sábado, 24 de noviembre de 2007

La solución del trilema

(Ésta crónica que me enviara mi padre el 21 de Marzo del 2007 pienso que está bien para empezar...)

Hoy pude comprobar experimentalmente la sensación del globo desinflado. Es una expulsión violenta del aire que se acumula en la caja del cuerpo cuando uno resuelve un trilema complicado (un trilema es un dilema entre tres: el problema, otra persona y el interesado). !Me dijeron que SI en Inmigración! Estaba haciendo mi cola desde las 12:30 p.m. y a las 2:OO p.m. la señorita informó que los que iban a recoger la tarjeta de salida no tenían que hacerla porque ella llamaba por los nombres que tenía en la lista. Así fue y cuando dijeron mi nombre se produjo la expulsión del aire... Eso pasa después de tantos días y noches (Simonov) de estar luchando con todo este papeleo (un lector de papel)... Ya lo tengo todo resuelto, lo único que falta es el pasaje de VíaZul para Varadero, pasar Inmi de allá y montarme en el avión con una carga de periódicos y revistas en alemán que si no fuera por las fotos nadie entendería bien... que no sepa hablar el idioma, claro.

Eso lo saben cuatro personas hasta ahora... En lo adelante ellos se encargan de irradiarlo por el perímetro y dentro de 3 horas lo sabe La Habana completa. El cubano es así... parece que nació en medio de un gran rumor que casi siempre se escribe entre paréntesis ("...y hubo hasta que darle una nalgada al muchacho porque no lloraba... y a la madre café del fuerte porque se estaba quedando dormida en el parto...") y cuando uno crece todo es una olita de rumores. No es que seamos chismosos genéticos sino que nos gusta eso de dar la noticia que poseemos. El chisme nos entretiene ("...están dando los calamares en la carnicería...") y nos inyecta el rumor de otros para que podamos echar a correr la misma bola pero más grande y arreglada ("...están dando café del fuerte y calamares en la carnicería y a los muchachos nalgadas porque no quieren llorar...") y cuando uno viene a ver la gente nos llama para saber si es verdad que nos vamos definitivamente, si ya nos hicieron el inventario de las cosas, si es cierto que el pasaje es para todos en el mismo vuelo y cosas por el estilo. No, si yo te digo!.

Por eso lo mejor es romper la inercia del rumor diciendo la verdad uno mismo y que se encarguen otros de alterar los detalles. Algo que hacemos cuando nos dicen algo. Lo que sí es cierto es que luego del desinfle, la tomadera de un café instantáneo para estabilizar, me considero tal vez el ser humano más feliz sobre la tierra porque con esos cuñitos se acerca más la fecha en que pueda mirar de cerca el pelo alborotado de mi nieta. Qué rayos estará haciendo ahora ese duende milagroso que no sabe todavía quién fue Mambrú, ni qué son los paquidermos, el orobanche, el kudzú, la samba brasileña o el monte Paramount (un monte elevado y nevado de las películas del mismo nombre) que tanto nos impresiona?. Es un golpe de aire al revés, de afuera padentro, una ingestión de aire comprimido, el antiglobo desinflado.

Cuando uno se siente orgulloso de algo o de alguien es que respira hondo. Una aspiradora biológica de un aire que se calienta en las fosas nasales, baja por la laringe, se esconde en el esófago y termina durmiendo en la última vértebra de la columna vertebral, en medio de montañas de suspiros, toses, arrullos de palma y peces voladores. Es un sano orgullo, una felicidad de segundos, casi un motivo para llorar de alegría, sonreir sin preocuparse de quién nos mira, aletear la punta de las orejas, erizar el pelo que le cubre la piel de mamífero humano y tener ganas de salir pedaleando una patineta detrás del primer coche que le pase por el frente.

Pero cuando no puede resolver el trilema: Dios Santo!. Se le tuercen las uñas de los dedos, se le encandila la vista, se le caen las pestañas (que no tienen remedio una vez caídas) y uno se vuelve un cigarrillo estrujado, un revólver sin balas, una grulla sin patas, un unicornio sin cuerno, una hoja de parra sin nada que cubrir. El trilema apesta, tiene un expediente laboral vacío, es una huella sin dedo, una jaula llena de comejenes, el trilema es un rock and roll sin batería, un ventilador ruso, un toro sin rabo...

Hoy me han dado todos los corrientazos para la prueba del infarto y he salido bien. No se me ha nublado la vista, me he comido mi puré de malanga a las buenas, me he lanzado en el paracaídas del piso a rascar a las perras y he sembrado una mata de ajonjolí en la cerca del vecino. Es una lástima que practiquemos los actos de Houdinni sin darnos cuenta que él se zafaba los candados con maestría y sin envolvencia pero nosotros no. Y todo porque en cualquier gestión de ese tipo uno camina encima de una cuerda floja de acero enteipada en cáscaras de plátanos maduros, miel de sábila y aceite de motores. Al menos prueba que el corazón lo tiene en buen estado... pero el intestino no. Otra victoria de esas después de largos meses de jadeos e imprecisiones basta para solicitar un baño transportable, llevarlo a rastras a cualquier tipo de gestión y cuando menos alguien se lo piense usarlo como Dios manda.

Pero trilema solucionado huele a jabón de nácar... es un goce erótico sublime, una gaceñiga de desayuno, un sorbo de oporto, un arrebatón de amores, un calcañal rascado, una ballena humorista, el trilema nos impulsa hacia adelante, nos pone a prueba, nos "hala" a su escondite, nosotros ahí luchando contra el sueño del mediodía, pescando con una carnada de goma, levitando después de una película de sábado, ahí en la barra del filme viendo cómo se desnuda la artista principal y cuando más contento estamos viene Plaff y se lleva la luz, un trilema resuelto es el suspiro de un poeta enamorado, el infarto vencido, el cautín de láser, el holograma, el mosquito benefactor, el trilema es el arcoiris, el canguro australiano, la foca vírgen, una muestra de que no van lejos los de alante si los de atrás comemos helados de la Word.

Caerle encima al trilema, descuartizarlo, succionarlo, convertirlo en chatarra útil, embalsamarlo, amasarlo, embadurnarlo, hacerlo capuana, chiba, latomía, mercero, nictálope, parteluz, refalosa... en fin, hacerlo tacho, tagarnia, texcal, fiat voluntas tua, boyl, carazinho, réspice y luego saber que todos ellos significan limpeño, liguliforme, grial, evónimo, cuadrífido y androceo. Y salir con el trilema en mano, chorreando sangre, descabezado ya, mientras nosotros victoriosos nos damos con el canto en el pecho y lanzamos al aire aquel grito tarzánico lleno de privilegios que anuncia nuestra superioridad sobre las piedras de la calle, los animales de circo y los vegetales.

El embiste del Trilema se hace con o sin los dedos cruzados porque la dificultad mayor no está fuera de uno sino entre tres. Y para eso valen los dedos pero también "la cosa en sí" una categoría kantiana que inició toda aquella novela de "Cómo tu ves la cosa?", "Como está la cosa?", "Qué cosa, verdad?"... La cosimetría, una especialidad filosófica que Kant sin proponérselo nos legó como herencia conceptual y que ahora nos sirve para ponerle el cascabel al gato, medir el tanque de la gasolina o masticar palitroques tostados en el desayuno. Algún día hablaremos de estas tres dificultades humanas, pero hoy no, hoy estamos saltando de alegría, un huesito que tenemos en la rabadilla, zona mal llamada coxis (cóccix: hueso que termina el espinazo) allí mismo donde acaba la última vértebra de la columna vertebral humana y comienza el rabo en los animales prehumanos... Hoy no, mi vida, hoy no. Hoy estoy contento de verdad... Mirando mi tarjeta blanca... Hoy sí... Sí.

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