viernes, 21 de diciembre de 2007

Jibacoa

El sueño dorado, la quimera del oro, la conquista de la tundra rusa, la gran marcha, el descubrimiento del fuego y de la penicilina, nada de eso es comparable a la realización del viaje a Jibacoa...

A mí los viajes a Jibacoa me trasladan a una pequeña iglesita a la que (gracias a Dios) le robaron la vírgen que estaba custodiando la zona en una urnita del exterior de esa casa, a una cueva que hay detrás, al mar comiéndose los arrecifes de la costa, de una arena tan fina como la de Lanzanillo o cualquiera de los cayos del norte de este archipiélago cubano, a los pasadizos del Peñón del Fraile, a los acantilados de Santa Cruz del Norte, al viejo espigón en el que anidan las gaviotas, a una ensenada del tamaño de un caracol en la que habitan las morenas (del Caribe claro), las guasas de mar, los pargos y rabirrubias, sobre los cuales nadan los tiburones amistosos, saltan los payasos y los agujones... Jibacoa es un "paradisso" de Lezama Lima, una azotea de Portocarrero, una junglita de Lam, un plato de Amelia, un caballo de Enríquez, un gallo de Mariano, allí dejó de vivir físicamente Armando Bianchi el amor de Rosita Fornés, desde allí se han ido gente en cigarretas, balsas de goma, chalanas, botecitos y pensamientos que son los barcos más grandes del mundo y donde caben todos los seres vivos del planeta como una enorme Arca de Noé...

De Jibacoa vinimos hoy, con el olor a sal de mares en la piel, la bondad de tocarnos de un sol amarillo canario, embrujados por la mirada de sus mujeres hermosas que se esconden como empleadas en las tiendas para recuperación de divisas, custodiados por tortugas y careyes, por caracolas y macaos, por gorriones de invierno y medusas de veraneo, entre los cocoteros y viñas de mar, bajo la sombra de las uvas caleta, acostumbrados ya a que unas olas pecaminosas nos abracen los pies desnudos, Jibacoa la bella, el paraíso perdido de la provincia guajira de La Habana, al norte horizontal que nos atrae, con Sila haciendo un arroz con pollo a la chorrera, plátanos verdes a puñetazos, dulces caseros que nos persiguen siempre después y un café serrano que nos quema la garganta y se pone a bailarnos el reguettón del día...

Amores dejados allí en la costa, hembras desnudas que no tienen ni la menor idea del pudor, que se pasean hermosas por la orilla meneando sus posaderas sin tapujos y que nos miran a los ojos buscando el por qué de un asombro que llevamos desde que nacimos... Extranjeros somos allí donde la gente no nos conoce y nos abraza, donde nadie nos ha visto y nos pregunta cómo estamos, donde la gente nos besa sin pedírselo, bocas con olor a sexo que nos prestan los binoculares para que veamos el nido de un colibrí, Jibacoa la bella, la que tiene una sola entrada y una sola salida, aquella misma después del desvío para no entrar a Canasí, entre montañas tan pequeñas como aves de corral, la que no sabe cuánto la queremos de la misma manera que se nos entrega vírgen todavía en las laderas de los farallones para que alguien algún día descubra algún tesoro escondido por algún pirata extraviado... Y todavía dicen que no tenemos bellezas naturales... Joder!... como me dice aquella española que está buscando un negro que se ha escondido del sol de la mañana!!!

Pero lo mejor de todo es que tenemos allí dos o tres almas que nos han invitado a repetir la aventura, nos dan desayuno, almuerzo y comida, una habitación sin mosquitos, un perro que nos cuida, un sorbo de café cada cierto tiempo y muchos chismes que son el mejor entretenimiento del cubaneo donde quiera que estemos... Así, quién se niega? "Cuánto vale esta cosa" es un lenguaje desechado en Jibacoa. "Cuánto te debo por este servicio" también. Allí parece que no existe el dinero ni para hablar por un teléfono celular. Parece que flotamos, el perro viene y no pide galleticas de chocolate porque ya comió, los gorriones no nos molestan como en la ciudad y hay un silencio vivo, ese que trae el eco de un grito de mujer corriendo porque se ha encontrado una moneda rara en alguna cueva submarina... Por ahora estamos como nadando en un segundo de felicidad.

Va una coa haciendo un surco en el recodo, corre un aire raro allí sin poluciones hasta que algún sinsonte descarriado caga encima de la cabeza de alguien, hasta que un negro bondadoso nos dice bajito: "Esto es como para no irse nunca de este país". Pero nos vamos, qué le vamos a hacer, nos fuimos antes y nos iremos luego. Dice un pintor que lo único que quiere es que no lo entierren en Jibacoa... Vaya tipo ese, sino que lo soplen desde algún promontorio, que lo pongan a volar y lo saquen de su urnita cuando a alguien de la familia le dé por hacer semejante cosa... Mira tú!

A los "muchos" [mi papá se refiere aquí a los que han dejado comentarios a lo que él escribe en este blog] que los quiero más que ayer y menos que mañana y les doy las gracias por lo que me han dicho, que sigan en eso de leer que es lo que más nos gusta que hagan los demás y que escriban también y si nada de eso se les ocurre hacer que al menos hagan un gesto con alguna parte del cuerpo, una mímica, como los de aquí de Jibacoa que no dicen !demonios! cuando chocan con alguna piedra en el suelo sino !coño!, que no pronuncian !guao! sino !al carajo!, que no exclaman !caracoles! ni !recórcholis!, ni !santo cielo!, ni !rediez!, ni !eureka!, ni !diablos!... Que cuando se aplastan un dedo por clavar una puntilla con un martillo de acero dicen a todo pulmón: "Me cago en la mierda, coño, qué clase de comemierda soy"!!! Porque si no lo hacen no son cubanos, porque si no se ríen después del golpe no nacieron aquí, serán turistas italianos o franceses, australianos o pekineses que andan buscando piedrecitas en la playa pero cubanos no, los cubanos cuando vemos unas nalgas saltar como las que andaban hoy por aquí se nos quieren salir los ojos de las órbitas...

2 comentarios:

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

Ah! Esa es una evocación patriótica al Peñón de Jibacoa  Me fui hasta allá casi 20 atrás, jugaba pelota con mi tío. EL me enseno a fildear bien entre la arena y el diente’eperro , comíamos galleticas con pasta de bocadito y liquido de freno, o vampisol. La verdad es que nunca llegué allá para apretar con una jevita. Muy lejos (… de la habana hasta allí para armar la ‘gozadera’ …) no, es que en los noventas todo era a base de pedales.
Pero oye, que bien descrita, esa sensación de libertad encueristica y deshinibida que nos hace vivir a tres mil revoluu por minuto a nos’ los cubiches. ¡Muy bueno!
Aclaración. No se dejen engañar por la fineza del bloguero. Cuando uno vive fuera de Cuba el número de malas palabras se acrecienta, es como si fuera proporcional a la distancia recorrida. Un encuentro con amigos es digno del guinness… si se mide con un malaspalabrametro lo rompe pa’ carajo. Incluso puede que se inventen nuevas. .. pero ese es ya otro cuento. Un abrazo familia. ¡Feliz navidad!
Tony.

Aguaya dijo...

Tony, gracias por pasar!
Ya le paso al viejo los comentarios (yo se los mando vía email porque allá en la isla no se empata con Internet, tú sabes...).
Pensándolo bien, yo creo que nunca llegué a ir a Jibacoa! o más pa'lante o más pa'trás, pero a Jibacoa, no me acuerdo...