miércoles, 28 de mayo de 2008

Lulú

Parece que el sonido de las patas en el agua o la pequeñez de su cuerpo ovalado fueron los dos factores a tener en cuenta para ponerle nombre al quelonio. Nadie pensó en el "comic" femenino de trenzas negras y cara larga que más que maldades lo que gustaba hacer era dar consejos. Fue el animal predilecto de la casa por una sencilla razón: ni hablaba, comía poco y se pasaba todo el tiempo en la piscina artificial del lavadero.

Con el tiempo le fuimos inventando una historia para que no nos la desatendieran: Lulú tenía un poder santero encima para en la misma medida que se le prodigaba amor de esa misma forma nos iba a resultar la suerte y la salud. Algo que nadie antes lo había pensado y que ni siquiera se toma en cuenta a la hora de criar una jicotea casera.

A estas alturas no sabemos todavía si es macho o hembra pero como se han despertado algunas verdades ocultas y se ha ido desterrando poco a poco el tabú del sexo (miren si no las orientaciones por la tele, los trabajos de la prensa escrita, los desnudos de telenovelas cubanas y la manía de poner abiertamente la homosexualidad a análisis y debate) si fuera varón y se llamara Lulú no habría ningún problema al respecto. Y si fuera hembra y le llamáramos Toby tampoco.

A la larga es lo que pasa en Santa Catalina desde una punta a la otra: una gran avenida nocturna para el paseo de los travestis, lesbianas y farándula similar. La ciudad se está comportando a la usanza del siglo moderno: se crían jicoteas para combatir el desamor y se permiten caravanas de lesbianas como si fueran a una feria de Berlín llamada Love Parade. Solo nos falta para ser más exactos que las paseantes se vistan como nuestra querida y nunca bien ponderada Lulú: sin taparrabos. Ya hay algunos ejemplos en la playita de Santa María, la llamada "El Cayito", lugar de reunión de aquellos ejemplares que se pasean indistintamente en monobikinis sean de un sexo u otro.

De todas formas vamos al tema... Lulú está desnuda dentro de su batea marcada por la figura de un tablero de ajedrez genético que nadie sabe de dónde lo sacó. Según Esopo fue una titánica lucha metafórica entre ese tipo de tortuga y un águila. La primera queriendo volar sin poder hacerlo y la segunda dejándose convencer por las cosas imposibles. Tengan en cuenta que hay gente parecida también no solo por Santa Catalina... claro. El águila en cuestión le argumentaba a la jicotea que no podía volar por ausencia de alas y el animal cuadrúpedo que sí, que solo le hacía falta que la suspendieran bien alto y la dejaran allá arriba sola... Y tanto dio que un día se la llevaron a volar, la soltaron encima de una nube y claro, la jico fue a dar contra el suelo y es ahí que se le rompió el carapacho... Pero esas son fábulas inmensas y geniales del sabio Esopo, no la realidad verdadera.

La verdad es que en el bosque cubano los animales no tenían en qué pasar el tiempo libre y al caballo (hay que decir que este animal es uno de los más inteligentes, sabios, relinchosos y empecinados de la tierra) se le ocurrió inventar el ajedrez. Lo dijo con toda la propiedad lúdica del mundo: "Yo, el caballo árabe cubano, propongo inventar el ajedrez porque podría pasar como L de un lugar a otro del tablero, comer y regresar, saltar por encima de la varilla y retornar, dar jaque al revés y ofrecerme sacrificado para que gane la dama y se defienda el rey".

Y todos los animales allí oyendo al caballo discurso tras discurso, horas y horas, volviendo a lo mismo, revoloteando como colibrí, rugiendo como león, pastando y cabalgando, un caballo enorme, fuerte, de dientes firmes y mirada penetrante, queriendo inventar el ajedrez, hablando sin parar explicando una catilinaria de razones, argumentando que los alfiles podrían correr y deslizarse diagonalmente, el rey ir pausadamente cuadro a cuadro, las torres gemelas quedarse allí para que no las derribaran, los peones avanzar, pasar de un lado a otro hasta llegar y coronarse como dama, como torre, llegué y dame una torre, incluso dijo un día que hasta pudiéramos exportar los animales como caballos al fin elevando la producción y la productividad, intercambiar piezas por petróleo, reinas por arroz, torres por chícharos, pero nunca inclinar el rey, nunca dejarse vencer, el rey no se exporta, ni se vende ni se cambia... eso dijo el caballo hablando aquella noche hasta el amanecer y fue la codorniz quien preguntó: "Permiso, compañero caballo, ¿y en qué tablero vamos nosotros a jugar ese ajedrez?".

Y el caballo dijo levantando las dos patas delanteras en un relincho de triunfo genético: "Pues tenemos, vamos a ver, la jicotea que nos puede servir no solo para entregar cargando con su lomo las cuotas de arroz, frijoles y azúcar de la libreta sino también en sus ratos de ocio como tablero". Y acto seguido con una lima de afilar machetes se afiló uno de sus dientes el caballo y con finura le trazó el tablero en el lomo a la jicotea. Y miren ustedes lo que pasó: desde ese día los animales tuvieron un tablero de ajedrez para pasar el tiempo libre... Sí señor.

Así está Lulú nadando con su tablero de ajedrez a cuestas día tras día, mientras corren los perros, vuelan los zunzunes, cagan las tojosas, revolotean los gorriones del patio, sin protestar siquiera, queriendo volar sin poder pero con un privilegio que pocos animales tienen: un tablero para jugadas sabias exponente de inteligencias escondidas, una soberana modestia propia de aquellos que hablan poco o nada y hacen mucho y una deuda que un día tendrá que cobrar al caballo por el regalo que le ha hecho: si se le acerca mucho, morderle la nariz.

Es lo menos a que puede aspirar ese descendiente griego kheloné que lleva dentro porque, si de agradecimiento se trata, al menos hasta ahora estamos esperando que Lulú se esté tranquila cuando la sacamos a pasear por el jardín... que se sonría cuando le dejamos de merienda trozos del calamar que llega a la carnicería y que no forme tanto alboroto por las noches pidiendo que le alumbremos el lavadero... Una jicotea paciente, que sabe esperar, que crece poco, de rabo trasero pequeño, que huele a limpio y sobre todo que le gusta que la rasquen. Eso es muy importante porque la estamos entrenando para cuando vengan los nietos y la carguen le den de comer algo que le apetezca y le limpien de moho el tablero. Y si se embullan que la saquen para el portal, le pongan un arreo de perros salchichas y la dejen correr un poco, ¡volar no puede pero correr vaya Ud. a saber!... ¡Como corren las jicoteas, mi madre!

3 comentarios:

Aguaya dijo...

Hola, María!
Ya le paso por email su comentario a mi papá...

Agregué su blog al blogroll y de paso al eco de "Free Internet" aquí y en el mío personal (Desarraigos Provocados).

Saludos desde Berlín!
AB

Anónimo dijo...

Al igual que María, me paso horas leyendo sobre lo nuestro, es un vicio que ya me está afectando la circulación, pero lo disfruto y lo que escribe el Almendrón me acerca en la distancia.
Saludos.

Rosa dijo...

Sí que crea vicio este sitio. Ay mi jicoteas!! La última que tuve desapareció sin dejar rastro, no quiso seguir siendo nuestro tablero de ajedrez. Besos