viernes, 6 de junio de 2008

Zapatero

Nadie sabe por qué pero este oficio junto al de carpintero es el más mencionado en sesiones de psicólogos y test de inteligencias. Incluso cuando de animar reuniones se trata, el oficio sale a la luz siempre en la primera ronda de intervenciones. Lo acompaña el refrán conocido: "Zapatero, a tus zapatos", una sentencia que casi nadie cumple y que significa no obstante "cada uno a juzgar solamente de lo que entiende"...

Aunque nos parezca raro el nombre no solo es el del oficio (persona que hace, repara o vende zapatos) sino también hace referencia a legumbres que se encrudecen por haber parado de hervir el agua de la olla antes de que estén cocidas. Se dice además que significa aquella aceituna que empieza a podrirse o un pez marino de América tropical pero en nuestro comentario de hoy no me voy a referir al oficio mismo ni sus resultados sino a la figura existente en el mercado laboral.

El asunto es que de fábricas de zapatos no podemos hablar mucho por cuanto en la mayoría de los casos las muestras de esas piezas que tenemos en estantes visibles vienen del exterior. Hace 50 años o más no era así pues todos recordamos aquellas marcas "Ingelmo" o "Amadeo" que según nuestras observaciones parece que se fabricaban o montaban aquí mismo. No hay dudas de que proliferaban los "chinchales" de pequeños fabricantes no solo de zapatos sino también de tabacos. Sorprende que como un proceso de negación dialéctica estos chinchales han vuelto a aparecer. Hoy mismo se confeccionan chancletas, zapatos de salir, botas y botines (de hombre o de mujer, de niños y niñas) de una diversidad increíbles y todavía se utilizan esas ballestas de madera conocidas como hormas de zapatero...

No se ha podido determinar con exactitud quiénes las hacen, dónde están ubicadas las pequeñas fábricas, cuántas personas trabajan por su cuenta (se habla de trabajadores por cuenta propia pero en el caso de los zapateros ni siquiera pertenecen a un gremio organizado legalmente) en este oficio, pero a decir de muchos ese mercado laboral existe, crece y es muy socorrido ("No hay nada más socorrido que un día detrás del otro" como recordó Isaac Delgado en una entrevista con Carlos Otero antes de irse de viaje sin regreso hace no mucho tiempo), solicitado, buscado y útil. Hay quienes me han dicho que los zapateros están organizados en la Ecochinches (Empresa Consolidada de Chinchales y Timbiriches) pero no dejan de ser rumores callejeros sin confirmar...

Si Ud. no cuenta con recursos financieros lo suficientemente sólidos como para hacerse de unas buenas "gomas de repuesto" (esas marcas de tenis deportivos o zapatos de salir que se venden en las tiendas recuperadoras de divisas) o no tiene parientes, familiares o amigos en el exterior que le traigan esos "cauchos" de regalo, entonces Ud. debe acudir al zapatero remendón de su barrio que le puede resolver en cuestión de dos semanas, días u horas un par de buenos tacos para que vaya tirando... Mucho cuidado con ellos porque no estamos hablando de muestras que puedan competir en exposiciones de calidad, pero esos cascos le sirven para caminar porque son las únicas cosas que se hacen con los diez dedos de las manos para vestir y proteger los diez dedos de los pies (estamos hablando de personas que tengan completos los veinte dedos del cuerpo, claro está)... Verdaderas obras de arte moderno no por el diseño de la pieza en sí sino por los enredados laberintos por donde ha tenido que transitar el operario para hacerse de una buena materia prima con qué satisfacer su demanda.

Y esas obras de artesanía abstracta, de zapatería cubista, de inventos merolíqueos, además de haberse hecho con amor como todo fruto del trabajo de orfebres y creadores, describen figuras exclusivas que solo son identificadas cuando en algún lugar público iluminado la gente mira de la rodilla hacia abajo y exclama no solo con orgullo sino con cierto prurito de identidad rara: "Estos tacos me los hicieron en Centro Habana"... La marca se ha esfumado y solo queda aquel lustre y brillo propio del zapatero que ha dado el toque final a su obra: la prueba pública de su diseño especial.

Como se sabe, en nuestro medio actual todo ser vivo se conoce ante todo por sus zapatos... Ya no sirve de identificación ni la huella digital ni la ocular ni la gutural que se utilizan solo para comprobaciones legales, médicas o computacionales. La mejor constancia de que Ud. existe como persona y que clasifica en cualquiera de las denominaciones éticas, culturales, políticas, jurídicas, científicas e incluso religiosas es la muestra de los zapatos que lleva puesto. Si Ud. se aparece a un baile de fin de año con unos tenis de importación puede ser considerado como deportista o simplemente una persona extrovertida que gusta de las frivolidades. Si por el contrario se viste de traje negro y corbata apropiada y se pone uno de esos zapatos hechos en timbiriches clandestinos y se aparece con el atuendo a una boda de barrio puede ser identificado entonces como el jurista sobrio, modesto, sencillo y humilde que busca aumentar su inventario financiero con dádivas de clientes agradecidos.

Si un chofer de los nuevos transportes públicos chinos que se han puesto en circulación lleva los zapatos sin lustrar y además embarrados de fango o polvo ambiental, ese chofer no cuida su vehículo. Si un profesor de nivel universitario calza unos zapatos de merolico con el tacón comido por uno de los lados, o es un tacaño o probablemente la mujer le ha sido infiel alguna vez en su matrimonio. De la misma manera que el sombrero tipifica el carácter de la persona, los zapatos la identifican de la cabeza a los pies. No hay dudas de que hay gente que es idéntica al perro que tienen y eso sucede también con los zapatos. De tal suerte se puede decir: "A tal zapato tal personaje".

De aquí que cuando se encargan zapatos a zapateros subterráneos (esos de que hablamos y que se mueven en el mercado marginal) no hay dudas de que se adquieren mercancías que pueden ser idenficaciones exactas de su personalidad y que Ud. no puede ocultar por mucho que se lo proponga. Si Ud. adquiere una de esas muestras tenga la plena seguridad de que no le van a preguntar en una reunión de amigos: "¿Son italianos o franceses?", sino todo lo contrario: "¿En cuál tugurio te hiciste de esas llantas, mi hermano?". Y no son baratas, por supuesto. Digamos que unas chancletas de tiritas con recomendaciones ortopédicas para una persona que tiene los juanetes aéreos y dolorosos increíblemente pronunciados, salen a ojos vista en 25 cuc o, lo que es lo mismo, 625 pesos cubanos si Ud. va a comprar ese dinerito en cualquier Cadeca o Banco Metropolitano.

No he estado al tanto de las transformaciones que sufren los cueros, el hilo o el pegamento en el proceso tecnológico de la fabricación de zapatos, por supuesto, ya que dicha labor de operarios especializados permanece como uno de los misterios más totales de ese lucrativo negocio. Ni me he puesto a preguntar mucho no vaya a ser que los ofertantes me clasifiquen como algún agente de la policía que está a la búsqueda y captura de delincuentes. Pero lo que sí he venido observando es que la gente calza zapatos que no se consiguen en las tiendas oficialmente establecidas. Es más, si Ud. sale a pasear a un lugar tan concurrido como el malecón habanero y se pone uno de los zapatos caros que le regalaron proveniente, digamos, de Milán (Italia), es muy probable que llame poderosamente la atención y alguien lo quiera vincular con aquel sector de la sociedad que vive a expensas de otros.

Lo mejor en estos casos es echarle mano al kiko que mandamos a hacer y no levantar sospechas. Y si le cae un viajecito al exterior llevarse al milanés para trotar en alguna calle francesa, española o alemana. Allí la gente no se fija mucho en el zapato que Ud. lleva puesto sino en sus manos. Si las tiene grandes y callosas probablemente ni le quieran vender una pizza cara en cualquier lugar visible pensando en que Ud. no cuente con el dinero justo para pagarla. Mejor se queda en casa y se pone a mirar sus zapaticos, siempre dando las gracias a aquella persona que se los regaló algún día y, si regresa, venir con algún dinerito ahorrado para mandarse a hacer uno de esos zapatos especiales no solo porque puede con ello buscar cierta comodidad o un nuevo modelo sino porque con ellos puestos se pone a tono con lo que tienen los demás.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Supe que quitaron la Feria de Malecón donde la última vez que fui había zapateros y zapaatos de todo tipo. ¿Dónde están ahora?
Gracias Aguaya por hacer posible que quienes están lejos se expresen.

Rosa dijo...

Pues mira, entre las cosas que extraño están los zapatos y sobre todos las sandalias de esos zapateros prodigiosos. Espero que sobrevivan aqunue los hayan quitado de la Feria. Sigo leyendo a mi escritor favorito. Besos