sábado, 5 de julio de 2008

Telémaco

Fue el hijo de Ulises y Penélope, que llevó siempre encima la dicha y el bochorno de la primogenitura, el del pelo hirsuto y acaracolado, un griego de estirpe hijo de rey y reina, ptoloméico y grasiento, insular como su padre, efebo como Patroclo (primo de Aquiles y su amante hermoso), griego al fin padeciendo de amigdalitis, comedor de papasgrigoraquis, bailador de salsiliquis, musicante, odiséico, ilíaco como los anos en operaciones de colon, ese fundador de las tele comunicaciones, de los noticieros de tele visión.

Niño púber joven que estudiaba filosofía con una libretica metida en el bolsillo trasero del short que usaba, el mismo que vistió y calzó aquellos popis de regalo, el que se puso las donaciones de los viajeros que lo veían metido en sus conciertos de ábaco, estudiando teoría, solfeo y música de cámara a lo romeu, Telémaco el Príncipe primo hermano del Príncipe de Asturias (hijo de la reina griega española con el rey de turno) y que viajaban a la Magna Grecia para reunirse con los Aristóteles Sócratis Onassis y las María Callas y que ahora estaban allí todos mirando a Telémaco y diciendo: "¡¿Quién se encargará de domarlo ahora que Ulises se ha ido palcarajo en una lancha, casi una batea, remando hacia el norte brutal que nos desprecia?! ¡¿Quién le impondrá el castigo de quitarse de la oreja ese arete colgante y ese colmillo dorado que le reluce dentro de la boca"?!

Telémaco ("el que ha crecido solo"), aquel mismo que pronunció ante el oráculo las palabras mágicas que le acompañarían durante toda su vida: "Tata, papa, mama, caca" y que el adivino interpretó que una musa (Tata) le dijo: "Tu padre y mierda es lo mismo, según tu madre". Y que Telémaco creyó cuando la vió salir con aquel negro de viaje a Jibacoa luego que su progenitor regresó de sus fechorías por el viejo mundo y vino con el cuento de que los de la aduana le habían quitado el dinero y los regalos para la familia. Su padre, el tunero, que estaba buscando un almendrón barato para irse por carretera a buscar centenes.

Él, que asumió la jefatura de la casa en ausencia del padre, convirtiéndose en un tribuno de esclavos, metecos y ciudadanos, intentando cambiar la moneda, acabar con la corrupción, la ineficiencia productiva, los altos precios de los productos agrícolas, las programaciones televisivas faltas de calidad, las novelas mal actuadas, la violencia familiar, el lenguaje incomprensible de muchachos callejeros, los merolicos clandestinos, el trabajo por la izquierda, las asambleas aburridas, los exámenes comprados, los profesores superficiales. Aquel que un día quiso reestructurar el gobierno, proponer que se aceptara la doble nacionalidad, que se eliminara la libreta de abastecimiento, que se congelaran los calamares de la carnicería, que dejaran de manipular los panes, que no robaran en las tiendas ni en las bombas de gasolina, Telémaco el incorruptible, el ejemplar, el promiscuo, el que contrajo sida por no hacer caso a las recomendaciones de su propia madre que le dijo: "Usa condón Telemacón".

Total, ¿qué otra cosa iba a hacer para llamar la atención del padre que ni le rascó la cabellera enroscada cuando lo vió en la sala de su propia casa el día del regreso? ¿Cómo iba a comportarse él que no fumaba, no ingería bebidas alcohólicas, ni tomaba café, practicamente ni desayunaba soportando las calamidades de aquel período especial con su padre ausente combatiendo en los prostíbulos de Troya, fumando marihuana entre putas y bastardos mientras ellos aquí esperaban pacientemente que les otorgaran una visa que nunca vino por aquella supuesta teoría de darle calor a la olla para que aumentara la presión y explotara como siquitraque? Telémaco el premiado con la medalla del aguante, del autodidactismo moral, del sacrificio comunitario, despreciado y perseguido por sus inclinaciones homosexuales, su amaneramiento intelectual y su larga melena de roquero noctámbulo maleconero, ¿qué otra cosa habría podido hacer que no fuera militar en el equipo de la promiscuidad consuetudinaria? "A ver, díganme qué otra cosa podemos hacer" repetía a sus congéneres y compañeros de aventura a quienes les había pasado lo mismo...

"Y encima de toda esa desgracia su madre sacrificada, austera y casi señorita ahora bañándose desnuda con un negro en Jibacoa, díganme señores, ¿qué otro destino tengo como príncipe que no sea el de seguir vagando por las noches tocando esta guitarra desafinada mientras espero que me lleven para Los Cocos allá por el camino que conduce al leprosorio del Rincón? Y mientras pasa el tiempo ¿qué otro remedio mejor que no sea el de asistir al monólogo de Llauradó en esa oscura y calurosa sala de teatro para descubrir por qué Ulises vino y se fue, Penélope acabó desmenuzada como el picadillo de soya y este pecador desorientó su rumbo y ahora no quiere ni que le hablen ni de barquitos, ni de chalanas, de buques y de submarinos para ir a navegar por el ancho mar? ¿Yo aquí esperando a que descubran la vacuna salvadora? ¡Qué Odisea ni qué carajos, Odisea es esta, el maremágnum es este tifón que se nos viene encima en la mismísima familia real, vengan a verlo!"

1 comentario:

Anónimo dijo...

La historia nos trae casos insólitos. Dicen que por esta época se está viendo de todo, pero no, hay que mirar bien atrás para quedar sin palabras.

Un abrazo desde mi alma!