(Ésta es del 22 de Agosto del 2006)
Las calles de esta ciudad que tanto amamos (los que no nacimos en ella más todavía porque nacieron los vivos que más queremos, y los que ya se han ido son los que siempre querremos más vivos todavía) están como todo el mundo sabe llena de baches. Son unos baches enormes algunos de los cuales como dicen los humoristas de "Deja que yo te cuente", el siempre visto programa de TV, están aspirando al diploma de Vanguardias Nacionales. Otros son baches musicales, como los de la entrada del túnel de Línea que tiene una especie de riel de trenes a la entrada que cuando los carros pasan por encima dicen claramente "VanVan" y nos alegran el viaje...
Son baches históricos, que provienen de principios del Siglo XX cuando comenzaron las obras ingenieras del bacheado de La Habana y la entrada triunfal de los automóviles. Cómo han sufrido estos carritos la presencia de los quisquillosos bachecitos, empecinadamente ocurrentes, oportunamente aparecidos cuando menos uno se lo espera. Baches enormes tipo piscina de hoteles de lujo y otros dispuestos de tal manera que cuando evitas uno te embarras de lodo en el otro... son baches esculpidos por algún artista de la plástica...
Existen baches en todos los lugares de esta Capital de Todos los Cubanos como dice el Canal Habana, Canal 5 de la Televisión Cubana. Pero los más conocidos y amistosamente presentes son los baches con que cuenta nuestra propia calle, esta misma donde vivimos, aquí en el triángulo perfecto diagonalmente existente en la esquina de nuestra cariñosa, querida, familiar y conocida Escuela Aguayo, un enorme cake gigante que todo el mundo conoce en nuestro Consejo Popular.
El bache de la calle Estrada Palma y Cortina, es uno de los baches más populares, simpáticos, emblemáticos y persistentes de todos los baches de la ciudad. Este bache compite en carisma con personajes tan reconocidos provincial y nacionalmente como El Caballero de París, El Andarín Carvajal o El Burro de Bainoa. Y con lugares específicos como La Esquina de Tejas, La de Toyo o La Caliente de 23 y 12. El bache de la esquina es sin embargo el más concurrido. El más mal reparado. Siempre que hay un aguacero potente y algún arrastre de lodos o de basuras acumuladas el transporte se desvía por nuestra misma calle y profundiza concienzudamente dicho orificio terrestre haciéndolo más saludable, diversiforme, nutricional, amplio, abarcador y lunar.
Podemos hablar de nuestro camarada bache, como alguien habló hace tiempo del "camarada máuser" como un bache de los buenos, de esos que han puesto pie en tierra y no se dejan vencer por las adversidades, por el contrario, le convienen. Y eso que estamos en un lugar especial rodeados de calles con nombres de personajes ilustres, politiqueros de poca monta y santos de todo tipo. Nuestras calles se nombran como todo el mundo sabe Cortina, Juan Bruno Zayas, Juan Delgado, Lacret, Alcalde O’Farril, Mayía Rodríguez, Estrada Palma, Figueroa, D’Strampes y también Santa Catalina, Santa Irene, San Bernardino, Santa Amalia y otros santos y hierbas aromales. Todas están concebidas en el mapa de la ciudad y cualquier persona responsable puede tener acceso a dicha ubicación por el módico precio de la nada hegeliana. Antes bien, la pueden solicitar a la oralidad comunitaria.
Yo espero que mis colegas de sitio abran un paréntesis y pongan las calles de su dirección personal en esta nuestra ciudad así (de esta manera), por ejemplo: Cucusita Tal Paracual, yo vivía en Luz Caballero, Dolores, Encarnación, Jovellar, 23, Carraguao... cosa de enriquecer la crónica que tendrán la bondad de leer y nos envíen este párrafo con los nombres y la añadidura hecha para saber dónde estaban esos esqueletos rumberos hace dentro de poco 40 años... Y que lo hagan de prisa tanto como antes de que termine este año que es el año que según el calendario Sumerio antiguo cambian los nombres de todas las cosas, de las calles, de las gentes, de animales y plantas de tal suerte que pudiéramos llamarnos el 1ro. de Enero del 2007 indistintamente Gato cualquiera de nosotros o Juana cualquiera lagartija que nos pase por delante. Por lo que también los nombres de las calles tendrán que cambiar y para que no se olviden los nombres anteriores, tendremos que abrir aquel paréntesis y poner el antiguo ya que el nuevo vendrá puesto automáticamente cuando cambie ese nombre en el calendario indicado.
Pero en nuestras maltratadas calles se atesora un recuerdo tan inmenso y exquisito como una semilla de ajonjolí: por ellas alguna vez pasamos caminando. Fue un paseo para hacer visitas, a los amigos, a los maestros, a la familia, a los vecinos, a los parientes, a los desconocidos, a los que amamos, a los que nos citaban, a los que nos querían, a los que nos veían, a los que nos cuidaban, a los que nos vigilaban, a los que nos llevaban, a los que nos traían... Les llevábamos lo único valioso que teníamos: nuestra presencia.
Una presencia bípeda, inteligente y afectuosa que siempre llevaba algo que decir y mucho que aprender. Teníamos un comportamiento, llevábamos una misión en los corazones que siempre aspiramos realizar. Sentíamos que estábamos, que teníamos propósitos. En nuestras calles descubríamos el gran peligro de cruzarlas, el del transporte inmenso que nos aterrorizaba, el del perro mordedor que pudiera perseguirnos, el del ladrón oculto que pretendía asaltarnos, el de la lluvia intensa que obligaba a cobijarnos, las calles del calor, de las piedras, de las carreras, de las caídas, de las aceras, de las casas de todo tipo, de las rejas, de las cercas, de los árboles, la calle avenida, la calle inmensa de las estrellas, la calle luna, la calle sol, la calle oscura y la alumbrada, la calle del farol, la calle de vía ancha y la de vía estrecha, el callejón, la calle pequeñita sin salida, la calle loma, la calle a la que nunca quisimos ir... en la que nunca quisimos terminar...
Pero a la que siempre quisimos volver era a la calle nuestra, nuestra calle, "mira yo vivo en la calle..." aquella que hace esquina, o la que está entre esa y la otra, la que ansiábamos en los recesos del aula, en nuestros viajes de regreso, aquella en la que estaba nuestro palacio de familia, la calle de los juegos, la que tenía el número pendiente en la pared, la "cosa" nuestra, la calle de mamá y papá, la calle mía, de mi hermano y de los abuelos, la de la cerca, la de la acera, la de las flores, la calle de los amigos del barrio, la de los árboles, aquella misma que se elevaba imponente mostrando el gran bache de exposición, un bache hermoso, íntimo, propio, nuestro, un bache cariñoso que se confundía con el aroma de las rosas y servía de refugio para el baño de los perros, de los gorriones y el temor de los gatos olvidados detrás de las paredes.
La calle aquella en la que los demás nos sorprendían y hacían su visita, con el regalo del abrazo y la noticia, los mismos que se escondían en los arcos del portal de aquella casa blanca para burlar la vigilancia de la abuela y encontrar ocasión propicia para guardar un beso entre las hojas de la libreta... De esa calle no nos podemos olvidar nunca por una sola razón: era la calle que más conocíamos. En la que guardamos la propiedad de los secretos de infancia y al mismo tiempo la muralla de defensa de nuestra fortaleza espiritual. En cinco palabras: Sin ella no somos nada...
Por eso les ruego, queridísimas compañeritas, queridísimos compañeritos, que cuando piensen en esa calle piensen también en alguien que necesita que le ayudemos a cruzar. Tómenle del brazo y díganle aquella confesión al oído: "Abuelo, no tema, yo lo voy a pasar"... !Oh... este nudo, está tan obstinado hoy que no me quiere bajar de la garganta!...
sábado, 24 de noviembre de 2007
Calles, baches y visitas
Publicado por Aguaya en 9:13:00 p. m.
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