando muramos el almendrón nos llevará en ese último viaje hasta el tiempo eterno en menos espacio y traerá a la gente viva hasta la mismísima puerta de la casa, le apagarán el motor, por supuesto, y luego tendrán que empujarlo de nuevo en pago a tan gallarda osadía de vivir. Y si quieren constatar lo que decimos, vengan a vernos y móntense en uno de estos ataúdes rumbeantes para que vean si tengo o no razón.

Leonardo da Vinci, aquel gigante del Renacimiento que era un grande genio de todo lo que hacía además de pintor, dijo una vez, mientras daba pinceladas finales a la Gioconda famosa, probando uno de aquellos frutos provenientes de Asia (perdonen los amigos lectores mi italiano, tal vez el hermano Salva desde Colonia pueda corregir mis errores...): "Il almendrone será la nao del futuro per atravesare el mare aperto, la provenza italiana, el sole mío, el espaguetti a la bolognesa e la pizza napolitana. Una nova revolutione dil gusto e de la relacione humana il comercio e la comunicacione". Y el maestro tenía razón, como siempre, y dicho esto cerró los ojos y se puso a pensar en ese raro invento del motor de combustión interna... ¡¿Qué les parece?!

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jueves, 8 de enero de 2009

Minirespuesta como adelanto

Mimi, luego te escribo más pero antes de terminar me felicitas de rebote a los amigos del blog que me mandaron palabras tan lindas que las he leído como 10 veces seguidas y les prometo que escribiré algo al respecto... qué bueno tener correos así con sopa de letras lindísimas... Besitos.

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miércoles, 7 de enero de 2009

Uno que se fue y otro que viene...

Estaban esperando a que uno saliera para que el otro entrara, que uno se bajara para que el otro subiera, que uno se despidiera para que el otro nos hiciera la visita, que uno dijera adiós y el otro buenos días y sin embargo era el mismo tiempo con el mismo espacio y movimiento, la única materia eterna e infinita transformándose ella misma y dando a luz la conciencia como su fruto más preciado y el trabajo como su realización más concreta...

Porque si vamos a tener en cuenta la sucesión de los días y las noches, ese peregrinar de trompo que esta redondez en que habitamos nos regala, y ese baile alrededor de la bombilla de helio a la que llamamos sol que nos hace cambiar los años consecutivos, no hay manera que podamos contarlos ni apariciones u ocasos sino un vaivén natural en el cual navegamos, un pairo en el que nuestro corcho se hunde y sale a flote, una música suave o bravía que nace como antídoto mejor contra la picadura de las víboras de cascabel que nos acechan, el pugilato eterno entre el amor y el odio que nos protege de la muerte con la prueba inequívoca de la vida generacional algo que nadie ni nada puede detener ahora ni nunca...

Parece que por estos lares la gente comienza a reunirse para hablar de integración, lo que no hacía hace cincuenta años, los mismos que hace y mucho más en que la guerra comenzó para no acabar todavía tratando inutilmente de enterrar la vida, un tiempo infinito en que los imperios blancos le abrieron las puertas a los mestizos, en que las crisis estallaron y las medidas matemáticas y físicas se redujeron hasta dimensiones de quantos fantasmales, los leopardos y las ranas comenzaron a extinguirse, se amaron los monos salvajes y los pingüinos siguieron arrastrando su monogamia tradicional, los flamencos detuvieron su vuelo en los humedales y hasta los anélidos se escondieron todavía más profundo para protegerse de las radiaciones y la pesca furtiva...

Las religiones siguieron perfeccionando sus oraciones cambiando los lugares de peregrinación y descubriendo que todas se parecen o son las mismas fantasías creadas por los dioses que nacieron en las circunvoluciones cerebrales o se escondieron en las botellas de arcanos o en los baptisterios mágicos que son algo así como calmiles o disertos que a su vez significan algo bendito como espumuyes, fajardos, gémulas, henales o isipoes y se quedaron allí para alumbrarnos y hacernos juvias poderosas, kebires, lopas geniales, mansurrones viriles, nibelungos radiantes olefínicos, picuros quiragras o simplemente réspides, sobordos, trisagios, ululatos veringos, wapitíes, xilotitas, yurumíes o, más precisamente, zaguas...

El triunfo del brindis sobre el duelo, del valor sobre la pereza, de la paz sobre la incertidumbre, estábamos esperando que pasara la noche para volverla a ver y padecer del dolor cervical de mirar las estrellas, de ver cómo se acerca el viaje al poderoso astro y cómo crece la hierba para después cortarla sintiendo el placer del trabajo cuando se hace gota de sudor en la frente, ya llega el nuevo tiempo en que los ojos captan la belleza y se esconde pero no hemos podido todavía saber con fecha fija cuándo es que volveremos a nacer o a morir, cuándo nos volveremos a ver para despedirnos, cuánto crecerán los que han nacido de nuestra sangre y la de otros, qué nuevos descubrimientos habrá que merecerán ser generalizados o premiados, en qué parará tal o cual historia, cómo nos recordaremos y si habrá lugar para los que vengan a visitarnos, qué viaje haremos y hacia dónde, qué olor a rosas nacidas nos rodeará o a tierra húmeda tendremos para asirnos cada hora o nanosegundo de la vida queriendo que las cenizas no desaparezcan...

Probablemente lo que ocurra sea parecido a una montaña en cuya cima se oiga siempre un ajetreo ruidoso, un grande forcejeo para hacer algo en cualquier momento, una necesidad espontánea de ir a ver a alguien, invocar un espíritu escribiendo un diario, buscar la orientación a pesar del otoño, seguir un rastro que nadie nos ha mostrado, oler instintivamente alguna corteza de árbol y decir lo mismo a otra persona lo mismo que se dijo en tal o cual situación y que el otro no hizo caso, lanzar un mensaje dentro de una botella al mar y recogerlo hecho volutas de humo que se elevan desde parajes lejanos y responder cuando alguien nos llame por el nombre que nos pusieron cuando nacimos y caminar respirando mientras los años nos pasen por encima y algún día no podamos ni dar de comer a los patos ni ensartar una aguja de coser...

Una muerte benigna que dé paso a la vida, que se enrede en las raíces de las flores de los jardines y salga hecha lirio o rosa para que las abejas liben y fertilicen los papayales, crezcan los flamboyanes multicolores o copulen de nuevo las lagartijas en medio de una potente y rítmica conga oriental que marche rezando aquel verso conciso: "En el patio de mi casa hay una piedra bendita donde se bañan las viejas y se vuelven señoritas". En este más acá somos muchos más que en el más allá, porque aquí no están todos los que son ni son todos los que están, allá los que se fueron a morirvivir no imaginan vivos y aquí los vivos estamos constantemente imaginando muertos, unos muertos poderosos que nunca han existido que danzan como lobos indios con miedo a los carapálidas y se pintan de escorpiones la piel para hacer el amor a hembras multicolores de todos los continentes y todos los idiomas...

Ese es el cumpleaños un cumpledías un cumplenoches un sagrado segundo que ya no volverá sino dentro de un año normal o bisiesto dentro de un mes dentro de un lustro en un milenio, hoy sin el cake encima de la mesa con las velitas dentro, unas velitas encendidas que se dejen soplar y el ojomeneado allí rodeado de los nietos y los hijos ausentes, un cumple en el que se cante la canción más cantada de todas esperando el milenio en que ya nadie lo recuerde porque terminarán las celebraciones especiales, se habrán acabado los géneros y sexos, los estados y naciones, se perderá una nave en el eterno e infinito espacio galaxial y retornaremos envueltos en polvo cósmico como si nada hubiera sucedido, convertidos en insectos para fertilizar cientos de miles de cuerpos estelares que tengan condiciones para la vida misma y allí reir de todo lo ocurrido, hacer cabriolas o magia, la única ciencia útil cuando se tiene menos de cien años de vida y nos llevan al circo a ver volar los elefantes...

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martes, 6 de enero de 2009

Fotos

A finales de año sacamos las fotos de la caja de zapatos vacía donde las metimos hace mucho. Ellas son la prueba jurídica irrefutable de que el tiempo ha pasado, de que no somos los mismos cuando decimos que lo somos, del deterioro del color, de la muestra de una reacción química y de una cámara que nadie sabe qué marca poseía. Las fotos de la familia, de los amigos, del pasaporte, de aquel carné de identidad, del pase laboral, la foto del picnic, de la boda, del paseo, del cumpleaños, de los quince, del bebé, de la reunión, del lugar, del jardín, unas fotos que atraparon los ojos abiertos, la boca diciendo queso, carne, habichuela, una foto agrícola muda seria agropecuaria campestre campechana campesina campoalegre... pero la más linda foto es la que no se ha tirado todavía y le siguen en turno la de los nietos, la de los hijos que hoy son sus padres y una especial, la fotocopia de colores, el fotograma, la fotosíntesis, aquella que nos sorprende cuando vemos el fruto de la papaya colgando de la flor copulada por la abeja, la gran foto de la familia alrededor del cake y, por supuesto, la fotoflash que me mira desde la pantalla de la compu o desde el mismo papel brilloso y que me dice: "yo fui lo que tú eres, tú serás lo que yo soy".

Estamos a fin de año rodeados de turistas zoológicos que vienen a visitarnos para saber cómo estamos detrás de estas rejas, cómo comemos dormimos hablamos saltamos vivimos morimos cagamos nos movemos pernoctamos andamos subimos bajamos contamos pensamos miramos retratamos y somos retratados cuestionados invitados despertados interrogados besados saludados queridos amados cagados limpiados, turistas hermosos los que un día llegaron nos miraron siguieron se fueron y no volvieron, a ver monito ¿cómo me explica usted que haya aquí cuatro monedas vamos a ver?... Pues fácil Mr. Turista Belga Ecuatoriano Mexicano Español Alemán, el lío es fácil porque somos políglotas y como hacedores curadores expositores somos además artistas de la plástica poliméricos y así compramos cebollas en pesos cubanos, aceite de soya en pesos cubanos convertibles divisas, tabacos bien torcidos matanceros varaderísticos en euros y pasajes visas compras de viajes en dóllars bill in god we trust... ¿OK?... ¿Y cómo me explica Ud. compañero oso que come pan, eso de la libreta de abastecimientos vamos a ver?... Pues fácil Mr. X, se lo explico a Ud. como se explica por sí solo un capítulo televisivo de los Expedientes X diciendo esto: es para lograr cierta homogeneidad dentro de lo diversiforme y nutrimental al propio tiempo que organicidad rítmica vocal en obertura No. 1 que comienza como toda ópera prima con la introducción versátil y vociférica "Quién es el último" y nos ponemos uno detrás del otro como en esta foto que Ud. ve aquí en que esta manada de osos y osas, oseznos y oseznas, Osetia y Ostravas, Knuts y Knutas están haciendo la cola para el picadillo de res que viene todos los fines de año, un picadillo argentino brasileño pellejudo y rico en proteínas que viene masivo y sin pesar y que se coloca suavemente dentro de la jabita de nylon transparente a media libra por persona y que no tiene en cuenta aquella marcada diferencia para los vegetarianos, los ulcerosos, diabéticos o acabados de nacer que solo toman leche materna ante todo o Nam No. 1 que se prepara con agua hervida caliente cremosa cremallera camello conservadoramente...

Y me puede decir camarada ¿qué significa esta foto de personas desnudas en plena playa abierta que sostienen en sus manos esas botellas color ámbar sin etiqueta vamos a ver?... Son niños y niñas monsieur madame mrs. frau y como están en la arena que impide la subida del mar hacia la tierra muestran como trofeos las botellas vacías de cerveza recolectadas junto a diferentes basuras ambientales en un trabajo voluntario para sanear el medio ambiente y poder decir que respiramos más puramente y putamente sin alcohol tomando sol con yodo para la hipotermia costera el cuidado del arrecife coralino, la belleza del azul dipinto diblú del mare nostro de cada día en el gotas kaen del litoral maleconero... ¡Ah, nuestro eterno verano!

Y Ud. ¿qué piensa, a ver, de esta otra foto en la que no hay nadie conocido, una foto multitud en esta gran concentración y marcha dígame usted de gente obligada a estar allí de pie con los brazos en alto siempre aplaudiendo, qué me puede decir?... No son personas sino curieles, son aves o peces multiplicados, esos que no tienen pestañas para dormir dentro sino que están siempre despiertos mirando desde su oscuridad submarina los globitos de su aire comprimido cómo suben a la superficie, los mismos ojos con los cuales identifica la carnada y que se esconden como morenas dentelludas dentro de las cuevas del fondo, como toninas y guasas enormes que no se pueden pescar por nadie, nosotros los que nos mostramos en el acuarium público para que nos tiren fotos los turistas como usted signore, baronesa, abriendo la boca para morder sus carnadas de lascas de queso, de aceitunas, sus engoes de alcohol y de tapas perfumadas, entre ud. silvuplé jaguaryú baibai dosvidania sayonara taluego orrevuá danqueshén y nosotros aquí con estas sandalias tipo Jesucristo con nuestra única túnica y sin dinero en el bolsillo solos en multitud alrededor del Caballero de París dando en oferta nuestro Sagrado Corazón en nuestra iglesia de Nuestra Señora, cerca de la tumba del soldado desconocido, ¿tasclaro manito, tasclaro?...

Y esta otra fila frente a la estatua de un libertador ¿cómo me explica ud. que no signifique un intento para derrocar al gobierno y qué me dice si ahora mismo se hicieran unas elecciones qué dirían en esa fila, vamos a ver?... Pues mire Mr. Tur de coche chapa roja no se trata de una estatua lo que Ud. ve en la foto sino de un campesino vestido de guayabera con un enorme puro en la boca y un sombrero de guano y el único intento que tiene es de venderle a Ud. fabricado por sus propias manos en la pura ciudad un puro original que cuesta 20 cuc la caja con un cuarto de cien dentro y sellos originales que se mantiene prendido en la misma medida en que duerme sobre el cenicero puesto y si hay que votar votaremos volaremos vamos voltaje volvo peugeot lada y le damos también café turquino serrano cubitas ron con hielo y hasta limón con yerbabuena para los mojitos, ¿me copia Mrs. Zetayón?, esta imagen está frente al capitolio de usa que lo trajeron en ferry y lo pusieron aquí mismo en la calle Prado como una muestra del poderío de nuestra sociedad civil ong y artesanos por la libre, ¿quiere que le venda el Capi o el Malecón?, se lo vendo a Ud. así nomás... ¿Anjá?... ¿Olráireserved?... ¿Dáyesgüíyá?

Pasó el día y la tarde, vino la noche y los turistas alimentados con cámara chic nos tiraron esta foto muda, nosotros comiendo carne asada en la bodeguita del medio de la calle empedrada con un mojito acuoso hielo puro y los baros en el bolsillo que me da el barman mi socio y me dice "pláncha y sale mi foto cucú" y el negro se ríe dentro del lente que guarda el obsturador, un mecanismo digital que no sabremos nunca hacia qué caja de zapatos vacía del disco duro de una computer irá esta imagen que se queda per sécula seculorum se secó el culorum con una servilleta el Mr. Turist, oh estas fotos a todo color ella no sale, él no la considera, no la saca en la foto y mi socito negrito le mete un beso en la oreja a la belga de pelo amarillo que me dice gritando: "A mí mogdegme un ferroz león negros una orreja y le metí 10 cuc en la buoca como lizmoznas" y yo le dije: "Culona nohaymásná que a foto muda regalada cuc no se le mira el colmillo !!!! ¿Yes?"

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jueves, 1 de enero de 2009

Hoy cumple años mi papá

¡Sí, hoy 1ro de Enero es su cumpleaños!

En mi blog Desarraigos escribo unas líneas más sobre el tema...

Un abrazo para todos y feliz 2009, ¡¡que ya empezó por Europa!!

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