sábado, 24 de noviembre de 2007

Nada fatiga tanto...

(Esta crónica la escribió mia papá el 18 de septiembre del 2006)

Cualquiera que leyera lo que escribimos hace unos días y nos pusiera en manos de un especialista en psicología del trabajo pudiera llegar a la conclusión de que estábamos padeciendo del síndroma de la activitis laboral... no es todavía una pandemia pero se encuentra entre una de las causas más importantes de desequilibrio personal. Todo es trabajo, no hay tiempo para el descanso, se hacen cosas y se piensan también de tal manera que hasta soñamos con eso, cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo... Como en "Tiempos Modernos" salimos de la fábrica apretando tuercas con las mismas manos que nos llevamos la comida a la boca. Con las mismas que escribimos... con las mismas que acariciamos.

En la fábrica al obrero le crecen los músculos de los brazos y se le reduce el cerebro. No puede cuestionarse ni quién es pues su labor es mantener lista su capacidad de laborar para alquilarla como una mercancía más. El lío se forma cuando algún día alguien le explica que al consumirse, su fuerza de trabajo crea mucho más valor del que posee y esa diferencia alguien que no es él, se queda con ella. Pero esas son otras conclusiones que no vienen por ahora al caso que estamos tratando: el asunto del tiempo libre y la recreación.

Si en lo que hacemos (tanto en el trabajo por el cual devengamos un salario nominal como en la casa, sin remuneración alguna) casi no hay tiempo para el descanso, cuando nos toca la parte de la moneda dedicada a nuestro tiempo libre lo que más lo identifica cuando no es auténtico es el bostezo. Es un movimiento rítmico en el que intervienen el corazón, los pulmones, los músculos de la boca y el sonido de la laringe y que se pega a otros, como encender un fósforo en un estadium en una noche de juego de fútbol a oscuras. O disparar el flash de una cámara de fotos... Comienza alguien y todos los demás lo imitan. Si aparece el bostezo no hay descanso verdadero, sino aburrimiento, lo que otros llaman "guanaja".

El reposo, el tiempo libre, la recreación, la diversión, el despeje, la inacción o el también llamado ocio, la abulia (llamada popularmente apatía) es concebida como indolencia o falta de vigor y aunque los significados de las cosas no quieren decir siempre lo mismo en general se ha definido "eso que no hacemos" como el no hacer nada, como disfrute, vacaciones, "un diez", el "descansito", el fin de semana. En una casa de descanso de un millonario había empotrado en la pared de azulejos de la piscina un refrán atractivo y cariñoso: "Qué bueno es no hacer nada y después descansar" junto a otro que le hacía competencia: "Hay cosas más importantes que el dinero, pero cuestan mucho"...

El cuerpo y el espíritu también necesitan tomar un aire (el segundo aire de los campeones...) cada cierto tiempo, desconectar, con el propósito de automasajearse, cambiar de actividad, entre round y round (asaltos en el boxeo) los "segundos" vienen y nos ventilan con la esponja llena de agua... "Entre col y col, lechuga" como dice el refrán. Es un tiempo acumulado, que se va creando con la suma del trabajo pretérito y el actual, los "minutos" para fumar (allá los fumadores), el cambio de "canal", cambia el plug (cambiar el "pló") o el también llamado desenchuche. Nadie está toda la noche silbando, no solo es respirar, hay que exhalar un poco, sístole y diástole, tic tac...

A tal trabajo tal descanso... "El tiempo de descanso crece proporcionalmente al enrollado del occipucio", decía Malebranche. Una comparación sui géneris que mezcla dimensiones físicas, geométricas y nerviosas donde la comicidad nos da una idea del escepticismo que tenía el tipo (desconfiaba tanto de la religión como de la ciencia), al mismo tiempo que expone una opinión interesante: mientras más laboramos más necesitamos dormir tranquilos. De aquí que muchos piensen que el tiempo del sueño es el verdadero descanso que el cuerpo necesita.

Por tales y cuales argumentos no todo es labor...esa actividad creadora, con el bullicio alrededor y el sudor que nos corre por el rostro. También hay que recostarse boca arriba, para ver cómo se desplaza el palmiche cortado por la soga desde la cima de las palmas reales. Mirar las nubes, esos cúmulos nimbos juguetones para ver cómo hacen figuras en el "cielo" azul que le sirve de fondo. Ejercitar los músculos faciales es un buen ejercicio para el tiempo de ocio...hacer globos con la punta de la lengua dentro de la piel de la cara. Mirar con los párpados abiertos y mover los ojos para tratar de encontrarnos las cejas. Muecas, muchas muecas en la soledad del baño para que luego no nos tilden de lo que verdaderamente somos: unos irremediables locos de atar que no saben vivir sin estar haciendo algo.

Estirar de vez en cuando los dedos, las manos, todas las articulaciones posibles para saber que están ahí, sacarles el aire de las coyunturas, digitalizar y sobre todo respirar llevando el cúmulo del aire hacia la médula espinal, imaginando que recorre los huesos, las vísceras y se esconde detrás de las costillas purificando el ambiente interno. Y beber mucha agua, agua de la hervida, de la buena mezcla maravillosa del oxígeno puro con el puro nitrógeno, aderezada con una cascarita de hoja de flambollán enano, un soplito de polvo a la mitad del cuerpo, que luche contra la pureza absoluta, la virginidad infinita y nos diga algo así como que no somos puros ni lo queremos ser nunca por los siglos de los siglos que nos restan por vivir.

También podemos utilizar el tiempo libre para leer los nombres de las calles y vincularlos a nuestro estado de ánimo, digamos Salud, Infanta, los títulos de libros, los poemas de tal autor, los libros mismos para hacer lecturas insomnes, mirar cabezas de mujer en sellos, escuchar buena música, armar rompecabezas, ordenar palitos chinos, pensar en musarañas, ir a museos a imaginar desnudos, contar perros en la calle, remar olas en el mar, llenar crucigramas, tomar helados, correr, perseguir peces de colores en el jardín japonés, abrir candados viejos, jugar al parchí, hacer gárgaras, cuclillas, jugar a los bolos, estudiar las hormigas, plantar árboles, amar y ser amado... pero está fuera de dudas que una de las actividades que más nos gusta en ese tiempo libre es descansar, repensarlo todo, soñar que viajamos hacia el mundo de colores e infinito de los eidilas para atrapar el aro centelleante y rápido antes que se nos pose encima de la cabeza redonda que tenemos.

Este ejercicio dura la mitad del tiempo de recorrido del propio aro y si lo hacemos bien, termina nuestro descanso con un inusitado cargue de energía positiva que se convierte en acción posterior. Yo practico este antiguo pasatiempo etrusco y estoy convencido de que me ha sido útil, diversiforme y nutrimental, siento que al levantarme tengo más de menos dentro del cuerpo y menos de más dentro del espíritu.

Y la inyección de ánimo me sirve para imaginar cosas, irme de viaje a algún lugar, cerrar bien la casa por dentro y por fuera y perderme en la muchedumbre desconocida para que cuando más avance dentro de ella más quiera regresar hasta donde partí. Eso nos pasa siempre con nuestras escapadas ocasionales: las estamos esperando tanto que cuando las hacemos ya queremos virar para la casa. Nos pasa como a los pinareños, salen de viaje a la Capital pero cuando ven el letrero a la salida del pueblo que dice "Regrese Pronto", viran ahí mismo y siguen cosechando tabaco contentos a más no poder. Tabacos tralalá...

Y me elimina un por ciento del aburrimiento, del bostezo hipocóndrico, con el ejercicio de correr detrás del aro, atraparlo y soltarlo y concluir que no hay bostezo que valga (y hay que tener en cuenta que el bostezo es salud, como decían los egipcios)... y el eructo también. Así que no os asombréis si alguien les propone "aislarse" y rejuvenecer. Tómenle la palabra, no planifiquen mucho, vístanse informalmente, pongan algo en una cesta y pasen lo mejor que puedan el descanso semanal o mensual o anual de tal manera que cierren bien la boca, pestañeen poco, respiren profundo, no se rasquen mucho, rían con medida y hagan lo que les dé la gana.

Tengan en cuenta que ese séptimo día de la semana alguien lo diseñó para cumplir la broma del millonario, cerca de una piscina, mirando cómo revoloteaban los pajaritos alrededor de una guayaba madura. Se conocen países que cierran las tiendas los fines de semana y otros que cubren esos mismos días con trabajos comunitarios... Es una vieja teoría de la compensación: lo que sobra por un lado, falta por el otro.

Y sobre todo los más pequeños...no les quiten la ilusión de aspirar a ser grandes algún día. Y eso se aprende en los paseos fuera de la jornada laboral o casera. Enseñen a lanzar piedras chinas en la superficie de un lago. A montar caballos. A empinar papalotes. Nos han vestido de tal manera (nos han obligado a llevar una ropa que casi nunca usamos dentro de casa) que ya sabemos cuándo vamos a salir por el modo en que nos vestimos. Nos preparamos para expulsar las toxinas del cuerpo a finales de la jornada del día, de la semana, del mes o del año. Pero algún día tendremos la necesidad de invertir (poner patas arriba) las horas de descanso: nos estamos perdiendo la quietud de la madrugada y la belleza de la "salida" del sol. Ese vacío absoluto, esa inacción completa, ese ocio improductivo nos come el alma y nos deshidrata el cuerpo... "Nada fatiga tanto como el reposo"... nos dijo El Maestro.

Hay muchas maneras de pasar en compañía de los que queremos nuestro tiempo "libre", sin aburrimientos ni bostezos. Para neutralizar el estrés negativo que nos lleva a meternos en el agua salada con la nariz fuera y un floting bocarriba y los ojos cerrados tenemos la opción del trote hasta el agotamiento alrededor de la manzana donde vivimos. O subir lomas que hermana hombres. La pesca furtiva, el descubrimiento de un "hobby", hacer visitas, escribir cartas, envolver regalos. Intenten hacer alguna receta de platos fáciles, digamos una langosta a la plancha con aderezo gitano, brócoli en salsa rusa y albaricoques en almíbar...Prueben al menos una vez. Ustedes van a ver qué bien les va al final. Y es tan sencillo como coser y cantar. Anímense... ya verán.

Sería bueno encontrar alguna manera de evitar ese tipo de cansancio que nos asalta cuando no hacemos nada... Y un buen remedio es el agua carbonatada. Compremos una botella de las grandes, con los ahorros que teníamos guardados para fin de año y sin pensarlo dos veces, virtamos un poco cada cierto tiempo sobre nuestro esqueleto cubierto de piel. Les aseguro que se van a acordar de mi!... Y salgan a la calle, alboroten, compórtense desenfadados, con la mandíbula en alto como si estuvieran desafiando el aire que les viene de frente. No importa que la gente comience a pensar que hemos perdido el juicio... Al inicio del ejercicio sucede casi siempre así, pero cuando se dan cuenta que ellos pueden caminar de esa manera y que detrás les cae siempre un arito de fuegos artificiales toda la gente se convertirá en uno mismo y ya habremos perdido la pena, probablemente habrá también desaparecido el dinero y con ello el salario y la agonía laboral y estemos pasando mucho tiempo haciendo lo único que de verdad nos gusta: ejercicios para mantener el buen estado de la salud.

El que esto escribe que ha viajado por todo el mundo en menos de 80 segundos de su vida, les dice que se puede. Al principio nos va a bloquear el miedo al trampolín, pero una vez allí arriba lo mejor es dejarnos caer, con los ojos abiertos y sentir el chapotazo en la mismísima planta de los piés, hundirnos como chalupa flotante y salir saludando a cualquiera con las dos manos fuera del agua... "Yo Tarzán, sin Juana y sin la mona Chita, sin soga para el transporte de árbol en árbol, lanzando al aire aquel grito de victoria sobre los cocodrilos... Tarmanganíiiiiiiii! !No, si yo te digo...! !Locos de atar...!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que sea menos ver televisión.

El aburrimiento es el enemigo del pensamiento.

saludos.

Aguaya dijo...

Hola, Hola-qué-tal!!!!!
Bienvenido por aquí!!!!!