domingo, 25 de noviembre de 2007

Esas supersticiones!

(Enviado el 22 de febrero del 2007)

Hay muchas... aprendidas desde muchachos con el olor a costumbres de baúl escondido, de temores y tabúes, atrapadas en la memoria genética de la familia como un sexto sentido para protegernos de la adversidad y del peligro. Como aquella de no pasar por debajo de la escalera, un endemoniado instrumento de labor que se abría de par en par para posibilitar que el pintor llegara a una cumbre con su brocha en la mano y su galón de pintura tambaleante a dibujar la cenefa alta, el borde del tejado, el alero inalcanzable… No se podía pasar entre la escalera y la pared por el maleficio, la mala racha, el accidente...

El gato negro que nos pasaba por delante como síntoma de la advertencia… un gato poderoso, musculoso y sabio que mostraba su mirada inquisidora, chispeante, colmilluda, felina, diablesca, inteligentemente gatuna para advertirnos que el lugar por donde pasaba el gato era su dominio total, su coto de caza, su territorio intocable...! Cuidado: que ahí viene el gato negro!

Rociar el ron en el suelo para los santos (unos fantasmas alcohólicos o sencillamente proclives al brindis) que nos esperaban en el otro mundo observando si éramos lo suficientemente honestos para no beber sin ellos o si nuestras costumbres egoístas se iban enterrando con cada botella vacía. Si los santos no huelen el alcohol en el suelo, salido del propio recipiente y empujado con delicadeza por un pulso hermético y diestro no había trago favorable... todo pudiera salirnos mal ese día y los demás también.

El cordelito hecho tirabuzón en la frente del muchacho contra el hipo… el azabache contra el mal de ojo... decir ¡Jesús! después del estornudo… santiguarse cuando pasaba el entierro, buscar hojas de laurel para una ofrenda, dos besos en los cachetes para la buena suerte, chocar el índice con los dedos para espantar los malos espíritus, prender velas, no botar sal al piso, untar miel en la sien para la fiebre, nunca tocar el séptimo “chakra” encima de la cabeza, salir con el pie derecho al caminar, decir ¡Santa Bárbara! cuando truene o relampaguee, poner aquel trapito rojo colgando en la defensa del carro, espantar lo malo con el humo o un rocío de ron, tabacos en el cenicero sin prender, ajos contra los vampiros, aros para cazar sueños, tocar madera, no apuntar con el dedo a la caída de una estrella… y tantas otras.

Pero la que me gusta más es la de los dedos cruzados... para la buena suerte. Es un ejercicio sencillo que nadie sabe de dónde salió... Uno toma aire (un sorbo sencillo y limpio tragado discretamente) pensando en el deseo de que se trate (un deseo es un objetivo pensado que aparece ante todo como urgencia o carencia de algo... digamos que nos salga bien una gestión cualquiera importante, vital, difícil, un trámite migratorio por ejemplo que se presenta como un estado deseado a conseguir) y cuando tiene clara la idea de lo que quiere, cruza Ud. los dedos con una fuerza y un tesón propias de aquella firmeza en hacer cosas diferentes y alcanzar lo imposible cargado a la vez con un gramo de poder mágico, poderoso, capaz de transformar las cosas y con ello a uno mismo, con ansias de vencer dificultades, borrar brechas, saltar obstáculos, conseguir el propósito, la meta, la victoria, puja un poco poniendo énfasis en que algo se puede lograr y el resultado se consigue: como por arte de magia se obtiene el deseo pensado y Ud. se pone a repetir en alta voz aquello que dice: “Lo que es, es lo que nunca fue o lo que siempre hubiese fuese sido o sería si no hubiese fenecido y sido con Sigfrido en el cine Lido, que lo dejó compungido, divertido y nunca jamás arrepentido”... Un malabarismo de palabras que le sale por la boca sin Ud. proponérselo cuando se cruzan las coyunturas de esos dedos y se completa la satisfacción del deseo...

Cruzar los dedos es un ejercicio digital, pensado, que pone en acción las manos, el cerebro, todos los nervios de la cara, los ojos, la boca, las orejas, la cervical, las rodillas, las costillas, el corazón, las piernas, las uñas, las pantorrillas, el peroné, los codos, la piel del cuerpo, las alas del alma, la planta de los pies, todos los órganos y vísceras, los pelos de la cabeza, las vértebras de la columna vertebral, los lunares, las huellas dactilares (los dedos de los pies tienen huellas dactilares también, lo que sucede es que son tan chiquitas que no se pueden ver a simple vista, son huellas plantares como ciertas verrugas), las pestañas, las células de los huesos, los párpados, las cejas, el ombligo y hasta el aro reluciente que nos acompaña encima de la cabeza y que nos persigue por las noches cuando nos ponemos a soñar y sirve para espantar las pesadillas y en fin, conclusión de conclusiones, todo lo que somos, lo que fuimos y lo que seremos: una combinación supersticiosa de materia y conciencia al mismo tiempo con un ingrediente de capricho, malas pulgas ocasionales y deseos de divertirnos, reír frente a un espejo o freír plátanos maduros para acompañar un congrí con carne-carne de verdad y nada de soya de la venduta de la esquina.

Cruzar los dedos es también por otra parte, el soporte de la esperanza en algo, la lucha por llegar y mantenerse, sin destacarse mucho, la ventura de marchar siempre aplaudiendo, entrar y salir, comer y dormir, soñar y cantar, fumigar sin ser fumigado, botar y votar, volar y correr, nadar y trepar, rascar y ser rascado, comulgar y pecar, rezar y no rezar, ser o no ser, ir y venir, es también un terraplén y un edén, un acordeón y un bandoneón, un fogón y un espolón, un ciclón y un soplón, es una angustia por llegar, un jadeo por descansar, una meta como punto de partida, es una ampolla digital, una hiperestesia cutánea, una ícterohemoglobinuriavacilar, una declividad, un escarpidor, una gambeta, una holoturia, un maguntino insospechable, meneses, paramiento, stuka, vendeja, ad multos annos, el todo y la nada, un ánfora, un vítor, un átomo de felicidad, una pulgada de conocimiento en un océano de ignorancia, un triunfo de Industriales sobre Santiago de Cuba, un majá, un güije, un zorzal gato, un laúd, un alud, un talud, un solidiscupio, un heterodino, un uno, un hit, un vals, Unamuno, unicornio, ungüento, un mojón de esquina, Unecamoto y un millón de cosas más. Y por sobre todas las cosas, funciona… sí, el cruzamiento y aparamiento de los dedos funciona…

Uno aprieta los dedos, pone su fuerza mental en el intento, cierra un poquito los ojos sin abrir mucho las manos, se conforma con que no le den el saludo manual en plena palma de la diestra, que se haga fuerza tal que permita despegar luego el dedo del medio del índice y viceversa, aprieta los maxilares, trata de parar la punta de las orejas, busca que no se produzcan interrupciones ni del flujo sanguíneo ni de las órbitas oculares, se prepara para ser lanzado en paracaídas desde una altura más bien aceptable, rellena de pureza los pulmones, abre las adenoides, carga las hormonas y cuando menos la dificultad lo espere, la tomamos por asalto, hacemos un movimiento rápido y violento de kárate con ella y en pocos minutos, en medio de un relámpago del flash de alguna cámara digital moderna tenemos desecha como montaña de ladrillos rotos, la tal inconveniencia, aparece la suerte, se diluye la melaza, desaparecen las púas en el alambre y el rictus facial, el fruncido del seño, el estrés negativo, la subida de colesterol, el dolor de bursitis y caemos rendidos encima de una burbuja de agua jabonosa, comiendo cake de capuchinos con helados yagrumosos o de la Word que es lo mismo y nos sentimos como el ostión en concha: dueños del universo uno y diverso, infinito, hercúleo, epicúreo, circunspecto, energúmeno, diplomático, ácido, prúsico y ético y sabemos al fin que hemos triunfado por un solo segundo sobre todo el andamiaje mefistofélico y flácido de las múcuras de la derrota…

No les digo que al pie de la letra me crean todo el efecto positivo de un cruzar de dedos luchando contra la unión sorbética ni los helados unidos, ni con mucho aspiro a que sigan mis recomendaciones psiquiátricas, hospitalarias, propias de dreams catchers de Montana o Quito, ni mucho menos, pero si algún día tienen que verse en la disyuntiva burocrática de un tropiezo o la toma de una decisión decisiva e importante y eventualmente difícil, si están algún día en proceso de enfrentamiento con la propia inercia dentro de alguna oficina, frente a una embajada o en subida o su vida o nuestra vida o la vida de otros, alemanes, musulmanes, edecanes, supermanes, respiren profundo, ni cuenten hasta diez ni nada por el estilo, sino crucen los dedos, aprieten el aire que le queda entre los parietales y la tráquea y ya verán lo que sucede: un formidable corrientazo tipo 220 que los va a catapultear fuera de sí, con ganas de comerse una buena ensalada de aguacates en estación, con sal y aceite por encima, subirse bien arriba debajo de los laureles y como si les hubiera picado un alacrán beneficioso correr a más no poder y zambullirse en la orilla de una playa hermosa, pensando en comer camarones con mayonesa y beber agua pura de Ciego Montero gratis y a cuncún…

Y sentirán una placidez en la barriga, un hilo dental en la nuca de las verdades, un erizamiento propio de puerco espín, de ganado mayor sacrificado, de preservativos a color, de prótesis instalada, un tikitiki sin mortificación que les va a producir un relajamiento de la hipófisis (aquel lugar por donde entra el alma al cuerpo según los franceses del siglo XIX) bueno para irse de rumba a La Macumba, un lugar inhóspito donde acude mucha gente, hace fuerza el más cobarde y se arruina el más valiente... Se los digo por experiencia…! Ya verán!

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Este día debiera repetirse

(Sobre el 14 de febrero del 2007)

Hoy fue el Día de los Enamorados o de San Valentín como dicen algunos.. Aquí hay quienes lo denominan "del amor"... Otra chambelona parecida a la fiesta de cumple. Sigo insistiendo en que todos los días del año y si es bisiesto mejor, son días de los enamorados. Concentrar la fecha en un solo día para regalar cosas tiene un olorcito a marketing un poco sospechoso. No hay como un besito al levantarse, un café (Caliente, Amargo, Fuerte y Escaso) de verdad, hecho con el ánimo de tomarlo sin discutir, hacerlo para el otro, para ver cómo las fosas nasales de la otra o del otro se hinchan y se achican cuando huelen "el néctar negro de los dioses blancos", ese "chequerén" que dicen que vale millones de euros... y que no tiene precio, ni en rupias, ni en usd, ni en bolívares, ni en piastras, ni en rublos, ni en yenes, ni en dones, ni en pc o en pcc.

Nos han querido obligar a querer más a la pareja un solitario día del año, nada menos que en Febrero, el mes más pequeño y deforme, un mes "olokum" indefinido ya que en ocasiones tiene 28 y en otras 29 días y noches como escribía Konstantin Simonov. Febrero es un mes marsupial que anuncia a todos que tiene algo escondido en la enorme barriga. Si pudiéramos cambiar el calendario (los celtas lo hicieron una vez) a la vieja cuenta de antes en que era una prerrogativa de los Papas romanos entonces nos dábamos cuenta de que San Valentín no existiría y que probablemente haya desaparecido para poner un pedacito de su estrella de plata en todos los demás días fueran 14 o no... y de cualquier mes.

Estas festividades (no estoy proponiendo que las eliminemos ni mucho menos) son caprichosas. Una parte del globo terráqueo llega al 14 cuando los demás siguen en la fecha anterior o viceversa y no tiene sentido que festejemos lo mismo en días diferentes. Parece como si los que llegan antes se van convirtiendo en más viejos que los que arriban después y nos dejan menos cariño para repartir entre nosotros. No me gusta amar más a una mujer un día especial sino todos los días y sin saberlo un día la amaría tanto que no tendría patrones para saber cuánto de cada cosa, como los niños chiquitos que abren los brazos pero no tienen conciencia de la medida de cuánto quieren lo que quieren... Como mi nieta que se da golpes en el pecho desnudo diciendo que ella es Paula y luego levanta los brazos para decir que es más alta que la farola del Morro. Y todavía no sabe nada de altura física!.

A la larga un día nos sorprenden con la sabiduría popular aquella de que los hombres aman a las mujeres que desean mientras que las mujeres desean a los hombres que aman y si le hacemos caso entonces nuestro deseo prima sobre nuestro amor cosa que no entiendo tampoco muy bien. La prueba del cariño está sencillamente en la distancia ("Contigo en la distancia, amada mía, estoy...) como dice Portillo de la Luz. Es solo un segundo cuando uno se encuentra solo en algún lugar y siente que sin la pareja está condenado a ser como la nada de Hegel (mira cómo apareció la nadita que ya teníamos olvidada)...

Pero si los japoneses tocan una campana en el monte Fuji, otros regalan bombones para esperar lo mismo un mes más tarde, se envían toneladas de azúcares convertidas en caramelos de un continente a otro, tarjetas, correos, vídeos, anuncios, señales de humo, se tiran piedrecitas como los españoles, hay una arrulladera masiva, se hace el amor, la gente se abraza, se pellizca, se escribe cartas, se saluda y sin embargo lo que más desea todo el mundo es besar a alguien o que lo besen a uno y le trasmitan con el ósculo millones de virus, bacterias o le ensaliven el cristal de los espejuelos... pero con un cariño propio de los perfumes Nivea que nadie sabe ciencia cierta para qué sirven...

Se ha querido reducir el día a la pareja, pero (mientras lo mantengamos), lo mejor sería ampliarlo a todo el mundo: plantas, animales, personas, cosas... Decirle a un perro que pasa por delante: "Adios amor mío: cuánto te amo". O besar el pétalo de una rosa... de una "rosa de Francia cuya suave fragancia, una tarde de mayo... taotao". No estaría mal agarrar la primera piedra que se nos tropiece en el camino y tratar de estrujarla en un abrazo potente, colmarla de cariño, de caricias, de caraspálidas para que la piedra sienta que se están acordando de ella algún día al menos... O besarle la boca a un pescado, a un delfín vivo en un acuario cualquiera. O a cualquiera que pase no importa el sexo, tomarlo por los hombros y decirle: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo yo, fulano de tal, te amo"... O una declaratoria a la mujer ideal amada que nos pase ese día por la esquina espetarle a todo grito para que todos el mundo nos oiga, decirle a viva voz, delante del barrio: "Señora, es el crepúsculo ahora todas mis rosas las estará secando no sé qué desaliento... Yo seré cualquier cosa pero te quiero... apurrúñame mi vida antes que sea demasiado tarde".

Menos mal que no tenemos la costumbre de encontrarnos y frotarnos las narices, o sacarnos la lengua como hacen otros, porque si no seríamos el pueblo que más muecas hace en el mundo y el que menos flores regala. He dicho todo eso (y que "me perdonen por este día los muertos de mi felicidad") porque hoy precisamente me ha parecido percibir que la gente estaba más risueña que otras veces. Al menos así me lo imaginé cuando fui a llevar los papeles a la Embajada para la Visum. Sin conocernos nos saludamos en la pura acera de la verdad aclarándonos cómo llenar aquellas planillas. Nos reímos a caras destempladas cuando nos dijeron que lo que debíamos pagar (45 pesos convertibles) se había aumentado a 75... Que no se sabía si en Consultoría habían subido los precios... Que el pasaporte, el seguro, el papel económico amarillo había que traerlo fotocopiado así como la carta de invitación, la planilla de prórroga con su foto puesta y que las fotos de las planillas de solicitud debían ser nuevas, actuales y no del Siglo XX como un coterráneo que trajo fotos de cuando estaba en secundaria... Que no aceptaban menudo sino billetes en el pago y que no podían dar respuesta inmediata al SI o al NO sino después 5 días hábiles.

Inusitadamente lo aceptamos todo con un resorte de positividad propia de los yogas, los brahamanes, las artes marciales asiáticas, el optimismo sajón y lo mejor del calendario maya y solo salimos del asombro cuando alguien dijo que era "El Día del Amor" y nos caímos todos a besos y abrazos, custodios y ujieres, policías de tránsito y jineteras, funcionarios y choferes, jubilados y cuadros en activo, negros, blancos, extranjeros y mestizos, cubanos y turistas de fuera, en una amalgama propia no de diplomáticos sino de borrachos de esquina, de tocadores de tango, de bailadores de guaguancó, de pescadores de orilla, conscientes de que ni eso iba a influir en que nos dieran el papelito pegado en el pasaporte autorizándonos a entrar en aquel país europeo, pero que al menos nos iba a sacar de la mala racha que teníamos desde que marcamos el último en la cola. Una frase lapidaria dijo una de las presentes que por cierto vendía al mismo tiempo unos bizcochos a 2 pesos cubanos que eran un encanto: "Ni cojones señores, que nadie va a ser capaz de ponernos bravos... estiren la cadena hasta que venga el mantecao"...

Y así nos regresamos a casa todos, sin visa pero contentos, jodidos de cuerpo y alma pero llenos de amor que se nos salía por los poros con un olor cómplice de bizcochos caseros, elucubrando historias mentales amorosamente amorosas, pensando en convertirnos en jineteras para que nos dieran entrada pronto o en alemanes de pura cepa para no salir más nunca de Alemania y venir tal vez de vacaciones a este archipiélago algún día, imaginando que pudiera suceder que fuéramos embajadores extraordinarios y plenipotenciarios en nuestra propia casa y que sin visas y sin dinero un día nos diera por hacer cuentos en un portal de barrio rodeado de hembras desnudas menores de 2 años y varones sin pudor recién nacidos que nos escucharan el cuento de que cien años atrás pedían un librito llamado pasaporte para trasladarse un día del amor de un país a otro, con lo cómodo y rápido que es imaginarlo todo, viajar a toda la velocidad que dan los pensamientos y enredarnos a gatear con los nietos vestidos con un gorrito de payaso, una nariz de actos de circo y un bandoneón desafinado que sirva para cantar un tango argentino que lleve el título de "Volver...".

Nada, que San Valentín debía levantarse todos los días temprano y acompañarnos a que lo bombardeen de malas palabras y azuquita de bizcocho para ver si se atreve a quedarse quieto un 14 de Febrero...

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La pereza

(Y otro del 22 de noviembre del 2006)

Parece una casualidad pero no lo es... dejar a "La Pereza..." (una compañía de Pérez S. A., socios y amigos) para el final de los pecados. Uno para cada día y esta descansando el día de domingo, de la levantada a las 10 a.m., el día de lavarse la cabeza, de no hacer nada, de la tanda del domingo a las 2 p.m., el día de vagar por las calles, sacar a pasear a los muchachos, el día del ajúmmmm, del bostezo constante, el mismo día del ayuno nocturno, de la dieta obligada, del café con leche con tostadas. Ese pecado ("la pereza") nos enamora constantemente y nos obliga a pensar y a decir: "Hoy sí no tiro una panadie, oyeron, panadie!".

Como se sabe ese pecado es un vicio que nos aleja del trabajo y del esfuerzo, es el ocio vestido de mujer, una flojedad del espíritu, un descuido consciente. Esa tardanza y lentitud del movimiento corporal aparentemente invencible nos arrastra a la vagancia, a la inacción y a la holgazanería. Un perezoso es el que huye del trabajo, el que no pincha, un girovagante, un "inventor", un "majá" de sombra. Los españoles le dicen gandul (no el frijol, por supuesto), también golfo, porque es el que vive del trabajo ajeno o no quiere trabajar. "El que no trabaja, no come", dicen que decía Lenin. Y al vago no le gusta ni un poquito la labor...

Es también una tardanza, un lento paso al caminar y un animalito que está siempre colgado de los árboles durmiendo a más no dar y que se deja confundir con el follaje. Bello animal que se descuelga de las ramas y parece como que se ha caído una de las hojas del árbol, de tan lento que hace los movimientos. Un trabajador perezoso es el que no se acerca nunca a la norma. Un trámite burocrático es lento como pereza...

Nosotros, los hiperactivos, las hormiguitas y abejas del panal, somos tipo N... rápidos al revólver, nerviosos, inmediatos, efectivos, solícitos, no perezosos, enamorados de la tarea y de las relaciones humanas, activos, reactivos, cautivos del deber, somos así de esos a quienes nos corre la sangre por las venas. Los que nos molesta dejar que suene el teléfono y oírlo sonar, sin descolgar ni atender. Nosotros los puntuales, los que saltamos con el cumplimiento, los que no nos atrasamos, los inverosímiles, los necesarios, algunos imprescindibles como decía Brecht (aquel dramaturgo alemán, autor entre otras cosas de "El círculo de tiza caucasiano", que por cierto casi nadie ha visto o leído, salvo algunos interesados o estudiosos), en fin, somos los luchadores contra la bobería laboral, el relajamiento del músculo y el relajo en general de toda actividad que se diga seria, respetada.

Como se dice: "La esencia del hombre es el trabajo" y en eso estamos, con el disfrute del descanso que merecemos porque también al cuerpo hay que darle su descansito de vez en cuando, salir a caminar no para ir a pinchar por supuesto, ir a pasear por un parque una vez, tomar un té de cañasanta con limón para ver qué es, mirar cómo rompen en el arrecife las olas del mar, cómo se cuelan las ráfagas de viento en el bosque a danzar, pescar peces perfectos parsimoniosos perdurables perdidos per cápita, perdomo, permisos y luego soltarlos, qué rico subir lomas, criar mariposas, leer y luego escribir, poder hacer cuentos y luego dormir soñando que estamos fabricando chirimbolos de colores y luego salir a mostrarlos: "Miren señores los chirimbolos que hemos hecho!".

La pereza es una pizza de Haller... ese personaje fabricante gramatical de panes que nos agrada tanto y que aparece en la pizarra de las panaderías con la frase de siempre: "Pan de Haller". La pereza es una torta de vaca seca... una barbería cerrada... un pino sin corteza. La historia de la sociedad humana no la han edificado los perezosos, por el contrario ellos y ellas han vivido del trabajo de otros. Por eso hay que tener siempre el látigo a mano para cuando los tengamos alrededor nuestro o dentro de nosotros mismos ponerles la penitencia encima y los aguijones del buey y darles un aventón para que se pongan a hacer algo útil, que sirva, que valga la pena, digamos como fregar la loza, lavar la ropa sucia, barrer el piso, pasar balleta, deshollinar, cortar el césped del jardín (el que lo tenga), buscar los mandados, el periódico, lustrar los zapatos, planchar (Pancha plancha con cuatro planchas... con cuántas planchas plancha Pancha?), bañar al perro, hacer el café y esperar a que te hagan la comida, te traigan las chancletas, te preparen el baño, te bañen, te entalquen, te vistan y te saquen a pasear el fin de semana porque tú eres ese mocosito que tiene año y medio y ni siquiera sabes abrocharte los cordones de los zapatos... Dónde si no?

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La cólera

(También del 22 de noviembre del 2006)

Se trata de un pecado femenino claro está que toca a todos y a todas... Ya lo ven, cómo se transforman curiosamente las cosas. No se trata del "cólera", esa enfermedad epidémica (uno de los azotes de Dios según dicen) que ataca con vómitos y diarreas violentas el intestino y que proviene originariamente de la India, sino de "la cólera", esa otra enfermedad del espíritu, esa explosión (no naranja por cierto) del ánimo, incontrolada, el exabrupto, el movimiento desordenado de las arterias, el crispado de las manos, la gritería solariega, la mala palabra (blasfemia), la ofensa, que ataca al hombre, los animales, los elementos, "la colera del viento" (figurado) y en fin, el "bateo", la discusión sin ton ni son, la cagástrofe de Zumbado...

La cólera es ira, por tanto somos coléricamente iracundos, irritados, violentos, airados, soberbiamente alterados, impulsados, desbocados, salvajemente incontrolados, rabiosos, rabiados, hidrofóbicamente no vacunados, todo lo contrario a la coba, las buenas maneras, la diplomacia (no del usd) porque la cólera es la subida de los humos y de la fama a la cabeza. La cólera enturbia las pasiones, las desata...

Así que pecamos cuando nos encolerizamos, no oímos, nos desgastamos discutiendo, rompiendo decibeles (decibel es la décima parte del bel), alterando el ambiente, molestando al vecino. El que discute bajo el ambiente de la cólera se envenena a sí mismo, no distingue, no piensa bien, se bloquea (abajo el bloqueo), por lo que no es lo mismo levantarse, decir los buenos días y rogar humildemente que nos digan dónde están las chancletas que gritar a voz en cuello: "Dónde están las cabronas chancletas, coño!!!!!". El tipo montó en cólera y le responden: "Búscalas tú mismo cachoecabrón!!!!!". Y se formó la choricera, la discusión, la zurribarria y el V2 que va a Paseo...

Los cólericos tipo A son impulsivos, gritones, guaposos, impositivos, no calmados, irritables, hipersensibles, se ponen rojos al gritar, parecen umpires de pelota cantando un strike. Con los coléricos tipo A no se puede discutir. Siempre perdemos... son unos comemierdulinos insoportables porque no nos dejan hablar, siempre quieren ganar las discusiones, pecadores, pecaminosos, pencos, resabiosos, cerreros, sin domesticar, son animales salvajes, bárbaros, sanguíneos, truculentos, alevosos, son un saco de alfileres, son como el puerco espín con los pelos parados, como el pescado sin escamar, siempre erizados, el erizo de mar, el pez globo, son una bola de dificultades...

El que dijo que este pecado lo era tal hizo un aporte al psicoanálisis, a la psiquiatría, a la locura, a la simplicidad, a lo fútil, para hablar sinceramente, todos y cada uno de nosotros se ha alterado alguna vez, ha tirado al piso sus platos, ha explotado, ha gritado en el stadium, ha sentido la necesidad de mandar al carajo a cualquiera, en mala forma, sin que le hayan hecho nada a uno, qué mal nos hemos portado en ocasiones, hemos tirado el teléfono, la puerta, nos hemos encabronado, porque somos humanos y todo ser humano lleva dentro de sí la parte del animal que lo precede, lo que sucede es que existen personas que animales son y no acaban de llevar dentro el pedacito de homo sapiens que más conviene... La cólera es insoportable, si señor...

La cólera afecta la garganta, las cuerdas vocales, las arterias, dendritas y axones, el cerebro, el cerebelo, la médula espinal, la columna vertebral y los dedos gordos que se encuentran al final del metatarso del pié que son las bocas de cavernas por donde sale el alma del cuerpo... Es un pecado que no se cura con rosarios ni rezos sino con pastillas de calma, con números para contar como pastillitas de meprobramato, ridol, dextroproposifeno, incluso marihuana como tratamiento sedativo controlado a nivel de estudios minuciosos médicos anátomo-neuro-fisiológicos-psicológicos modernos, que son indicados por especialistas en enfermedades nerviosas, alteraciones del comportamiento, tratamientos antiluchin, sedativos, calmantes, cuidados antiestrés tipo sooo caballo y otros que nos pueden poner en un momento dado como el Voltaren: suavecitos, ricos, calmados, sedados, sabrosos, dulces, bajitos de sal, suaves y frescos, piscinados, ronronosos como gatos, amorosamente besuqueadores, babositos y felpados como si fuéramos Aladinos y nos pusiéramos a volar en alfombras por el cielo azúl dipinto diblú, sin arenas piedrosas, como miel para osos de zoológico, unos osos tranquilitos que comen pan y aplauden...

Esto no quiere decir queridos compañeritos y compañeritas que tengamos la flema de los ingleses, la pérfida Albión, que seamos indolentes, que no nos alteremos por nada, que aceptemos el fraude de la shop sin protestar, sin chistar, tranquilitos como osos de museo (tranquilidad viene de tranca), que estemos siempre así como oyendo los valses de Strauss, leyendo a Platón y Aristóteles pasmaditos, meditabundos, serenos, quietos, parados y compañía, en la huelga de la actividad y que nos digan botija verde y no contestemos nada, traguemos los insultos que nos hacen, vaguemos por la casa sin dar una opinión, que no aplaudamos, saltemos y gritemos el gane de pelota en el final del 9no. episodio, sin inmutarnos, perplejos, antionomatopéyicos, que tengamos la sangre de horchata, fofos, insípidos, estúpidamente cretinos, así como zombies, como ceros a la izquierda, convertidos en nada (la nada de Hegel)... Eso sí que no! Que no nos jodan mucho porque también explotamos, montamos en cólera y cuando terminemos entonces rezaremos 97 millones de Padrenuestros, mil millones de catilinarias mahometanas, 7 mil millones de cantos hindúes, 14 mil sepetecientos millones de rezos sincréticos y cuando terminemos nos volvemos a disparar como cafeteras... Que no nos pinchen que explotamos como globos de cumpleaños, cámaras de bicicleta y cartuchos de dinamita. Ah, bueno!

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La gula

(Del 22 de noviembre del 2006)

Este es un pecado que ataca como todo el mundo reconoce al estómago... ese recipiente sin fondo que no se llena nunca. Mientras el orgullo ataca el alma, la envidia los ojos, la lujuria el sexo y la avaricia las manos, la gula aparece como una pena estomacal, un apetito voraz y un deseo de engullírselo todo que, si no se tienen determinados cuidados llega un momento en que el organismo necesita que se le trasplante el intestino completo y junto con él todas las vísceras so pena de terminar como la Canción del Sainete Póstumo muriendo... "prosáicamente, de cualquier cosa, (¿el estómago, el hígado, la garganta, !el pulmón!?) y como buen cadáver... descender a la fosa, envuelto en un sudario santo de compasión", como alertaba Rubén Martínez Villena. Con los pecados el cuerpo y el alma se desmantelan...

Como no se ha profundizado mucho en la gula (probablemente porque con el estómago relleno no hay manera de pensar bien...) las definiciones nos llevan a una desmesura en el comer y en el beber. Parece algo similar a la avaricia pero en vez de dinero, de comidas y bebidas. El glotón no tiene medida y aunque no pueda más siempre quiere comer más. No se llena... es insaciable. Los Reyes ingleses hacían gala y ostentaban de las comidas aparatosas y opíparas para mostrar con ello su gran poder. En ocasiones daban un solo mordisco a una enorme pierna de cerdo y lanzaban luego los restos a los asistentes al banquete.

El Grecia antigua banquete era una especie de simposium (consultemos "El Banquete..." de Platón por ejemplo). Pero el que botó la pelota por el center fué Heliogábalo que todo lo engullía a tal punto que se dijo (no sin razón) que era el Dios Baco en persona, también llamado Dionisos Dios griego del vino hijo de Zeus y de Semele. Por sí o por no... siempre es recomendable dar una pasadita a la historia de homo sapiens para darnos cuenta de que comer en exceso nunca es bueno por las cantidades de bicarbonato que debemos contar en la despensa. Y que no nos pase como a los patos de Cuco Alvera: comieron tanto que explotaron por la noche como globos de Cantoya.

La gula es una especie de ansiedad por la ingestión... un crecimiento espantoso de las cavidades estomacales e instestinales y una falta de orientación del cerebro que no piensa en otra cosa que seguir comiendo y bebiendo. Ni dietas ni regulaciones, ni pastillitas ni ejercicios, el glotón a nada hace caso y cuando se queda solo se come él mismo como los peces comecolitas pirañosos a los que los ingleses tienen tanto miedo.

No obstante podemos reconocer el mérito de la suculenta mesa sueca de los hoteles 5 Estrellas. Quien haya pasado por esa experiencia inolvidable no puede menos que exclamar: Cuestan caras pero vale la pena! Esas toneladas de vegetales de diferentes sabores, arroces y ensaladas, carnes de todo tipo, helados copeliosos compactados convoyados, salsas y guarniciones, panes y galleticas, entremeses y postres, cervezas y licores, mayonesas, olores y sabores, tufitos de asados, melcochas, mermeladas, collares de gramíneas comestibles, insumos y tapitas pecaminosas... Abajo dietas!, nos invita la mesa de los suecos. Siempre pecadores!, nos dice la comida y la salsa de los franceses. A rezar mañana!, nos obliga la fabada asturiana. Y así durante todo el año hasta la gran cena de Nochebuena, con las correspondientes raciones de torrejas, yuca con mojo de limón con ajo hirviendo, carne del más suculento cerdo asado encebollado, arroz blanco desgranado con frijoles negros en su punto a lo Aljibe, ensalada mixta en la que no puede faltar la lechuga y mucha algarabía con el calor del carbón oyéndonos la pecaduría y el llanto inconforme de los perros pidiéndonos los huesos... Así cualquiera peca, monseñor!

Pero cuidado... podemos estar muy felices rellenando el intestino grueso y el delgado, haciendo que nuestro hígado se ponga intensamente a producir hematíes, que nuestros riñones no descansen de filtrar líquidos, que nuestros pulmones no dejen de respirar con dificultad por la llenura, que nuestro miocardio inocente se desespere por la llegada de la hemiplegia y se nos pare totalmente y que quedemos tiesos de cuerpo y preocupados de alma y que luego digamos desde el "más allá": "No me querían tanto porque no me advirtieron las consecuencias".

Así que vayamos poco a poco... hagámoslo con calma... paso a paso se llega lejos. Si nos dejamos derrotar por la gula estamos fritos en aceite, aderezados con ensaladas múltiples, sazonados, hervidos, asados, dorados al carbón, emparrillados, hechos carne de vuelta y vuelta, amelcochados, sabrosamente endulzados y acaramelados, ahogados en licor, embadurnados de rones, cervezas y otras cremas y con ello sencillamente aplastados, fileteados, esquilmados, cercenados, descuartizados, pelados al moñito como pollos listos para el consumo.

Con este pecado tampoco vale rezar después pues probablemente no temgamos tiempo: la apoplejía no perdona. Ni el infarto tampoco. Aquello de que: "Barriga llena corazón contento" no nos puede atraer mucho aunque reconozcamos que llenarse la panza sin malas intenciones no es pecado pero con mesura, para que no nos maree el movimiento de la cintura. Y sobre todo como decían los más viejos: dejar de comer por haber comido, no hay nada perdido.

No se trata desde luego de alimentación adecuada (la dosis exacta como dicen por tv) sino de esa ambición por seguir consumiento alimentos y bebidas sin tasa, a diestra y siniestra, si se trata de pizzas que sean seis para probar una de cada una de las especialidades: de jamón, de chorizo, hawaiana, de queso, de ajíes, de plátanos maduros fritos. Y encima de las pizzas dos o tres es para guettis bien rellenos de quesos de todo tipo y encima de ello cuatro cucharones de mermelada de tomates maduros, tres refrescos Tycola, cuatro trozos de pan...! Qué llenura mi madre... ese muchacho va a explotar!... Y por la noche, de madrugada levantarse y abrir el LG (el que lo tenga) para chupar media lata de leche condensada (si la hay) y medio pan de Haller con un buen refresco de medio litro de agua y azúcar negra sin limón para poner la tapa al pomo, romper el glotómetro y dormir como los cerdos de la cochiquera...

La gula y el asco van de la mano... enturbian la figura. El obeso es un candidato a que vengan los bomberos a sacarlo con una grúa rompiendo primero las paredes de la casa. Es una verdadera situación extrema... Mientras nosotros, esos congéneres que sabemos comportarnos a la mesa ingerimos alimentos con mesura: una lasquita de allí, una cucharadita de allá, dos heladitos por aquí, una mermeladita con queso proceso por allá, unos garbancitos con chorizos y unto por allí y una fabadita con acelgas por allá, una pizzita de quesito por allí y un pancito con mayonesa por allá, un caféconleche por allí y una carnita ripiadita por allá, pero con tino, un cachito por aquí y una maltica por allá, con tacto... sin apuros, como Etecsa, un platico rico digamos un flancito por allí y un tatianov de chocolatico por allá, pero no mucho, solo para rellenar un poquitico por allí y un tramito por acá... sin gula, sin acoso, sin redundancia, sin envolvencia, para que no tengamos que ponernos a rezar tanto ni antes ni después, nos mantengamos en la línea del buen comportamiento y podamos llegar a los 120 años de vida que es la meta a la que homo sapiens puede llegar sin colesterol alto, sin alteraciones cardiovasculares insólitas y con el estrés controlado.

Así que ya lo saben... con mesura, controlando el movimiento de la cintura... sin llegar a la anorexia como las top models. Porque si no, ya ustedes saben: explotan como siquitraque! Y a los varones mucho cuidado, la glotonería cuesta mucho dinero, tiempo y salud... Lo mejor es seguir haciendo ejercicios, dejar el alcohol, no a las drogas y nada de cigarros. Para qué?... Si siguen en eso volarán como Matías Pérez.

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La envidia

(También del 16 de noviembre del 2006)

Otro pecado femenino viene detrás de la lujuria: la envidia. Es sin embargo un disgusto o un pesar del bien ajeno. La doncella se ha convertido en mancebo, el viejo vicio de las almas viles, la rivalidad, el aborrecimiento, los celos, la competencia del deseo, sentir envidia de ser como eres, querer ser como tú no por tu ejemplo.

Lo envidiable sin embargo es diferente porque es digno como los que han muerto en defensa de una causa: "Ante ustedes no siento pena, sino envidia" dijo aquel poeta frente a la tumba de los mártires de guerra. Que no es lo mismo a envidiar la riqueza de otros, la opulencia de aquellos, apetecerla, ambicionarlas, desearlas en exceso. Vista pues suscintamente la envidia conduce a la infelicidad. Y se corona ella misma en el envilecimiento, que no es otra cosa que bajeza, que no enaltece sino humilla al hombre.

Hasta ahora nos han rozado la piel el orgullo y la avaricia, el primero se nos creaba dentro de nosotros mismos, el segundo intentaba inyectar desde fuera la moneda. La lujuria se nos presentaba como placer pero no lo era, como apariencia engañosa nos confundía de camino y ocultaba el amor. Pero la envidia nos corroe tanto por fuera como por dentro. Ataca el virus de la envidia el intento humano de donar algo. El envidioso está imposibilitado de la donación porque aspira a tener el bien de otro. Es infinita la lista de lo que se envidia... se envidia lo que no tenemos. La virtud ejemplar que no se tiene se puede cultivar pero no envidiar. Los celos son propios de las especies inferiores al hombre, son instintivos, corroen, anquilosan el espíritu... La opulencia se envidia por el miserable de espíritu... Envidiar la capacidad de mentir.

Arribismo, sociolismo, nepotismo, envidiar al ladrón o al inmoral. Se han perdido (no definitivamente) valores que antes de hoy existían. Otros sentimientos se han escapado o escondido. Pero tenemos envidiosos que no hacen nada más que envidiar al prójimo. Desear la mujer del otro. Ser como el otro y no como uno mismo. La envidia se padece... Es un estado emocional peligroso y culposo. Quién ha cantado alguna vez a la envidia? El que envidia no ama... sino sufre. Es un estado también de inconformidad consigo mismo. Es la incertidumbre y la inseguridad de no ser nada que valga porque aspiras a ser lo que otro vale.

Ostentación y estravagancia en el vestir, aquel peinado tipo brocha de pintar, escoba para barrer los quisiera tener!, aquellas joyas madre mía! quién las tuviera entre las manos!, quién las portara y mostrara en el comportamiento de los Reyes y Reinas (la olla reina que no han dado todavía, quién la tuviera!), lo envidio todo lo que no sea yo... son envidias malsanas de esas malas como las putas de barrio malo. Pero hay envidias no envidiosas, deseos y quereres como mentiras piadosas que no son pecaminosas sino enviditas sabrosas como el calvo con el cabello de otro (envidia capilar), el inválido con el deportista (ortopédica), el hombre que quiere parir (ginecológica), el sordo con el que oye (auditiva), el gordo con el flaco (obesidad), el flaco con el gordo (masiva) y el sinsonte con el tomeguín (musical)...

La jicotea tiene en el carapacho un tablero de ajedrez, según Esopo (el fabulista) porque quiso volar como el áquila y esta le dijo que no podía y la jico que sí... hasta que levantó el vuelo con ella la soltó en el aire y el pobre quelonio dio contra la tierra y se hizo esas heridas (una envidia aérea). Pero de todas las envidias bonitas no pecaminosas está la de ser niño: uno quisiera de nuevo regresar y caerle detrás a las lagartijas que se esconden entre la hierba del jardín. A veces lo hacemos, lanzamos una pelota a un perro para que la traiga de regreso, comer maní caliente salido del cucurucho, montar a caballo "sin bridas y sin estribos", empinar papalotes, jugar a las bolas, gritar en la puerta de un almacén: "Cornelio, te llaman por teléfono!" y tantas travesuras más pero no podemos... pecar de esa manera.

Si lo hacemos van a decir que estamos redondamente locos y no nos molestaría que lo dijeran porque realmente lo estamos. Por eso mismo siempre queremos convertirnos en sanos pecadores, regresar a nuestra edad de oro y lo podemos hacer a cada rato, pero para eso necesitamos sacar a pasear a los nietos... Esos duendes de seda! Y el que no los tenga que se los imagine... Que vengan a buscarnos los enanitos, los nuestros y los de otros, que nos arrastren y nos saquen a la calle, que nos pregunten cómo se ensarta una carnada con un anzuelo y sin que se dén cuenta los estamos envidiando, una envidia riquísima como helados unidos de la Word que luchan contra la unión sorbética. Debíamos quedarnos rezando toda la noche para que al otro día apareciera el globo de Matías Pérez, una aurora boreal, un elefante en la cuadra, un monito escapado del zoológico pidiendo pan en la ventana, un unicornio, una boa de papel, un flamenco rosado volando bajito, un trompo con música, un sombrero de mago, una burbuja de jabón... Ah!... Qué pecados!

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La lujuria

(Esta me la envió el 16 de noviembre del 2006)

Este es uno de los pecados capitales más envueltos en el tabú, menos público y notorio. Es un pecado (La esquina del pecado: Neptuno y Prado) verdaderamente pecaminoso pecable y pecoso. Esa afición a los placeres de la carne (de cerdo no, ni de vacuno, ni de pollo, ni de ovejo, ni de pescado...) humana y no de toda, sino de cierta parte (estamos hablando de un cierto canibalismo sexual) modestamente oculta... nos deja ahítos, nos repugna.

Ese exceso de cualquier cosa, esa nocturnidad y alevosía, esa lozanía y frondosidad, nos hace ser lujuriosos, nos identifica como lujuriantes y nos pone en el entredicho: es la sensualidad una lujuria? o mejor dicho: lo lúbrico es lo sádico? Aún mejor: Es igual lo lascivo a lo lujurioso? Existe un solaz esparcimiento? Es lo mismo la lujuria que el vicio? Lo obsceno y la obscenidad tiene algo que ver con el pecar, lo pecaminoso, el pecado? Quién ha tirado la primera piedra?

Por otra parte: son los hombres viriles, masculinos los verdaderamente lujuriosos o las féminas, femeninas, hembras, damas, señoritas y señoras, damiselas encantadoras son las que llevan la culpa? De quién es la primera culpa, culposa, pecadora, lujuriosamente lujuriosa? Os digo mis amigos: leed al Decamerón. Os puede aclararles algo...

Si de análisis se trata, hay quienes se hacen preguntas colaterales como estas por ejemplo: el erotismo es un pecado? Qué decir de las películas del sábado: lenguaje de adultos, (existe un lenguaje que no sea de adultos?), violencia y sexo (habrá alguna película que trate de algo que no tenga sexo, digamos un filme asexual, quién la hizo?, quién la dirigió?, quién la filmó?)... Es un letrero inútil. Amor sin erotismo es lo mismo que mermelada sin azúcar, limonada sin limón, huevo sin clara. Hay muchas dudas en relación con la frontera del amor con el pecado, del hilo invisible de la lujuria con el deseo, del estambre que divide la aberración y el sadismo de la caricia y el pellizco. Es un pecado pellizcar?... Y una nalgada es sádica?... Sade, el marqués, aquel lascivo, tembloroso, libidinoso, pecaminoso, oso voluminoso... Alguien sabe quién fue Sade?

Adan y Eva en el paraíso, en el Edén, desnuditos en pelota, bajo el árbol de la verdad y de la ciencia, comiendo manzanas (manzanitas verdes y maduras) acechados por la serpiente, aquella manzana de la discordia, tapados con la hoja de parra, sin uvas y se apareció el pecado, satánico, mefistofélico, turbulento, violento, energúmeno, hipocondríaco, un pecado pellejudo pornográfico sádico macumbélico hipodérmico masturbadórico, cagalitrócico haciendo trizas el amor, púsole encima una túnica hiperbárica a Eva, un pantalónico cómico a Adán y lo que era normal, común y corriente se convirtió en tabú, ella cruzó las piernas en el asiento lateral del camello, púsose cadavérica, pudorosa, taburética y tapose las dos rodillas con los diez dedos esporádicos de sus manos y despertó el interés y la atención de los que la miraban impúdicamente, cínica y satánicamente desatando la baba de la carne, la aberración lujuriosa del pecado surribárrico, pírrico, ácido, sistólico-diastólico, epopéyico, catastrófico y ecuménico.

Parece que el pecado de la lujuria es tan viejo como el Edén, que vino al mundo envuelto en un papel celofán condónico frágil, hablando sinceramente no hacía falta. Se podía haber hecho el amor con las habilidades de los dedos de la mano (un amor digital), con las voluptuosidades de los dedos de los pies (un amor pedestal), con los codos (codificado), con la punta de las orejas (auditivo), de la lengua (chismoso), de los párpados (nervioso), de las uñas (hiperestésico y cutáneo), de la columna vertebral (un amor cervical), del pensamiento (un amor ideal), de los siete chakras brahamánicos (un amor celestial), primaveral, cañaveral, lateral, carnaval, ojal, al amar, pero no hacía falta la lujuria para decir "te quiero", "mira yo podré ser cualquier cosa pero te quiero", tratar de hipnotizar, de escribir algo que valga la pena, de invitarte a comer butifarras en San Nicolás de Bari, de respirar un aire de abanico perfumado, de seguir el sentido y el trayecto de tu mirada, de imaginarme cosas atractivas de tí, de pensarte desnuda, enervada, valiente y que me digas "amor yo sí te quiero, yo soy capaz de escribirte un poema al mismo tiempo que ensartar una aguja, de cocinarte una torreja de maní"... que me enamores me piropees yo este viejito desdentado que te ama tanto como tú a mí.

No hace falta sinceramente despotricar el universo, usar el látigo, la mordida... para amar. Parece que llegado a un punto, se desvió el camino y aparecieron las cortesanas, que estudiaban más que sacerdotes el alma del cliente. Ellas sabían que el oficio más viejo del mundo era lucrativo y explotaron el pecado hasta hacerlo común y cotidiano. En el fondo (Einstein decía que no había tal...) estas antiguas geishas tenían razón: cuando se ha perdido el amor lo mejor es aparentar que lo encontramos. El pecado es coyuntural y sirve para engañarnos. La apariencia -decían los filósofos- es engañosa. El pecado utiliza palabras y frases que ocultan el verdadero sentido de la vida. Alteran la epidermis, lubrican artificialmente. Eros (no Ramazzotti...) se aparece vestido de gato ("Un gato sobre el tejado de zinc caliente"), muerde la carnada el ingenuo mortal y cae en las redes inciertas del más incierto de los caminos: el del vicio.

Pero lo mejor contra este exorcismo maquiavélico es no temer demasiado. Dejarlo quieto en su guarida de sexo anal, de sexo oral, de sexosón, bailando así su reguetón, que no despierte, dejarlo inerte, sin mucha suerte, con su muerte, pestilente, descendente pornográficamente decadente. Pecado sin aché, que sirve para ocultar el amor, limpio, "fiel, sin manchas", no te poseo sino te amo, nada de vampiros por las calles y "la flor ingenua de la jinetera en la misma acera", amor sin pago, si hay dinero a cambio no hay amor sino negocio. Cazar ese pecado y llevarlo al banquete de la casa para decirle: nos hemos convertido en vegetarianos del cuerpo y no comemos carne.

Somos ascetas de la avaricia sexual, no acumulamos placeres sino amores y con ellos estamos haciendo una pirámide honorífica a la pareja, esa que ya se encontró y no envidia a otra. La que se ha conformado con su puesto en el trabajo, su cercanía a la casa, su trillo de ir y venir, sus miradas, sus angustias, su delirio, sus canciones... Y mientras tanto coleccionamos estampillas, hacemos fila cuando alguien reparte cariño, escribimos contra el odio, tendemos la ropa en la entrada de la casa, invitamos a la confesión de siempre: no somos puros (habanos) sino que caminamos por el eterno camino de acumular lo mejor de la vida. La sabia diaria de poder seleccionar lo que mejor nos conviene y como todo mortal también nos equivocamos.

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La avaricia

(Del 14 de noviembre del 2006)

Todo el mundo reconoce que este pecado capital es aquel que siempre rompe el saco... que aparece como "un apego desordenado de la riqueza" y que el que peca es un avaro ("El avaro de Moliére...") que no es más que el que "acumula dinero por el placer de poseerlo y no lo emplea" y por tanto es "avaricioso, interesado, ambicioso, mezquino, usurero y tacaño". En fin también los avariciosos son avarientos que es lo mismo y todo avaro pone su riqueza de reserva, escatima cosas, camina con los codos, no gasta, ahorra mientras sus contrarios los no avariciosos son más bien espléndidos y generosos, son felices mientras son infelices los avaros, porque los avaros siempre están desconfiando de los que los rodean y temen perder sus fortunas. Cuándo podemos pecar? Por qué la avaricia es un pecado?... Quién lo dijo?... Yo no sé!

El asunto se complica cuando reconocemos que el bebé viene al mundo desnudito en pelota, con esa candidez e ingenuidad que le impide tapar su desnudez con la ropa que otro le cosió, le vendió o le compró. Si fuera por el propio bebé estaría toda la vida desnudito tal como vino al mundo, paseando por sus malecones, bañándose en sus playas del este, montando en sus montañitas rusas del parque metropolitano allá tu me ves, allá donde cabalgan los ponys y nadan los peces de colores. Estaría desnudito comprando en sus tiendas shop sus refrescos cachitos, en sus dulcerías populares sus tatianoves de chocolates y en sus heladerías sus helados unidos de la Word, desnudito desnudito, sin bolsillos para meter la mano y sacar de sus fondos la moneda mercantil aquella misma que tiene valor y valor de uso...

Y desnuditas también las muchachas de las shop les "venderían?" sus "mercancías?", se las entregarían sin que dieran nada a cambio, esos papeles verdecitos, amarillitos (tal sean de tal o cual país por supuesto) o esas monedas redonditas, que hacen tín o tán (depende del país claro está) al caer en la caja contadora shop, o en el suelo de madera o de cemento (claro, por supuesto, dependiendo siempre del país) y llegarían a la desnuda conclusión verdadera siguiente: "Si el dinero no existe nadie querrá atesorarlo"... Un tesoro mundial que no sea dinero, que no huela al vil metal: dúctil, maleable. "Su peso en oro, señor, Míster, Monsieur, caballero...". Pero si no hay dinero, no existe el oro y por tanto no tiene sentido esa mala compañía de la ambición, de la usura, de la mercachiflería.

Del avaro hay que decir que laboralmente son excelentes "trabajadores". Mira que atesorar, acumular, piramidar montañas de dinero, títulos de valor, cheques, pagarés, barras de oro, minas de plata, valores monetario-mercantiles, acciones cotizables, intereses, puaf!, qué litigio Dios mío! y luego protegerlos, defenderlos, amurallarlos, poner rejas en techos, en ventanas, en garajes, en bancos, sucursales, cadecas, kioskos, tiendas, timbiriches, ecochinches (empresitas consolidadas de chinchales y timbiriches), cajas de seguridad, de ahorro, mutuales, escondrijos, losas de piso, huecos en la pared, sótanos, tesoros escondidos en cofres, sobres, tubos de camas, cañerías y closets, falsos techos, millones de horas dedicadas al drama bíblico de Tío Rico Mac Pato, del abuelo tacaño... Qué horror!... Con lo rico que es poder gastar un medio en una llamada por teléfono!

La avaricia es una inmundicia, la generosidad un encanto de Dios... No digo mano suelta, bolsillo de hueco, despilfarrador, ángel derrochador, gastones, ni nada por el estilo, digo que cuando no me quede nada más que un fósforo (como escribía el poeta Raúl Ferrer), "me he de cuidar del viento". Eso es otra cosa, hombre... La mezquindad es la inopia de los griegos (la gran pobreza)... Es un pecado mortal...Todos los hombres son mortales, digo yo. El mezquino no hace el bien sino que lo negocia. El usurero es el amanuense por excelencia... extorsiona, hace de garrotero, no ofrece "rosas a crédito" sino dinero, eleva el interés, el préstamo leonino (de león a mono y el macaco amarrado), la usura es la bota del colonizador, la avaricia es el denominador del jugador empedernido. La enfermedad de la usura no tiene cura...

Las miserias humanas... No tengo, dice el usurero, el avaro... No puedo, dice el ambicioso. Hoy no fío, mañana sí... Siempre contando moneda a moneda, allá en la bolsa de valores el usurero se deleita con la ruina de otros, siempre escatimando, sopesando, calculando, quilo a quilo, sin un gramo de amor...Con lo rico que sería desnuditos, nadar sin dinero. Un antidinero mundial, un antivalor monetario, un bono amoroso ideal con endoso: "Distribuir a todo aquél que lo necesite".

Algún día nos levantaremos con la energía para eliminar aquel letrero encima del producto que aclara el precio. Energía para poner encima este otro: "S. P.: sin Precio"... "Buenos días señora, señorita, qué quiere Ud. tomar de desayuno, unas tostadas sin precio con mantequilla"?... "Sí?"... "Sin precio?"... "Sí"... "Por qué sin precio?". "Porque han desaparecido todos los avaros del mundo y se han llevado con ellos todos los precios del mundo, han eliminado el dinero mundial y nos han regalado todos los valores de uso del mundo para que los gastemos sin despilfarrar"!... "Y todos los niños del mundo han querido una enorme rueda hacer para cantar un son generoso y placentero que diga más o menos así: Generoso qué bueno baila usted!"

Un son para gastar, espléndido, un solson (sol y son), sin dinero, un sol entero como una sola enorme moneda de oro de helio en el cielo que toquemos cada mañana sin tener que atesorar como los avaros y por la noche una moneda de plata que nade en un mar de añil, como queso gigante para la industria del disco con queso... Un solsonqueso, unalunagratis, un solgratis, de regalo, encerrado en una cajita de música, metido a dormir en un cofre de Tomás Moro para que todo el que lo necesite toque la caja y la abra y tome el helado que quiera y se vaya sin pagar, sin el temor de que las muchachas del restaurante nos caigan detrás por las calles porque se equivocaron de cuenta y nos dieron la cuenta pequeña, la minicuenta de menos dinero...

Los generosos existirán en el país del siglo que viene, los avaros de este siglo los tendremos todavía en los teatros interpretando al cuentista francés, el mismo que yace en la silla que está en aquel museo en el centro de París (se dice Parrí..., arrastrando la errre), los niños desnuditos que llevamos dentro no tendrán el trabajo de cargar con los monederos, las carteras, las tarjetas magnéticas, no cobrarán salarios, no sacarán "nineros" del cajero automático y cuando se despierten de la noche de fogatas tendrán un deseo incontenible de derretir el acero de las rejas que guardan las avariciosas avariciosidades de la avaricia. Bancos como museos, cero atracos...

Yo quisiera ser algún día un avaro gigante para atesorar montones de gotas de cariño y de tanto almacenarlas irlas regalando a todo aquel que las necesite y los que tengan muchas que las regalen igual y así fabricar un mar de cariño con bailes ballenatos, pintores de brocha gorda que canten en el azul dipinto diblú, pintar ornitorrincos, pájaros carpinteros que toquen samba en arpa, payasos que nos regalen cientos de globos rojos, que se acaben las lotos, los impuestos, el alquiler de habitaciones, los taxis de alquiler, las tarjetas para comprar la movilidad, un mar inmenso en que todos podamos nadar, sin avaros avariciosos pecando de avaricia, un marsinninero en el que cantemos aquello que dice así: "Marinero sin ninero quiero ser...".

Y que hagamos un trencito con todos los niños del mundo, que lleven en la mano una bombilla hecha de papel de China como papalotes con una linterna dentro encendida y que una seño Micaela nos diga de pronto en todos los idiomas imperativamente: "Venga y siéntese en este orinal de oro y deje un "ninero" para regalarlo a todos los niños del mundo, a los que tienen y no tienen papá y mamá y a los que no han nacido todavía y que le compren con eso un algodón de azúcar con un helado yagrumoso dentro".

Y está claro que para ese pecado de la avaricia no tendremos que rezar porque sin dinero que atesorar se acabará el pecado mismo y nacerá un pescado de ese algodón de azúcar gratis del tamaño de un orinal gigante para quedarnos avariciosos de cariño y ya! Y los que como nosotros aspiramos a ser mejores que ayer seguimos en la filita con la linterna en la mano a Paulita que nos manda sus "nineros" y nos advierte: este es el caramelito más lindo que yo he podido regalar...

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Esos siete pecados... El orgullo

(Crónica del 13 de noviembre del 2006)

Siempre los he tenido en la mira para analizarlos a ver qué tienen dentro, pero a veces por falta de tiempo, los he dejado a un lado, sin tratamiento, olvidados como magia, tranquilitos para que nadie los vea hacer su nido de serruchadores de pisos. Y como los pecados son malsanos, nosotros los pecadores malsanos somos, impuros, injustos, intranquilos, inodoros, incapaces, insolentes, pecaminosos pecosos Pecos Bill. Eso somos, gente imperfecta que aspira a no serlo más a partir de ahora mismo, gente común y corriente comedora de pizzas de a seis pesos que no tiene otro objetivo en una tarde de hambre que ir a carenar al pizzero que adereza su producto con un simple refresco de tamarindo dulce y nos envuelve el manjar en papelito que tú conoces...

El orgullo, la avaricia, la lujuria, la envidia, la gula, la cólera y la pereza... son los siete pecados capitales uno para cada día de la semana y todos el mismo día, porque no hay combinación que se pueda hacer con el número que no sea aquella que dicen hizo El Creador cuando ese último día de la semana cansado de hacer cosas lo destinó al descanso que no es otra cosa que el ocio más productivo del mundo...

Si vosotros me lo permitís voy a contaros cómo veo estos pecados, uno por uno, como bocinazos de bicicletas antiguas, como gotas de agua, número de charada que para tal es peculiar porque dicen que el siete es caca y los anteriores: caballo el uno, mariposa el dos, el tres marinero, el cuatro gato, el cinco monja, el seis jicotea y ya. O cuando jugábamos a la viola: a la una mi mula, a las dos mi reloj, a las tres mi café, a las cuatro mi gato, a las cinco te brinco, a las seis pan de rey y a las siete carapuchete... Por lo que podemos hacer el puzzle que nos dé nuestra irrevereconsultívera gana: Montado en un caballo, cacé una mariposa, me hice marinero y salí con mi gato, le escribí a aquella monja, la de la jicotea y todo se hizo caca. Traiga mi mula mi reloj para tomar café con mi gato que brinco en el pan de rey de carapuchete. Nadie sabe qué traen los pecados... Ahí vamos...

Comenzamos por supuesto con el orgullo, ese pecado imperdonable, áspero y níspero, diáspora y metáfora, esa "opinión demasiado buena que tiene uno de sí mismo" y también "altivez, arrogancia, fatuidad, ostentación, presunción, soberbia, suficiencia, ufanía, vanidad", pero también "sentimiento elevado de la dignidad personal: sano orgullo". En fin, un pecado capital ("Canal Habana: desde la Capital de todos los cubanos") que nos aplasta el alma, que nos entra por el mismísimo encéfalo o mejor decir por la hipófisis y nos sale como flores por la punta de los dedos gordos de los pies, como creían los indúes. En las religiones orientales el alma sale siempre del cuerpo por las piernas... Qué cosa!.

La opinión (el pecado) demasiado buena se la hace uno mismo, esa altivez de que se habla no nace con el individuo porque al nacer ("El derecho de nacer") si hacemos un análisis de sangre nadie tiene una gotica de orgullo, el virus de la arrogancia. Miren por ahí a ver si hay algún mocoso nacido (y los que están por nacer) que tenga en sangre un pelito de fatuidad, que llore o haga pis ostentando frente a los que lo miran: "Mira como hago pis... yo el único". Si de soberbia se trata al nacer un nené soberbio daría patadas en el suelo y advertiría: "No me voy a meter esa teta en la boca porque no, no y no, yo el soberbio". Le darían pues una soberbia nalgada de cariño y le pondrían la teta en la boca de nuevo diciéndole bajito en una de las puertas de las dos orejas: "Oye, vanidoso de mierda, tú no tienes otra opción que mamar".

Los suficientes, autosuficientes, guaguasuficientes, suficientosos, camellosuficientes, los ufanos, vanidosos, presuntuosos, fatuos y sosos son pecadores, "pescan" en río revuelto ("A río revuelto ganancia de pescadores") o salen ostentando y cantando aquello que todo el mundo sabe: "Si me piden el pescado te lo doy". El castigo para esos pecadores es recordarle a cada rato cuando nos traten de restregar su superioridad: "Oye comemierdoso, no te olvides que tú también eras un muerto de hambre igual que nosotros".

El insano orgullo no dura mucho, el pecado se pierde, la peste se va, mientras el orgullo sincero, el sano orgullo queda, persiste, se da un abrazo con el cariño y nos hace orondos, satisfechos, familiarmente modestos, queridamente tibios, cálidos, amorosos, digamos que vamos con la nieta de la mano en una procesión de linternas de papel alumbradas, con la grey infantil y nos dicen: "Tiene su misma cara...". Sentimos el escozor en el rostro, titubeamos, nos ponemos rosados, se nos hincha el pecho y le apretamos los deditos diciendo al piropo: "Eso dicen en casa...". Y nos reímos como lo puede hacer cualquier abuelo iraquí, turco, angolano, vietnamita, norteamericano, boliviano, francés, chino, belga, mongolés...o de cualquier otro país, que son los mismos abuelos de sus nietos y sentimos orgullo, paseamos orgullosos, nos pavoneamos de felicidad y no dudamos que nuestros nietos son tan iguales a todos los demás que cualquier día salimos con uno de ellos, digamos un negrito retinto congolés y nos dicen lo mismo y respondemos igual: "Eso dicen..." ya que el color no importa, sino los ojos, esos que bailan dentro de las cuencas de los párpados, los que tienen la gracia de convertir las imágenes invertidas en fotos de verdad.

Los pecadores del sano orgullo aquí estamos, esperando que pase la señora con su sombrero un día de paseo rompiendo farolas, pidiendo los perdones a los caballeros, buenos días madame, la invito a pecar el sanito orgullito, un diminuto orgullo que hace falta, para seguir desayunando orgullo por las mañanas (pan con orgullo), la merienda de las 4 de la tarde (té con orgullo y galleticas de crema), la comida nocturna (arroz blanco orgulloso, con pollo en salsa de orgullo y ensalada mixta vanidosa con plátanos maduros fritos en aceite de orgullo) y al final de la noche bebernos un "cachito" de limón sanamente ostentoso, cosa que nos vayamos a la cama soñando con la parte sana del orgullo, la sanidad orgullosocia, sin pesadillas, sin ronquidos insanos orgullosos y despertemos con la sonrisa de los locutores de tv que nos dictan las primeras noticias: "Con sano orgullo les decimos que hoy cumplimos 50 años de estar en el aire... taotaotao".

Las personas necesitan pecar de esa manera, nadar en esa piscina abierta donde se bañan los pecados y cazar mariposas pecadoras, regalar esas flores y ostentar delante de todos que nosotros queremos de verdad que no molesten a las palomas, que siempre será mejor dar de comer a los hambrientos, amar y ser amados, escuchar y ser escuchados, sentirnos orgullosos de tener amigos de verdad, aquellos que no nos piden nada a cambio de lo que dan. Porque de la mano del orgullo malo que llevamos dentro está el bueno que nos han enseñado a cultivar, ese que nos sirve para responder: "Esas rosas señora las hemos plantado en honor a Usted..." y nos crecemos por dentro, nos sentimos como los peces de colores en el estanque del jardín botánico: satisfechos de seguir nadando cuando sabemos que nadie nos va a pescar.

Así con esa estocada queda al campo el único pecado masculino, un pecado de lo más cómico porque de cierta manera me parece hasta ahora que es el que tiene un amortiguador delantero: el sano orgullo. Si descubro el contrario de los demás (puras damas femeninas) se los digo. Con la advertencia de que la penitencia es como la actual vacuna contra la gripe: detiene el gran catarro pero hace caer los pelos de las piernas. Cuando pecamos mucho nos quitamos de encima el lodo rezando y rezando, pero me gusta hacerlo pecando o no, que es más útil. Así que sin pecar de orgulloso o pecando pecaminosamente recemos aquello que dice así: "Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".

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Los que NO nos quieren

(Escrito por mi papá el 7 de noviembre del 2006)

Esos también existen, son algo así como antípodas de los otros, la negación nihilista de los que SI nos quieren...Los que NO, ya tienen un lugar pero fuera del ámbito de los nuestros, que hemos fundado una asociación universal de millones de seres que se han puesto de acuerdo con Vallejo para decirle al cadáver: "Quédate, hermano..." y que no siga muriendo. Los seguidores de aquel que puso las piedras angulares de la religión del amor, amplia y democrática, sin exclusión, para luchar contra los que piensan que ese sentimiento (el cariño) es inatrapable, inexistente, propio solo de ilusos, seco, cosificado, metalizado, esclerotizado y todos los ados equivocados del mundo.

Tenemos muchas pruebas de que "Los que No..." seguirán arando en el mar, sin encontrar las algas del fondo, silbando en medio de la tormenta cuando se sabe lo que esto trae de mala suerte, interrumpiendo conversaciones, desconociendo la música, aplastando el arte, echando fuera del tanque la basura, odiando a los animales, inventando pesadillas, viviendo para vender, muriendo por comprar, esos vagabundos sin horizontes, amanuenses, proxenetas, pícaros, aquello que No queremos ser. Los de la acera contraria, los prescindibles, esos los que NO, con los cuales convivimos porque no nos queda otro remedio, los que no nos van a acompañar en el viaje final, con los que no nos tropezaremos en el otro paraje, aquel de las nubes inmensas, de los olores maravillosos, de las ánimas alegres y bulliciosas que hacen el bien y no miran a quién.

Son los que nos ponen la famosa zancadilla, los egoístas, los mentirosos, los que sienten envidia, los pacotilleros, los del "forro" en el dominó, los que no quieren a los ancianos, los que no escriben cartas de amor sino de odio, esos No nos quieren ni en pintura, nos aborrecen, son vampiros de almas, delincuentes de oscuridades, aberrados de espíritu, a los que hay que conocer bien para que no nos hagan el daño que han hecho a otros. El mejor remedio para reconocer uno de "Los que No..." es mirarle fijo a los ojos: si se les desvía la pupila son de esa cofradía, si se mantienen firme a nuestra mirada son como espejos de nosotros y son por tanto inofensivos... somos nosotros mismos que nos hemos olvidado de mirarnos de frente algunas veces.

"Los que No..." podemos ser nosotros frente al espejo. Dentro del globo de la cabeza, ese que descansa encima de los hombros, están también los que no nos quieren, en lucha abierta contra los angelitos que llevamos dentro, esas ideas redonditas y de colores de "Los que nos quieren", la que nos dan el cocotazo de buenas intenciones. Por eso la segunda pista para reconocer "Los que No..." es mirarnos de frente hacia dentro nosotros mismos (parece una redundancia pero no lo es...), cuando nos automiramos, los ojos viajan hacia dentro poniéndonos bizcos, como bizcochos y nos miramos las arterias, las venas, las dendritas y axones escondidos, el estómago por dentro, las neuronas autoanalizándose, un autoexamen, el autofocal contra el mosquito...

Hoy por ejemplo, nos levantamos con el autofocal y decimos: "Cómo nos hemos portado hasta ahora?"... Si es bien, seguimos, si es mal, paramos... No nos podemos conformar con que otros sean los malos y nosotros los niños bondadosos, los que nos portamos requetebién, porque a veces nosotros mismos (la redundancia que hace falta) No nos queremos... Es así de sencillo: hacer con el otro un bien para que no nos hagan un mal que no quisiéramos que hagan con nosotros. Una buena acción, un don, limpio de vanidad con el cuidado de no caer en el gran bache de "la pureza del virgo nonagenario...del agua abosolutamente pura... sin una cáscarita de algo que la enturbie" como me hago la idea que decía el poeta. La otra pista importante es que "Los que No..." no son capaces de reconocer sus errores... como escribir cocimiento con s. Imperdonable y todavía le critico a Picasso que se ponga a pintar... Eso quiere decir que me estoy portando bien al menos hoy.

Los impuros que somos, somos solamente un poquitín puros si reconocemos que no queremos ser y no somos como "Los que No...". Esta película ya la hemos visto, es una muestra semanal holandesa como la que no nos gusta ver en los cines de estreno porque nos desespera el silencio. Es una lucha de la pureza contra la impureza, del agua tibia contra el acero colado, del orinal contra la jarra de tomar agua. Todos son necesarios, pero sabemos escoger... seleccionar. "Así no, compadre, Cheo con eso no ayudamos". Y otras recomendaciones sin fín... A las damas toda la preferencia, el piropo también para la más fea que por regla general es la más linda de alma. Mujer bella, ideas feas, dicen los guajiros. Yo no sé...no tengo la absoluta seguridad de en qué lugar está nadando la verdad absoluta... redonda, total, universal, una verdad verdaderamente verdadera. No puedo, gracias a Dios, tirar la primera piedra, no soy un moralista. Pero me oriento y digo, hoy Día de los Inocentes: "Yo miento". Y con esto estoy diciendo la verdad.

Y mientras tanto, no hay que esperar el Juicio Final, hagamos nuestro juicio hoy mismo aquí, debajo de las hojas de los laureles que tienen obligadamente que caerse dentro de mi jardín (yo al menos tengo uno, otros lo tienen solo dentro del globo de su cabeza, un jardín ideal) y que me invitan a recogerlas con todo el cariño del mundo metido entre los dedos de mis manos. Hoy aquí, en este mismo instante en que trato de ver un rabo de nube sobre la ciudad pero no logro distinguirlo sabiendo que sus edificios lo impiden. Hoy, en este mismo segundo en que me estoy imaginando cómo aprisiona la hierba entre sus dedos mi nieta Paula y me dice "unterdenlinden-bajolasestrellas" en un idioma que ella solo conoce. O que me diga: "Gurtmornin-buenosdías...

Uno a veces se levanta con las ganas por dentro de entrarle a patadas al primer murciélago que se cruce en el camino, a mordidas a la primera codorniz que se encuentre en el campo, a uno le da por perseguir perros callejeros, por matar lagartijas, por apedrear nidos de sinsontes, a uno le da por no hacer favor a nadie, por encerrarse en su mundo y caer en el mutismo general, por responder con el "a mí qué me importa"...por cortarle el agua, el gas y la electricidad a cualquiera... La caverniculitis nos come dentro de la caverna de Platón (que nada tiene que ver con aquello para bañar bebés), vivimos a oscuras (a os monaguillos, a os presidentes, a os generales, a os brazileiros...) cegados por la separación del otro, por el enfrentamiento al otro, enajenados y en ocasiones desorientados como cáscaras de nuez en el torrente de una catarata inmensa.

Ahora, sabiendo eso, nos hemos montado en este Rocinante, enarbolando en el brazo la lanza contra "Los que No..." sabiendo que somos nosotros mismos los enemigos, los terribles mosquitos chupadores de sangre, queridos y queridas cavernícolos y cavernícolas, cros y cras, charquerosos y charquerosas, somos esos monos sabios esos mismos que queremos construir una planta de luz para dar electricidad, un acueducto para dar agua y que están viviendo en este propio año de la entrega de los aires acondicionados (el que los tenga), de los tv Panda chinos de colores, de las jarras de cristal blanco para hervir el agua, de los ventiladores para mover el aire, refrigeradores para hacer hielo y guardar helados unidos de la Word, helados yagrumosos, bombillos ahorradores que gasten menos, el mismo año de los colchones familiares, del chocolate en la bodega, de la ausencia de pescado y del pan nuestro de cada día los mismos que hemos llegado a las conclusiones de conclusiones... No nos queda otro remedio que fumigar nuestro mosquito pata amarilla con: Besitos.

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Sugerencias

(Del 24 de octubre del 2006)

Las quejas aparecieron cuando nos pusimos a barrer para afuera, no nos dimos cuenta que éramos partícipes de los errores que otros tal vez nos achacaban sin nosotros saberlo. Las sugerencias nos sorprendieron con soluciones para aquellas mismas quejas que son sombreros que nos ponemos o abanicos para cubrirnos el rostro de la culpabilidad honesta. Las quejas no las oye nadie y las sugerencias tampoco... parece que son notas musicales que danzan dentro de las dos orejas que tiene la cabeza, algo parecido al occipucio encefálico. De todas maneras voy a soltar estas insinuaciones hacia afuera, "botarlas" como los trastos viejos.

Sugiero en dos palabras que me dejen dormir los domingos del Señor y que no me despierten con el sonido estridente del pregón en plena ventana: "Tartaletas de coco y de guayaba... dulceroooooo! Qué horrible suenan esos gritos de las dulces tartaletas de coco y de guayaba. El dulce mezclado con los decibeles...! Qué horror! También pasa el que vende deshollinadores, escobas y trapitos de cocina, el manisero que no por gusto se llama Moisés, el cartero (que siempre pita tres veces) y el único que me gusta: el que afila las tijeras. Tiene una flauta mágica que nos despierta y nos hace vagar en el aire. Lo jodido es que sopla muy temprano y en la misma ventana... Que me dejen dormir!.

Que no me citen a reuniones media hora antes, reuniones reunionísticas en que la gente se reúne para volver a reunirse y acordar otra reunión en la que no se resuelve nada. A la próxima no voy... digo, y sin embargo voy por la inercia que desatan las propias reuniones. En casa del herrero, cuchillo de palo. Al especialista en reuniones, lo machacan con la reunión antireuniónica, la areunión, con la tarea para cumplir ayer.

Que no cocinen más ese picadillo de soya que sabe a cebo de carnero degollado, un cebo cebáceo como el que se dá a los animales para engordarlos o atraerlos, la carnada del hambre, el señuelo. Este es un cebo parecido a la grasa de los hervíboros, el que se emplea para hacer los velos, el sebo (con s) de los haraganes, ambos como desechos, tupen mis fosas nasales afectadas por el hedor de los tanques de basura. En el diccionario enano sugiero que vean las dos palabras: cebo y sebo... Esto lo digo para que no me tachen una falta de ortografía...

Que no me vendan más vegetales en mal estado a sobreprecio, yucas sin pabilo, sin el recubrimiento de cera por encima, boniatos agujereados, tomates podridos, papas negras por dentro, pan de Haller, gandofia, que no me den puré de antitomate, que lo que me toque tenga al menos una calidad aceptable, ruborizada, servil, que me sirva para comer y no para botar, que no me engañen, que piensen siempre que tienen delante en el mostrador a uno de sus familiares más entrañablemente queridos. Hoy me dijeron cariñosamente "abuelito purito" y me vendieron unas papas griegas podridas que les puse por nombre Papagrigorakis Pestis.

Que no me sigan explicando la cartelera de tv, en los noticieron de la radio, en los espacios de descanso televisivo, en los periódicos y revistas, semanarios, en teleavances, en el próximo programa, cuando esa selección debe guardar el latido inesperado de la sorpresa, la cartelera que se anuncia se parece a los pregones de huevos. "Quiere huevos señor?". "No gracias, tengo". Yo no quiero que me digan lo que tengo que ver por tv, no quiero que me pongan a leer lo que viene después de las diez cuando sé que lo van a alterar, que lo van a incumplir, carteleras abajo, un caos programativo que elimina el placer de buscar lo que deseo ver por mí mismo. Quisiera ir caminando por La Rampa y meterme en el cine sorpresivamente para ver digamos "Casablanca" por cuadragésima vez, pero de sorpresa.

Que siempre me den los buenos días, las buenas tardes, las buenas noches, que me den y dejen dar un besito de despedida, un pequeño besito en la oreja para dormir con mi besito prendido saltando de oreja a oreja, escondido debajo de las sábanas blancas colgadas en los balcones y después de ese muá que me dejen dormir. Y al final dar las gracias, esas que damos cuando nos dicen algo profundo como "gracias". Y luego llevar en el diario de a diario la anotación del día: hoy sugerí que me dieran un besito y me lo dieron bien "sonao" en el mismo hueco de la oreja derecha...

Que nadie mienta, que nadie mate, que nadie envidie la mujer o el marido del prójimo, no a la avaricia, a la gula, al robo, no al no, nono, las prohibiciones elementales a los que interrumpen, a los que molestan, a los que forman escándalos, como si fuéramos a barrer sin pasar la escoba, una existencia en la burbuja de cristal es mejor que el sonido del claxon ensordecedor. Hemos perdido el entrenamiento del silencio, el de la luna llena sin ladridos de perros...

Yo sugiero que nos demos la mano y armemos una bachata rosa alrededor del mar para sacar a flote los caracoles y los peces de colores. Un maremagnum de bellas y buenas personas que coman maní y echen el cucurucho en los tanquecitos de basura. Que no te cuenten la película en medio de la función, que no lean en alta voz, que no ronquen, que no muerdan, que no te despellejen, un tsunami de cariño que nos haga polvo y de esa nada crezca un flan de calabazas en almíbar. Abrir un libro de sugerancias en cada casa, en cada cuadra, en cada barrio, en cada escuela, en cada esquina, en cada hospital, en cada parada de transporte, un libro abierto sin loas, sin chicharronerías... dejemos los chicharrones para el 24 de Diciembre.

Yo sugiero que votemos con las dos manos y los dos pies arriba, agitando los dedos (quien los tenga completos), veinte dedos con sus uñas agitándose al aire para votar por la privacidad de la lectura, de la artesanía del amor, de la soledad de las meditaciones, de la carga de las pilas, del descanso, de la absorción de la música, de la inspiración, de la ataraxia de los vivos. El placer del baño íntimo, del ejercicio yoga, de la bebedera de café matutino, de la asimilación de la obra de arte. Nosotros, oriundos de Palmira, somos de los MiraMira de Palmira y por eso exigimos, sugerimos, exhortamos a que no nos fastidien mucho, solo lo necesario: "Señor, me puede decir Ud. qué hora es?". Así de sencillo...

Yo propongo compañeros y compañeras, muchachos y muchachas, señoras y señores, pluscuanperfectos y pluscuanperfectas que seamos un poco más corteses, más amables, más sinceros, más honorables, más hidalgos, más correctos, más pulcros, más de más, estos incorruptibles políglotas, soñadores, escritores de pacotilla, pacotilleros todos, inmensos como ciclones, epicúreos, límpidos, aberradamente eróticos, nosotros los purísimos sanacos ingenuos queridos ambientosamente educados, finos, bibliotéicos, periodísticos, libráicos, gélidos, esdrújulos, nosotros queremos que nos permitan sesear, hablar sin comernos las terminaciones y escribir aquello que diga: "Los hermanos Pinzones eran buenos marineros..."

Que formemos una pirámide en la arena para atrapar una nube, un obelisco para alumbrar a los barcos desamparados, una balsa gigante llena de hielo para irnos a pescar al océano Indico y allí ponernos a bailar guaguancó con las ballenas perseguidas. Que hagamos un coro de negros que canten un Avemaría, de blancos que bailen rumba columbia, de indios que rompan el silencio hablando en rap, de asiáticos que coman sin arroz. Nosotros los de Placetas queremos que nos compren bicicletas que vuelen como las de ET...

Que me dejen pastar la hierba que deseo, morder el anzuelo que me parezca más atractivo, ser mirado por un ángel, besado por una musa, hecho pastel por una dama digna, deslumbrado por el éxito de otro, bañado y entalcado por una comadrona, que me respeten mi tranquilidad en una noche oscura para soñar que estoy de nuevo enamorado y que no me despierten hasta que no hayan hecho café por la mañana. Que tú me beses y me arrulles como si hubiera acabado de nacer y que te acuerdes de ponerme por las noches una sola canción acompañante, aquella del barquito que me lleve a navegar por el ancho mar...

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Fantasmas

(Esto es del 13 de octubre del 2006)

Anido (un escritor de Santa Clara) dice en una entrevista que no se va muy lejos de su casa porque debajo de las losas del piso hay voces que le hablan y él solo sabe de qué se trata. Voces que conversan, que hablan constantemente con él y que le dicen qué tiene que escribir al otro día. Unas voces musicales, como obleas de tomar medicinas para quitar la fiebre. El autor no lo dice, pero en su casa anidan los fantasmas.

Fantasmas que rodean al escritor, bailan a su alrededor unos bailes bailarines bailadores los fantasmas fantasmales fantasmagóricos. Redondos fantasmas, alargados y blancos como preservativos hinchados, sin ojos los fantasmas salen de noche como murciélagos a reirse de los que tienen miedo. En la acera de aquella casa, dentro de los árboles de goma viven los fantasmitas que hacen que las raíces crezcan del suelo hacia las copas, hacia las ramas más altas para que choquen con los alambres de las instalaciones eléctricas y telefónicas para meterse dentro de los cables y dormir en la cablería y hacerle cosquillas a las palomas que se atreven a sacarse las pulgas de las alas encima de las conexiones.

Son fantasmas inalámbricos, telefónicos, electroacústicos, son fantomas modernos que tienen pentiums, papeleras de reciclaje, internet explorer, la última windows instalada, antivirus de punta, unos fantasmas rápidos como aros de eidilas... que comen pizzas del barrio chino, montan en carritos chic con tamboritas relucientes, gomas balón, colorcitos con marca, cristales calobares, llevan unos espejuelitos nubladitos, unos dientecitos de oro para reirse de los que tienen miedo, unos aritos de oro puro colgados en las orejitas qué lindas, qué monos, los aritos colgados como sonajeros personales...

Los fantasmas recorren el barrio... "Un fantasma recorre el mundo...", el fan del rock, el fantomas francés fácil de Amadeus, grácil y menuda como la vecina Voz de Pato que a todo dice que sí a nada dice que no, un fantasma "reguetón", rapero, que gusta de las exposiciones de pintores a la luz de las cámaras de tv, un fantasma que se mete en la emisión y enturbia, hace que hayan tres imágenes superpuestas...O las palomas están rascándose la nuca encima de la antena o vino un aire fuerte y corrió la posición o fue un fantasma que lo hizo para que supiéramos que él estaba allí. Un fantasma de la ópera en las noches de "De la Gran Escena", el programa semanal, que decidió treparse encima de la antena a hacer maldades raperas, a mandarnos mensajes por el cordón enredado para que cambiáramos de canal...

El fantasma nocturnal, el que se esconde debajo de la mata de naranjas del patio (El Naranjo del Patio...) para saltar de rama en rama como Tarzán, de hoja en hoja, de espina en espina, de naranja en naranja y se queda boquiabierto cuando nace una flor en la enredadera de orquídeas, él mismo se asombra de no poder dar una de esas, una flor olorosa, color malva, con el pistilo suave, el olor a fresas escondido para que venga el colibrí a desayunar, temprano en la mañana...

El fantasma matinal que está jugando en las gotas de rocío, saltando con las ranitas pequeñísimas que buscan los insectos bien temprano en la mañana antes que venga el colibrí, un fantasmita que juega con las hormigas de la lata de basura, con el ciempiés que se esconde en el hueco del cemento, que nos despierta para que podamos encontrar el jabón con el cual nos lavamos las manos, que nos dice dónde está el café, el azúcar, para que hagamos una levantada de hotel, nos desentumezcamos, nos estiremos como gatos cazadores, bostecemos un matutino, nos pongamos la ropa y salgamos a desafiar el aire que nos quiere detener, el que viene de frente y el fantasma nos empuja a darle pedal a la bicicleta, a caminar con una mano delante y la otra detrás, un fantasma laboral, sin expediente, no afiliado, un fantasma compañero y puntual. "Buenos días camarada fantasma ...".

El fantasma vespertino que es el fantasma más bello de todos los fantasmas que nos espera en la puesta del sol, allá en el arcoiris, en las tardes rojas de nubes blancas que nos indica que el día se acaba y que viene la noche de fantasmas bailadores y habladores. El fantasma del ejercicio cotidiano postlaboral, un fantasma agotado con la ropa estrujada, que tiene por labor ir haciendo arruguitas en la cara, callitos en los dedos, en las manos, en los pies de caminar, un fantasmita que nos hace crecer la nariz y las orejas, se ocupa de que se nos caigan las pestañas, pinta de blanco los cabellos y va acopiando calcio para crecer mientras lo saca de nuestras minas de calcio, de fósforo, de hierro: crofenico, agelikana, aualbí... nos roba el cromo, el hierro, el niquel y el cobalto, la plata, el litio, el sodio, el calcio, el oro, el aluminio y el bismuto. Un fantasma ruso que fue el que se le metió en el cuerpo a Mendeleiev para que descubriera la tabla periódica famosa y nos dejara el recurso nemotécnico para los cuando fuéramos a los exámenes...

Si vamos a clasificar los fantasmas tenemos que quedarnos con dos tipos: los diurnos y los nocturnos. Me gustan más los nocturnos porque son fantasmas que salen por la radio y el locutor nos dice: "Nocturno... un programa para su preferencia". Es un fantasma vocal, es una voz pero no de nadie en específico sino una voz fantasmal. Los fantasmas diurnos son también interesantes porque no tienen voz sino caras y están en los cuerpos de las personas que nos rodean y de los animales que nos hacen caso. Son fantasmas de estudio... conejillos de indias, fantasmas experimentales, ornamentales, como los caracoles que estudió Carlos de la Torre y Huerta.

A mi me gustan estos fantasmas porque son seres que conversan mucho, interrumpen, siempre preguntan algo: "Me puede decir la hora?"... "Sabe usted donde queda el hospital psiquiátrico de La Habana?"... "Habrá venido el pan a la bodega"? Son fantasmas curiosos, educados, finos, reverenciales, como caballeros andantes, como espadachines, sin una sola palabra obscena, sin una vulgaridad, que dan los buenos días, las buenas tardes, se quitan el sombrero, se alisan el bigote (esto si son varones, santos varones estos fantasmas) y si son damas se sonrojan cuando les decimos un piropo: "Señora, es el crepúsculo, ahora todas mis rosas las estará secando no se qué desaliento...". Y el fantasma se sonroja. "Señorita: hoy está Ud. bella como una ninfa bebé"... Y el fantasma se sonroja, porque además vió el día anterior la novela brasileña... Me gustan estos fantasmitas a mi también... que ante el piropo te dicen: "Gracias puro... me ha hecho Ud. temblar desde los pies hasta la cabeza". "Gracias tío, equelecuá, anjá, asímismo, póngale el cuño". "Dime socito: si me pides el pescao te lo doy". Una respuesta rápida sonrojada como las que dan los grupos de respuesta rápida, los fumigadores de mosquitos, los vendedores de maní...

Los fantasmas nocturnos me gustan por supuesto más como les dije porque llevan el fresquito de la noche, el olor a flores reunidas en el jardín, el vuelo de las luciérnagas, el ladrido soportable de los perros, el bullicio atractivo de la música estridente, el jolgorio de la discusión acalorada, el maullido de gatos enamorados, el choque de automóviles en la esquina, el sirenazo de las perseguidoras de la policía, la voz inconfundible de la estampida y la carrera del ladrón, fantasmas bohemios, madrugadores, alcohólicos de amor, insoportablemente bellos, serenatosos, amorosos, sexiescandalosos, reunionescos, asambleísticos, ruidosos, como escapados de partidas de dominó, discusiones deportivas genuinamente beisboleras, fantasmas salvajes, libérrimos, alevosos, descontrolados, criminalísticos, verdaderos fantasmas qué sé yo...

Pero si los fuéramos a clasificar por estaciones del año tendríamos vamos a ver los fantasmas invernales de pura colcha y taza de chocolate, los veraniegos de hilo dental y playa, los primaverales de aguacero y los otoñales de ciclones. Un ventorral de fantasmas, una ola marina fantasmal, un rabo de nube fantasmagórico... no estaría mal. Pero de todos los fantasmas digamos geográficos los que más me gustan son los fantasmas que se quedan a dormir en las cuevas de murciélagos, porque esos sí son fantasmas verdaderos, digo yo...Son fantasmas estalactíticos y estalagmíticos, que se alimentan de agua pura, sin filtrar, con peces de colores, buena cantidad de cloro y un poco de hielo, como si fueran a beberse un coctel para acostarse a dormir...

Unos fantasmas son aquellos que salen de sus casas fantasmales y dicen UUUUUUUUUUUH! para indicarnos que necesitan alguna divisa para ir a comprar a las tiendas shop. Fantasshop... Terribles fantasmas, horror como tengo fantasmas alrededor!. Me hacen por las noches UUUUUUUH! y salgo a correr por calles y avenidas, volando bajito para que no me atrapen los fantasmas, los espíritus y me metan en las bolsas de fantasmas que son unas especies de sacos de nylon blanco transparente llenos de aire comprimido que se esconden en las cajas fuertes de los bancos y de las shop y se abren una vez cada cien años para que alguien las vuelta a inventariar y las ponga en los cuadros de Fabelo, de Lam... o en las novelas de Agatha Cristie... en la música de Brams. No, no me gustan mucho esos fantasmas porque me dan salpullido, una picazón rara en la columna vertebral... Salpullido inglés: de lejos parece sarna y de cerca lo es. Esos fantasmas me quieren comer!... De eso nada...!.

A mi me gustan los fantasmas buenos... los fantasmas cariñosos, los que me caen detrás para que les rasque el lomo fantasmal, les revise las patas o las manos y hasta los dientes sin temor a que me coman o me den una den tellada. Fantasmitas por ejemplo que me acompañen a buscar el pan, a montar mi bicibleta obrera, me inviten a leer, a mirar mi sombrilla amarilla en el espacio de tele. Un fantasmón para mirar la película de Rashomón... Un fantasmiel para comer miel. Un fantasfresco para tomarme un refresco Fanta. Un fantasma atractivo, bonito, con una grande bemba de negra abierta como melón, como caimito, que me muestre toda la dentadura posible blanca, repleta de calcio. Un fantasma universal, internacional, políglota, que me traduzca del turco por ejemplo un verso para una dama, una canción infantil. Un fantasma que se ría conmigo frente a una ola de mar. Un fantasma gordo como un cerdo gordo, al que yo sí lo pueda atrapar. Un fantasma vamos que se ponga conmigo a conversar sobre la hierba del jardín y me invite a dormir sin temer. Que juegue bolos, que pesque peces, que teja abrigos, que lea biblias, que cante en coros, que sude, que espere, que ladre y que no vuele tanto que no lo podamos encerrar.

Tener así un fantasma acompañante es no solo útil, sino bueno. Llevarlo de la mano, para que no falte a su escuela. Esperarlo por las tardes que termine para que a tiempo se bañe, se cambie de vestimenta y se siente a conversar un poco. Un fantasma que se alimente y que me diga a veces para qué nacieron los vegetales. Que me oriente, me aconseje, juegue un poco conmigo antes de que me pida que le haga algún cuento, le cante una cancioncita digamos como la de "drume negrito...". Un fantasma que me escriba de vez en cuando y me diga: "Estoy en Varadero, me estoy dando un bañísimo de sal con agua, pescando caracoles, sacando de la arena huevos de tortuga, me he encontrado una cadena de oro en el arrecife pero te extraño tanto que no puedo seguir caminando sin tí".

Un fantasmita que me invite a bailar en una discoteca de fantasmas, me enseñe cómo se alumbran los escenarios con luces de colores y me proteja de las iniquidades, que no me deje envilecer y cuando menos yo lo espere me traiga un cucurucho de helado de distintos sabores y me diga con la misma voz que me despierte por la mañana: "Prueba un tin...”. Con un fantasma así no digo yo, sería capaz de ir al Rincón arrastrando una cadena, comer nísperos debajo de una mata de dormidera, cargar a la espalda un refrigerador Westinghouse de esos que miran para todos los lados para ver quién sale y quién entra en cada casa de la cuadra y hasta fumar una pipa de la paz con un jefe sioux. Un fantasma que me sorprenda cualquier día y me diga con su voz de buen fantasma: "Compadre: ha sido Ud. seleccionado para integrar el sindicato de los fantasmas prestigiosos y tiene ahora la misión de buscarse a alguien de verdad para hacerse recordar". Me conformo con eso, pienso yo.

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Poderes

(Esto es del 13 de octubre del 2006)

Poder comenzar por los poderes... Por supuesto los tres famosos: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. El poder ejecutivo para poder hacer lo que uno quiere, cuando lo quiere, sin tener que consultar, ni arrastrar la equivocación por los siglos de los siglos, cambiar por ejemplo los muebles del comedor para la sala y los de la sala para el comedor... El legislativo para aprobar una ley que diga en su primer articulado: Ud. puede hacer lo que quiera y cuando quiera sin consultar, ni arrastrar la equivocación por los siglos de los siglos... El Judicial, un poder especial para encerrar las lagartijas en cajitas, condenarlas a un viaje de 11 horas y venderlas en las tiendas para animales como si fueran lagartos de desierto, cocodrilos pequeños, dinosaurios enanos.

Poder embarrar los muros de las calles con palabras escritas a tiza, grafías de spray, llamamientos, adulaciones, piropos, frases hechas, intimidades: Pony Express, Kon Tiki, Moñihueso, Yumisleidis Ama a Francisliki, Prohibido Prohibir, Aquí Nacieron los Yulis, Coge tu maní aquí!, Camiarioca y Escambray: Hay pero no te toca, te toca pero no hay. Si tienes el bate corto, acércate más al home. Házlo feliz, házlo contento pero cabrón cágate dentro!. En este lugar sagrado donde acude tanta gente, hace fuerza el más cobarde y hasta tiembla el más valiente. Carnicería y huevería "Los Huevos de Heredia"... "Serramo oi i habrimo mañana"...

Poder dar riendas sueltas a la imaginación: que me sirvan helados yagrumosos o unidos de la Word y me digan "buenos días señor, estos helados hoy van por la casa". Que no me cobren el peaje en las tiendas shop: "Mire señor este Nescafé viene con descuento, tome Ud.". Que no me digan lo que tengo que hacer: "Queridísimo señor este aguacate no tiene semilla por lo que puede sembrarlo otra vez". Que no me ordenen: bájese, súbase, váyase, aléjese, despiértese, duérmase, cómalo, tómelo, apúrese... un servicio sin órdenes, prohibido ordenar, mejor así: si Ud. tuviera la amabilidad de bajarse puede bajarse pero si decide subirse puede subirse o quedarse en el medio, en el aire, flotando, indefinido, magistral, estelar, antigravitacional, así mismo, en el limbo terráqueo en la estela nupcial, en la comedurademierda angelical, haciendo lo que a Ud. le dé la gana, virginal, platanal, helicoidal, inusual, ideal, fantasmal, butamolsal, fenobarbital, garrafal, orbital... no me vendan más sal, Cayo Sal, vaginal...

Poder elucubrar estrategias ambientales diversiformes, nutricionales, aplicadas a sistemas convertidores interconectados a la surribarria y el V2 que va a Paseo. Es decir, inventar, estructuralizar, enigmaltizar, prognosticualificar, respuestificar, eritrogramatirubricar, helicoptirurizar, pizziaterricolizar, aromoterapitirizar, tarabintintangulizar... En fin, poder cambiar el sentido de los verbos, verburiproposicositar, total, muchos lo han hecho con las cosas, con los sistemas, con los pronósticos, han inventado los idiomas, las Reales Academias de la Lengua sin llamarnos a contar, a discutir, a analizar, a proponer, a enriquecer, a aportar. Deberíamos levantarnos un día con el poder de hablar según pudiéramos pensar, libres de impuestos, de trabas, convencionalismos. Decirle a una mujer: "El circunsloquio aerogramatical supramincrato es el perfumentrol quitérico que le rasca tu espáldrica". Y que ella sonría y responda: "Te atreves tú, panadero de a 3 quilos, quítate tú paponerme yo, si me pides el pescao te lo doy".

El séptimo poder, para poder volar en los brazos del arte, un artista plástico como los artículos de 1 por 1 en las tiendas shop. Músico, poeta y loco, grabador, curador, escritor, artista escénico, narrador, locutor, conductor, facilitador, un artista del disco duro, del disco de queso, del discóvery, de la foto, un cantante, un payaso, un bufón, un artista cómico, un showman, un tocador de tumbadoras, un pianista, un violinista, un director de orquesta, un arquitecto, un literato, un cuentista, un guitarrista, un nadie, un bailador de fandangos, un equilibrista de circo, un mago, un artesano, un artenfermo, un intelectual, una arteria, un artefacto, una artemisa, un artero, un artesón, un espectador crítico, poder tocar un arpa, hacer burbujas de jabón con un cucurucho de calabaza, poder decir en el museo: "Yo soy el arte" sin que nos moleste una trompetilla. Ah, qué placer!

Poder masticar un turrón de alicante, rascarme el codo con la misma mano, caminar sobre las aguas como Cristo, hacer de calavera en noche de luna llena y convertirme en lobo de juguete, andar La Habana sin guía y sin que me vendan tabacos, ron y señoritas acompañantes, soplar padentro una nota de ventrílocuo, planchar la pasa de una negra, nadar como un quelonio, el poder de los músculos, power point, tensión dinámica de Charles Atlas, el poder de los medios masivos de comunicación, el sexto poder el poder del sexo, el saxofón invertido, el xilófono de azúcar, qué poderes ni qué ocho cuartos, la habladuría constante, el chismorreteo televisivo, poder ver en la bola de cristal tu sonrisa, el futuro, los nubarrones de Cumbres Borrascosas, la plataforma insular, el anillo del Señor, la última partida de Capablanca, a todos los artistas del celuloide en Hollywood.

Poder comer con Enrique VIII y todas sus mujeres, encontrar la cabeza cortada de Luis XV, el tesoro del último Zar, la piedra filosofal, la pirámide perdida, la tumba de Buda, la espada de Damocles, el Minotauro. Echar las cartas a Nostradamus, entender a Picasso, leer a Tagore en su idioma natal, viajar a Cachemira, descubrir una estrella, arar en el mar, el quinto poder, el poder de la televisión, de todos los canales en el sistema PAL paldiablo, en el sistemático canal en árabe, en japonés, en chino, en koreano. Una canción pop en Kajastánico y en sumerio, en kurdo, en bashquirio...

Poder escribir en sánscrito, leer el Corán, vender la Mona Lisa, sembrar un ajo en la punta de un nido de colibrí, el cuarto poder el poder de la guerra, hacer la guerra a los mosquitos, la campaña guerrera contra los ratones, una guerra de las galaxias de buches de agua en una playa nudista sin policías, la guerra de Ramiro Guerra, la paz de la Guerrapatas, la guerra de los camellos que no pasan por 5ta. Avenida. Una enorme y mundial guerra de quesos, un bombardeo de golosinas, de alimentos enlatados, la guerra submarina de sirenas, la guerra con notas musicales en las sinfonías de los músicos, una guerra contra las epidemias, una guerra contra el desempleo, la guerra mundial de la papa, una preparación artillera de bombones, contra la paz de los sepulcros, una guerra para derretir todas las armas, los armatostes, los armagedones, los armadillos, los armuerzos, los árboles secos...

Poder cantar debajo del agua, el tercer poder el poder de la invisibilidad, la raíz cuadrada de menos uno, el yin y el yan, el modus vivendi, la nocturnidad y la alevosía comiendo pizza en un trigal, la irreveroconsultívera gana de hacer lo que tenemos que hacer, el Orobanche, qué es el Orobanche? Y el Kudzú? Qué es el kudzú? En el cordón de La Habana hubo una vez una tormenta local severa que se llevó a bolina todos los pollos de las granjas avícolas y más nunca aparecieron, porque levantaron el vuelo y se fueron de vacaciones para Pinar del Río, se fueron las hembras y se quedaron los machos y así se terminó la fase del comunismo primitivo cuando los indios se comieron los pollos de las granjas que quedaban y vacunaron los perros con leche de cabras, atoles y permanganato de potasio ligado con aceite mineral...

Poder entrar y salir de un cine a medianoche sin pagar, el segundo poder, el poder popular, el local sin poder, el poder local, el poder negro, black power, un poder poderoso, un verdadero poder. Ese sentido de mandar, de tener autoridad (no moral, sino designada) para decidir. El poder de tomar una decisión de dirección, el de quitar, de poner, quítenme esta ventana y pónganme esta otra. Yo quiero que me pongan este buró aquí. Que me pongan este empleado allá. Yo decido, yo mando, yoyo quitaypón, llegaypón, con cualquier mano. El barbarismo, el salvajismo, el nepotismo, el sociolismo, el amiguismo, "el estado soy yo", el Rey Sol, "solo yo decido"...

Poder hacer y deshacer...pero no puedo. No se puede vivir sin aire...a lo Maná. Querer no es poder (subjetivismo), poder no es querer (autoritarismo). El poder se delega, la responsabilidad no. La confianza es buena, el control es mejor. No somos Dios... nos podemos equivocar de nuevo, como la canción de Pablo Milanés. Poder o no poder, esa es la cuestión? Un poder universal?... pero no puedo. Estaríamos al pairo como los botes en alta mar. Nos desentenderíamos de los valores, nos comerían los pecados, el abuso de poder envilece, "es un néctar que embriaga" como gustaba repetir Carlos Fonseca Amador.

Los poderes enunciados son absurdos finitos. Son pájaros de mal agüero, oquedades y vida subterránea, las sombras en la caverna de Platón, superficialidades, briznas de horno para hacer carbón, tizne en otras palabras. "Toda la fama del mundo cabe en un grano de maíz", dijo El Maestro. La modestia decimos, es la cualidad de los mejores. "Todos los pícaros son tontos, los buenos son los que ganan a la larga". Antípodas, contradicciones, la voluntad enfrentada a la realidad. Gracias Maná por los absurdos. Toca el drum un cubano de pelo largo y tatuaje en el brazo, las luces se mueven en un escenario de humo y sudor mientras el músico le dice a la muchedumbre que grita: "!Arriba Los Angeles!"... "Me estoy muriendo por tu amor...".

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