viernes, 9 de mayo de 2008

Pandeoi...

No estamos hablando del pan de Haller, profundamente estudiado por H. Zumbado en sus "Riflexiones", ni el pan de maníAna (un pan de maní para Ana que consume solo ella por supuesto el día después de hoy). Estamos analizando como oferta especial de la libreta el "pandeoi" ese pan nuestro de cada día que nos entregan por la libreta cada día del año...

Zumbado nos alertaba sobre el pan de "Haller" anunciado en el letrero de la panadería, advirtiéndonos que la especial ortografía nos estaba anunciando el uso posterior de la internet que no está muy cumplidora en eso de la ortografía, pero el "pandeoi" no está anunciado en ningún lado y raramente se escribe por ser tan común como el arroz. Tal vez por eso lo excluimos ayer de la libreta y lo incluimos hoy en un análisis especial dada su importancia alimenticia y su popularidad.

Ante todo es justo reconocer que es un pan manipulado, gomoso, cariñosamente tocado por más de 60 dedos en el recorrido que hace desde que se amasa, se coce, se introduce en el estante de muestras, se saca para la caja con ruedas de la distribución, se lleva a la bodega para ser repartido, se embala nuevamente en la caja de ventas y llega hasta la casa de familia para ser consumido (sin tomar en cuenta la labor hacendosa del mensajero con sus diez dedos manipuladores) tal como viene, sin envolturas disparatadas.

Desde ese punto de vista el "pandeoi" es un pan transparente, público, sin segundas intenciones, listo para la observación sin necesidad de ser consultado previamente. Un panecito abierto, sagrado, sin envolver, un pan cocido al horno eléctrico, sobado con aceite o manteca, que se nos muestra como aquello que sirve para el sustento o sinónimo de tierra fértil o de bondad humana ("Ese hombre es un santo, es un pan").

Generalmente el "pandeoi" es cariredondo, virtualmente concebido para agradar con su franca sonrisa de elclientesiempretienelarazón, pero como tal es obstusamente resistente a la crítica, constante y audaz, un pan inteligente que aunque esté siempre en slump pelotero nunca lo demuestra. Es un pan caprichosamente disciplinado (puede llegar tarde pero nunca faltar), de múltiple uso (relleno con lascas de barra de guayaba o queso si lo hubiere es una delicia), hábil para ser olvidado cuando nos referimos a su anotación en el escaque correspondiente de la libreta y es como hemos dicho junto al arroz aquel plato que nunca debe faltar en la cocina o en la mesa...

Un café con leche sin pan es como el mar sin espumas. Un arroz con pollo sin arroz es como una playa sin arenas. Es el producto más constantemente recurrente de la dieta nacional: pan con timba, pan con queso, pan con azúcar, pan con mantequilla, pansolopán, pan suave o duro, pan en disco, papapán (un invento de pan a partir de la papa), mojar el pan en leche blanca, el pan de cada día, el cuerpo de Cristo, la oblea blanca que consagra el sacerdote en el sacrificio de la misa, esa migaja que damos a los patos y a los cisnes en el río al que vamos, el pansuaveelpaaán del mensajero en el ritual del domingo temprano. El que nos dan hoy porque nos hace falta, mientras nosotros perdonamos las faltas ajenas y pedimos que nos perdonen las nuestras...

Levantarse por la mañana, en ropas ligeras ir a la bodega a la hora del pan, en chancletas, con el torso semidesnudo, oloroso a jabones y a lavanda, con la jaba en la mano, la libreta del yoyo muellante, los cinco centavos en el bolsillo, hacer la cola de quiéneselùltimo, poner la vista sobre la nuca de la vecina que sonríe tranquila, para ver sacar el pan de la caja de ventas, abrir la boca de la jaba encima del mostrador y esperar que esos diez dedos nos pongan los panes dentro es de todos los placeres del mundo tal vez el más diario, reconfortante y místico. Es el ritual polivitamínico y rústico más sencillo del mundo.

La gente no sabe lo que tiene hasta que no lo pierde. Una de las emociones diarias que más se extraña es la de ir a buscar el "pandeoi", el pan que no cruje, el que no vemos en otras latitudes del mundo. Es raro, pero he tratado de buscar un pan igual en todo el mundo y no he podido. Nuestro pan parece que es autóctono, cóncavo, único, métrico, un pan clínico, orientado al cliente, semejante a un pecho de mujer sin pezón, un pan calvo, resbalante, contundente, omnipresente. En fin, el "pandeoi" de la consigna eterna: "Oi no regalo el pan, mañana sí".

Téngase en cuenta que este alimento mediático (recordemos brevemente que debemos pagar 5 centavos= un medio) ha sido siempre el más polémico y malinterpretado de todos. El queso puede oler mal, el arroz puede venir molido, los frijoles pueden traer gorgojos, el azúcar impurezas, los cigarros bomberos internos, el combustible agua, el café chícharos, pero el pan tiene siempre y nadie sabe por qué todos los defectos. Es el más vapuleado, cuestionado, acusado de algo, injustamente herido y es sin embargo aquel que más rapidamente es consumido, engullido, terminado, enjabado, escondido, maltratado y botado increíblemente a la basura... Y el maestro panadero (ese oficio madrugador y caluroso) es el obrero simple más atacado, criticado, pobremente estimulado y desconocido del mundo.

Ese pan perdido con que nombramos al vago habitual, el pan de soldado o famoso pan de munición, al pan francés que es el ruido que se hace debajo de la capa de circo antes de comenzar la función, el peinado chulesco nombrado "pan y toros", el pan comido o cosa resuelta, a pan y aguas o mal alimentado, contigo pan y cebolla como la obra de teatro de Héctor Quintero, todos ellos no son sino una migajita del pandeoi. Parece que tuviera piernas, ese varón masculino con rostro de mujer desnuda que nos persigue, se cuela en la dieta casera y nos acompaña el día entero estemos en reunión, mirando el juego desde una grada del estadio o en la mismísima funeraria esperando la carroza...

Siempre se come pero mejor caliente en la telera oblonga (apaisada), con la hoja de coco o de palma hundida a todo su largo que termina antes del pico de ambos lados y que conserva la masa humeante dentro como fruto prohibido de mujer. Reluciente de manteca ese pan nuestro de cada día que no acabamos de perfeccionar aunque siempre nos lo hemos propuesto. Probablemente el día que hagamos un pan perfecto nadie lo quiera probar. Esa es la vida, ese es el pandeoi, ese es el tiempo como dice nuestro amigo Rubiera... Mejor decir como dicen que dijo San Vicente: "Huye pan que te coge el diente".

3 comentarios:

jaad dijo...

Gracias, Aguaya. Felicidades también para ti.

Anónimo dijo...

Leyendo con el gusto que siempre producen las entradas de "papá", recordé algo que contaba mi ex, el padre de mis hijos. Decía que cuando era un niño y muy pobre, allá en Stgo. de Cuba,su mamá lo mandaba a la panadería a comprar pan viejo (que siempre se vendía más barato) pero le decía que no lo pidiera así pues sentía verguenza, tenía que pedir "pan de fechas atrasadas".
No es un chiste, es algo que se le quedó grabado siempre. Así que al "pandeoi" agruéguele el "pan de fechas atrasadas".
Mi cordial saludo.

Aguaya dijo...

Ah!!! deja que se lo cuente a mi viejo... "pan de fechas atrasadas", qué gracioso!
Saludos, Glazam!