La gente sigue comentando que si Ulises viviera y se tuviera que enfrentar al cúmulo de problemas que hoy tenemos, ni con la ayuda de todos los Dioses podría salir victorioso de tales dilemas.
Ulises le hizo frente no solo a las tempestades (nosotros a los ciclones), al mar embravecido (aquí, los nortes que chocan contra el muro del malecón incluso con penetraciones poderosas que llegan hasta la calle 15 en El Vedado), los monstruos (aquí, los que empujan al subir al transporte o en las colas de cualquier cosa), la embestida de las sirenas (aquí, jineteras que en cualquier lugar te "tumban" cualquier cosa o te piden otra), el enfrentamiento ante Calipso (aquí, ante el baile reguettón al que te invita la mujer y tú no sabes lo que es, la salsa, el rock duro o simplemente la balada mal cantada), venciendo fuerzas físicas lestrigónicas (aquí, los días sin almuerzo laboral o sin comidas familiares), mágicas circenses (aquí, el juego frustrante de la bolita clandestina, las tapitas o los numeritos de chapa, aquí todo se apuesta, hasta la más mínima jugada en el estadio de pelota), su lucha ciclópea (aquí, ese batallar contra el aire montado en bicicleta loma arriba), en fin, tantas peripecias y aventuras, que Ulises exhausto regresaría al hogar ya viejo y cansado pero él siempre se encontraría a Penélope (otra Fermina Daza) mientras aquí cualquiera regresa sudoroso y agotado a la casa en la que falta el agua, el gas, la electricidad o las tres cosas a la vez y tropieza con una abuelita que no ha visto a sus nietos...
Y sin embargo, de todas las pruebas que sufre Ulises ninguna como a las que hemos sido sometidos en esta ínsula, sobre todo aquella de la nostalgia (el dolor=algie y el regreso=nostos), porque hay que decir que si el semidios regresó luego de la guerra de Troya de islote en islote hasta su Itaca, soportando las pruebas impuestas por Poseidón o por sus propios compañeros o por la misma casualidad, al fin lo encontramos en los brazos de la amada que no tuvo otro remedio que tejer y destejer aquel laberinto bordado mirando siempre al horizonte imaginando la proa de aquella embarcación y Ulises victorioso con sus brazos abiertos y su melena enyerbada de león marino, todo muy bien en La Odisea pero en esta parte del universo Ulises ha partido pero no ha regresado todavía.
¿Cuándo vendrá a exponer sus poros cutáneos debajo del sol abrasador del patio de su casa? ¿En qué volanta flotará por los aires para pedir que lo transporten nada más y nada menos que a un leprosorio campesino a ofrendar tres gladiolos a una virgen o a un santo? ¿Cuándo podremos verlo buceando en bajo mar buscando camarones, langostas, langostinos, nidos de jaibas amarillas, ostiones, caracolas, mangles de orilla para curar dolencias? ¿En qué taburete lo veremos sentar para contar lo que ha visto y hecho y oír el relato del por qué no hemos dejado de visitar a los muertos ni besar a los recién nacidos a quienes hemos puesto los nombres más disímiles y raros buscando tal vez la originalidad perdida del imán aúreo de los dioses terrícolas? ¿Cómo explicaremos a Ulises en su retorno próximo lejano qué significa una mano de Orula, a quién protege Olokkún, qué significa Yemayá, quién es Obbatalá, Elegguá, Changó, Oshún, qué le diremos cuando empiecen a tocar los tambores y una negra desnuda baile a su alrededor pidiendo una manzana y un ron? ¿Cuándo terminaremos de explicarle qué es el café con leche, el pan con mantequilla, aquel boniato hervido, el potaje de negros, el arroz desgranado, la ensalada de berenjenas, el tamal en cazuela, la carne de cerdo asada, la yuca con mojo para que él lo entienda y se embarre la cara de grasa o de merengue de cake casero, o de miel de dulce de guayabas con queso blanco original?
¿Cómo le vamos a explicar qué significa el dolor del algie o el regreso del nostos? ¿Cómo vamos a entender una palabra que no tiene explicación, un deseo reprimido como aquel de andar desnudo en nuestra propia casa sin que nos miren desde la casa de enfrente? ¿La nostalgia es querer regresar? ¿O quererse ir?
En fin, ¿cómo lo convenceremos una vez que regrese y lo abracemos, lo besemos, cómo decirle que la isla no tiene importancia, ni la familia, ni el poder, ni el amor, ni el dinero, ni la mujer que teje, que lo más importante ha sido el viaje, ese viaje de ida y vuelta pasando trabajos? ¿Cómo lograremos convencerlo de que el resultado ha sido que él, Ulises, ese mismo que nació en Guaracabulla es ahora el Hombre con mayúscula, a él que solo le importaba dormir en una hamaca y cuando se despertaba a mirar el firmamento para contar las estrellas a plena luz del día? ¿Qué le diremos, qué, que no existe el infinito sino un número 8 acostado que nos importa un bledo, que la luna no es queso, que los Reyes Magos fueron los culpables de haber comenzado ese vaivén de irnos de allá pa'cá y de aquí pa'llá? ¿Es el mar, la tierra, el aire o somos nosotros mismos, esa ínsula caminante a la que deben visitar los nostálgicos o nosotros viajar a visitar con nuestro fardo de nostalgia a aquellos que se fueron? ¿Cuándo nos volveremos a ver Ulisitos, Penelopitas y Penelopitos, Herculitos, Pipisitos Nostálgicos como aquel nombrecito de aquel circulito?
Ulises sin Apellido, tú que investaste el caballo de Troya, que te hiciste a la mar y venciste a las sirenas, le ganaste la batalla al Cíclope, tu eres un niño de tetas al lado de cualquiera de nosotros que no hemos sido capaces de vencer todavía la nostalgia, la lejanía, ese mar infinito que nos traga o nos hunde, que nos salva o nos cría.
Ulisón, tu deberías venir a soplar un grande viento que pusiera a navegar por el ancho mar este islote gigante con toda la gente que tenga dentro, un soplito de amor, y con tu poderosa musculatura ponernos encima de la mesa del festín con todos los millones de cubanos que pueblan este planeta alrededor y con esa voz estruendosa que siempre has tenido decir en público: "Coño, merecen una medallón de carne, carajos, por haber aguantado más que yo". Y luego ponerte a cantar aquello que dice así: "Barquito de papel, mi amigo fiel...".
jueves, 3 de julio de 2008
Ulises, el de Itaca
Publicado por Aguaya en 3:39:00 p. m.
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3 comentarios:
Chapeau por el viejo...No es el mio y me desgarra. Cuanto de amor en sus palabras.
Saludos desde Texas
julio
Divino nuestro nuevo Homero. Que bien refleja la angustia del cubano, dentro y fuera de la jaula, y hasta se refiere a la Y sin nombrarla. Cada día me gusta más su manera de escribir, sus pinceladas de esa realidad tan confusa para los de fuera y tan tristemente dolorosa para nosotros. Saludos y felicitaciones,
Ana
!Cuánta verdad, cuánto dolor y de qué magnífica forma expone esas vivencias! Gracias y reciba un abrazo desde la lejanía física, pero que no es espiritual.
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